Por Cristóbal Suarez-Guerrero Departamento de Didáctica y Organización Escolar Universitat de València
cristobal.suarez@uv.es
¿A qué le prestamos atención cuando hablamos de pedagogía digital? La respuesta, lejos de ser un problema nominal, singulariza una forma de entender la relación entre educación y tecnología. Este trabajo recupera el sentido amplio de la pedagogía que, sin dejar su dimensión didáctica, toma lo digital como un objeto complejo, lleno de oportunidades, pero también de dilemas. En esta pedagogía digital no solo caben aplicaciones, sino también una visión crítica, pero no paralizante, que permita evaluar y hacer significativa la tecnología al proyecto humano que lo justifica, la educación.
¿A qué le prestamos atención cuando hablamos de pedagogía digital? En la prensa es común encontrar sugerentes titulares como «los nuevos retos de la pedagogía digital», «el educador ante la pedagogía digital», «el nuevo ciclo escolar en era de "pedagogía digital"», «¿está lista la pedagogía digital?» o «la pedagogía digital, un tema emergente en la formación de profesores». El avance que veo es que ya no solo se trata solo de educar + TIC, sino de pedagogía, pero ¿qué es pedagogía digital?
El interrogante, lejos de ser un devaneo académico, tiene importancia porque delimitar nuestros conceptos nos ofrece una perspectiva singular del mundo. Sobre los supuestos de qué es pedagogía digital se construyen los límites y las posibilidades de la tecnología tanto en la teoría, la práctica y la praxis educativa. La pedagogía digital no tiene la utilidad de una sofisticada app, qué duda cabe, pero no hay desarrollo educativo sin discurso, enfoque, problematización o saber pedagógico (Lewin & Lundie, 2016).
No obstante, el primer paso al hablar de pedagogía digital es la cuestión pedagógica, ¿qué es? La propia definición de pedagogía reviste una gran complejidad y se caracteriza como un problema teórico, nada sencillo, que tiene un espacio de reflexión propio (Díaz-Soler, 2020). Aquí un apretado esbozo. Por un lado, es preciso saber si la pedagogía es ciencia, técnica, disciplina, discurso, arte o enfoque y, por otro, saber si se circunscribe a proponer métodos de enseñanza y aprendizaje —concepción con la que normalmente se entiende «peragogy» en lengua inglesa (Watkins & Mortimore, 1999)—, o se encarga de las grandes visiones —y utopías— con que se conciben las formas en comprender, vivir y construir la escuela (Carbonell, 2016), o busca esclarecer preguntas antropológico-filosóficas, ético-políticas que dan sentido a lo educativo (Higgins, 2021) o, si se centra en la consecución de la formación integral de las personas (Pallarès y Chiva, 2017). Como la idea de pedagogía no es estática la tarea de definirla, además de ser compleja, es un trabajo permanente.
Ahora bien, cuando a la palabra pedagogía le añadimos un «apellido», la dificultad por saber qué es pedagogía se enmaraña. Se puede hablar de «pedagogía inglesa», «pedagogía Montessori» o «pedagogía cultural», «pedagogía social», pero también de «pedagogía de las cosas», «pedagogía por objetivos», «pedagogía de la pregunta», «pedagogía abierta», «pedagogía inclusiva» o incluso de una antipedagogía, que entiende la pedagogía como un saber «proscrito» muy demandada en las redes sociales. Dicho esto, cuando se habla de educación y tecnología digital, no sólo cabe hablar de pedagogía digital, sino también de otros términos que pueden entrar en ese campo como pedagogía online, pedagogía virtual, pedagogía edtech, pedagogía 2.0, etc.
Concepto de pedagogía digital
No obstante, si se trata de ir sólo al concepto de pedagogía digital, existe la tendencia muy amplia, consciente o no, de reconocer a la pedagogía digital como el saber práctico para ser usado junto a la tecnología digital en los procesos de enseñanza y aprendizaje, es decir, pedagogía digital como práctica pedagógica (Heitink, et al., 2016). Sin embargo, junto a este sentido ampliamente aceptado, hay otras formas. La pedagogía digital puede entenderse también como el marco que permite empoderar a los usuarios digitales a través de una lente de la justicia social (Jeremic, 2021), un saber que busca relacionar los modelos interdisciplinares de creación en el arte con tecnología (Shiau, 2020), un modelo tridimensional basado en orientaciones, prácticas y competencias digitales que posibilitan el uso de la tecnología en la enseñanza (Väätäjä & Ruokamo, 2021), el conocimiento que permite el diseño de tecnologías educativas de acuerdo con principios éticos y formas de propiedad de bien común (Lazarus, 2019), un enfoque de la enseñanza y el aprendizaje que debe permitir el uso —o no— de la tecnología desde una mirada crítica (Stommel, 2014), un saber equiparable al conocimiento técnico pedagógico del contenido (TPCK) Makokotlela (2020) o, incluso, hay quienes que como Fyfe (2011) se plantean si es posible hablar de una pedagogía digital sin tecnología. Se trata de un Torre de Babel.
