Por Juan Leiva
Universidad de Málaga
Universidad de Málaga
En el desarrollo práctico de la educación intercultural en las escuelas del siglo XXI podemos vislumbrar aspectos positivos y otros menos positivos o directamente negativos. Algunos deberán ser fomentados desde los equipos directivos de los centros formativos, comprometidos con el desarrollo pedagógico inclusivo y la cultura de la diversidad, por un lado; y otros deberán ser corregidos, revisados o reducidos a su mínima expresión, por el bien comunitario y el bienestar psicológico de estudiantes y familias.
Las luces de la didáctica de la educación intercultural serían, desde nuestro punto de vista, las siguientes:
– La interculturalidad ayuda a la promoción de la resiliencia personal y colectiva
– La interculturalidad estimula la creatividad y el pensamiento crítico
– La interculturalidad es una respuesta pedagógica y social eficaz frente al racismo, la xenofobia y la islamofobia.
– La mediación intercultural promueve los puentes de convivencia entre personas y comunidades diversas
– La interculturalidad ayuda a la promoción de la resiliencia personal y colectiva
– La interculturalidad estimula la creatividad y el pensamiento crítico
– La interculturalidad es una respuesta pedagógica y social eficaz frente al racismo, la xenofobia y la islamofobia.
– La mediación intercultural promueve los puentes de convivencia entre personas y comunidades diversas
En primer lugar, la interculturalidad es hoy una praxis pedagógica que ayuda, de forma inexcusable, en la promoción activa de la resiliencia, en el sentido de movilizar recursos de empoderamiento personales para su puesta en práctica en todo tipo de situaciones. Ni que decir tiene que la entendemos como la habilidad interior para afrontar adversidades, pero va más allá del mero afrontamiento conductual, cognitivo y emocional. Estamos de acuerdo con Dervin (2015) cuando plantea que la resiliencia es un “motor” de cambio interno que puede contar a otras personas, y, por ende, a colectivos y grupos humanos. Tiene que ver con aspectos de la creatividad personal y social, y con recursos de personalidad que pueden ser tratados y promovidos en contextos educativos de diversidad cultural.
En segundo lugar, la interculturalidad es un estimulante que retroalimenta y nutre la creatividad de múltiples formas y modos de proceder. En sí, al construir permeabilidades conceptuales y suponer interacciones interculturales, va a favorecer el pensamiento divergente y la puesta en práctica de iniciativas creativas. La creatividad es un principio y valor clave en la educación del siglo XXI. Las escuelas y los centros de formación deben estar impregnados de sensibilidad creativa, y aquí la interculturalidad puede generar motivaciones y hechos creativos si se dan las condiciones de libertad, respeto, dinamismo y sistemas atribucionales basados en la legitimidad de la diferencia y la inclusión.
El éxito del talento de cada una de las personas en los centros educativos depende de cómo abordar de forma integral la cualidad creativa como valor, intrínsecamente vinculada con la diferencia cultural.
En tercer lugar, la educación intercultural es una respuesta decidida y firma ante cualquier atisbo de discriminación, racismo y xenofobia. La educación no puede admitir ningún tipo de tolerancia hacia esta lacra. Los seres humanos merecen todo el respeto, todos y cada uno de ellos, y ninguna cultura está por encima de otra, por lo que debemos fomentar la interculturalidad porque defiende la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad entre personas y comunidades.
En cuarto lugar, la interculturalidad puede favorecer las respuestas psicosociales y educativas con la mediación intercultural. La mediación es un sistema de interacción comunicativa y de comprensión del escenario comunitario de diversidad cultural, entendido como puente de convivencia.
En cuarto lugar, la interculturalidad puede favorecer las respuestas psicosociales y educativas con la mediación intercultural. La mediación es un sistema de interacción comunicativa y de comprensión del escenario comunitario de diversidad cultural, entendido como puente de convivencia.
La diversidad es lo común y lo común es la diversidad en los contextos de desarrollo humano en los que vivimos, y hace falta herramientas prácticas como la mediación. Podemos subrayar que son herramientas que conciben la globalidad de la diferencia y ayudan a las familias, a los jóvenes y a los docentes que la riqueza del ser humano está en comprender la diversidad personal, social, cultural y emocional. Esa enfatización de la riqueza supone, visibilizar y acentuar aquellos aspectos que pueden favorecer la generación de sinergias para una educación mejor, para un bienestar y desarrollo humano auténtico en las relaciones interpersonales en el espacio escolar y social.
No cabe duda de que resulta imprescindible incrementar la formación intercultural de los futuros docentes implicados en el desarrollo educativo y comunitario en la escuela del siglo XXI. Así, la formación didáctica en interculturalidad se torna, en la actualidad, en una construcción emergente e ineludible para hacer de forma práctica y dinámica, más democracia y una escuela más humana e inclusiva.
Resulta clave la emergencia de generar puentes de diálogo intercultural e interreligioso en la escuela y, también, en los espacios de formación de los futuros profesionales de la educación. La religión no puede quedarse al margen de la diversidad cultural, y ésta impregna también las relaciones interpersonales, así como patrones conductuales dentro de los escenarios formativos. Resulta imprescindible romper con los reduccionismos epistemológicos y semánticos en relación con la interculturalidad, que debe asumir su complejidad y hacer prevalecer el respeto, el diálogo, la empatía, la inclusión y los valores democráticos.
Por tanto, diálogo intercultural e interreligioso están vinculados al desarrollo de la mediación como herramienta clave para favorecer la tolerancia, el respeto y, por tanto, la creación de una cultura de la diversidad superadora de desigualdades, injusticias y discriminaciones en los escenarios escolares. El camino comienza en la mentalidad y en la formación de los futuros docentes de la sociedad del siglo XXI.
Los jóvenes de hoy requieren y necesitan vivir democracia e inclusión en las aulas que les sirva para adquirir competencias interculturales de acogida, participación y de crítica en sociedades plurales, diversas y compleja. Las tradicionales recetas didácticas basadas en la mera uniformización curricular o en la simple administración de un currículo hegemónico, la exaltación folclórica o la mirada pedagógica compensatoria vinculada a la interculturalidad en la universidad no resuelven el necesario impulso revitalizador de la praxis educativa intercultural. Hoy más que nunca debemos enfatizar los principios y valores democráticos interculturales de libertad e inclusión ante las amenazas xenófobas, populistas y totalitarias que son reales en un mundo en permanente cambio social.
Cómo citar esta entrada:
Leiva, J. (2017). La Escuela Intercultural hoy: reflexiones y perspectivas pedagógicas. Aula magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/2888
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores
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