Escribe Ángel Fidalgo
Nos situamos en la España rural, años 40. Los maestros y maestras de los pueblos utilizaban las más avanzadas técnicas de innovación educativa: personalizaban el aprendizaje, adaptaban los recursos al ritmo de aprendizaje del alumnado, trabajaban con varios equipos en el aula y todo ello lo hacían a bajo costo.
En los años 40(y principios de los 50), en los pueblos, había una escuela y un maestro o maestra (sí, uno solo). Tenía que impartir docencia a todos los niños y niñas del lugar en edades comprendidas entre 6 y 14 años ¿Cómo lo hacían? Pues empleando técnicas que hoy consideraríamos innovadoras.
Primeramente describamos un día cualquiera en esas escuelas:
- Un grupo de alumnos y alumnas, alrededor de la mesa de la maestra, leían por turnos un libro de lecturas mientras la maestra corregía algunas pronunciaciones y puntuaciones.
- Al mismo tiempo, otro grupo, el de los más pequeños practicaban con la letra “h” (era una de las más difíciles).
- Había otro grupo, con edades un poco mayores que el anterior, que hacía cuentas en sus dispositivos móviles personales (unas pequeñas pizarras), multiplicaban y dividían.
- Otros grupo estaba dibujando una mapa de España y ubicando distintas capitales de provincia en el mismo, sin olvidarse de dibujar los principales ríos.
Por si esto fuera poco, durante el periodo escolar, los niños se incorporaban a la escuela el mismo día que cumplían 6 años y la dejaban el día que cumplían los 14 (el “regalo” de cumpleaños era pues que abandonaban la escuela).
Así, estos maestros y maestras hacían aprendizaje personalizado (personalizaban las actividades, contenidos y tareas a cada curso – grupo de alumnos), adaptativo (tenían que re-comenzar los “temas” cada vez que se incorporaba un nuevo alumno o alumna), multitarea (en una misma aula y al mismo tiempo se realizaban actividades de distinto nivel académico), conocían perfectamente las técnicas de trabajo en equipo (ya que los alumnos estaban organizados en grupos) y técnicas de mentoría (el alumnado con más conocimiento académico ayudaba al que tenía menos nivel).
Además todo era Lowcost considerando la escasez de recursos (un mapa, una pizarra, reglas, una enciclopedia y algunos libros de lectura) y escasez de sueldo con las que lidiaban. En aquella época los maestros y maestras de pueblo no tenían un sueldo digno (ganaban muy poco) pero, sin embargo, tenían algo muy importante que era el reconocimiento y respeto del pueblo, conscientes que estaban haciendo una labor importante con sus adolescentes. Es más, los vecinos solían llevar enseres de temporada: frutas, verduras, legumbres, embutidos, algunas veces carne y en la fiesta del pueblo bollería casera.
En España, esta época es historia y, no obstante, en muchas pequeñas poblaciones de Latinoamérica situaciones similares a la descrita aún perduran. Espero y deseo que pronto pase de igual modo a ser una práctica del pasado, pero mientras dure, al menos, que tengan el apoyo social del entorno donde desempeñan su labor.
Tomado de Innovación educativa con permiso de su autor
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