Escribe Ángel Fidalgo
Recuerdo que cuando tenía 12 años me daba clases un profesor que siempre nos decía que llevásemos la lección aprendida antes de que la impartiera en clase. De esa forma, decía el profesor, tendríamos un aprendizaje más profundo, entenderíamos mejor los conceptos y estaríamos más preparados para realizar los ejercicios correspondientes a la lección.
El problema para ese profesor era que la lección aprendida la llevábamos, mejor dicho, la llevaban aprendida dos o tres alumnos. La mayor parte del alumnado asociaba llevar la lección aprendida a realizar “los deberes” y, por tanto, si no estaban acostumbrados a realizar los deberes, tampoco aprendían la lección con antelación.
Desesperado por la situación, el profesor ideó un método para tratar de motivar a su alumnado. Este consistía en hacer preguntas, de forma gamificada, sobre la lección presuntamente aprendida. La gamificación consistía en colocar a todos los alumnos en fila, la primera pregunta se hacía al primero de la fila, si este no sabía la respuesta se preguntaba al siguiente de la fila y así sucesivamente hasta que alguien daba con la respuesta acertada. Si esto sucedía se intercambiaban los lugares en la fila, es decir, el primero pasaba a la posición del que acertaba la pregunta (por ejemplo el quinto) y éste al primer puesto. La siguiente pregunta comenzaba en el segundo y se repetía el proceso.
Lo cierto es que las personas que estaban en los tres primeros puestos casi siempre sabían las preguntas, ya que eran los que llevaban la lección aprendida, así que las preguntas no solían pasar más allá de los primeros puestos.
¿Funcionó la gamificación?, realmente funcionó para los tres primeros de la fila, que estaban motivados por ser el primero. Pero con el resto del alumnado no funcionó, ya que continuaban sin llevar la lección aprendida. De hecho, los últimos lugares de la fila estaban muy cotizados, ya que como nunca llegaban las preguntas, pasaban el rato hablando entre ellos.
Este profesor estaba tratando de aplicar “Aula invertida” (la lección en casa, los deberes en clase) y además aplicó Gamificación. De hecho, actualmente hay experiencias de aula invertida y gamificación que realizan lo mismo.
Lo interesante de esta historia no es saber que algunas innovaciones educativas actuales ya se aplicaban hace décadas. Lo importante es preguntarse ¿por qué no funcionó esa innovación?
La respuesta era muy sencilla al menos para mi, que era uno de esos alumnos. Unas veces era porque “para qué iba a llevar la lección aprendida si cuando llegase a clase me la iban a impartir”, y otras veces “para qué iba a llevar la lección aprendida si para realizar las actividades de clase no era necesario saber la lección (bastaba, por ejemplo, recordar una fórmula)”.
Tomado de Innovación educativa con permiso de su autor
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