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lunes, 3 de septiembre de 2018

La universidad de las mil y una noches

Escribe Francisco José Serrón 

Esta historia empieza tomando como referente una universidad maravillosa propia de Las mil y una noches. En ella existía el principio de autonomía, lo que le permitía ser capaz de elegir sus propias autoridades, estatutos y programas de estudio, sin injerencia del poder político y de sus vaivenes que pudieran traducirse en cambios arbitrarios de la vida universitaria.
En sus aulas, profesores bien formados, en la plenitud de sus vidas y con una larga experiencia en docencia, investigación, desarrollo, innovación, gestión, y de trabajo en grupo no piramidal, hacían uso de la “libertad académica o de cátedra” definida como, La libertad de enseñar y debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas, la libertad de llevar a cabo investigaciones y difundir y publicar los resultados de los mismos, la libertad de expresar libremente la propia opinión sobre la institución o el sistema en el que se trabaja, la libertad ante la censura institucional y la libertad de participar en órganos profesionales u organizaciones académicas representativas. Por ello, el personal docente podía ejercer sus funciones sin sufrir discriminación alguna y sin temor o represión por parte del estado o de cualquier otra instancia”.
Su gobernanza estaba basada en los principios de la democracia universitaria, forma de organización social que pretendía establecer relaciones más igualitarias entre sus miembros. Con ella, los diferentes colectivos de la comunidad universitaria, profesores, alumnos y personal no docente, controlaban la institución mediante diferentes órganos de gobierno: Rectorado, Claustro, Decanato o Dirección, Junta de Facultad o de Escuela, Direcciones y Consejos de Departamento, a través de los cuales se canalizaba la voluntad de cambios o aprobaciones.
Y para finalizar su descripción, dicha universidad era considerada una pieza básica de la sociedad a la que servía, que era la que le nutría de fondos y le requería dinamismo y flexibilidad para adaptarse, y adelantarse, en lo posible, a los cambios que el mundo producía día a día.
La historia sigue con un análisis realizado a trazos gruesos de algunas universidades de otro país peculiar que al intentar imitar el estilo de esa universidad lo que han conseguido es ser grotescas caricaturas debido a algunas particularidades de comportamiento. En ellas, las autoridades académicas y los miembros de los órganos de gobierno pueden llegar a defender de manera selectiva los intereses de alguno de los diferentes colectivos, cuando no directamente los intereses personales, por encima de los de la institución o de la sociedad.
Una gran parte del profesorado se incorporó como profesor en la década de los 80. Desde entonces ha sido el promotor de la evolución del sistema universitario cuyos logros se reflejan en todas las actividades universitarias. Pero durante su vertiginosa actividad, ha adquirido algunas peculiaridades de comportamiento, por ejemplo, ha aprendido la profesión de manera autodidacta, por observación y de manera experimental, lo que ha forjado seres con criterio propio muy diferenciado y bastante individualistas, lo que se pone de manifiesto de manera habitual y suele ser un obstáculo a la hora de tomar decisiones colectivas. Esta peculiaridad se refleja de forma evidente en el sentido de pertenencia de los académicos a las diferentes estructuras universitarias. Con sus actividades específicas, sean las que sean, este sentido suele ser muy fuerte. Con su entorno administrativo cercano (departamento, facultad/escuela, instituto) son más débiles. Y sobre todo con su institución, son más que débiles. Por ello el conjunto formado por el PDI, suele ver como perturbadora cualquier intrusión sobre sus actividades producida desde los órganos de gobierno.
Al ser la edad media elevada, muchos de los componentes de la institución se encuentran cómodos dentro del círculo de confort al que se han acostumbrado, mostrando una exagerada resistencia al cambio, salvo los obligados por el estado. Otra cuestión es que se habla muy poco con áreas que se consideran lejanas de las propias, lo que se refleja en una baja manifestación de relaciones multi_tran_inter-disciplinares. Y siguiendo la cultura propiciada por los ministerios implicados, se le da mucha mayor importancia a la investigación que a la docencia, favoreciendo además la cultura de la ciencia rápida e interesada que ha permitido la construcción de C.V. increíbles (no creíbles).
En general, el proceso seguido ha dejado sonados fracasos como los Centros Internacionales de Excelencia, la calidad vacilante de muchos de los másteres universitarios, y basado en extraños decretos, se ha producido por parte del profesorado un intento de espantada de las aulas reduciendo al mínimo sus actividades docentes, comportamiento justificado débilmente por actividades no sólo de I+D+i. Además, la libertad de cátedra se ha reducido en muchas ocasiones a que “en mi aula mando yo”, otra manifestación del individualismo a la hora de no querer/saber trabajar en grupo no piramidal.
En la democracia universitaria al uso, juega un rol decisivo el derecho de la mayoría a que se adopte su posición cuando existen diversas propuestas. Pero no se suele tenerse en cuenta que en determinadas circunstancias, la regla de la mayoría puede ser invalidada por transgredir aquello que se denomina la esfera de los indecidible que intenta impedir el problema democrático conocido como “tiranía de las mayorías”.
Aunque no es justo considerar que todas las democracias universitarias son iguales, una crítica común es la debilidad que muestran ante influencias desequilibradas en la toma de decisiones producidas por personas o grupos con planteamientos demagógicos. A lo que hay que añadir, el desinterés de gran parte de la comunidad que se refleja en una abstención continua a la llamada a la participación institucional. A lo que se puede añadir la guinda de que se tiene por costumbre, que nadie asuma responsabilidades y se tienda a ponerse de canto ante problemas complejos.
Y por último, existen demasiados comportamientos que reflejan desconfianza o egoísmo. Hay un excesivo recelo respecto a los compañeros, que surge del miedo a no saber defenderse o a verse indefenso ante una amenaza real o inventada, categorizaciones mentales que se construyen en función de experiencias negativas propias o de otros. Y también hay un exagerado grado de egoísmo en los comportamientos, mostrando tan solo preocupación por las propias necesidades, sin interesarse o anteponiéndose a los demás, pretendiendo exclusivamente la consecución de más prestigio profesional, dinero y reconocimiento social.
Conclusión: sí casualmente alguna universidad o alguien cree verse retratado en indigna posición, que siga el consejo de Larra: “si algunas caricaturas por casualidad se pareciesen a algo o a alguien, en lugar de corregir nosotros el retrato, aconsejamos al original que se corrija: en su mano estará, pues, que deje de parecérsele”.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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