Por Ximena Dueñas
Una de las constantes en nuestras vidas es la evaluación. Nos miramos al espejo para evaluarnos y lo hacemos frente a un parámetro (impuesto o no) que queremos asumir. Pero, irónicamente, cuando alguien de afuera quiere evaluarnos sentimos un resquemor tremendo. Si nos evaluamos permanentemente, ¿por qué nos resistimos? En esta primera entrada quiero dejar dos mensajes sobre la evaluación en educación. El primero es que es importante tener un sistema de evaluación articulado donde coexistan varias formas de medir, con propósitos distintos y complementarios, pero no debemos sobreevaluar. Y el segundo es que la evaluación es un medio cuyo fin es el uso de los resultados para mejorar la educación.
Tipos de evaluación en educación y para qué sirven
En educación hay evaluaciones para todos los gustos: diagnóstica, formativa, sumativa, de control, de habilidades, por competencias, de conocimientos. Todas las formas de evaluación conviven en cierta armonía pues depende de quién hace la evaluación, para qué sirve y qué se hace con los resultados.
Evaluaciones internas y externas
Lo primero que quiero destacar es que debe haber una sana convivencia entre las evaluaciones internas y externas.
Evaluaciones internas: Las internas consideran el ritmo al que avanza la persona docente y se ajustan a la planeación realizada.
Evaluaciones externas: Las externas son “fotos” tomadas desde afuera sobre lo que (según los lineamientos, estándares, currículos o nivel de habilidades) se espera de los y las estudiantes. Frente a las externas puede haber discrepancias por ajustes en los planes o temas que son enseñados en diferentes momentos. Por eso es clave saber qué se va a evaluar (pero, por favor, no para teach to the test), cómo deben interpretarse los resultados y cómo tomar decisiones institucionales a partir de la evidencia externa, articulada con la interna. En otras palabras, qué puedo hacer a partir de los resultados, y qué digo que estoy enseñando pero que no se evidencia en la evaluación interna.
El balance entre la periodicidad de las evaluaciones internas y externas debe ser contemplado para evitar la sobreevaluación: en algún momento debe haber tiempos de enseñanza y aprendizaje.
¿Cuál es el objetivo de evaluar?
En segundo lugar, quiero resaltar el objetivo de evaluar. Es fundamental que haya claridad sobre qué se entregará como resultado de la evaluación. ¿De qué le sirve a un sistema educativo (ya sea provincial, municipal, en una escuela o grado específico) saber un puntaje? ¿Qué podemos hacer con los resultados más allá de decir quiénes son mejores y peores? El objetivo de la evaluación no es generar titulares de prensa.
Los niveles de desempeño (o perfiles) van un paso más allá. Estos permiten interpretar los resultados porque exponen lo que los y las evaluadas logran frente a lo que se espera en la evaluación. Avanzando un paso más está el desglose por competencias, habilidades, constructos y lo que evidencian las personas que obtuvieron la respuesta correcta. Y más valioso aún, lo que evidencian las respuestas incorrectas. Ahí, en el poder del error, está la magia.
Si una persona docente recibe un informe que le permita analizar en qué se equivocaron los y las evaluadas, podrá utilizar la información para reforzar temas, reconocer que alguno no había sido tratado e identificar estudiantes que necesitan mayor apoyo, incluso, informarse a sí mismo de sus potenciales áreas de mejora a la hora de enseñar.
El error es poderoso como un insumo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Las ventajas de evaluar en educación
Dado que los ítems son el capital intelectual de los institutos de evaluación, estos son protegidos para poder ser utilizados en varias aplicaciones. En ese sentido, liberar un ítem después de usarlo una sola vez no genera un buen retorno a la inversión. Ante esa restricción, deberían liberarse algunos ítems, los que ya se han utilizado en varias aplicaciones, y fomentar el uso de la evaluación formativa. Esta no tiene por qué seguir los mismos estándares de seguridad de una evaluación sumativa de gran escala. Hay un gran potencial porque es una evaluación pública, puede ser automatizada, la entrega de resultados es rápida y puede tener preguntas que han sido cuidadosamente seleccionadas para entregar informes que permitan generar acciones en el salón de clases.
Las evaluaciones sumativas, externas y de gran escala, tienen otras ventajas: evalúan el logro de objetivos de aprendizaje esperados para el nivel y área evaluado en condiciones de igualdad (o sin otras consideraciones) y, adicional a la entrega del puntaje y la distribución por niveles de desempeño, pueden entregar informes utilizando ítems liberados para apoyar a las personas docentes en sus actividades en el salón de clase.
Reitero que el sistema de evaluación debe actuar de forma articulada y que no hay problema en que coexistan varias evaluaciones, pero que no debemos abusar de la evaluación.
Debemos evaluar cuando no exista duda de que la evaluación traerá unos beneficios concretos que son más altos que la pérdida en el tiempo de aprendizaje.
Tomado de Enfoque educación, blog del BID
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