Imagen |
Hace mucho tiempo, en la Universidad de San Marcos, mi profesor de Lógica General que ya nos había argumentado que “en el fútbol sí existía lógica” para distinguir validez de verdad, irrumpió en las mentes de sus alumnos con una sencilla, pero seductora, palabra: metalenguaje. Luego del estupor general, de ahí lo de lógica… general, se puso a diseccionar la sencilla materia. Un ejemplo abrió el camino: “Juan es carpintero”, es un ejemplo de lenguaje natural, asentó. No obstante, “J-u-a-n tiene cuatro letras”, es un lenguaje sobre el lenguaje, esto es, metalenguaje. A partir de aquí dedujimos, como era propio en alumnos de lógica, que esto del metalenguaje no iba a dejar nada igual ya que era posible, y razonable, desarrollar un lenguaje sobre un lenguaje-objeto. Era como “ver la cara oculta de la Luna”, por poner una metáfora. En fin, esta primera sesión de aprendizaje fue la punta de la madeja desde la que el profesor clase a clase buscaba, sin despeinarse apenas y sin dejar enunciado sin formalizar, la forma de hacernos entender que “todo lenguaje que tenga por objeto un lenguaje es un ‘metalenguaje’”.
La misma sensación universitaria tuve cuando recibí la invitación del Grupo Conecta13 para participar en un MOOC en 24 horas sobre MOOC que, para rizar el rizo, se planteaba breve como intenso. Vaya, ¡un metamooc!, comenté: ¿emplear un formato de aprendizaje en red –mooc- para tratar sobre sí mismo en 24 horas? Sin duda la idea no sólo es interesante, sino que es justificada y necesaria para seguir tratando temas como los MOOC -Massive Open Online Course- desde una perspectiva educativa. Si ven este Tweet, entenderán este lógico “acto reflejo”:
La misma sensación universitaria tuve cuando recibí la invitación del Grupo Conecta13 para participar en un MOOC en 24 horas sobre MOOC que, para rizar el rizo, se planteaba breve como intenso. Vaya, ¡un metamooc!, comenté: ¿emplear un formato de aprendizaje en red –mooc- para tratar sobre sí mismo en 24 horas? Sin duda la idea no sólo es interesante, sino que es justificada y necesaria para seguir tratando temas como los MOOC -Massive Open Online Course- desde una perspectiva educativa. Si ven este Tweet, entenderán este lógico “acto reflejo”:
Se abre el telón del #mooc24mooc: un MOOC en 24 horas para debatir sobre MOOCs ...¿quieres saber más? http://t.co/eqX1c5Wp8z
— MOOC24MOOC (@mooc24mooc) October 12, 2013
Buena parte de la red opera como un MOOC abierto donde muchos, sin necesidad de registro, sin certificados de por medio, con intensidades distintas o con perfiles diversos, van aportando experiencias o reflexionando sobre el tema de manera constante. Pero, de ahí a buscarlo, en un margen de tiempo singular, con una propuesta pedagógica detrás, con un equipo de ponentes y dinamizadores a la orden y que sea la “capa virtual” de un evento como SIMO Network, ya es menos normal.
En esta construcción del lenguaje sobre el lenguaje-objeto MOOC se ha escrito y se opina con demasiada regularidad como para poder metabolizarlo. Véase por ejemplo #moocs o, el gráfico de Google Insight Search que muestra las búsquedas en la web en los últimos 12 meses y que pone a los MOOC y al e-learning en situaciones próximas:
No obstante, y con el temor de volver a tocar temas ya propuestos aquí en MOOC24mooc, o tocar temas ya presentes en planteamientos que se hacen desde el mayor del optimismo como del lado opuesto, buscaré presentar dos ideas:
Pensar también desde la pedagogía
Como señalan Guàrdia, Maina y Sangrà (2013), los temas cruciales sobre los MOOC se centran en los aspectos sociales, institucionales, tecnológicos y económicos, pero pocas veces sobre su pertinencia como solución educativa. Existe un sesgo que insta creer que un MOOC es una solución tecnológica en la educación, es más, una rutilante solución para el mal llamado “sector de la educación”. Los MOOC ¿son parte del “solucionismo tecnológico” o hay razones para pensar en una redefinición de la acción educativa?
Parte de esta lectura pedagógica, variable angular en el análisis educativo sobre los MOOC, pasa por entender que lo educativo en Internet se aloja y proyecta como acción en red. Esto es, lejos de ser sólo un material educativo, Internet configura un entorno de acción y una forma de representación del aprendizaje que no es neutral, es reticular. Sobre esta forma de representación, con las ventajas y desventajas de la acción mediada en red, cabe hablar de dinámica educativa. Estas condiciones exigen lecturas distintas.
Visto así, pasar una “prueba de resistencia pedagógica” consistiría en saber cómo los MOOC –y otras fórmulas- enriquecen el aprendizaje en un entorno y una comunicación planteada en red. De aquí que masificar, sin buscar la interacción, o distribuir contenido sin poder recrear otros, puedan ser debilidades de enfoque más que de la capacidad del entorno y la comunicación en red donde se asientan las propuestas MOOC. Técnicamente no hay motivo para que en un entorno en red no se pueda encontrar complicidades mutuas de aprendizaje. Buscar mejorar las condiciones sociales de aprendizaje a expensas de la acción y la representación en red es una tarea pedagógica que deben encarar los MOOC, especialmente los MOOC con vocación distributiva, como línea de desarrollo educativo.
