No siempre un cambio implica mejora: toda mejora implica cambio. Michael Fullan
A principios de esta semana me escribió Andrés P. Mohorte, editor de Magnet, una de las últimas publicaciones de la Galaxia Xataka que dirigen desde hace años Julio Alonso y Antonio Ortiz. Me escribió porque estaba preparando un artículo sobre el libro de texto
en el contexto educativo actual. Siendo Xataka una publicación de
orientación tecnológica sus preguntas mostraban un interés por conocer
las posibilidades que las nuevas tecnologías y el libro digital abren a
la educación hoy.
Sobre las complejas relaciones entre educación y
tecnología he escrito mucho en este blog. De forma muy resumida lo hice
hace unos meses para preparar la mesa redonda Educación y tecnología: mucho que ganar ¿algo que perder? en la entrega, precisamente, de los premios Xataka 2014.
En el post que escribí antes de la mesa redonda mantuve el título pero
me permití la licencia de añadir unos signos de interrogación (¿mucho que ganar?).
No porque no creyese entonces, o ahora, que no haya mucho que ganar
incorporando las tecnologías en la educación sino porque creo que debe
hacerse desde un posicionamiento crítico y después de un proceso de
reflexión. Las tecnologías solas no son la solución. Digitalizar la escuela no es tecnificar las aulas sino escolarizar las tecnologías.
El sistema educativo es complejo, aunque solo sea como decía recientemente George Couros porque está construido sobre la relación entre personas. Las
preguntas que nos hagamos y las respuestas que tratemos de dar deben
huir de los simplismos. En educación las cosas nunca son, ni serán,
blanco o negro.
Ante el cambio, el sistema educativo responde siguiendo lo que algunos expertos denominan un conservadurismo dinámico,
es decir, mezclando permanente lo viejo y lo nuevo, la continuidad y el
cambio. Los libros de texto han sido una tecnología muy eficiente y han
cumplido un papel determinante en el desarrollo del sistema educativo
tal y como lo conocemos. Su labor ha sido fundamental a la hora de
traducir e interpretar leyes y curriculum. Es muy probable que, igual
que los libros de texto son la historia y el presente de la educación,
hablar del futuro de los libros sea también hablar del futuro de la
educación. Un futuro que es más que probable que sea sin los libros de
texto tal y como los hemos conocido. Pero que aún no sabemos bien en qué
consistirá. Lo que sí sabemos es que sustituir una tecnología por otra
no es el tipo de cambio que la educación necesita.
No se trata de
reemplazar encerados por pizarras digitales, ni libros de papel por
libros digitales. Incorporar la tecnología en la educación no es
introducir dispositivos en el aula. Es algo más que “enchufar” alumnos a nuevos dispositivos. Alan Kay pasa por ser el precursor de las actuales tabletas. En 1972, trabajando para Xerox PARC, escribió un artículo titulado A Personal Computer for Children of All Ages, en el que describía lo que debería ser un dispositivo, el Dynabook, cuyo objetivo era “cambiar
la forma de educar. Ir más allá de la educación tradicional basada en
la transmisión de datos y hechos para animar a los niños a observar el
comportamiento del mundo real por ellos mismos”. Soy un absoluto
convencido de la necesidad del cambio educativo y del papel protagonista
que en este cambio tendrá la tecnología pero también de que el cambio
deberá venir motivado por nuevas maneras de enseñar y aprender.
Os dejo el enlace al reportaje que ha escrito Andrés Mohorte en el que también ha participado Raúl Santiago, profesor de la Universidad de la Rioja e impulsor del proyecto The Flipped Classroom, y también el texto completo con las preguntas de Andrés Mohorte y mis respuestas.
¿Es el libro de texto una herramienta educativa caduca?
Llevamos décadas vaticinando la muerte del libro como instrumento de aprendizaje. Lo hizo, por ejemplo, Thomas Edison a principios del siglo XX y Marshall McLuhan, uno de los grandes visionarios de la sociedad de la información, en un artículo titulado el “Aula sin muros” en 1960. Sin embargo, los libros siguen con nosotros. La historia de la escuela tal y como la conocemos es paralela a la historia del libro de texto.
