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jueves, 5 de abril de 2018

Sobre la revisión de los artículos científicos o… lo enviamos un martes del mes de julio

Por  Ernesto López Gómez* y Marta Ruíz Corbella**
 *Coeditor de Aula Magna 2.0
**Editora de Aula Magna 2.0. Editora Jefe de Educación XX1.
 Facultad de Educación (UNED).
Aunque los comienzos de la “revisión por pares” se asocian frecuentemente con la Royal Society of London, cuando asumió la responsabilidad oficial de las Philosophical Transactions en 1752, para autores como Kronick (1990) los antecedentes de las prácticas de revisión por pares se remontan al siglo XVIII cuando las sociedades médicas en Gran Bretaña crearon comités para revisar los artículos enviados a sus revistas especializadas. Sea como fuere, pocas dudas quedan de la relevancia de la revisión por pares en el proceso editorial de toda revista científica, ya que representa una estrategia ampliamente aceptada para garantizar el control de calidad en la investigación científica. Y más aún en un momento de gran difusión de las conocidas predatory journals, en la que esta revisión por pares resulta limitada y cuestionable (Hak, Giannoudis y Mauffrey, 2016).
Sin embargo, a pesar de esta implícita unanimidad por parte de la comunidad científica, Mrowinski et al. (2017) advirtieron recientemente que, sin restar importancia a la revisión por pares, sigue siendo un tema poco estudiado, debido a la escasa disponibilidad de datos de este proceso. Sobre citas, fechas de publicación u otros indicadores resulta relativamente simple obtener información, ahora bien sobre el funcionamiento interno del proceso editorial generalmente no es tan sencillo dado que estamos abordando un tema que pertenece ya a la gestión interna de cada publicación y no siempre se facilita el acceso a ese tipo de datos.
Por otra parte, Ferreira et al. (2017) destacan que, en cuanto a la propia práctica de la revisión por pares, el proceso no ha sabido adaptarse a las exigencias y posibilidades de la investigación y las publicaciones científicas de hoy en día. Estos autores identifican algunas debilidades del actual sistema como son la usual voluntariedad de las revisiones, las dificultades para que los revisores acepten arbitrajes, el escaso rigor de algunos informes, los tiempos del proceso, la ausencia de criterios de revisión estandarizados, cuestiones éticas y conflicto de intereses, entre otros. De todas estas cuestiones, en esta entrada, nos centraremos en el desafío que supone comprometer a los revisores en el proceso de revisión por pares, verdadero reto para cualquier equipo editorial.
Como punto de partida, proponemos recordar la primera vez que un editor le invitó a revisar un artículo científico. Generalmente suele ser una experiencia emocionante. Ahora bien, ¿recuerda la última vez que le solicitaron la revisión de un artículo? Si aceptó la revisión, ¿resultó un trabajo emocionante o una pesada carga? Como señalan Zazgyva et al. (2017), la mayoría de los investigadores o académicos son propensos a aceptar una invitación para actuar como revisores, ya que se reconoce de modo tácito la experiencia o conocimientos en un área. Obviamente, hay circunstancias que hacen que no sea posible aceptar la revisión, como una carga de trabajo más intensa o plazos de cierre de presentación de proyectos, organización de congresos, enfermedad, entre otros. Sin duda, ser consultado sobre la posibilidad de ser revisor para un artículo es un honor, pero, ¿somos conscientes de la importante responsabilidad que se asume?
A la vez no podemos negar que, como señalan Lederman y Lederman (2017), ser revisor es un trabajo ingrato, y la única recompensa tangible es que puedes incluir tu experiencia como revisor en el CV, si bien carece de un reconocimiento académico significativo en relación con el compromiso de tiempo requerido y las consecuencias de dicho informe. Además, algunos expertos señalan que si aceptaran todas las solicitudes de revisión por pares que reciben, no podrían hacer nada más, y no tendrían tiempo para avanzar en su propia investigación (Hak, Giannoudis y Mauffrey, 2016).
Este problema está aumentando por la presión por publicar en revistas revisadas por pares y el consecuente aumento de manuscritos que estas publicaciones reciben. Cada vez más los editores se están encontrando con serias dificultades para encontrar revisores, que se trasluce en el propio proceso: revisiones que no se aceptan, que se aceptan pero no llegan a publicarse, que se retrasan o que son de escasa calidad (Lederman y Lederman, 2017), lo que acaba afectando a la calidad del proceso editorial. Estos mismos autores señalan que al contar con un elenco de revisores cada vez más limitado, cuyo número es más reducido para quienes hacen su labor con mayor competencia, sucede que en ocasiones se sobrecargue a los “buenos” revisores. La consecuencia es que se acaba desarrollando un proceso de revisión en el que solo se consideran algunas perspectivas, cuando lo deseable es justo al revés, es decir, contar con diversidad de enfoques y conocimiento especializado, antes que con un grupo pequeño de revisores por muy valiosa que su contribución sea.
