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miércoles, 24 de octubre de 2018

De la digitalización de las universidades a las universidades digitales

Escribe Senén Barro

odos sabemos que las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) son tecnologías imprescindibles en cualquier organización, más aún en aquellas que proveen servicios basados en el conocimiento. El caso de las universidades es paradigmático en este sentido, y es justo reconocer que las españolas han mejorado mucho en los últimos años en cuanto a la integración y buen uso de las TIC. Así lo ponen de manifiesto los informes Universitic que publica anualmente, ya desde 2006, la Comisión Sectorial de TIC de Crue Universidades Españolas. Universitic analiza un muy amplio conjunto de indicadores cuantitativos relativos a las TIC y a lo largo de más de una década ha aportado a las universidades y también a cualquier agente público o privado interesado y al conjunto de la sociedad, la situación y evolución de las TIC en el Sistema Universitario Español. Es más, me atrevo a decir que Universitic ha sido y está siendo un instrumento muy valioso para la planificación estratégica y el gobierno de las TIC de las universidades en nuestro país.
En todo caso, es importante que las universidades entiendan que el destino de este camino no ha de ser simplemente su digitalización sino llegar a convertirse en universidades digitales. La simple digitalización de un periódico en papel para que pueda descargarse en un dispositivo electrónico no es lo que entendemos como periódico digital, que ha de ser concebido, diseñado y construido específicamente como tal. Tampoco es lo mismo digitalizar los contenidos docentes que diseñar una verdadera educación digital. Lo primero puede suponer un aumento de eficiencia, entendida como hacer algo con una menor cantidad de recursos. No obstante, ese “algo” no tiene que ser necesariamente lo que debería hacerse y, desde luego, no todo lo bueno que podría hacerse. Es cierto que llevar los contenidos docentes a un campus virtual supone facilitar su reutilización y actualización, así como ahorrar ciertos costes, como los de su impresión, pero poco más. Por el contrario, transformar la docencia apostando por una educación digital puede modificar la dinámica de la enseñanza-aprendizaje, ajustándola a las capacidades de aprendizaje y posibilidades de estudio de cada alumno. También permite realizar tutorías online y hacer un seguimiento continuo de la evolución del alumno, al tiempo que favorece el estudio colaborativo y la mejora colectiva de los contenidos docentes, por poner solo algunos ejemplos de un sinfín de posibilidades.
Por otra parte, es frecuente que al hablar de universidad digital se piense únicamente en universidades online o a distancia. Pienso que esta es una visión reduccionista. En unos años, no muchos, las mejores universidades serán digitales, tengan su origen y operen como instituciones fundamentalmente presenciales o a distancia, de modo que, en este sentido al menos, no se diferenciarán sustancialmente entre sí. No pensemos que por estar presentes los estudiantes en los campus y en los edificios de una universidad, esta no puede ser una organización digital. Uber es un servicio con coches y conductores. Incluso cuando los conductores ya no sean necesarios, esta empresa, al menos hasta que consiga teletrasportarnos, seguirá ofreciendo sus servicios con vehículos, aunque sean autónomos. De un modo semejante opera Airbnb, gestionando espacios físicos en los que podemos alojarnos, no viajes virtuales por el globo terráqueo. Ambas empresas nos dan servicios a través de la gestión de medios físicos y, sin embargo, las consideramos como paradigmas de la transformación a la economía digital de sectores económicos muy tradicionales. Las universidades tienen que hacer lo propio y no solo por una cuestión de oportunidad sino de necesidad. La necesidad derivaba de la exigencia creciente de sus principales beneficiarios: los estudiantes.[1] Las TIC tienen cada vez más presencia e influencia en la forma en la que los jóvenes estudian, aprenden, se relacionan, tienen ocio, se manifiestan individual y colectivamente e incluso piensan. En la Universidad todo esto es importante y ha de ponerse al servicio de los estudiantes. Si no es así, la Universidad dejará de tener sentido.
Digitalizar una universidad requiere sobre todo un esfuerzo de inversión en infraestructuras y recursos TIC. Sin embargo, para convertirla en una universidad digital es necesario, aunque no suficiente, el liderazgo en TIC, cuyo desempeño principal corresponde al gobierno de la institución. Para intentar explicarme les propongo analizar conmigo el siguiente cuadro:

