El COVID-19 ha roto la mentalidad existente en instituciones educativas, profesorado, estudiantes y familias. El confinamiento en casa y el lógico y razonable compromiso de mentalizar respecto a que la educación y todos sus agentes no están de vacaciones, ha removido los cimientos de tan centenaria estructura.
Hay que continuar enseñando y hay que continuar aprendiendo y hay que hacerlo sin la secular relación física, directa y cara a cara entre profesor y alumnos y de éstos entre sí.
Para aquella población que cuente con conectividad a Internet y con un dispositivo que permita penetrar en la red, resulta patente que, al igual que con el teletrabajo, ha de implementarse la teleeducación.
Muchas instituciones educativas, sobre todo las de nivel superior o universitario, aún siendo presenciales, ya contaban con plataformas virtuales, también algunos centros no universitarios. En estos casos el obligado tránsito hacia la educación a distancia digital, será más suave, en función del uso que de dicha plataforma hayan podido hacer hasta el momento profesores y estudiantes...
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