Es el año 2157. Tommy, un niño de 13 años, encuentra un “libro de verdad” –sí, con tapa dura y hojas de papel—en el ático de su casa. Su amiga Margie se maravilla ante aquel extraño objeto, en el que las palabras no desaparecían del todo al avanzar en la lectura, como sí ocurría con el “televisor” que en ese tiempo utilizan para estudiar, capaz de almacenar miles de textos. Tommy le explica a una curiosa (y al principio incrédula) Margie, cómo hacía varios siglos, los niños iban a un edificio llamado “escuela”, en donde se reunían con otros niños, y en donde una persona real era quien daba las clases. Algo increíble para Margie, de 11 años, quien no puede imaginar cómo una persona podía ser maestra. En esa época futura, los robots enseñan a los chicos en sus casas. Presentan la materia en una pantalla de televisión. Asignan ejercicios que califican de inmediato, así como tareas que los alumnos deben completar, para luego perforar unas tarjetas que se colocan en una ranura situada a un costado del profesor-robot. A pesar de parecerle a Margie el escenario de una “escuela” algo desconocido e incluso descabellado, en silencio sonríe y dice a sí misma: “cómo deben haberse divertido”.
Las escenas anteriores forman parte de la trama de “The fun they had” (“Cómo se divertían”), relato corto de Isaac Asimov, publicado por primera vez en 1951. Ya en ese entonces estaba en pleno apogeo el conductismo, una tecnología del comportamiento humano aplicada a diversos ámbitos como la psicoterapia y la educación. Precisamente, en 1954, el psicólogo norteamericano B.F. Skinner realizaba experimentos para diseñar máquinas que pudieran enseñar escritura, matemáticas y otras asignaturas escolares. La “enseñanza programada”, como la bautizó, vendría a conocerse como uno de los grandes aportes del conductismo a la educación. Estos métodos quedarían plasmados unos años más tarde, en su libro “La Tecnología de la Enseñanza”, de 1968.
Sin embargo, fue otro Skinner, de nombre Halcyon, quien en 1866 registró la primera patente de lo que denominó una “máquina para enseñar”. Equipada con teclas y engranajes internos, esta máquina presentaba un dibujo, para que los alumnos escribieran, presionando las teclas, la palabra correspondiente con la imagen. Sin embargo, dicha “máquina” no daba ninguna realimentación al estudiante sobre su respuesta. Por ello, “no era una verdadera máquina de enseñanza”, afirma Ludy Benjamin en su “Historia de las máquinas de enseñanza” (1988).
Fue Sydney Pressey quien, desde los años veinte del siglo pasado, construyó máquinas de enseñar capaces de “calificar” las respuestas de los estudiantes. En 1924, exhibió su primera máquina ante la convención de la American Psychological Association, en Washington. Aunque continuó trabajando en el perfeccionamiento de sus máquinas durante varias décadas más, el interés en sus dispositivos se fue perdiendo, hasta que Skinner redescubrió y dio continuidad a sus aportes, utilizando para ello la ya constituida ciencia del conductismo.
La máquina en la historia
Julien Offray de la Mettrie (1709-1751), un médico y filósofo francés, propuso una visión materialista del ser humano. Al contrario de Descartes, para quien el cuerpo y el alma eran dos cosas de naturaleza distinta (dualismo), de la Mettrie abogaba por el monismo. El ser humano era para él una máquina, para lo cual echó mano de la analogía con los relojes, los mecanismos más desarrollados de su época. La vida psíquica no es más que el resultado del accionar de los sentidos y los componentes del cuerpo. Con la revolución industrial, la máquina vendría a convertirse en un ícono de la cultura occidental. El ideal de progreso se asociaba con estas nuevas herramientas, que hacían el trabajo más eficiente. La producción y el consumo se avizoraban como los motivos de una sociedad que equiparaba el progreso no con el desarrollo integral de las personas, sino con el tener cada vez más. La ciencia ficción se alimentaba de imágenes de personas-máquina, que podrían llevar a cabo no solo los trabajos industriales, sino también participar de la vida social. Robots como el profesor de los niños que Asimov retrata en su historia. Entraba el siglo XX y con él los inicios de una nueva máquina: la computadora. A diferencia de sus antecesores, este nuevo aparato ya no tenía engranajes, resortes ni palancas. Y en la segunda mitad del siglo citado, resulta que estos dispositivos se pueden conectar entre sí. “Bienvenida, Internet”.
