Escribe Ángel Fidalgo
Realmente lo puede parecer. Si decimos ¿quién no lo ha entendido? nadie levanta la mano, lo mismo ocurre, si acto seguido preguntamos quien lo ha entendido. Nadie sale a “la pizarra” cuando pides voluntarios, el aula enmudece cuando al final de una exposición preguntas si hay alguna duda y, pensándolo bien, es relajante escuchar el canto de los grillos en el horario de tutoría.
Aunque hay muchas pruebas que podrían apuntar en la dirección genética, lo cierto es que no es una cuestión genética. Es un comportamiento adquirido. En los primeros años de escolarización el alumnado es de todo menos inactivo, de hecho desquician hasta al más tranquilo de su profesorado. Sin embargo, poco a poco, y a medida que avanzan en el proceso de formación aprenden una cosa: “hay que pasar inadvertido durante la clase” y con el tiempo lo convierten en un acto reflejo que se activa nada más entrar en el aula.
Tratemos de hacer un poco de memoria y retrocedamos a la época en la que éramos alumnos, ¿Cuándo se nos requería cierta actividad por parte del profesorado?
· Cuando te preguntaban la lección.
· Cuanto te reprendían porqué habías hecho mal un ejercicio.
· Cuando te sacaban a la pizarra (algunas veces como castigo)
· Cuando te soltaban un discurso por llegar tarde
· Y en general, por cualquier cosa que no fuera estarte quieto.
Así pues, poco a poco, aprendimos a que si estábamos inmóviles, haciendo que atendíamos, sin hacer ruido e incluso riendo un mal chiste de nuestro profesor, entonces teníamos premio “habíamos tenido una clase tranquila, habíamos pasado desapercibidos”.
Por lo que parece esta situación no ha cambiado mucho. En mis clases utilizo los resultados de los trabajos como recurso didáctico, y por tanto, pido al alumnado que “salgan” a exponer sus resultados. La primera y segunda vez nadie sale voluntario. Sin embargo, cuando ven que “salir” y compartir lo que hacen es bueno para ellos (se corrige el trabajo), sirve de ejemplo para el resto, se forma un diálogo y todos aprenden, entonces y solo entonces salen voluntariamente (incluso en alguna ocasión hay “carreras” para ver quien llega primero “a la pizarra”)
Pues sí, hay solución, lo mismo que el alumnado ha adquirido el comportamiento pasivo en el aula, se puede lograr que adquieran el comportamiento activo. Lo malo es que no basta con que se lo digamos, tenemos que demostrar que el comportamiento activo produce un mayor aprendizaje (para la persona activa y para el resto de la clase), que no se les va a juzgar por lo que digan o hayan hecho e incluso que es divertido.
Una de las principales metas de la innovación educativa es aumentar la participación activa del alumnado, y por ello normalmente se utilizan metodologías activas como por ejemplo: Flip Teaching, aprendizaje basado en retos, trabajo en equipo, aprendizaje cooperativo, inteligencia social y aprendizaje basado en problemas.
Tomado de Innovación educativa con permiso de su autor
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