Escribe José Blas García
“Solo podré alcanzar mis objetivos, si y solo si,
tú consigues el tuyo“
El Aprendizaje Cooperativo puede pasar por ser la metodología más veces nombrada por los docentes en sus programaciones pero una de las menos desarrollada en la realidad de las aulas.
Cooperar no es una actividad extraña. Desde siempre las personas nos hemos unido para lograr objetivos comunes, como manifestación clara de la vertiente social del género humano. Quizás, para algunos docentes, pueda resultar más innovador la idea de cooperar como metodología para aprender. Es decir, hacer de la cooperación una herramienta para aprender más y mejor. Aunque, …tampoco tan novedoso, como vemos a continuación.
TRABAJO EN EQUIPO
Desde Dewey hasta Siemens, desde las teorías de corte sociocultural hasta las teorías basadas en las inteligencias múltiples, todos los autores y pedagogos coinciden en que elementos que forman parte de esta metodología didáctica cooperativa (fomentar el trabajo en equipo, mantener conexiones donde lo social y lo individual se interrelacionen, promover el encuentro de la diversidad como motor del aprendizaje, democratizar las posibilidades de éxito escolar, ofrecer oportunidades de reconocimiento entre iguales, fomentar la autonomía y hacer efectivo el “aprender a aprender”, incentivar los esfuerzos grupal,…) son elementos favorecedores de aprendizajes significativos, auténticos y duraderos.
Es decir, todos los grandes estudiosos e investigadores de la pedagogía del último siglo hacen un guiño positivo hacia la idea de que, como señala y resume la doctora Leonor Prieto, en su libro, titulado El Aprendizaje Cooperativo, (editado por PPC, en 2007):
“Aprender cooperativamente representa una ocasión privilegiada para alcanzar objetivos de aprendizaje muy diversos, no solo referidos a los contenidos, sino también orientados al desarrollo de habilidades y destrezas interpersonales, con claros beneficios para el aprendizaje de los alumnos”.
A estas afirmaciones, podemos añadir las aportaciones realizadas Pujolàs y Lago que convierten al Aprendizaje Cooperativo en la metodología inclusiva por excelencia, al comprobar como escolares con características personales y necesidades educativas diversas, mejoran su rendimiento académico y alcanzan un desarrollo personal más elevado.
Sin embargo, resulta paradójico como, a pesar de todo lo anterior, tanto la imbricación que los sistemas educativos hacen del Aprendizaje Cooperativo en su desarrollo legislativo, como su utilización en el aula, es pura anécdota.
Intentando encontrar explicación a esta paradoja , me formulo tres interrogantes:
¿Hay suficiente investigación y evidencias de esta metodología para aprender?
¿Existe una formación adecuada del profesorado para unir aprendizaje y cooperación?
¿Es la cooperación un valor, una competencia o siquiera una habilidad, valorada por la sociedad actual?
I
INVESTIGACIÓN
De la interacción entre pares a la interdependencia positiva: beneficios del aprendizaje cooperativo ene la aula.
“A mí me va bien así. La cooperación y los experimentos… con Coca-Cola. Ya estoy cansado de los vendedores de humo ¿Donde están los resultados?”
Julio L.R. (Profesor de Secundaria)
Comenzaremos por el primero de los interrogantes: ¿Hay suficiente investigación y evidencias de esta metodología para aprender?
Ya hace más de un siglo que el pedagogo norteamericano John Dewey, como en tantos otros modelos activos, impulsó ideas que preconizaban la importancia de construir conocimientos a partir de la interacción y la ayuda entre pares y apostaba por hacerlo como modelo sistemático y continuo de aprendizaje.
TEORÍAS DEL APRENDIZAJE
Más adelante, el enriquecimiento sistemático de las teorías del aprendizaje (Teoría Sociocultural de Vygotsky; la Teoría Genética de Piaget; el Aprendizaje Significativo de Ausubel, la Psicología Humanista de Rogers…) culminaron con la Teoría de la Interdependencia Positiva de los hermanos Johnson.