Pues bien, con excepción de la pedagogía digital crítica, la mayor parte de las definiciones sobre pedagogía digital la caracterizan como un saber práctico que permite conectar las oportunidades tecnológicas con el aprendizaje en contextos de enseñanza. No digo que esta finalidad esté mal, lo que digo es que esta idea de pedagogía puede ser insuficiente tanto por la naturaleza de la educación como por la acción social de la complejidad que entraña lo digital hoy en día.
La pedagogía digital, como sinónimo de conocimiento asociado nítidamente a la búsqueda de la mejora de la enseñanza y el aprendizaje, implica didáctica. Pero el tema didáctico, al que por ningún motivo se debe restar valor, forma parte de una perspectiva pedagógica (Meirieu, 2021). La didáctica, como el currículo, la evaluación o la tecnología, requieren de unos posicionamientos pedagógicos claves para entender la novedad tecnológica en educación (Brailovsky, 2018) y es por ello, a fin de cuentas, que uno de los retos de la educación y la tecnología sea construir esa pedagogía (Williamson et al., 2020).
La educación, como la escuela y el aprendizaje, no se sostienen en una única variable por más sofisticada sea. La educación remota de emergencia dejó claro que era imposible cifrar las esperanzas educativas en una única variable mágica, esta experiencia global mostró que la tecnología fue una salida, no la solución, y que no funciona sola. Pues bien, ya que la tecnología digital es necesaria pero no suficiente, además no es simple, no es sólo técnicamente más compleja, no neutral y aséptica, sino que cada vez es más omnipresente, más opaca y dependemos más de ella. El tema tecnológico en educación, como en la sociedad, no admite únicamente un debate técnico, ni mucho menos, sino también un debate crítico y una mirada contextual más profunda que permita analizar sus grandes oportunidades, también sus dilemas y mitos en la construcción del aprendizaje, así como de la propia humanidad mediada por la tecnología. Es por ello que se requiere una pedagogía digital que intente remontar tanto el maniqueísmo, el consumismo, la neutralidad, el tecnocentrismo, el determinismo o el solucionismo tecnológico apostando por una mirada profunda, interdisciplinar y ética que nos recuerde siempre que lo digital va detrás del proyecto más humanizador que lo justifica, la educación.
Marco pedagógico
Para ese fin es necesario un marco pedagógico, un paraguas conceptual, que busque analizar la educación —y con ello también la enseñanza y el aprendizaje— tomando como perspectiva el análisis del contexto, sus condicionantes ideológicos, el imperativo ético, la investigación interdisciplinar, los desarrollos tecnológicos y todo lo que pueda servir de soporte o fondo para atender la educación en sus múltiples dimensiones. Al final, como señalan Ornellas & Sancho (2015), tras analizar tres décadas de relación educación y tecnología, es sobre las creencias y los puntos de vista pedagógicos sobre la tecnología que construimos en las aulas —o fuera de ellas— una idea educativa.
Pero, una pedagogía digital no es una pedagogía sin tradición pedagógica, un invento de la digitalización, sino un desarrollo que avanza desde una tradición previa; tampoco se trata únicamente de encontrar la mejor herramienta digital para potenciar la enseñanza y el aprendizaje o la gestión educativa, aunque resulte muy importante para esas actividades; menos aún de sostener una pedagogía nacida única y exclusivamente para pensar y hacer educación desde lo digital como fetiche o única salida. Hablando en plata, una pedagogía digital no es sólo reglas para un martillo que busca un buen clavo, no consiste sólo en prestarle atención al árbol sino entender el bosque y no se desarrolla para estar enamorada de su ombligo.
La pedagogía digital podría, por lo menos, atender tres vértices que nutren la praxis educativa. Tomando como base a Meirieu (2020), cuando habla de los tres elementos de la instancia pedagógica; los fines educativos, el conocimiento sobre la educación y los valores que regulan las instituciones, las herramientas y los métodos, se puede hacer una aproximación. Propongo una pedagogía digital no para enrocarse en lo digital como la opción ineludible, sino para examinar su presencia, su sentido y su impacto en la educación, sólo así lo digital puede contribuir a un proyecto humano como la educación y ser significativa —tener sentido— más allá de su sola aplicación.
