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sábado, 9 de junio de 2012

Los profesores en el cine

Escribe: Juan de Pablos Pons



A propósito del estreno de la película ‘Profesor Lazhar ‘ (1)

La película canadiense titulada Profesor Lazhar (Monsieur Lazhar, 2011) propone una aproximación al mundo de la enseñanza en la estela de otros filmes estimables que de vez en cuando aparecen en las pantallas comerciales, como El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989); Hoy empieza todo (Bertrand Tavernier, 1999); La ola (Dennis Ganssel, 2008) o La clase (Laurent Cantet, 2008). En este caso, la película dirigida por Philippe Falardeau aborda el mundo de las aulas situando a los niños ante los problemas de los adultos, específicamente la muerte de una profesora en trágicas circunstancias. Esto supone situar ante la perspectiva infantil, a los adultos como seres vulnerables que se desorientan frente a los problemas y ante las contradicciones de la sociedad, equivocándose a menudo en sus decisiones. Así aparecen los propios profesores y las familias, en definitiva los referentes que sirven a los niños como modelos. No es un tratamiento habitual en las películas que dirigen su mirada hacia la escuela y sus particularidades.

Bachir Lazhar, el protagonista de esta historia, es un emigrante argelino que ha llegado a Montreal y es contratado como sustituto de una maestra de enseñanza primaria que se ha suicidado en el propio centro educativo. La situación de este profesor, una persona desarraigada con una visión del mundo diferente al entorno en el que trata de adaptarse, actúa como revulsivo para que los jóvenes alumnos comprendan algunos aspectos de la vida no precisamente idílicos. El profesor Lazhar intentará romper el muro de silencio que se crea ante la realidad insoportable de la muerte para el modelo occidental y pretenderá ayudar a los chicos de su clase tratando de que superen la traumática experiencia.

En realidad la película nos muestra que son los niños los que parecen tener una mejor capacidad para asumir la realidad. Así, se expresa cuando una alumna declara: "Los mayores creen que estamos traumatizados por lo que pasó, pero quienes están traumatizados son ellos”. Como en otros filmes que exploran los retos del mundo educativo, Profesor Lahzar cuestiona la validez de un sistema de enseñanza que empieza por maniatar el afecto para acabar constituyéndose en un sistema de alienación, cercenando la espontaneidad en este caso tanto de los niños como del profesor extranjero, buscando la seguridad de las rutinas y la tranquilidad del distanciamiento moral ante los problemas. El impresionante final de la película es toda una llamada de atención en este sentido.

Otro aspecto destacable de esta muy recomendable película es que hace perceptible los avances de los niños hacia la madurez partiendo de sus vivencias personales y su capacidad para mejorar, visibilizando esta evolución con el paso de las estaciones del año (del duro invierno hacia la prometedora primavera); lo que subraya la fundamental responsabilidad que cabe exigir a la institución escolar ante las nuevas generaciones. 

Inspirada en una obra teatral escrita por Evelyne de la Cheneliere, Profesor Lazhar reivindica la figura del profesor, en este caso destacando el carisma y la particular forma de enseñar de un argelino con graves problemas personales en su vida –es un refugiado político-. Su compromiso en ayudar a sus jóvenes estudiantes propiciará que el curso salga adelante, superando la tragedia que ha traumatizado a todos. La capacidad para afrontar un problema no visible para un niño como es la inevitabilidad de la muerte, cambiará la vida de sus jóvenes alumnos.

La propuesta de Pilippe Falardeau, candidata al Oscar 2011 en la categoría de mejor película de habla no inglesa, y premiada en festivales como  la Seminci de Valladolid, Locarno o Toronto, supone un ejercicio de honestidad, presentando los sentimientos de sus personajes sin manipular las emociones de los espectadores. Propone una oportuna reflexión sobre las carencias de un modelo docente que enseña pero no educa, que transmite pero no forma. El aula es presentada como un microcosmos, reflejo de la sociedad a la que pertenece, por lo tanto no se trata de una sociedad precisamente idílica. Uno de sus mensajes finales es especialmente significativo: lo mejor de la sociedad son los niños, debemos ayudarles a crecer sin menoscabo de sus posibilidades. Todo un reto para el mundo educativo y para la propia sociedad.

(1) Este texto reproduce el artículo publicado en la Revista de Cine Encadenados, dentro de la sección Luna Nueva.

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