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jueves, 26 de septiembre de 2019

Escribe Antolí Martínez
Universidad de Alicante
Coordinador del Comité Técnico de Journal of New Approaches in Educational Research (NAER)
Subterráneos. Así suelen ser los debates lingüísticos, salvo que afecten algo tan visceral como la ortografía. Y uno de ellos, con implicaciones lingüísticas, epistemológicas y sociológicas, ha empezado a calar en las últimas décadas, como una lluvia fina, en la escritura científica. Me refiero a la manifestación, en pronombres y morfemas verbales de primera persona, de los investigadores en la comunicación científica y, en concreto, en las publicaciones académicas.
No revelo nada si digo que, convencionalmente, los textos académicos rehuyen el uso de la primera persona (especialmente del singular) por considerar que tiñe de informalidad, de subjetividad o de falta de rigor la comunicación científica. Por qué negarlo: el uso del pronombre yo en un artículo científico podría ser considerado incluso como la manifestación de un cierto narcisismo de la persona firmante. En cambio, la redacción impersonal del texto (mediante el recurso de la pasiva o la tercera persona, entre otras soluciones) se ha asociado a la objetividad y a la claridad expositiva, a un discurso desapasionado y que esquiva el sesgo autoral.
Lejos de ser una simple convención estilística, la presencia o ausencia de la voz de los investigadores en la escritura científica tiene un trasfondo epistemológico: en último término, remite a concepciones diferentes sobre qué es el conocimiento, cómo se construye y cuál es el papel que corresponde a la persona que conduce la investigación en este marco. Siguiendo esta línea, y de la mano de la generalización del paradigma cualitativo y de la penetración de perspectivas como la de género en la investigación, durante los años 90 se empezó a cuestionar, desde el ámbito académico, la impersonalidad aséptica imperante en la escritura científica. En la disolución de la figura del sujeto se ha identificado una estrategia retórica que busca crear una apariencia (que no realidad) de objetividad. Webb (1992, p. 749), desde el campo de la Enfermería, consideraba que la impersonalización del discurso académico oculta una parte importante del proceso científico: los elementos sociales del proceso de investigación, es decir, la implicación del investigador/escritor en el proceso de construcción del conocimiento. Según este planteamiento, el uso de la primera persona se convierte, pues, en una práctica ética de escritura:
Use of the first person is essential to counteract the notion that researchers do influence, exercise choices, and make decisions about the directions of their research and the conclusions they draw. Establishing rigour in these paradigms depends upon a reflexive stance, in which researchers discuss honestly and fully what these influences, choices and decisions were, and how and why certain options were taken. (Webb, 1992, p. 751-752)
En este contexto, no es gratuito que el uso de la primera persona tenga una mayor tradición en disciplinas como la Antropología, cuyos métodos de investigación han sido desde un primer momento de corte cualitativo y que, aún fundamentándose en el estudio empírico, parte del reconocimiento y examen de la propia subjetividad. Véase como ejemplo la guía Writing in the First Person for Anthropology de la University of Adelaide (Rodger, n. d.).
Lejos de ser un posicionamiento proscrito o restringido a determinadas disciplinas, o un guilty pleasure académico, el uso de la primera persona en la escritura científica se abre camino lentamente en los principales manuales de estilo y en la opinión de la comunidad académica. Si ir más lejos, y a pesar de lo que generalmente se cree, la American Psychological Association (APA, 2010, p. 69) recomienda el uso de la primera persona como solución a la ambigüedad que en determinados contextos puede haber en la identificación del sujeto gramatical. Parafraseando un exegeta de la APA en el “APA Style Blog” (McAdoo, 2009), los ejemplos siguientes ilustran la posible ambigüedad generada por el recurso a la tercera persona con el circunloquio the authors, cuyo referente puede ser tanto los autores citados en la oración previa, como autores del trabajo presente.
As Smith and Jones (1999) and Drew (2007) noted, there is no correlation between television viewing time and calorie intake. The authors replicated this finding with three experiments.
As Smith and Jones (1999) and Drew (2007) noted, there is no correlation between television viewing time and calorie intake. We replicated this finding with three experiments.
Más aún, la primera persona se reivindica como alternativa a soluciones artificiosas que otorgan el papel de agentes de la acción verbal a entidades que no lo son (APA, 2010, p. 69):
An experiment cannot attempt to demonstrate, control unwanted variables, or interpret findings, nor can tables or figures compare (all of these can, however, show or indicate). Use a pronoun or an appropriate noun as the subject of these verbs. I or we (meaning the author or authors) can replace the experiment.
