Venimos observando en los diferentes ámbitos de educación a distancia en los que nos hemos venido desempeñando o estudiando a lo largo de las últimas décadas las prevenciones, dudas, temores, confusiones, malentendidos, etc., que se generan en torno al concepto, objeto, contenido, fases, protagonistas, etc., de la evaluación de los aprendizajes en los distintos formatos de la modalidad no presencial. Evaluación orientada a competencias, por supuesto.
Me ha parecido conveniente continuar dedicando algunos posts de este blog a tan importante cuestión con el afán de clarificar desde mi perspectiva, las ideas fundamentales en torno a esta variable curricular, esencial en todo proceso de enseñanza-aprendizaje. Recojo los aspectos esenciales de estas entradas, de mi trabajo base (García Aretio, 1994) de hace más de ¡veinticinco años!, actualizándolo en lo que corresponde a los nuevos tiempos.
Evaluar, valorar, medir.
Todas las actividades humanas reciben de manera implícita o explícita una valoración, en unos casos para sancionar el resultado o rendimiento de una tarea y en otros, que entendemos son la mayoría, para realimentar el sistema al descubrir los fallos, lagunas o deficiencias del proceso. Siempre para tomar decisiones pertinentes que reconduzcan las acciones con el fin de mejorar el rendimiento o aprobar o suspender el resultado final o parcial.
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