El Gran MOOC, la nueva máquina de enseñanza
Damos un pequeño gran salto en la historia, y nos encontramos hoy en día con el MOOC, “Cursos Masivos Abiertos en Línea”, o “COMAS” (“Cursos Online Masivos en Abierto”, como los han denominado en España). Universidades de élite de los Estados Unidos se asocian con empresas que diseñan, elaboran y transmiten (con todo el sentido de la palabra) cursos universitarios por Internet a miles de personas. Lo que ha sido calificado como “La Revolución de los MOOCS” no es algo nuevo. Desde el siglo XX, la radio y la televisión habían desatado similares emociones en las escuelas y universidades. Un precursor de esta tendencia fue Michael Pupin, un físico serbio-estadounidense quien ya en 1923, en un reportaje de Popular Science, proclamaba una “universidad del aire”, que llegaría a todas las personas a través de lecciones magistrales difundidas por la radio.
Actualmente, los MOOCS se nos presentan como el futuro de la educación superior. Nacen, dicen algunos, de un interés por abrir las puertas del conocimiento a las grandes masas. Pero su origen está, creo yo, en la crisis de las universidades norteamericanas, que les obliga a buscar nuevos mercados allende sus fronteras. Muy recientemente, los profesores del Departamento de Filosofía de la San Jose State University, en California, dirigían una carta a un connotado profesor de un MOOC que se pretende vender, como “enlatado”, a las universidades más pequeñas de los Estados Unidos, preocupados por las implicaciones de sacar el conocimiento de su contexto y proceder como si hubiese una única forma de acceder a él (véase Kolowich, 2013).
¿Seguiremos creyendo que el conocimiento puede “depositarse”, implantarse en la mente (o cerebro, si partimos de la concepción monista) de los estudiantes, como si de tomar una píldora se tratara? El modelo pedagógico de estos nuevos “dinosaurios” se basa, como afirmó recientemente Geoff Shullenberger (2013), en una “educación bancaria”, al mejor estilo de la crítica que hiciera Paulo Freire a la educación tradicional.
¿Un modelo prometeico de educación, inspirado en la metáfora del “hombre-máquina” y que nos lleva a creer que aprender es solamente ver o escuchar, responder unas preguntas de un examen, para hacer el aprendizaje más eficiente, o uno epimeteico, como planteaba Iván Illich, que fomente la colaboración, la interacción humana y la solidaridad como valores? ¿Será que no es posible lograrlo con estas nuevas máquinas –las computadoras? Claro que sí. Les remito a Sugata Mitra, y su “Escuela en la Nube”, ganador del premio internacional TED 2013 por el mejor proyecto innovador. Pueden encontrarlo en: http://www.ted.com/talks/sugata_mitra_build_a_school_in_the_cloud.html
Referencias
Asimov, I. (1973). The best of Isaac Asimov. Londres, Inglaterra: Sphere. Disponible en: http://www.docstoc.com/docs/85837047/Isaac-Asimov---The-Fun-They-Had
Benjamin, L. (1988). A history of teaching machines. American Psychologist, 43(9), 703-712. Recuperado de: http://blog.grendel.no/wp-content/uploads/2008/07/a-history-of-teaching-machines.pdf
Kolowich, S. (2013, 2 de mayo). Why professors at San Jose State won’t use a Harvard professor’s MOOC. The Chronicle of Higher Education. Recuperado de: http://chronicle.com/article/Why-Professors-at-San-Jose/138941/
Popular Science Monthly. (1923, febrero). Professor-inventor predicts ‘Radio Universities’. p.70. Recuperado de: http://books.google.co.cr/books?id=XSoDAAAAMBAJ&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false
Shullenberger, G. (2013, 12 de febrero). The MOOC revolution: A sketchy deal for higher education. Dissent Magazine. Recuperado de: http://www.dissentmagazine.org/online_articles/the-mooc-revolution-a-sketchy-deal-for-higher-education
Skinner, B.F. (1968). The technology of teaching. New York: Appleton-Century-Crofts.
