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viernes, 2 de octubre de 2015

No es cuestión de abandonar los libros. Es cuestión de cambiar la escuela





No siempre un cambio implica mejora: toda mejora implica cambio. Michael Fullan
A principios de esta semana me escribió Andrés P. Mohorte, editor de Magnet, una de las últimas publicaciones de la Galaxia Xataka que dirigen desde hace años Julio Alonso y Antonio Ortiz. Me escribió porque estaba preparando un artículo sobre el libro de texto en el contexto educativo actual. Siendo Xataka una publicación de orientación tecnológica sus preguntas mostraban un interés por conocer las posibilidades que las nuevas tecnologías y el libro digital abren a la educación hoy. 

Sobre las complejas relaciones entre educación y tecnología he escrito mucho en este blog. De forma muy resumida lo hice hace unos meses para preparar la mesa redonda Educación y tecnología: mucho que ganar ¿algo que perder? en la entrega, precisamente, de los premios Xataka 2014. En el post que escribí antes de la mesa redonda mantuve el título pero me permití la licencia de añadir unos signos de interrogación (¿mucho que ganar?). No porque no creyese entonces, o ahora, que no haya mucho que ganar incorporando las tecnologías en la educación sino porque creo que debe hacerse desde un posicionamiento crítico y después de un proceso de reflexión. Las tecnologías solas no son la soluciónDigitalizar la escuela no es tecnificar las aulas sino escolarizar las tecnologías

El sistema educativo es complejo, aunque solo sea como decía recientemente George Couros porque está construido sobre la relación entre personas. Las preguntas que nos hagamos y las respuestas que tratemos de dar deben huir de los simplismos. En educación las cosas nunca son, ni serán, blanco o negro. 

Ante el cambio, el sistema educativo responde siguiendo lo que algunos expertos denominan un conservadurismo dinámico, es decir, mezclando permanente lo viejo y lo nuevo, la continuidad y el cambio. Los libros de texto han sido una tecnología muy eficiente y han cumplido un papel determinante en el desarrollo del sistema educativo tal y como lo conocemos. Su labor ha sido fundamental a la hora de traducir e interpretar leyes y curriculum. Es muy probable que, igual que los libros de texto son la historia y el presente de la educación, hablar del futuro de los libros sea también hablar del futuro de la educación. Un futuro que es más que probable que sea sin los libros de texto tal y como los hemos conocido. Pero que aún no sabemos bien en qué consistirá. Lo que sí sabemos es que sustituir una tecnología por otra no es el tipo de cambio que la educación necesita. 

No se trata de reemplazar encerados por pizarras digitales, ni libros de papel por libros digitales. Incorporar la tecnología en la educación no es introducir dispositivos en el aula. Es algo más que “enchufar” alumnos a nuevos dispositivos. Alan Kay pasa por ser el precursor de las actuales tabletas. En 1972, trabajando para Xerox PARC, escribió un artículo titulado A Personal Computer for Children of All Ages, en el que describía lo que debería ser un dispositivo, el Dynabook, cuyo objetivo era “cambiar la forma de educar. Ir más allá de la educación tradicional basada en la transmisión de datos y hechos para animar a los niños a observar el comportamiento del mundo real por ellos mismos”. Soy un absoluto convencido de la necesidad del cambio educativo y del papel protagonista que en este cambio tendrá la tecnología pero también de que el cambio deberá venir motivado por nuevas maneras de enseñar y aprender. 

Os dejo el enlace al reportaje que ha escrito Andrés Mohorte en el que también ha participado Raúl Santiago, profesor de la Universidad de la Rioja e impulsor del proyecto The Flipped Classroom, y también el texto completo con las preguntas de Andrés Mohorte y mis respuestas.

Hacia la defunción del libro de texto: no va a ser fácil desplazar al dinosaurio

¿Es el libro de texto una herramienta educativa caduca?

