Escriben Jaume Sureda, Flor Sánchez y Javier Benayas (Tomado de Universidad, sí)
Por sostenibilidad universitaria se entiende, por una parte, la utilización de los recursos de forma adecuada para garantizar la permanencia y el desarrollo de la Universidad como institución, y por otra, el efecto que tiene o puede tener la actividad universitaria para la sostenibilidad de la sociedad en su conjunto.
El concepto de desarrollo sostenible, y su definición más aceptada, quedó recogido en el documento Nuestro Futuro Común, elaborado en 1987 por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en el que se define el desarrollo sostenible como «el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades». Treinta años después de esta declaración, las posibilidades de desarrollo futuro parecen seriamente restringidas por un modelo de producción y de vida que genera un deterioro ambiental progresivo, compromete la disponibilidad y calidad de los recursos básicos para la vida (el aire, el agua, los alimentos, el clima…), amenaza la calidad de vida y hasta la supervivencia de una parte de los habitantes del planeta, provocando desequilibrios territoriales, económicos y sociales que generan migraciones masivas, desigualdad, injusticia y violencia.
En septiembre de 2015, Naciones Unidas definió una nueva agenda de desarrollo sostenible con 17 objetivos y metas específicas que deberían alcanzarse en los próximos 15 años. Las Universidades, en el marco de su responsabilidad social y ambiental, no pueden mantenerse al margen de estos objetivos. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es también misión y compromiso de la Universidad. Es más, la sostenibilidad, junto con la integridad, constituye el eje central de lo que debería ser la contribución de la universidad para encaminar a la sociedad hacia un futuro que garantice el bienestar de quienes están y de quienes aún no han llegado. La sostenibilidad en general y en sus tres dimensiones -social, ambiental y económica- debería ser la clave que define la estrategia de las universidades. De hecho, si revisamos documentos recientes que reflejan la estrategia de cada una de las universidades españolas podemos comprobar que bajo distintas denominaciones se encuentran acciones, actividades y propuestas relacionadas con la sostenibilidad.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por Naciones Unidas deberían estar actuando como external drivers que marcan el camino a seguir hacia la sostenibilidad; podrían ser considerados como un check list de aquellas acciones que realiza la universidad con el fin de responder o coincidir con compromisos, movimientos, objetivos que se proponen más allá de su ámbito de actuación. Como consecuencia, los internal drivers de sostenibilidad, serían las acciones concretas que cada universidad lleva a cabo, en sintonía con su estrategia.
Muchas universidades han creado órganos de gestión específicos de nivel máximo encargados de planificar e implementar las acciones de sostenibilidad. Estas intervenciones tendrían que producirse tanto en el ámbito de la gestión como en el de la investigación y la docencia. Asímismo, las universidades están incorporando acciones de sostenibilidad ambiental (campus verdes, ahorro del consumo de energía y agua, disminución de la huella ecológica y de las emisiones de carbono, fomento del transporte público y el reciclaje, vegetación autóctona….), sostenibilidad económica (incorporación de productos de comercio justo, reducción de costes por eficiencia en el uso de recursos y reciclaje) y compromiso social (voluntariado, atención a colectivos vulnerable, atención a la diversidad funcional, campus más saludable, etc.). La propuesta de estas acciones ha de ir precedida por el objetivo que orienta cada acción y los indicadores operativos que permitan el seguimiento de su cumplimiento y dar cuenta a la comunidad universitaria y a la sociedad de los objetivos alcanzados, poniendo en valor el trabajo realizado. Un indicador clave de la fuerza que tienen las apuestas por la sostenibilidad es la asignación que reciben estas iniciativas en los presupuestos de las universidades.
Para impulsar la implicación de las universidades en el alcance de los ODS que integran la agenda 2030 han tenido lugar encuentros auspiciados, entre otros organismos, por la CRUE, la AECI o REDs en los que se han concretado medidas de actuación. Tales intervenciones contemplan la inclusión de contenidos sobre sostenibilidad en las titulaciones universitarias, el desarrollo de investigaciones multidisciplinares orientadas a la búsqueda de propuestas innovadoras para conseguir revertir o modificar el modelo de desarrollo dominante, definir indicadores de seguimiento para evaluar las consecución de los 17 ODS por las universidades, así como la actuación conjunta y coordinada para alcanzar objetivos concretos. Por otra parte, como organización independiente, la Universidad podría tener un papel importante en la identificación de los puntos débiles de la agenda 2030 (objetivos poco concretos, ausencia de indicadores de seguimiento y evaluación, modelo de financiación, etc.) y en la formulación de propuestas para corregirlos.
Las universidades cuentan ya con una amplia trayectoria y experiencia en el ámbito del desarrollo sostenible. Algunas de las medidas que ahora se proponen forman parte de sus actuaciones estratégicas, habiéndose posicionado ya claramente con declaraciones como, entre otras, la de Tiflis, Talloires, Halifax, Luxemburgo, la Carta COPERNICUS. Por otra parte, se han formado distintas redes universitarias para impulsar el desarrollo sostenible en la educación superior, tales como la Alianza de Redes Iberoamericanas de Universidades por la Sustentabilidad y el Ambiente (ARIUSA), el Consorcio Mexicano de Programas Ambientales Universitarios para el Desarrollo Sustentable (Complexus), o el GreenMetric Ranking of World Universities. Todo ello refleja el nivel de compromiso de las universidades con la sostenibilidad.
Aún así, las universidades siguen teniendo un importante desafío y una gran responsabilidad en contribuir a un mundo más sostenible; sus actuaciones a favor de la sostenibilidad y la integridad deberían ser un modelo para todos los sectores sociales. No perdamos de vista que las personas que en el futuro asumirán la dirección y gestión de organizaciones, ya sean públicas o privadas, así como las que lideraran partidos políticos, movimientos sociales o empresas están formándose en las aulas de la Universidad. En gran parte, el futuro está en manos de las universidades. Por este motivo, es de capital importancia que las universidades actúen como punto de referencia, como faro para iluminar iniciativas y caminos. Es lo que lo que la sociedad espera y reclama; lo hemos visto en documentos como la Carta Universia Río 2014. Estamos seguros que las universidades responderán al desafío y cumplirán con su compromiso social.
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