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miércoles, 29 de enero de 2020

Formación del profesorado y #CienciaenelParlamento

Escribe Sara Torregrosa Universidad de Lund

En este blog se ha tratado algunas veces el tema de la formación docente del profesorado universitario. O, más frecuentemente, de lo que se ha hablado es de su insuficiencia (ver, por ejemplo, aquí y aquí). Esto es algo que preocupa a los miembros de La Facultad Invisible: creemos en la conveniencia de una…
“Formación pedagógica inicial y continuada del profesorado. Seguimiento de la calidad de la enseñanza y reconocimiento apropiado de su valor entre los méritos curriculares de los docentes” (Decálogo de La Facultad Invisible).
Nos parece problemático que se pueda “arrojar” a los investigadores predoctorales al aula sin haber recibido por formación docente más que los consejos y ánimos de sus colegas más generosos. A mí me sucedió así: me pasaron presentaciones, ejercicios, y me dieron algunas recomendaciones sobre qué hacer y cómo actuar, pero cuando en el otoño de 2012 me planté por primera vez delante de los estudiantes no había recibido ninguna educación formal sobre pedagogía docente. Lo hice lo mejor que pude (con muchos nervios, y muchas dudas), y fui aprendiendo sobre la marcha, con la experiencia. Imagino que la historia es común a muchos otros becarios de la universidad española en los últimos tiempos.
Por ello, cuando en marzo de 2018 se dio a conocer la iniciativa #CienciaenelParlamento, en La Facultad Invisible pensamos que era oportuno que se trabajara este tema a dicho nivel. El objetivo de #CienciaenelParlamento es “que la ciencia y el conocimiento científico sean una de las fuentes de información en la formulación de propuestas políticas”. Se trata, por tanto, de fomentar el contacto entre los responsables políticos y los sectores científicos, para facilitar la formulación de políticas basadas en la evidencia. No es una iniciativa sobre política científica, sino sobre poner la ciencia al servicio de las políticas (así, en plural).
Preparamos, por tanto, una propuesta para #CienciaenelParlamento sobre el tema de la formación docente del profesorado. ¿Hay evidencias científicas sobre los efectos de una mayor calidad del docente sobre el aprendizaje de los estudiantes, en el nivel univesitario? Sí, las hay. Por ejemplo, De Paola (2009) encontró que la calidad del profesorado tenía efectos positivos sobre las notas de los estudiantes en los siguientes cursos. El análisis se realizó sobre estudiantes de Economía y Negocios en una universidad italiana de tamaño medio; en este caso, la “calidad” se medía en términos de su experiencia y productividad investigadora.
Por otra parte, algunos estudios sobre los efectos de programas de formación del profesorado se resumen y comparan en Stes et al. (2010). Los autores incluyeron análisis sobre efectos en tres dimensiones: cambio en los profesores, cambio en las instituciones, y cambio en los estudiantes. Diversos estudios allí citados muestran efectos positivos de la formación docente en el aprendizaje de los estudiantes (por ejemplo, McShannon y Hynes (2005), que tratan sobre estudiantes de ingeniería).
Dentro de la revisión de Stes et al. (2010) también se contemplan estudios que miden el efecto (positivo) de la formación del profesorado en la satisfacción de los estudiantes, a partir de encuestas. Por ejemplo, se encontraron mejoras tras la participación en programas de formación docente en los trabajos de Brauchle y Jerich (1998) y Skeff et al. (1998). El primer artículo citado es especialmente interesante, pues su diseño empírico incluye la comparación entre un grupo “tratado” (cuyos profesores recibieron la formación) y un grupo de control (cuyos profesores no la recibieron).
El comité de #CienciaenelParlamento consideró interesante esta línea de trabajo, incluyéndola dentro del bloque “Educación Basada en la Evidencia y Matemáticas como motor de la Sociedad”. Se trata de uno de los variados temas que un grupo de técnicos de asesoramiento científico ha estado trabajando, a partir de las jornadas celebradas en el Parlamento noviembre del 2018. Dicho evento tuvo un considerable impacto mediático y una recepción muy positiva entre la opinión pública del país, e incluso se llegó a un acuerdo para la creación de una Oficina de Asesoramiento Científico en el Parlamento. No obstante, dada la prolongada situación de interinidad política en España, todavía estamos esperando las conclusiones de los diversos grupos de trabajo como primer paso para su posible puesta en práctica. Confiamos en que tengan un impacto en la formulación de políticas basadas en la evidencia, también en el ámbito de la formación del profesorado.
Permitidme que termine con otra nota autobiográfica. En mis tiempos en la Universidad de Barcelona, realicé un curso de formación docente, organizado por el Instituto de Ciencias de la Educación. Fue una buena experiencia, pero pero lo hice de manera voluntaria. He mencionado este curso posteriormente en solicitudes diversas de acreditación y de empleo en España, donde se considera como uno de los méritos, pero dudo que alguna vez mi futuro académico dependa de ello. La situación es algo diferente ahora que trabajo en la Universidad de Lund (en el sur de Suecia). Desde que llegué, he realizado dos cursos de formación docente, y tengo un par más como objetivos a corto plazo. Mi incentivo para ello no es solo el propio interés en hacer mi trabajo lo mejor posible (y en pasar menos nervios al preparar las clases). Por el contrario: se me requeririrían cinco semanas efectivas de esta educación para acceder a un puesto de trabajo como “profesor” de universidad (es decir, a una “plaza”). La información al respecto se puede leer aquí (en inglés). Quizá podamos pensar en ello para las universidades de nuestro país. Y poner los incentivos, pero también, por supuesto, los medios.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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