Ha sido recurrente en mis preocupaciones como educador, la reflexión sobre nuestra práctica. Y desde hace muchos años sobre nuestro hacer en la docencia universitaria. He trabajado y escrito en diversas ocasiones sobre ello, también en mis blogs, más especialmente referidos a la docencia universitaria en contextos no presenciales. Quizás una muestra pueda ser esta última entrada.
Pero ya sabemos bien que los contornos entre los formatos presenciales y a distancia se han ido difuminando y no concebiríamos, por ejemplo, que en grupos universitarios de docencia presencial no existiesen, cada vez más, espacios virtuales para el aprendizaje y, consecuentemente, para la docencia. En la entrada citada y el gráfico allí recogido y que vengo utilizando desde hace años, trato de resumir esos compromisos y esas competencias genéricas que un docente universitario ha de asumir. Bien es cierto que cuando lo he explicitado, generalmente me he referido a docencia en entornos no presenciales. Pero me aceptará el lector que son igualmente válidas para la docencia ordinaria en universidades convencionales. Eso sí, habrá áreas o círculos del esquema que habrían de enfatizarse más en un formato que en el otro.
¿Qué decir de los compromisos y competencias digitales, tecnológicos, de un docente universitario?. De los cuatro grandes círculos del gráfico, ¿podríamos prescindir de éste en nuestra sociedad digital?, ¿siguen convencidos algunos que bastaría con un excelso dominio de la disciplina para ser un buen profesor universitario? Quizás alguno lo reduciría a ese primer círculo y al referido a la investigación, prescindiendo de los otros dos.
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