Los hermanos David y Roger Johnson, a mediados de la década de los 60, comenzaron sus investigaciones sobre las teorías de la interdependencia positiva. En su desarrollo demostraron ampliamente la eficacia para el aprendizaje que muestran los esfuerzos cooperativos en comparación con los competitivos e individualistas.
De sus teorías extrajeron una trío de conclusiones que han sido corroboradas por la pedagogía a lo largo y ancho de los cincuenta años transcurridos desde entonces: mejora de los resultados, mejora de la convivencia e idoneidad para hacer efectiva la inclusión en el campo de la educación.
Podemos observarlas en la siguiente tabla: los beneficios del aprendizaje cooperativo en el aula, adaptada de David W. Johnson – Roger T. Johnson Edythe J. Holubec. El aprendizaje cooperativo en el aula.
Y es que, a veces, la falta de constatación de la efectividad de una metodología es la excusa perfecta para que los inmovilistas tengan un argumento valedor de su estaticidad docente. Si nos decidimos a teclear Aprendizaje Cooperativo en Google, y lo hacemos en varios idiomas, serán por decenas de miles los resultados que aparezcan en la red relacionados con este tema. En una mirada rápida he encontrado una veintena de libros en español, publicados después del 2000, todos ellos de autores con trayectoria profesional contrastada sobre la temática.
Por tanto, en el caso del Aprendizaje Cooperativo es muy difícil argumentar que es una metodología sobre la que hay poca investigación, ni evidencias. Sólo Johnson and Johnson tienen publicados más de 100 estudios de investigación. Además, si a las publicaciones de estos autores, le añadimos toda la investigación desarrollada por otros autores internacionales de prestigio como R. Slavin o S. Kagan, y las publicaciones e investigaciones de pedagogos más cercanos a nuestro entorno, como los españoles Perè Pujolás, Juan Carlos Torrego y Joan Ruè, podemos contar por miles las publicaciones sobre esta temática a nuestro alcance. En el 2013, coordinada por Pilar Arnaiz, Catedrática de Pedagogía en la Universidad de Murcia y por Jose E. Linares, director del Equipo de Convivencia Escolar, también tuve el honor contribuir en un trabajo sobre Aprendizaje Cooperativo con claras intenciones de apostar por su desarrollo práctico: Proceso de implementación de Aprendizaje Cooperativo en el Aula (CARM-Región de Murcia).
II
FORMACIÓN
Aprender a Cooperar para Cooperar Aprendiendo:
“Siempre hago aprendizaje cooperativo: Cuando los mejores alumnos han terminado sus actividades, les pido que ayuden a los que van más flojos”.
Maribel L.H (Maestra de E. Primaria)
La segunda, duda, tiene que ver con la formación. Es fácil observar como muchos maestros y profesores denominamos Aprendizaje Cooperativo a muchas acciones que hacemos en el aula, donde cooperar no es siempre la estrategia.
Aún con las mejores intenciones, es un error muy común en la utilización de metodologías de trabajo grupal, creer que con agrupar a varios alumnos en torno a una mesa de trabajo, a un reto o problema o a una investigación, ya estamos poniendo en práctica aprendizaje por medio de grupos cooperativos. En realidad, nada más erróneo y desalentador pues acabamos caminado por una metodología con aspecto de activa pero con fondo que moviliza poco a la acción, obteniendo como resultado, caos en el aula y arrepentimiento de habernos decidido a hacer algo fuera de lo habitual.
Para facilitar el desarrollo práctico del Aprendizaje Cooperativo, he sintetizado, en la siguiente infografía, un decálogo con los aspectos esenciales a tener en cuenta para el desarrollo metodológico de Aprendizaje Cooperativo. Para ello he aglutinado los tres grandes bloques que sustentan el Aprendizaje Cooperativo:
La características organizativas que se deben dar en un aula cooperativa.
Las características estructurales que se deben tener en cuenta en el diseño de tareas cooperativas.
Los elementos básicos que debe contemplarse en el desarrollo de una metodología basada en aprender de manera cooperativa.