En este sentido, Zazgyva et al. (2017) proponen que el actual “sistema push” de revisión donde el editor asigna un revisor sin tener una idea de sus restricciones de tiempo se modifique a “sistema pull”, donde el revisor muestra su disponibilidad y disposición para revisar un manuscrito en un momento específico. Obviamente, este cambio requeriría un ajuste “cultural y académico” y también de sistemas de gestión de procesos editoriales. Además, es posible que los buenos revisores “nunca” estén disponibles o no señalen su “deseo” de realizar una revisión.
Otra posible propuesta que plantean Hak, Giannoudis y Mauffrey (2016) se centra en requerir cierto número de revisiones por pares finalizadas durante un período de tiempo para que ese autor pueda enviar su artículo a determinada revista. Estos mismos autores, reflexionando sobre el binomio autor-revisor y haciéndose eco de otros estudios, plantean que un autor debería ser revisor, al menos, de un número de artículos similar al de revisores que se requirieron para sus publicaciones. Pero esta podría generar un efecto perverso: la presión a los editores para revisar, ya que esperan cumplir con un número determinado para poder enviar su trabajo.
Otra alternativa innovadora tiene que ver con desarrollar un “índice R” como una forma simple de cuantificar las contribuciones de los científicos como revisores, que proporcionaría un reconocimiento académico visible que podría fomentar una mayor participación con revisiones de mayor calidad (vid. Cantor y Gero, 2015).
La cuestión no está, ni mucho menos, resuelta, por lo que abordarla y debatir sobre nuevas opciones para la revisión por pares debe ser un tema en el que debamos avanzar. Encontrar nuevas vías que garanticen una evaluación objetiva y de calidad que aporte la argumentación necesaria para que cada editor pueda elegir las mejores contribuciones, resulta esencial. Si no somos capaces de garantizar la calidad de este proceso, podremos plantear que no se envíen artículos los fines de semana, ya que un análisis de la relación entre la fecha de envío de artículos y la decisión de aceptación o rechazo, depende de que sea remitido los martes, al ser este día el que mayor número de originales son aceptados (Ausloos, Nedic y Dekanski, 2016). O si atendemos a la relevancia de las fluctuaciones mensuales en los procesos de revisión y la tasa de aceptación, se llega a la conclusión que la duración en el proceso de revisión es mayor para los manuscritos enviados en enero, mayo y octubre. En cambio, advierten que julio es el mejor mes para enviar artículos y así lo indican en el título: “you should write when you like, but submit in July” (Schreiber, 2012). Sin duda, podemos continuar analizando las diferentes variables que intervienen en este proceso editorial, pero lo que no hay duda es que, independientemente de si lo mandamos un martes del mes de julio, la clave sigue residiendo en la calidad del proceso de revisión de los artículos que llegan a nuestras revistas. Conocer buenas prácticas, plantear nuevas vías, pensar en la necesaria formación como revisores, son temas que como editores debemos abordar.
Referencias bibliográficas:
Ausloos, M., Nedic, O., & Dekanski, A. (2016). Day of the week effect in paper submission/acceptance/rejection to/in/by peer review journals. Physica A: Statistical Mechanics and its Applications456, 197-203.
Cantor, M., & Gero, S. (2015). The missing metric: quantifying contributions of reviewers. Royal Society open science2(2), 140540.
Ferreira, C., Bastille‐Rousseau, G., Bennett, A. M., Ellington, E. H., Terwissen, C., Austin, C., … & Hossie, T. J. (2016). The evolution of peer review as a basis for scientific publication: directional selection towards a robust discipline?. Biological Reviews91(3), 597-610.
Hak, D.J., Giannoudis, P. & Mauffrey, C. (2016). Increasing challenges for an effective peer-review process. European Journal of Orthopaedic Surgery & Traumatology, 26 (2), 117-118.
Kronick, D. A. (1990). Peer review in 18th-century scientific journalism. Jama263(10), 1321-1322.
Lederman, N. G., & Lederman, J. S. (2017). The Future of Peer Review. Journal of Science Teacher Education, 28 (3), 219-221.
Mrowinski, M. J., Fronczak, P., Fronczak, A., Ausloos, M., & Nedic, O. (2017). Artificial intelligence in peer review: How can evolutionary computation support journal editors?. PloS one12(9), e0184711.
Schreiber, M. (2012). Seasonal bias in editorial decisions for a physics journal: you should write when you like, but submit in July. Learned Publishing25(2), 145-151.
Zazgyva, A., Kon, E., Mauffrey, C., Mavrogenis, A. F., & Scarlat, M. M. (2017). Reviews, reviewers and reviewing. International Orthopaedics (SICOT), 41, 1-2
Cómo citar esta entrada:
López Gómez, E. y Ruiz-Corbella, M. (2018). Sobre la revisión de los artículos científicos o… lo enviamos un martes del mes de julio. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de:https://cuedespyd.hypotheses.org/3421
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

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