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Existen muchas formas de traspasar la línea para entender el
impacto de la tecnología en la educación. Una de ellas es dejar de
centrarse en el resplandor que despiden todos y cada uno de los
innumerables artefactos que a diario nos sorprenden, e ir al encuentro
de una reflexión sobre el componente simbólico que entraña el uso de
cualquier sistema de acción tecnológico en la humanidad, su dimensión
cultural. Captar la cultura digital
abre otros filtros de reflexión educativa que pueden ampliar la
evaluación instrumental del artefacto, a veces, el punto medular del
debate en la relación educación y TIC.
No se trata sólo encontrar tecnología en la cultura, visible en muchos informes,
sino más bien comprender lo cultural del desarrollo digital que
experimenta la sociedad, su impacto en nuestras formas de aprender, en
las dinámicas educativas y en los modelos organizacionales escolares.
Desde una dimensión cultural, la búsqueda ya no se centra en encontrar
el artefacto ideal, sino más bien en entender las formas de actuar,
pensar y sentir que despiertan sus usos en la educación. Se trata de ir
desde las anécdotas instrumentales o las tentaciones tecnocéntricas
hacia la búsqueda de constantes culturales en el proceso de apropiación
educativa de las TIC, puestas de manifiesto en algunos trabajos (1 y 2) que ofrecen evidencias de la relación educación y cultura digital.
Pero la dimensión cultural del uso de la tecnología no es
visible a simple vista. Una de las principales razones de esta ceguera
es que estamos alojados, dentro, de ese mundo de acción y representación
digital. Por ello, ver más allá de la acción instrumental en la
educación y optar por los matices que ofrece el sesgo cultural puede
romper la disyunción que cifra el debate entre apologéticos o
apocalípticos de la tecnología en la educación o, incluso, entre
aquellos que buscan argumentos en favor de la digitalización de lo
escolar o, en la otra orilla, los que buscan escolarizar lo digital. La
escala de grises que añade la estimación cultural ofrece ángulos más
fecundos, complejos y dispares que nos sacuden de la tentación de
evaluar el artefacto como una entidad indemne.
La mirada cultural de la apropiación de la tecnología en la
educación nos permite, por tanto, reconocer visiones, narrativas,
rutinas, valores y usos que difícilmente se notan cuando nos centramos
en atender sólo a las prestaciones que ofrece la tecnología vista como
artefacto. Un extremo de esta fijación instrumental es la manida forma
de entender –en muchos sectores de la sociedad- la innovación como
sinónimo de presencia tecnológica, especialmente de internet. Sin duda
internet nos permite tomar ventaja de muchas formas de acción y
representación social del aprendizaje en el campo educativo, pero
reconocerlas como el arquetipo de la innovación educativa, es ver sólo
la “caja de herramientas” sin tomar los valores y los conocimientos
desde donde se asume y contextualiza su uso. Esto es, ver la cultura en
los artefactos permite tomar en cuenta las otras cuerdas de las que
pende la acción educativa.
Sin ánimo de ser exhaustivo, sino más bien ilustrativo, se
pueden citar algunos ejemplos de esta visión cultural del uso educativo
de la tecnología. Por ejemplo, reconocer que aunque las herramientas
digitales ofrezcan fórmulas definidas de acción, las lecturas sobre
estos usos no son –ni deben- ser uniformes, lineales o exentos de
contradicción; reconocer que si internet ya supone una forma particular
de organización del conocimiento en red, aprender en este marco no
implica una forma neutral de representación; entender que si bien es
cierto que internet puede despertar reflexiones sobre la conectividad,
lo sustancial en la educación es preguntarse por la importancia y el rol
de “el otro” en los procesos formativos; visualizar que si en internet
se construyen flujos de comunicación en distintos sentidos e
intensidades y a través de distintos lenguajes e interfaces, en realidad
se está hablando de otras condiciones de aprendizaje que rompen la
simetría y dinámica representacional del aula; entender que internet no
es sólo un material didáctico que forma parte del mobiliario educativo,
sino que configura un auténtico entorno educativo que da cabida y
sentido al aprendizaje del sujeto. En general, las disrupciones
educativas en internet, al no ser sólo disrupciones tecnológicas, exigen
lecturas educativas más amplias, e interdisciplinarias, que rescaten el
valor del impacto cultural como un sesgo necesario.
Por ello, más que soluciones tecnológicas per se,
caracterizadas únicamente por la prestación tecnológica, la educación
requiere de percepciones que estimen la dimensión cultural del cambio
educativo con tecnología. Para cruzar esa línea representacional que
supone ir más allá del encanto y el carácter
instrumental del artefacto, hace falta ensayar otras interrogantes que
la mirada cultural de la tecnología puede ofrecer a la educación.
Fuente artículo original│El País. Blogs Sociedad.
Traspasando la línea, Albert Sangrà. 09 de setiembre de 2013. Por autor
invitado: Cristóbal Suárez Guerrero.
Este post ha sido publicado originalmente en Educación y Virtualidad. Autorizada por el autor su publicación en este Blog CUED.
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