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ASPECTOS ESENCIALES
III
COOPERACIÓN
Una escuela donde se aprende a cooperar, dentro de una sociedad que enseña a competir.
“No me gusta dejar los apuntes de mis clases de biología. Estamos a puertas de la selectividad y para que yo entre en medicina…otros se tienen que quedar”.
Ana F.C. (alumna de bachillerato)
“No me parece bien que mi hijo tenga que trabajar en equipo con alumnos que tienen necesidades especiales, eso les retrasa a él, o lo tiene que hacer todo… y luego la nota es igual para todos.No es justo”.
Pedro M.M. ( padre de alumno de E.S.O.)
“A mis hijos siempre le pongo como ejemplo a los que llegan lejos. En esta vida …o eres el primero o no te comes una rosca”.
Hernando M.M. (Padre de alumno de Bachillerato)
Es posible que estemos chocando contra un muro cultural, con una filosofía social que no encaja con principios cooperativos. Somos conscientes de la dificultad de romper con una arraigada tradición social de considerar como muy valiosos los logros individualistas (entendidos como aquellos en el que no hay vinculación entre personas y en los que cada uno trabaja por su cuenta para lograr sus propias metas, incluso en contra, por encima, por delante y antes que los demás , como una competición) no es el mejor de los caldos de cultivo para llevar al aula esta metodología. Lo advertía en AIKA (Diario de Innovación y Tecnología en Educación) , hace unos días Alain Touraine, (sociólogo Francés, Premio Príncipe de Asturias 2010):
“Hemos pasado de una sociedad postindustrial a un modelo postsocial donde la sociedad, tal y como la conocemos, se descompone en favor de un sistema donde predomina el individualismo”
Quizás una de los principales motivos de su escasa utilización es que la sociedad no nos creemos que la cooperación sea un valor, ni siquiera una competencia o habilidad que haya que desarrollar, pues esto no tiene utilidad en nuestra sociedad liberal, que endiosa la competitividad, el individualismo y el triunfo de unos sobre otros, muy alejados de lo que el modelo cooperativo promueve:
Si todos ganáis, yo gano
La misma estructura de la escuela es contraria a los principios cooperativos y hacen casi impracticable su desarrollo. Es necesaria un cambio de cultura, un cambio organizativo y un cambio metodológico que esté orientado a la cooperación. La cooperación como vehículo hacia una escuela insertada en su contexto, democrática e inclusiva, al mismo tiempo que autónoma, crítica y empoderadora de individuos, como frente contra de contención:
El aislamiento docente; la homogeneización de currículos y método; el culto al silencio, al esfuerzo y trabajo individual, a las calificaciones como símbolos de logro…
La división burocrática por cursos y aulas; la clasificación de las escuelas en ordinarias y especiales; la promoción a base de resultados; la especialización por asignaturas, por departamentos, por materiales; la organización por horas en las que cada maestro o profesor solo sabe y le interesa “lo suyo”; el conocimiento enlatado; los alumnos tratados bien como insumos o bien como piezas intercambiables de un puzzle…
Las metodologías reproductoras, limitadoras de la creatividad y la iniciativa, visibilizadoras de las carencias y no de las posibilidades…
CULTURA COOPERATIVA
Todos estos elementos poco favorecedores de una cultura cooperativa aplastan como una gran losa, y se contraponen a pensar que aprender a cooperar es útil en la escuela. Llegado a este punto de reflexión, es imprescindible preguntarnos sobre qué cambios introducir para mirar de frente a uno de los mejores métodos para favorecer la inclusión del alumnado, para diseñar programas de aprendizaje personalizado, para la optimización de los recursos humanos (siendo uno de los métodos en los que más peso tiene y mejor se aprovecha la fuerza del grupo) y, en definitiva, una metodología suficientemente demostrada como impulsora y mediadora de mayores y más eficaces situaciones de aprendizaje en el aula.
Quizás cabe preguntarnos si es posible una escuela donde aprender todos sea el objetivo común… y si eso es una necesidad que interesa a nuestra sociedad.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
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