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martes, 27 de marzo de 2012

De la escuela-lugar a la escuela-nodo

Escribe: Cristóbal Suárez

Comunicación y Poder de Manuel Castells es un gran libro. Del mismo se pueden obtener muchas lecturas sustanciales sobre nuestra sociedad, su dinámica y sus tensiones, así como extrapolar algunas reflexiones sobre lo educativo y las instituciones educativas que, aunque no se aborden directamente, se pueden leer entrelineas.

Entre todas las potenciales lecturas que se pueden realizar formulo una: lo que añade Internet a la educación no son sólo aplicaciones web, sino una noción de entorno como espacio de flujos en red que reconfigura la posición de la escuela como nodo, más que como centro de aprendizaje. Por ello, más que integrar la tecnología en la escuela, es decir incorporarla al núcleo –centro- de aprendizaje, con Internet abríamos otro entorno sociocultural donde la propia escuela se prefigura como parte –nodo- de una red de implicaciones de alcance global. 
Pero desde hace tiempo, y sin Internet, las instituciones educativas han dejado de ser el centro neurálgico del aprendizaje. ¿Dónde está el cambio? La particularidad que abre Internet como parte del desarrollo sociocultural de la humanidad consiste en abrir simultáneamente un entorno en red y el ejercicio de una comunicación en red. Castells (2009, 63) lo explica así:
Como las prácticas están conectadas en red, el espacio también lo está. Puesto que las prácticas en red se basan en flujos de información procesados por tecnologías de la comunicación entre diferentes lugares, el espacio de la sociedad red está constituido por la articulación de tres elementos: los lugares en que se localizan las actividades (y las personas que las ejecutan), las redes de comunicación material que vinculan estas actividades, y el contenido y la geometría de los flujos de información que desarrollan las actividades en términos de función y significado. Éste es el espacio de flujos.
Al igual que otros entornos socioeducativos –la familia, la comunidad o el club- internet tiene su particularidad sociocultural, claro está. Por ejemplo, en Internet se pueden reconocer nuevos agentes educativos que fluyen a través de rutinas y jerarquías diversas, herramientas y protocolos comunicativos amplios o sistemas de producción de contenidos horizontales, además de los verticales. Por ello, “añadir” Internet a la escuela implica abrir la escuela a un universo simbólico distinto para el que la cultura escolar no siempre está preparada. Parte de ese reconocimiento consiste en ver que la “inclusión” de internet reconfigura la posición de la escuela-centro a la escuela-nodo.

Esto es, los flujos en la escuela-nodo también ofrecen respuestas a las preguntas sobre para qué, qué, dónde, cómo, con quién y con qué aprender. Entre los flujos de comunicación que más alientan la idea de entender el aprendizaje en red está lo que Castells llama autocomunicación de masas.


Con la comunicación de masas, la televisión por ejemplo, los flujos comunicativos son especializados, verticales y unidireccionales, van de muy pocos a muchos con un mínimo de retorno. En un proceso de autocomunicación de masas, en un entorno en red, los flujos de comunicación también pueden ser amateurs, horizontales y bidireccionales, van de uno a muchos, de muchos a muchos o, técnicamente, de todos a todos. Las personas en red no se deben a un centro para comunicar… es por ello que los gobiernos odian tanto internet.


En general, aprender en Internet es actuar con una estructura de acción en red donde es posible ser parte de la comunicación y de la autocomunicación de masas. La noción de PLE (Personal Learning Environment), de redes sociales (Social Network), de MOOC (Massive Open Online Course) o de m-learning son ejemplos de nuevas rutinas de aprendizaje descentrados de la escuela.


Por ello la escuela-lugar, como centro educativo, deja de tener su jerarquía bajo una estructura en red. En una educación en red, la capacidad de comunicación es la que se instala en el centro: “El poder de la comunicación está en el centro de la estructura y la dinámica de la sociedad (Castells, 2009, 23). 

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