Llevamos décadas vaticinando la muerte del libro como instrumento de aprendizaje. Lo hizo, por ejemplo, Thomas Edison a principios del siglo XX y Marshall McLuhan, uno de los grandes visionarios de la sociedad de la información, en un artículo titulado el “Aula sin muros en 1960. Sin embargo, los libros siguen con nosotros. La historia de la escuela tal y como la conocemos es paralela a la historia del libro de texto

El problema no son los libros de texto en sí (aún siendo consciente de que su tiempo ha pasado) sino un modelo de enseñanza, muy rígido, excesivamente aislado del entorno, basado casi siempre en la transmisión de unos contenidos establecidos, con un curriculum muy definido y que no para de crecer pero que al mismo tiempo deja fuera muchas cosas. Un sistema que no responde bien a la necesidades de la sociedad de hoy. 

No es cuestión solo de abandonar los libros. Es cuestión de cambiar la escuela. Es cuestión de cambiar nuestro modelo educativo. Es necesario una reflexión profunda sobre el cómo enseñamos, qué enseñamos, con qué enseñamos, dónde lo hacemos, a quién enseñamos, quién lo hace y quién gestiona el aprendizaje. Las preguntas que debemos hacernos son del tipo ¿cómo debe ser la educación cuando tanto el aprendizaje como el conocimiento están por todos lados?; ¿cómo podemos transformar la educación para hacerla más relevante y adecuada a nuestro entorno y a nuestros tiempos?; ¿cómo debe ser la educación en la sociedad del aprendizaje?.


McLuhan

El reto que tenemos es construir un modelo nuevo de enseñanza/aprendizaje que, garantizando la equidad, la calidad y la justicia social, responda a los desafíos que nos plantea el mundo hoy. Un sistema que dé más autonomía a los centros educativos y a los equipos directivos, construido sobre el reconocimiento y el liderazgo del profesorado, donde se fomente la colaboración y la cooperación entre centros y entre profesores, que fomente un aprendizaje estimulante y relevante para los alumnos y fomente su curiosidad y creatividad, que forme ciudadanos responsables, solidarios y críticos.

¿Qué alternativas puede encontrar un profesor a la hora de enseñar a sus alumnos?


Afortunadamente muchas. Disponemos de muchas metodologías alternativas. Ya hay mucha innovación educativa en las aulas. Hay muchos profesores innovando y cambiando las maneras de enseñar. Hay muchas alternativas y están accesibles. Las tecnologías de la información han posibilitado el desarrollo de comunidades de aprendizaje donde muchos docentes comparten conocimiento y experiencias. El reto, y la dificultad, pasa porque esa innovación educativa salga de las aulas y se extienda por todo el centro educativo y por el sistema educativo. 

No hay recetas únicas y cada centro educativo, junto con su comunidad educativa, debe definir su proyecto educativo de acuerdo con su realidad. Un proyecto que debe abarcar no sólo el ámbito pedagógico y tecnológico sino también el organizacional y el de relación con la comunidad educativa. Hay ya muy buenos ejemplos de centros educativos con proyectos educativos que combinan cosas como aprendizaje colaborativo, aprendizaje basado en proyectos, aprendizaje servicio, la clase invertida, las inteligencias múltiples. Todo se puede hacer con o sin libros de texto. Con o sin tecnologías. No es un tema de blanco o negro. Según el contexto se puede optar por una cosa u otra. El elemento clave es el centro educativo y los profesionales de la educación.

TSELIOT

La reflexión que debemos hacer es por qué es tan difícil producir cambios significativos en la educación. ¿Por qué cuesta tanto cambiar nuestras manera de enseñar y aprender?. Como decíamos no hay respuestas únicas y cada comunidad deberá encontrar su camino pero sí parece claro que este cambio no podemos hacerlo hoy sin entender las tecnologías y sin un uso intensivo de las mismas. 

En España, el inicio del curso escolar es muy caro para los padres por la necesidad de renovar los libros de texto. ¿Un nuevo modelo basado en las nuevas tecnologías abarataría la vuelta al cole?  