El problema no son los libros de texto en sí
(aún siendo consciente de que su tiempo ha pasado) sino un modelo de
enseñanza, muy rígido, excesivamente aislado del entorno, basado casi
siempre en la transmisión de unos contenidos establecidos, con un
curriculum muy definido y que no para de crecer pero que al mismo tiempo
deja fuera muchas cosas. Un sistema que no responde bien a la
necesidades de la sociedad de hoy.
No es cuestión solo de abandonar los libros. Es cuestión de cambiar la escuela. Es cuestión de cambiar nuestro modelo educativo. Es necesario una reflexión profunda sobre el cómo enseñamos, qué enseñamos, con qué enseñamos, dónde lo hacemos, a quién enseñamos, quién lo hace y quién gestiona el aprendizaje. Las preguntas que debemos hacernos son del tipo ¿cómo debe ser la educación cuando tanto el aprendizaje como el conocimiento están por todos lados?;
¿cómo podemos transformar la educación para hacerla más relevante y
adecuada a nuestro entorno y a nuestros tiempos?; ¿cómo debe ser la
educación en la sociedad del aprendizaje?.
El reto que tenemos es construir un modelo nuevo de
enseñanza/aprendizaje que, garantizando la equidad, la calidad y la
justicia social, responda a los desafíos que nos plantea el mundo hoy. Un
sistema que dé más autonomía a los centros educativos y a los equipos
directivos, construido sobre el reconocimiento y el liderazgo del
profesorado, donde se fomente la colaboración y la cooperación entre
centros y entre profesores, que fomente un aprendizaje estimulante y
relevante para los alumnos y fomente su curiosidad y creatividad, que
forme ciudadanos responsables, solidarios y críticos.
¿Qué alternativas puede encontrar un profesor a la hora de enseñar a sus alumnos?
Afortunadamente muchas. Disponemos de muchas metodologías alternativas. Ya hay mucha innovación educativa en las aulas.
Hay muchos profesores innovando y cambiando las maneras de enseñar. Hay
muchas alternativas y están accesibles. Las tecnologías de la
información han posibilitado el desarrollo de comunidades de aprendizaje
donde muchos docentes comparten conocimiento y experiencias. El reto, y
la dificultad, pasa porque esa innovación educativa salga de las aulas y
se extienda por todo el centro educativo y por el sistema educativo.
No
hay recetas únicas y cada centro educativo, junto con su comunidad educativa, debe definir su proyecto educativo de acuerdo con su realidad.
Un proyecto que debe abarcar no sólo el ámbito pedagógico y tecnológico
sino también el organizacional y el de relación con la comunidad
educativa. Hay ya muy buenos ejemplos de centros educativos con
proyectos educativos que combinan cosas como aprendizaje colaborativo,
aprendizaje basado en proyectos, aprendizaje servicio, la clase
invertida, las inteligencias múltiples. Todo se puede hacer con o sin
libros de texto. Con o sin tecnologías. No es un tema de blanco o negro.
Según el contexto se puede optar por una cosa u otra. El elemento clave es el centro educativo y los profesionales de la educación.
La reflexión que debemos hacer es por qué es tan
difícil producir cambios significativos en la educación. ¿Por qué cuesta
tanto cambiar nuestras manera de enseñar y aprender?. Como decíamos no
hay respuestas únicas y cada comunidad deberá encontrar su camino pero
sí parece claro que este cambio no podemos hacerlo hoy sin entender las
tecnologías y sin un uso intensivo de las mismas.
En España, el inicio del curso escolar es muy caro para los
padres por la necesidad de renovar los libros de texto. ¿Un nuevo modelo
basado en las nuevas tecnologías abarataría la vuelta al cole?