En el eje de ordenadas se representa la capacidad tecnológica –recursos humanos y medios técnicos, fundamentalmente- y en el abscisas el liderazgo en TIC. En ambos casos se identifica el origen de coordenadas con situaciones negativas o de carencia notable de aquello que ambos ejes representan, mientras que al alejarnos del mismo, asumiremos que la situación mejora. En la figura se distinguen los siguientes escenarios:
  1. Cuando faltan la cultura y capacidad tecnológicas y tampoco hay liderazgo TIC, nos encontramos con universidades a la vieja usanza (todo por hacer, sin saber qué hacer).
  2. Aunque haya buenas infraestructuras TIC y personal adecuadamente formado, si falta el liderazgo en TIC se suele funcionar por inercia y siguiendo una dinámica de abajo arriba –pasando demandas y problemas de los técnicos a los directivos TIC y de estos al gobierno de la institución-, con claras ineficiencias, pérdida de oportunidades, respuestas reactivas y, en general, atendiendo a lo urgente, no necesariamente a lo importante (es un no hacer a toda prisa).
  3. Si hay liderazgo y estrategia, aunque escaseen los recursos, se suele poner el foco en procesos de transformación a medio y largo plazo, llevando a cabo algunas iniciativas de alta rentabilidad potencial en cuanto a resultados/costes (tenemos una cabeza a la que le faltan manos).
  4. El último cuarto es el que posibilita la transformación e innovación digitales y no simplemente la digitalización, lo que permite caminar con paso firme hacia la Universidad digital. No olvidemos que la digitalización de la universidad busca la eficiencia a través de las TIC mientras que la Universidad digital busca sobre todo la eficacia.
Se dice que la transformación digital afecta y afectará a todos los ámbitos de la Universidad, pero veo a veces en esta afirmación la idea de que la transformación se hará por verticales –en este y aquel servicio, área, departamento, centro…-. Esto no debe ser así, ni siquiera pensando en las principales responsabilidades de la academia: la docencia y la investigación. La universidad digital supone un análisis y transformación holísticos de la institución. En definitiva, se trata de repensar la Universidad, no solo de repasarla. Y ese repensar la Universidad ha de hacerse con una visión de conjunto, no por compartimentos, y fundamentalmente desde la óptica de los usuarios y clientes de la institución, no tanto desde la de los proveedores de sus servicios y productos –el personal académico, administrativo, de gobierno… De otro modo la Universidad correrá el riesgo de ofrecerle a los que han de ser sus beneficiarios lo que se quiere que quieran y no lo que realmente quieren.[2]


Notas
[1] No pensemos que la docencia es la única responsabilidad universitaria que está siendo afectada por las TIC. De hecho, e incomprensiblemente, es quizás la que menos. Suelo decir que en nuestras universidades somos profesores del siglo XX los que enseñamos a estudiantes del siglo XXI en aulas del siglo XIX. Por ejemplo, la forma de realizar investigación, incluso el propio método científico, se están viendo alterados por estas tecnologías. Pensemos en la simulación digital de experimentos, la publicación de resultados, la colaboración en red, la generación de hipótesis científicas y su verificación mediante big data… De un modo similar, las TIC están presentes en la creación y difusión cultural o la administración y servicios universitarios. Y suma y sigue.
[2] Un ejemplo muy simple, pero muy ilustrativo, es el hecho de que muchas universidades se empeñan en que sus estudiantes interaccionen con ellas a través de cuentas de correo institucionales, que la mayor parte de los alumnos no usan.
Tomado del blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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