El sentido de lo digital en la educación
Para analizar y proponer el sentido de lo digital es necesario hacer un examen de las finalidades educativas, desde el examen de los conocimientos interdisciplinares existentes sobre la educación y lo digital, a partir de un estudio permanente de los valores que nunca deben de abandonarse cuando se habla de educación y desarrollo personal y social. Este saber no solo sería útil, sino necesario para la didáctica, para responder a la pregunta ¿cómo educar con tecnología?
Por tanto, una pedagogía digital así requiere abrir el foco y centrarse en acciones que, sin dejar de influir o llegar al ámbito de la enseñanza y el aprendizaje —es donde deben de llegar—, tomen lo digital como algo más complejo: no como un problema, sino como un objeto problemático de análisis, como señala Selwyn (2016). Desde esta visión de la pedagogía digital —de fuerte valor para la praxis educativa—, se podría prestar atención a, por ejemplo, los siguientes puntos: pensar en las grandes oportunidades de aprendizaje que estimula el uso de la tecnología, sí, pero también pensar en las desigualdades sociales que imprime; desarrollar habilidades para gestionar la información y el conocimiento en red, claro, pero también reflexionar sobre el poder y el sesgo de las tecnologías del conocimiento en el propio conocimiento; reflexionar sobre la escuela y la tecnología, sin duda, pero además sobre la propia educación de la atención en un mundo pantallizado; examinar las grandes posibilidades que tiene la relación persona-máquina en el aprendizaje, por su puesto, pero también estar atentos a sus dilemas éticos; examinar las nuevas interfaces del aprendizaje, no hay duda, pero también pensar en los fenómenos como la plataformazion o la dataficacion de la experiencia educativa; valorar las nuevas aplicaciones que ofrecen nuevas formas de hacer algo, pero también atender a las metáforas de trabajo que nos prestan; hacer posible el acceso a recursos educativos abiertos, claro, pero también estimular el debate sobre la educabilidad digital; potenciar el aula como tecnología, es posible, pero también comprender el ecosistema digital; comprender el impacto de los artefactos tecnológicos en el aprendizaje, pero al mismo tiempo examinar el poder de las tecnológicas en nuestra democracia y en la educación ciudadana; conocer cómo influyen las teorías del aprendizaje para usar con tecnología, pero también entender y estudiar el papel de las creencias educativas digitales; prestar atención a las nuevos proyectos tecnológicos globales, así como a los grandes mitos y expectativas con que son puestos en escena y, cómo no, valorar los nuevos desarrollos sobre inteligencia artificial, pero también valorar el rol de nuestra propia inteligencia. A toda esta capa simbólica le llamo lectura pedagógica de la tecnología digital, pedagogía digital.
¿La visión pedagógica, así planteada, sobre la tecnología digital influye en el uso didáctico? Hay trabajos que señalan que esta capa simbólica de representación, como puede ser entendida la pedagogía, cumple un papel significativo en la representación de la tecnología en la enseñanza (Blau et al., 2018) y que estas ideas educativas sobre lo digital, lejos de ser sólo instrumentales, forman marcos epistemológicos y ontológicos que permiten teorizar y actuar sobre cómo se aprende y enseña (Pangrazio y Sefton-Green, 2021). Es decir, todo lo que hace un/a maestro/a con tecnología para influir en el aprendizaje de sus alumnos requiere de saberes didácticos específicos, saberes donde bullen visiones pedagógicas de lo digital que deben ser visibilizadas, analizadas y siempre puestas como hipótesis de trabajo. Por ello, ya que adjetivar la pedagogía como digital no sólo impone adhesión, sino interrogación (Suárez-Guerrero et al., 2020), este encuadre simbólico está compuesto de preguntas y respuestas sobre para qué, por qué, qué, cuándo, con quién, cómo o con qué educar en un entorno en red.
En general, lo que busco es realzar una pedagogía como una reflexión que nos exija, a docentes, gestores o investigadores, una comprensión de lo digital de forma holista, crítica, interdisciplinar, política, ética y humana que dé soporte al trabajo didáctico en torno a la enseñanza y el aprendizaje con tecnología. La tarea de la pedagogía es examinar atentamente la tecnología digital como parte de una complejidad mayor que implica la educabilidad del ser humano.
Referencias
Blau, I., Grinberg, R., & Shamir-Inbal, T. (2018). Pedagogical perspectives and practices reflected in metaphors of learning and digital learning of ICT leaders. Computers in the Schools, 35(1), 32-48.
Brailovsky, D. (2018). Lo nuevo y lo tradicional en educación: una oposición engañosa. Revista Senderos Pedagógicos, 9(9), 161-178. https://doi.org/10.53995/sp.v9i9.963
Carbonell, J. (2015). Pedagogías del siglo XXI. Alternativas para a innovación educativa. Octaedro.
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Tomado de Educación y Virtualidad
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