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jueves, 23 de abril de 2020

De la didáctica organizativa a la didáctica colaborativa (en tiempo de COVID)

Escribe Carlos Bravo Reyes

Quién estaba preparado para lo que estamos viviendo en estos días, qué gobierno, qué organismo pudo prevenir algo cercano a lo que hoy sucede. Quién pudo predecir el aislamiento de millones de personas, o la famosa frase del distanciamiento social. Quién se imaginó alguna vez a decenas de millones de estudiantes en sus casas, a colegios y universidades cerradas y profesores cumpliendo la cuarentena. Nadie, así de simple.

No necesitábamos prepararnos para algo que nunca pasaría, para qué perder tiempo y recursos en pensar en algo como esto. Sin embargo pasó y sigue pasando.

Algunos comentan sobre perdedores y ganadores, otros escriben sobre conspiraciones, secretos guardados, curas mágicas, vaticinios insólitos mientras la lista se hace enorme. Las redes sociales colapsan de mensajes que prometen la cura tomando desde medicinas naturales, hasta licores de toda marca.

En la mayoría de los mensajes apocalípticos o en los más terrenales, abunda un tema común: el Planeta no será igual que antes, las personas no seremos iguales. Tal vez si, tal vez no. Con la velocidad en la que vivimos es probable que al cabo de un tiempo esto sea una historia más en la vida de todos.

Pero me atrevo a explicar que sí habrá y está sucediendo un cambio en los procesos educacionales, en la manera de enseñar, en la manera de aprender. Un cambio que nuestros estudiantes lo iniciaron tiempo atrás, pero que los maestros no supimos entender, nos cegó nuestra didáctica organizativa. Nos preocupamos por crear currículos modernos, por repetir que el aprendizaje debe ser significativo, por encasillar el aprendizaje en planes rígidos dirigidos a sujetos que piensan muy diferente a nosotros.

Nos acomodamos a diseñar currículos bajo el mismo formato, nos acuartelamos en las mágicas competencias encuadrando a estudiantes que viven pendiente de la tecnología, que en su mano llevan siempre un menudo equipo, desde el cual pueden acceder a todo el contenido que explicamos en nuestras clases.

Ese menudo equipo llegó a la escuela de abajo hacia arriba, los estudiantes lo introdujeron, no de contrabando, sino por la fuerza. Le dimos de lado a ese equipo, lo negamos en las clases, sin embargo se impuso.

Hoy queda demostrado que los currículos que armamos durante años, que discutimos en muchas sesiones de trabajo, se pueden cambiar, se pueden modificar, tal vez cambiar por completo. Nos venció un organismo que ni siquiera es una célula, tan pequeño que no lo percibimos con nuestra vista, pero lo suficientemente fuerte para enviarnos a nuestras casas y desde allí ver a nuestros alumnos.

Nuestra didáctica organizativa está colapsando, mueren las concepciones que claman por el currículo fijo, mueren las consignas paradigmáticas, mueren los teóricos que no se percatan del cambio en nuestros estudiantes y lo que el bendito celular representa.

En estos días quedamos convencidos que la práctica puede ser simulada, no se requiere lanzar un cohete para practicar las ecuaciones, no es tan importante ir a un colegio a llenar encuestas y realizar entrevistas cuando podemos simular los problemas educacionales.

La didáctica organizativa está dando paso a la didáctica colaborativa. Des-construyamos el currículo, empleemos los medios digitales, enfoquemos nuestro trabajo al micro aprendizaje y colaboremos con nuestros estudiantes, a lograr ese aprendizaje que ellos necesitan y que a nosotros aún nos cuesta comprender.

Los ganadores en tiempo de COVID son la educación y nuestros estudiantes.

Tomado de 366-días con permiso de su autor

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