En este tema también es importante precisar. Se puede
ahorrar dinero sin necesidad de abandonar el libro y sin cambiar de
modelo pedagógico. Se podrían reducir costes utilizando por ejemplo Recursos Educativos Abiertos, libros escritos por los profesores del centro, creando bolsas de libros de segunda mano.
También puede resultar que una vuelta al cole con
tecnología sea más cara por el coste de los dispositivos, su vida útil,
los contenidos para esos dispositivos.
Aún así, en principio para las familias lo normal
sería que sí se produjese un ahorro. De todas formas estamos todavía en
una fase muy inicial. Se están explorando nuevos modelos de negocio,
nuevas formas de distribución y de uso. La cadena de valor cambia
radicalmente y los modelos de negocio son numerosos. Creo que aún habrá
que esperar un poco para que se vayan asentando modelos.
Es un error abordar el tema solo en términos
económicos. Las preguntas que debemos hacernos es si las tecnologías
existentes nos permiten poner en prácticas metodologías y pedagogías
transformadoras. Si la tecnología puede por fin ser una palanca del
cambio educativo. Todos conocemos ejemplos de incorporación de
tecnologías sin que esto haya supuesto ningún cambio en el modelo
educativo. Los ordenadores y las tablets pueden ser utilizados
para perpetuar el aprendizaje pasivo, memorístico y puramente
transmisivo o por el contrario para un aprendizaje activo, en el que se
fomente la creatividad y el aprender haciendo. No depende de la
tecnología sino de la pedagogía que esté detrás. Por eso a la hora de
evaluar la pertinencia de incorporar tecnologías en las aulas deberíamos
poner en la balanza en primer lugar criterios pedagógicos.
En relación al libro de texto, ¿sucede algo parecido en los países de nuestro entorno?
Sí, los retos son los mismos, los actores implicados y
el debate similares. En todos los países de nuestro entorno confluyen
dos crisis. Por un lado la crisis de la industria editorial y del libro
que se enfrenta al reto de transformarse para adecuarse a la sociedad
digital. Por otro, como estamos hablando la crisis del modelo educativo y
la necesidad de cambio.
El libro texto se ve afectado por las dos. Ante
este doble reto, los actores en general están actuando con distintas
estrategias. Hay una tendencia importante por parte de las
administraciones a apoyar los recursos educativos abiertos.
También se está explorando, junto con la industria editorial, distintos
modelos de acceso y uso de contenidos educativos. Las editoriales están
explorando nuevos productos, nuevas experiencias de aprendizaje, nuevos
modelos de negocio que les permitan seguir siendo un actor relevante en
el sistema educativo.
En términos generales hay más innovación y
penetración de modelos alternativos al libro de texto en Estados Unidos
que en Europa, pero los cambios se están produciendo rápido. En España
todas las editoriales están trabajando ya en nuevos productos y nuevos
servicios.
¿Qué modelo educativo es el que podríamos imitar en aras de aprovechar las ventajas que las nuevas tecnologías nos ofrecen para mejorar el sistema educativo español?
No hay un modelo perfecto. La necesidad de
transformar la educación es común para todos. Es verdad que hay países
que según el criterio de evaluación que utilicemos destacan y sobresalen
pero sería un error tratar de replicar modelos de contextos que son muy
diferentes del nuestro lo cual no quiere decir que no nos fijemos e
intentemos aprender de otros. Con alguna excepción, las políticas de integración de tecnologías en la educación hasta ahora han fracasado.
La tecnología siempre ha sido vista como una promesa para el cambio,
como la palanca que iba a provocar la transformación educativa.
La
realidad, desgraciadamente, ha sido muy distinta. Parece que las cosas
empiezan a cambiar y que hemos aprendido las lecciones.
Empieza a haber, también en nuestro país, buenos y variados ejemplos de
integración de las tecnologías en la educación. A nivel de sistemas
educativos son interesantes los planes de cambio e integración de las
tecnologías de países como Australia, Nueva Zelanda o la región de Alberta en Canadá.
Tomado de co.labora.red con permiso de su autor.
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