La biblioteca del futuro es un edificio con espacios de conocimiento, encuentro, colisión de ideas, reflexión, inspiración, descanso, conexión, innovación, emprendimiento, incubación, aprendizaje, debate, creatividad. Un espacio flexible que se irá adaptando a lo que nuestros alumnos y profesores demanden en el tiempo”. Salvador Alva. Presidente del Tecnológico de Monterrey en la ceremonia de inauguración de la nueva biblioteca (2017)*.
La biblioteca universitaria, dicen los profesores americanos, es el corazón de la universidad. Allí se encuentra y se preserva el más preciado tesoro de la academia: los libros, que no son otra cosa que las aportaciones impresas que los mejores profesores y profesoras han escrito a lo largo de la historia para que los nuevos estudiantes se “atrevan a pensar”. Los autores de los libros pareciera que están diciendo: “nosotros hemos llegado hasta aquí, ahora, continuad vosotros”. Toda gran universidad procura disponer de la mejor biblioteca posible, es decir, adquirir las mejores colecciones de libros y revistas científicas para dar soporte a la docencia y la investigación. Sin los libros, los profesores y los estudiantes tendrían que empezar siempre de cero. Seguro que esa importancia es la que se refería Newton cuando le escribía allá por el 1675 a su amigo y profesor Robert Hooke “…si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”. Esos gigantes eran los conocimientos de Copérnico, Galileo, Kepler, Descartes y cientos de pensadores cuyos libros estaban y están aún en las excelentes bibliotecas de la Universidad de Cambridge.
Las bibliotecas universitarias han sido instalaciones en dónde lo más importante eran los libros. Todo se organizaba en función de los libros: salas con mesas y sillas para leerlos en silencio, cientos de miles de estanterías para colocarlos, sistemas decimales para clasificarlos, catalogarlos y ordenarlos. La biblioteca era en realidad un invento formidable que ordenaba los saberes conocidos porque los agrupaba y los relacionaba temáticamente, por eso cuando cogemos un libro de una estantería solemos encontrar otro interesante a su lado que posiblemente no conocíamos. La biblioteca ha sido a lo largo de su historia un instrumento clave para la transmisión del conocimiento y, por lo tanto, ha sido considerada como una pieza nuclear del sistema. Y, al mismo tiempo, es también un termómetro de la universidad: si la biblioteca tiene excelentes colecciones de libros, significa que la universidad es de primera división; y al revés, si una universidad tiene muy buenos profesores y premios Nobel, no cabe duda que esa universidad tiene grandes bibliotecas.
A partir de la década de los 60, las colecciones en soporte papel de las bibliotecas universitarias empezaron a crecer debido a la especialización de la ciencia. La edición de libros y revistas se incrementó y se llegaron a publicar más de 90.000 títulos de revistas académicas. Las bibliotecas de las universidades americanas, que tienen millones de libros y revistas fruto de ese crecimiento, son también el reflejo de sus modelos docentes desde hace décadas: buenas clases teóricas y muchas lecturas de libros y artículos por parte de los estudiantes. La universidad, en “esencia”, dice un amigo, es un profesor, un estudiante y un libro, todo lo demás es secundario.
Lamentablemente, este modelo de biblioteca basado en los libros está dejando de existir debido a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC). Las TIC están cambiando todo el circuito de la edición, acceso y lectura de todo tipo de documentación científica, y los “hombros de gigantes” empiezan a no estar en los libros de las bibliotecas sino en grandes servidores de información externos a la universidad. El primer cambio significativo de lo que digo ha sido justamente la edición de las revistas científicas digitales, que ha barrido de un plumazo las colecciones de revistas en papel que solían adquirir las bibliotecas universitarias. En las bibliotecas ya no hay revistas en papel simplemente porque ya no se editan. No hay nada que guardar. Las revistas digitales están en servidores remotos de empresas comerciales y las bibliotecas universitarias pagan religiosamente las suscripciones para que los investigadores puedan consultarlas y descargarlas en sus teléfonos móviles y ordenadores portátiles.
La edición de los libros va por el mismo camino: las editoriales de libros académicos abordan su transformación al formato digital, así como la adaptación de su catálogo al nuevo medio, pendientes de sus modelos de financiación. El cambio a la edición electrónica de las editoriales no es fácil ya que exige un nuevo modelo de negocio y la viabilidad de los proyectos digitales no siempre está garantizada. A esto se suma un consumo de libros en papel estancado, el cierre de librerías y el pobre nivel de lectura tanto de los estudiantes como de los profesores, como estamos comprobando desde las bibliotecas. El acceso a libros digitales que se van editando es como el de las revistas electrónicas: pagar por leer, con mayor facilidad de acceso y descarga.
Por otro lado, si bien la llegada de las revistas y libros digitales a las universidades está modificando las bibliotecas, las TIC también está transformando los servicios y los roles profesionales de sus trabajadores que, desde los años 80, empezaron a automatizar los catálogos de fichas de papel. Las bibliotecas son conscientes de los cambios que las TIC aportan a la información y siempre han convertido las posibles amenazas de las tecnologías en oportunidades para redefinir y crear nuevos servicios digitales relacionados con la documentación científica y la organización de los saberes.
Las bibliotecas de las universidades españolas ha sido pioneras en la transformación digital de sus servicios e instalaciones como nadie en la universidad: realizaron la automatización de los catálogos en línea creando el modelo de biblioteca electrónica (1980), aprovecharon las nuevas publicaciones digitales de las colecciones tanto comerciales como propias y diseñaron el modelo de la biblioteca digital (2000), y ahora están transformando los espacios y servicios bibliotecarios en verdaderos centros de soporte a las nuevas formas de estudio y aprendizaje potenciando el modelo de biblioteca universitaria como laboratorio para el aprendizaje (2020). En las bibliotecas universitarias encuentras espacios para estudiar en grupo, tecnologías de todo tipo, aulas y talleres en dónde los estudiantes conviven durante horas realizando proyectos y aprendiendo juntos. Reservan salas con pizarras electrónicas y ordenadores portátiles que se convierten en pequeñas aulas. La biblioteca académica se está convirtiendo en la casa del estudiante, en la nueva aula digital abierta 24 horas en dónde los libros en papel casi ya no existen, pero en cambio disponen de infinidad de recursos de información digital.
Las universidades de medio mundo están construyendo e innovando ahora más que nunca bibliotecas universitarias, y es porque entienden que los nuevos modelos de instalaciones y servicios bibliotecarios son la respuesta a las nuevas formas educativas que necesitan los estudiantes y que las TIC nos pueden ofrecer. Además, son los bibliotecarios e informáticos los que mejor están preparados para ayudar a los profesores en la transmisión de ecosistemas digitales de información de la docencia e investigación.
El fin definitivo de los libros está dando paso a miles de recursos de información y documentación digital que las bibliotecas deberán gestionar para garantizar que las informaciones y publicaciones académicas sigan siendo de calidad y de relevancia científica para la universidad y el conocimiento profundo de las cosas.
Notas
(*) La nueva biblioteca del Tecnológico de Monterrey fue considerada la biblioteca académica más moderna del mundo recibiendo el Design Awards 2018 que otorga la International Interior Design Association (IIDA) y la American Library Association (ALA)
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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