En este tema también es importante precisar. Se puede ahorrar dinero sin necesidad de abandonar el libro y sin cambiar de modelo pedagógico. Se podrían reducir costes utilizando por ejemplo Recursos Educativos Abiertos, libros escritos por los profesores del centro, creando bolsas de libros de segunda mano.

También puede resultar que una vuelta al cole con tecnología sea más cara por el coste de los dispositivos, su vida útil, los contenidos para esos dispositivos.

Aún así, en principio para las familias lo normal sería que sí se produjese un ahorro. De todas formas estamos todavía en una fase muy inicial. Se están explorando nuevos modelos de negocio, nuevas formas de distribución y de uso. La cadena de valor cambia radicalmente y los modelos de negocio son numerosos. Creo que aún habrá que esperar un poco para que se vayan asentando modelos.

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Es un error abordar el tema solo en términos económicos. Las preguntas que debemos hacernos es si las tecnologías existentes nos permiten poner en prácticas metodologías y pedagogías transformadoras. Si la tecnología puede por fin ser una palanca del cambio educativo. Todos conocemos ejemplos de incorporación de tecnologías sin que esto haya supuesto ningún cambio en el modelo educativo. Los ordenadores y las tablets pueden ser utilizados para perpetuar el aprendizaje pasivo, memorístico y puramente transmisivo o por el contrario para un aprendizaje activo, en el que se fomente la creatividad y el aprender haciendo. No depende de la tecnología sino de la pedagogía que esté detrás. Por eso a la hora de evaluar la pertinencia de incorporar tecnologías en las aulas deberíamos poner en la balanza en primer lugar criterios pedagógicos. 

En relación al libro de texto, ¿sucede algo parecido en los países de nuestro entorno?

Sí, los retos son los mismos, los actores implicados y el debate similares. En todos los países de nuestro entorno confluyen dos crisis. Por un lado la crisis de la industria editorial y del libro que se enfrenta al reto de transformarse para adecuarse a la sociedad digital. Por otro, como estamos hablando la crisis del modelo educativo y la necesidad de cambio. 

El libro texto se ve afectado por las dos. Ante este doble reto, los actores en general están actuando con distintas estrategias. Hay una tendencia importante por parte de las administraciones a apoyar los recursos educativos abiertos. También se está explorando, junto con la industria editorial, distintos modelos de acceso y uso de contenidos educativos. Las editoriales están explorando nuevos productos, nuevas experiencias de aprendizaje, nuevos modelos de negocio que les permitan seguir siendo un actor relevante en el sistema educativo.

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En términos generales hay más innovación y penetración de modelos alternativos al libro de texto en Estados Unidos que en Europa, pero los cambios se están produciendo rápido. En España todas las editoriales están trabajando ya en nuevos productos y nuevos servicios. 

¿Qué modelo educativo es el que podríamos imitar en aras de aprovechar las ventajas que las nuevas tecnologías nos ofrecen para mejorar el sistema educativo español? 


No hay un modelo perfecto. La necesidad de transformar la educación es común para todos. Es verdad que hay países que según el criterio de evaluación que utilicemos destacan y sobresalen pero sería un error tratar de replicar modelos de contextos que son muy diferentes del nuestro lo cual no quiere decir que no nos fijemos e intentemos aprender de otros. Con alguna excepción, las políticas de integración de tecnologías en la educación hasta ahora han fracasado. La tecnología siempre ha sido vista como una promesa para el cambio, como la palanca que iba a provocar la transformación educativa. 

La realidad, desgraciadamente, ha sido muy distinta. Parece que las cosas empiezan a cambiar y que hemos aprendido las lecciones. Empieza a haber, también en nuestro país, buenos y variados ejemplos de integración de las tecnologías en la educación. A nivel de sistemas educativos son interesantes los planes de cambio e integración de las tecnologías de países como Australia, Nueva Zelanda o la región de Alberta en Canadá.


Tomado de co.labora.red con permiso de su autor. 


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