Esta es la séptima entrada de una serie sobre la calidad centrada en el aprendizaje en la enseñanza abierta on-line y en los MOOC. En ella sostenemos que
Debe existir una línea de continuidad entre los rasgos que pedíamos de forma tradicional para la enseñanza online, y asumida para las plataformas LMS, y la exigible para los MOOC. Tesis que argumentamos basándonos en las mismas razones que justificaban aquella, adaptadas a las características y affordances que van emergiendo.
Los MOOC y la enseñanza abierta
online no son ajenos a los entornos ubicuos de aprendizaje. La tecnología ubicua
permite al alumno realizar actividades educativas allí donde esté, y contar con
los componentes de su entorno social de aprendizaje.
Desde hace tiempo la literatura
especializada (Trifonova, A., March 2003) nos muestra interesantes y
significativas iniciativas de integración de entornos ubicuos, los LMS, y ahora
las plataformas MOOC, disponen en su totalidad de versiones APP.
Entre otras justificaciones para
el aprendizaje móvil, y de paso una base sólida para persuadir a este
sector de la industria, la constituye lo que Keagan (2005) llama
"ley" de la educación a
distancia según la cual
"No es con las tecnologías inherentes a
las cualidades pedagógicas con las que se
tienen éxito en la educación a distancia, sino con las tecnologías que están asumidas y son de
uso generalizado por los ciudadanos”.
En otro trabajo (Zapata-Ros,
2012) decíamos que la novedad, con relación a lo tratado anteriormente de la eclosión de la
tecnologías ubicua, consiste en que el aprendizaje puede ser percibido tanto o
más como una necesidad ahora por
cuestiones de comunicación, como lo que
ya era por cuestiones de contenidos, o la necesidad propia de disponer de
ellos. Ahora es una necesidad de carácter social.
De hecho, algunos enfoques más
radicales, incluso una visión pedagógica más radical, propiciada por la
industria de la informática móvil, plantea dar un paso más, y sugieren que los
contenidos no son un punto de partida útil para el aprendizaje.
En todo caso va a ser el alumno,
inmerso en el grupo de alumnos, quien puede decidir por sí mismo lo que que van
a aprender, y cómo lo va a aprender, y para ello llevar su propio material para
utilizarlo en cualquier forma que consideren apropiada. Va a aceptar la ayuda
del profesor que él decida.
Es importante cómo lo vamos a
organizar, porque aunque así sea según se configure el sistema y la presencia
docente será el resultado. Y sobre todo habrá que hacer un diseño de la
evaluación contemplando estos nuevos hechos.
Un proyecto, desde el punto de
vista de la consecución de aprendizajes, pone su énfasis en la rápida
comunicación y en el acceso a los recursos. En este contexto, sin embargo, a
pesar de la utilidad supuesta del entorno ubicuo en sí, es un tema de suma
importancia la evaluación. Es decir determinar la consistencia entre objetivos
y aprendizajes conseguidos y determinar los fallos y zonas de mejora, No basta
con decir que, debido a la facilidad de uso, los requisitos se han cumplido.
Como ha sucedido en otras épocas,
recordemos las quejas sobre el tipo de silla, mesas y pantallas que se
utilizaban en la escuela con los ordenadores de sobremesa, ahora vuelven a
plantearse quejas desde el punto de vista de facilidad de uso. Educadores y
estudiantes se han quejado, en las latitudes donde se ha aplicado la tecnología
móvil (Kukulska-Hulme 2002) y seguramente se quejarán aquí, del tamaño de los
elementos de visión, de las pantallas, de los móviles y de los smartphones, de la dificultad para
manejar texto, de los teclados, para las anotaciones, etc. que son
incompatibles para las tareas estándares escolares de lectura y de escritura.
Pero esta no es la cuestión.
Estas son cuestiones de ergonomía y no de pedagogía. Ni tampoco de aprendizaje.
Depende del papel que le atribuyamos a la tecnología, a los dispositivos, que
estamos utilizando. Por ejemplo podríamos pensar en poner tareas consistentes
en leer o descargar grandes documentos (PDF) en el móvil, o escribir un texto
largo, una redacción, un informe, utilizando el teclado de un smartphone. Está
claro que aunque las pantallas de los tabletsson relativamente grandes y admiten teclados, esta no es su función, para eso
están los ordenadores de sobremesa y los móviles.
La cuestión es establecer el
criterio pedagógico, y de calidad pedagógica, en este caso el criterio sería: Atribuir a la tecnología el papel adecuado en
cada caso.
