Hace unos meses, por razones que no son del caso ahora, prologué un libro de homenaje que su familia hacía a una profesora excepcional. Lo escribí de corrido, lo he leído varias veces y he pensado, otras tantas, que a mí me gustaría ser un profesor así, que fuese recordado por sus alumnos como esta profesora lo es. Entiendo que compartirlo con todos vosotros es una idea magnífica. A ella no le parece mal, a mí tampoco.
Elogio al profesor que, seguro, todos quisiéramos ser
Un profesor no es una persona que dicta lecciones, es una persona que educa con su presencia, con su porte, con su talante, con su modo de estar y de conducirse ante sus alumnos.
Un profesor es alguien que transmite humanidad, que trasluce una concepción de cómo entender el mundo y la existencia. Por eso nunca puede ser reemplazado por una máquina digital, ni por una realidad virtual, porque a la postre la educación se resuelve en un encuentro entre personas.
Cuando un profesor tiene un don, como el caso que nos ocupa, se produce una suerte de magnetismo entre él y sus educandos, una especie de simbiosis que enseña sin enseñar, muestra sin mostrar, enamora sin imponer.
Un profesor así es una rara avis que deja una huella indeleble en quienes han compartido juntos la aventura de aprender, que no se desvanece con el tiempo, no se borra; quizá se matiza y adquiere nuevos destellos a medida que el educando va creciendo y madurando en su propia educación.
Se educa por lo que se es, en particular en la enseñanza, cuando se es buen profesional, es decir, cuando se es competente en lo que se hace, cuando se tieneauctoritas. Pero es preciso algo más que la competencia profesional, condición primera, pero en modo alguno única. Hace falta algo más que un saber técnico bien administrado para promover una auténtica educación.
Es preciso el don de sí mismo en la tarea compartida entre el educador y el educando. Es necesario que el educando se sienta amado por quien le educa.
Pero, ¿es posible un profesor así? Las páginas que siguen [los escritos de los alumnos sobre este profesor que aquí, naturalmente, se omiten] son un testimonio y una demostración libre y espontánea de que sí, de que es posible, si bien excepcional, que el magnetismo que es necesario para que la educación brote, como si de un milagro se tratase, se da en algunas personas.
Este es el caso de [nuestro profesor homenajeado] , una de esas personas que hacen que la aventura de aprender se convierta en la aventura de vivir, en la aventura de ser mejor cada día, porque enseñó a muchos alumnos, con autenticidad, que vivir y aprender son una aventura que merecen la pena.
Yo he querido, como a hurtadillas, promover el pequeño testimonio de estas páginas, para que sean ejemplo de bien hacer y de bien vivir para los que tenemos la suerte de (...) conocer profesores así.
[Dedicatoria]
Cizur Menor, 31 de Enero de 2015, fiesta de San Juan Bosco.
¡Yo quisiera ser un profesor así!
Tomado de Javier Tourón "Talento, educación y tecnología" con permiso de su autor
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