En la misma línea se posicionan plataformas editoriales como Nature: “Nature journals like authors to write in the active voice («we performed the experiment…») as experience has shown that readers find concepts and results to be conveyed more clearly if written directly” (Nature, 2011).
Parece, pues, que más allá de razones epistemológicas, es la búsqueda de la claridad expositiva y de un estilo natural (directo, asertivo) de redacción lo que impulsa el uso de la primera persona incluso en el ámbito de las disciplinas más reacias a la manifestación del investigador en el texto. Ello va de la mano del reconocimiento que, en realidad, los pronombres o morfemas de primera persona no son ni los únicos ni los principales rasgos lingüísticos que contribuyen a la modalización del discurso y que la subjetividad del hablante se manifiesta en rasgos lingüísticos más sutiles (como el léxico connotado o los recursos atenuadores e intensificadores; sobre esta cuestión remitimos a Cassany, 2013).
A la hora de asumir una posición consciente ante esta práctica, y como bien apunta el MLA Handbook for Writers of Research Papers (2009, p. 49), hay que tener en cuenta que:
Effective writing depends as much on clarity and readability as on content. […] The key to successful communication is using the right language for the audience you are addressing. In all writing, the challenge is to find the words, phrases, clauses, sentences, and paragraphs that express your thoughts and ideas precisely and that make them interesting to others.
La comunicación –y la comunicación científica no es diferente– tiene una vertiente intersubjetiva intrínseca en tanto que quien escribe debe tomar en consideración la recepción que hará del texto su interlocutor. En este sentido, la ruptura radical con la impersonalización que tradicionalmente ha caracterizado la escritura científica, especialmente en determinadas disciplinas, géneros textuales y medios, puede ser considerada transgresora y puede que no sea interpretada correctamente por los lectores. En la comunicación científica, es cierto, el foco no debería ponerse sobre los autores, sino sobre el contenido, con lo que no creo recomendable una transgresión sin concesiones de la convención. Ello no obstante, por las razones epistemológicas o de redacción argüidas, el uso y abuso de la pasiva, de la tercera persona y, en general, de todas aquellas contorsiones lingüísticas con las que procuramos escondernos en nuestros textos tampoco son deseables. Los principales libros de estilo y profesionales del tema así lo manifiestan.
Comprendo la ironía del doctorando que, frustrado ante el feedback que recibió de un tutor escandalizado por el uso de la primera persona en un trabajo académico, escribió en un artículo en The Guardian que “Academia is supposed to be a place to question everything, yet every day I’m surrounded by silent rules that are not up for questioning” (Agaoglu, 2013). No está de más reflexionar sobre algunas de las convenciones que encorsetan nuestra práctica diaria.
Referencias bibliográficas:
Agaoglu, A. (19 de abril de 2013). Academic writing: why no ‘me’ in PhD?’ The Guardian. Recuperado de https://www.theguardian.com/higher-education-network/blog/2013/apr/19/academic-writing-first-person-singular
American Psychological Association. (2010). Publication manual of the American Psychological Association (6th ed.). Washington, DC: American Psychological Association.
Cassany, D. (2013). Afilar el Lapicero. Guía de redacción para profesionales. Barcelona: Anagrama.
McAdoo, T. (10 septiembre 2009). Re: Use of First Person in APA Style [apunte de blog]. Recuperado de https://blog.apastyle.org/apastyle/2009/09/use-of-first-person-in-apa-style.html
Nature (2011). How to write a paper. Recuperado de https://www.nature.com/authors/author_services/how_write.html
Rodger, D. (n. d.). Writing in the First Person. Adelaida, Australia: The University of Adelaide. Recuperado de https://www.adelaide.edu.au/writingcentre/sites/default/files/docs/learningguide-firstpersonwritinganthropology.pdf
The Modern Language Association of America. (2009). MLA Handbook for Writers of Research Papers (7th ed.). Nueva York: The Modern Language Association of America.
Webb, C. (1992). The Use of First Person in Academic Writing: Objectivity, Language and Gatekeeping. Journal of Advanced Nursing17, 747-752.
Cómo citar esta entrada:
Antolí Martínez, J. M. (2019). El uso de la primera persona en el discurso académico. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/6505
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

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