Esto significa que debemos tener
cuidado con intentar hacer que los dispositivos realicen cosas más allá de su
capacidad. Como en el resto de educación con tecnología, esto no es una
novedad, deberíamos examinar las
posibles actividades en las cuales los dispositivos de la tecnología ubicua
podrían ser un apoyo, y evaluar la pedagógicamente los beneficios de estas
actividades, los aprendizajes que se pueden conseguir con ventaja en estos
instrumentos, y que se pueden integrar en un sistema, de forma que las
actividades estén razonablemente distribuidas a través de varios dispositivos
que constituyen el sistema tecnológico
de apoyo. De esta forma podemos integrar, por ejemplo, en un sistema de
web social ---red social, blog, Google-docs,
you-tube,…--- las aplicaciones
correspondientes que permitan consultar desde el smartphone el estado de los trabajos, o hacer consultas y
recibirlas de forma puntual o esporádica, o bien completar los textos y sus
revisiones con el tablet. Esto es
solo un ejemplo, pero en un caso concreto de una actividad en el contexto de un
programa formativo es el conjunto de la actividad o de la experiencia el que debe
ser evaluado, y no sólo las componentes. No puede haber una evaluación del uso
de tablet, sino de una actividad en
la que en alguna parte o en toda se ha utilizado este dispositivo, y su
relevancia, pertinencia y ejecución en el transcurso de la misma.
Trabajar así supone asegurar que
las tecnologías móviles se utilizan adecuadamente, explotando su potencial. Y
lo que es más importante asegurando que se apoyan
exclusivamente a actividades que serían imposibles sin la tecnología ubicua.
Esto es todo un reto para la
evaluación, porque tenemos que reconocer que la integración de nuevas
herramientas en las actuales actividades se crea una dialéctica distinta: La
herramienta introduce nuevas posibilidades para la acción, y nuevas
restricciones (Waycott et al. 2002) que cambian cómo la actividad se lleva a
cabo. Cambio en el cual el evaluador debe descubrir la consecución de objetivos
con el sentido y el carácter de transferencia a la práctica.
Sobre esta base consideraremos la
evaluación de la calidad centrada en seis rasgos:
- Integración en el sistema.- Nos planteamos si existe una integración real de las tecnologías ubicuas, como un compromiso, en puntos decisivos del programa, en las guías docentes, como exigencia para alumnos y profesores, en la difusión y en otros documentos públicos.
- Fundamentación teórica.- Estamos hablando de teorías orientadas a la práctica (Reigeluth, 1999). Nos planteamos si existe en los documentos y en el material del programa formativo, como reflejo o prueba de su conocimiento y asunción por el profesorado y la institución, una justificación basada en las teorias sobre enseñanza y sobre aprendizaje del uso de tecnología ubicua y una reflexión sobre su práctica concreta en el entorno del programa
- Programación y coordinación docente.- Nos planteamos en este punto si esta tecnología es objeto de tratamiento, discusión y toma de decisiones en los órganos y así se refleja consensuado en los documentos de coordinación, tanto las modalidades de uso y como en la evaluación.
- Presencia docente.- Otra cuestión es si se incluyen los profesores de forma efectiva, con perfil propio, en el sistema de tecnología ubicua y si esa presencia se refleja en la evaluación formativa y de aprendizaje.
- Ajuste de las actividades a la configuración y características de los dispositivos.- Es conveniente determinar si existe un ajuste entre la potencia de las herramientas y el uso que se hace. Es decir si se atribuye a la tecnología en cada caso el papel adecuado
- Evaluación.- Por último nos planteamos si hay un diseño de evaluación específico que contemple, en la consecución de objetivos de aprendizaje, el uso de la tecnología móvil.
En el transcurso de la charla "El
aprendizaje en la sociedad postindustrial del conocimiento. La
individualización, una propuesta para la educación universitaria" impartida en las Jornadas de E-ciencia de RENATA,
en Cali (Colombia) hay unos minutos en los que hablaba de la calidad en
la docencia como un valor sustantivo, independiente de la tecnología,
que es un valor relativo y condicionado a los objetivos de aprendizaje
que en cada momento tengamos. Quiero traer el vídeo ahora por el valor
que tiene la idea de utilizar la tecnología que nos es familiar, en el
caso de los alumnos la tecnología que usan con tanta destreza y
familiaridad: el móvil , el smartphone.
Referencias.-
Keegan, D. (2005). The incorporation of mobile learning into mainstream
education and training.
http://mlearning.noe-kaleidoscope.org/public/mlearn2005/www.mlearn.org.za/CD/papers/keegan1.pdf
Kukulska-Hulme, A.
(2002). Cognitive, ergonomic, and affective aspects of PDA use for learning.
Proceedings of 2002 European Workshop on Mobile and
Contextual Learning, June 20-21. University of Birmingham.
Trifonova,
A. (2003) Mobile Learning - Review of the Literature. [Departmental
Technical Report] (Unpublished).
http://eprints.biblio.unitn.it/359/
Waycott, J., Scanlon, E., & Jones, A. (2002, June). Evaluating the
use of PDAs as learning and workplace tools: an activity theory perspective. InProceedings
of the European Workshop on Mobile and Contextual Learning(pp. 34-35).
Zapata-Ros, M. (2012). Calidad y entornos ubicuos de aprendizaje. RED, Revista de Educación a Distancia. Número
31.- Revisado en http://www.um.es/ead/red/31/zapata_ros.pdfTomado de Redes abiertas con permiso de su autor
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