La universidad no es un MOOC
Algunos artículos que describen las virtudes que traen los MOOC como el nuevo horizonte donde deben recalar las ideas de formación online, han anunciado la muerte de la universidad como modelo. Los que llegan a estas afirmaciones, sin duda, están pensando únicamente en una de las funciones que tiene la universidad, la de la docencia. Muchos incondicionales de los MOOC no ven que el modelo universitario pasa por la investigación y, que, sin esta actividad no habría contenido de calidad que ofertar. Aunque gracias a los MOOC las universidades han podido llegar a más personas, la exacerbación de la forma no puede prescindir del fondo. No cabe docencia universitaria sin investigación y, por ello, no cabe un MOOC sin universidad.
Por ejemplo, Sebastian Thrun –de Udacity- hacía declaraciones a la revista Wired destacando que “en 50 años solo quedarán en el mundo 10 grandes universidades de educación superior”. No obstante, buena parte del éxito de algunos MOOC se basa justamente en la reputación, validez y experiencias que aportan los docentes universitarios –como el propio Thrun- y la comunidad universitaria que los sostiene. Minimizar o negar la actividad universitaria que sustentan muchos MOOC es tratar de tapar el sol con un dedo y pensar que es el dedo –MOOC- el que ilumina el cambio.
La relativización del papel de las universidades en la generación del conocimiento por parte de algunos discursos MOOC –especialmente en el lobbie de los xMOOC-, además de tener efectos en la concepción pública y social de la universidad, puede llevar a pensar que el modelo MOOC es la solución educativa de la universidad. Esto es, que todos necesitamos un MOOC ya. Quizás los MOOC, porque hay que validar el modelo, sean una solución didáctica o metodológica, pero de ahí a resolver el tema universitario que depende de muchas variables es simplemente antojadiza. Por ahora, la universidad convivirá con los MOOC, pero este último no podrá sustituir a menos que demuestre ser mejor en muchos campos como en la investigación, cosa muy difícil hasta para la propia universidad.
Este post ha sido publicado originalmente en Educación y Virtualidad. Autorizada por el autor su publicación en este Blog CUED.
Pensar también desde la pedagogía
Como señalan Guàrdia, Maina y Sangrà (2013), los temas cruciales sobre los MOOC se centran en los aspectos sociales, institucionales, tecnológicos y económicos, pero pocas veces sobre su pertinencia como solución educativa. Existe un sesgo que insta creer que un MOOC es una solución tecnológica en la educación, es más, una rutilante solución para el mal llamado “sector de la educación”. Los MOOC ¿son parte del “solucionismo tecnológico” o hay razones para pensar en una redefinición de la acción educativa?
Parte de esta lectura pedagógica, variable angular en el análisis educativo sobre los MOOC, pasa por entender que lo educativo en Internet se aloja y proyecta como acción en red. Esto es, lejos de ser sólo un material educativo, Internet configura un entorno de acción y una forma de representación del aprendizaje que no es neutral, es reticular. Sobre esta forma de representación, con las ventajas y desventajas de la acción mediada en red, cabe hablar de dinámica educativa. Estas condiciones exigen lecturas distintas.
Visto así, pasar una “prueba de resistencia pedagógica” consistiría en saber cómo los MOOC –y otras fórmulas- enriquecen el aprendizaje en un entorno y una comunicación planteada en red. De aquí que masificar, sin buscar la interacción, o distribuir contenido sin poder recrear otros, puedan ser debilidades de enfoque más que de la capacidad del entorno y la comunicación en red donde se asientan las propuestas MOOC. Técnicamente no hay motivo para que en un entorno en red no se pueda encontrar complicidades mutuas de aprendizaje. Buscar mejorar las condiciones sociales de aprendizaje a expensas de la acción y la representación en red es una tarea pedagógica que deben encarar los MOOC, especialmente los MOOC con vocación distributiva, como línea de desarrollo educativo.
La universidad no es un MOOC
Algunos artículos que describen las virtudes que traen los MOOC como el nuevo horizonte donde deben recalar las ideas de formación online, han anunciado la muerte de la universidad como modelo. Los que llegan a estas afirmaciones, sin duda, están pensando únicamente en una de las funciones que tiene la universidad, la de la docencia. Muchos incondicionales de los MOOC no ven que el modelo universitario pasa por la investigación y, que, sin esta actividad no habría contenido de calidad que ofertar. Aunque gracias a los MOOC las universidades han podido llegar a más personas, la exacerbación de la forma no puede prescindir del fondo. No cabe docencia universitaria sin investigación y, por ello, no cabe un MOOC sin universidad.
Por ejemplo, Sebastian Thrun –de Udacity- hacía declaraciones a la revista Wired destacando que “en 50 años solo quedarán en el mundo 10 grandes universidades de educación superior”. No obstante, buena parte del éxito de algunos MOOC se basa justamente en la reputación, validez y experiencias que aportan los docentes universitarios –como el propio Thrun- y la comunidad universitaria que los sostiene. Minimizar o negar la actividad universitaria que sustentan muchos MOOC es tratar de tapar el sol con un dedo y pensar que es el dedo –MOOC- el que ilumina el cambio.
La relativización del papel de las universidades en la generación del conocimiento por parte de algunos discursos MOOC –especialmente en el lobbie de los xMOOC-, además de tener efectos en la concepción pública y social de la universidad, puede llevar a pensar que el modelo MOOC es la solución educativa de la universidad. Esto es, que todos necesitamos un MOOC ya. Quizás los MOOC, porque hay que validar el modelo, sean una solución didáctica o metodológica, pero de ahí a resolver el tema universitario que depende de muchas variables es simplemente antojadiza. Por ahora, la universidad convivirá con los MOOC, pero este último no podrá sustituir a menos que demuestre ser mejor en muchos campos como en la investigación, cosa muy difícil hasta para la propia universidad.
Este post ha sido publicado originalmente en Educación y Virtualidad. Autorizada por el autor su publicación en este Blog CUED.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ingrese su texto en esta ventana. Aparecerá publicado pasadas unas horas. Muchas gracias.