El autor es psicólogo, graduado de la Universidad de Costa Rica, Florida State University y Southern Illinois University at Carbondale. Actualmente es Asesor Corporativo de Investigación y Evaluación Institucional en la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (ULACIT), en San José, Costa Rica. Dirección electrónica: esalgado@ulacit.ac.cr
Estimado Edgar, muy sabios tus comentarios. Creo que quienes proponen una educacion superior masificada por medio de internet, se olvidad de los ya propuestos en decadas anteriores y a manos del olvido, cursos a distancia por correo, a distancia por radio, a distancia por television, a diostancia por internet. Tendran la misma suete que los antecesores
ResponderEliminarCaminamos a una cultura mosaico, un pedazo de esto, un pedazo de lo otro. Parece ser algo inevitable y en el que cada día nos vemos involucrado.
ResponderEliminarLos Mooc como la gran máquina d enseñar, son una parte más de esa máquina.
Pero de lo que si estoy convencido es que desbordarán la matricula de las universidades. Pero esto no significa que desbordarán la calidad.
Estimado don Edgar, un gusto saludarle nuevamente.
ResponderEliminarCon mucho agrado he leído su artículo y he visto el video que nos propone.
En cuanto a estas propuestas educativas al estilo MOOC que están surgiendo de algunas universidades, le comento que mi experiencia ha sido muy positiva porque, precisamente en estos momentos estoy llevando un curso con la Universidad Española, bajo esa modalidad. Ha sido un experiencia enriquecedora ya que he podido elegir el tema de mi interés, estoy compartiendo con personas de diversos países, me ha interesado, desde el punto de vista pedagógico, la forma en que han realizado el planteamiento didáctico y pedagógico utilizando estas nuevas tecnologías, tenemos un grupo de facilitadores de alto nivel, al final del curso tendremos la acreditación correspondiente y a todo esto le agrego el que no tiene ningún costo monetario.
Es por eso que su artículo me hace reflexionar en relación a la democratización de la educación que estamos experimentando en nuestra sociedad y a todos los retos que tenemos por delante para que sea una realidad para todos y todas desde nuestras trincheras como formadores.
Saludos cordiales,
Julia
Nota: le hago llegar el enlace del sitio: http://www.redunx.org/web/guest/login
Estimados Juan Miguel, Carlos y Julia:
ResponderEliminarLes agradezco mucho sus comentarios. Algunas observaciones: La educación a distancia ciertamente no va a desaparecer, va a evolucionar, y en este momento la "fiebre" de los MOOCS marca un punto en el que se va a dar un "reacomodo" y próximamente veremos qué sucede. La "Gran Máquina de Enseñar" es una metáfora que nos dice que los nuevos cursos virtuales no son más que las antiguas máquinas, envueltas en nuevas tecnologías. Me alegra saber que hay una lectura crítica del fenómeno, ya que esto puede llevarnos a mejorar su calidad, sobre todo en lo que tiene que ver con la interacción y el seguimiento a los estudiantes. Saludos, Edgar.
Sinceramente me parece muy entretenido tu estilo expositivo y una semantica rica en denotaciones y connotaciones. Enseñar y formar, seran sinonimos? Es que acaso el pensamiento instrumental, el empatico y el critico se transmiten, adquieren o producen de manera similar? Pueden o llegaran a poder las NMTI cubrir la formacion en todas sus variantes? Se trata de ver los progresos pedagogicos en terminos de competencia y obsolecencia entre viejas tradiciones orales cara a cara e impresas a distancia y nuevas tecnologias tecnotronicas incluidos poderosos ciborgs transhumanos, o se trata de verlos en terminos de completamientos, superposiciones, complementariedades, sincretismos y recomposiciones sin fin mediados por su lugar y funcion segun las diferentes metas formativas? No se, pero mientras exista humanidad, contrario a Fukuyama, habra historia.
ResponderEliminar