La endogamia es un tema tabú del que parece no se puede hablar, pero tranquilos, que no voy a hablar (exclusivamente) de la endogamia en la universidad española. Que, rápidamente, saldrán muchos con lo de la endogamia buena o la endogamia mala (como el colesterol). Voy a hablar de la endogamia en cualquier institución: empresas, organizaciones, centros, sindicatos, partidos políticos…
La endogamia es un comportamiento natural en el ser humano. ¿Cómo no va a ser natural que queramos que alguien próximo a nosotros progrese, ascienda o sea contratado en la organización en la que trabajamos? Y si esa persona próxima es nuestro hijo o nuestra compañera… (aquí la endogamia se convierte en nepotismo), mejor que mejor. Si además estamos convencidos de que esa persona “próxima” es buena y competente, ¿por qué no la vamos a contratar o promocionar? Es lo más natural del mundo. En la universidad, cuando esto ocurre, se suele decir que es endogamia buena que, como el colesterol, puede ser bueno o malo. Y lo entiendo. En un grupo de investigación o departamento de corte experimental, donde la investigación que se hace es muy específica y especializada, y donde formar a un científico lleva años, ¿cómo no se va a entender que la mejor opción para estabilizar o promocionar a alguien es la de la persona formada “en casa”?
La endogamia es un fenómeno que ocurre en cualquier tipo de organización: empresas, partidos políticos, judicatura, medios de comunicación, sindicatos y, también, en la universidad y, no nos olvidemos, en los centros de investigación (públicos y privados). Especialmente en España. ¿Y cuál es la causa? En mi opinión, la causa está vinculada con tres aspectos distintos pero complementarios: la cultura, la necesidad y la ley. Vayamos por partes.
La cultura de la endogamia o la no-endogamia
Hay países donde existe una cultura contraria a la endogamia. Especialmente en el mundo anglosajón. En esos países, no se concibe un proceso de contratación o promoción, especialmente en el sector público, donde se primen criterios endogámicos sobre los méritos profesionales. Y si la endogamia es prácticamente un tabú, el nepotismo es un anatema. En España esto no ocurre. La tradición de contratar o promocionar “al de la casa” es endémica y muy antigua. Y si el de la casa es tu familiar o tu pareja, pues mejor que mejor. Solo desde unos años atrás, empieza a surgir un cierto clamor contra el nepotismo y, con algo de menos fuerza, contra la endogamia. Y siempre se denosta la endogamia de “los demás”. No es raro encontrar columnas en los medios donde se critica la endogamia de los jueces, o de los universitarios, cuando la endogamia en la prensa o la política es abundante y generalizada. A esto responden los acusadores que “ellos son medios privados”, lo cual no es totalmente cierto si consideramos las subvenciones directas o indirectas que reciben.
Es reciente, en España, el rechazo hacia criterios que priman lo endogamia sobre el mérito.
La necesidad
Cuando la supervivencia de una organización depende de que se contrate o promocione a los más competentes, allí no existe ni endogamia ni nepotismo. Esto es más normal en el mundo privado, donde si alguien “de dentro” o “de la familia” progresa, es porque es competente. Nadie pone en riesgo su supervivencia por promocionar a un inútil, por muy familia que sea ese inútil. Por supuesto que hay excepciones, pero siempre lo son cuando la organización tiene mucha holgura para que se ponga en riesgo la supervivencia. En los sitios donde existe además una cultura “antiendogámica” suele coincidir que, desde tiempos inmemoriales, existe también la cultura de la evaluación de resultados, tanto en lo público como en lo privado. Si esa evaluación va vinculada a la supervivencia, la endogamia o el nepotismo no tienen lugar en la organización. Siempre he defendido que si la financiación de las organizaciones públicas (léase universidades o centros públicos de investigación) estuviera vinculada en un 30 o 40% a objetivos evaluables por indicadores equitativos se acabaría la endogamia, de forma natural, en pocos años.
La ley
Hay instituciones donde por ley (estatutos, ordenanzas, instrucciones internas…) la endogamia o el nepotismo están “prohibidos”. En esos países donde existe cultura contra la endogamia, normalmente, se deriva de muchos años de legislación anti-endogamia. En España ya empieza a haber instituciones (universidades, por ejemplo), donde contratar un familiar es algo prácticamente imposible. No ocurre lo mismo en relación con la endogamia. Si se legisla en favor de la igualdad y de la no discriminación frente a determinados colectivos, ¿por qué no se legisla para evitar la discriminación que significa que “el de casa” tenga ventaja? Si todos entendemos que la endogamia, en términos generales, no es buena, ¿por qué no se legisla en contra de la endogamia? No se trata del que “el de la casa” no tenga oportunidades, sino, sencillamente, de que “el mejor cualificado” si las tenga. Por la salud y supervivencia de las instituciones.
La contratación de «los mejores» implica la evaluación de los objetivos y el reconocimiento del mérito.
En España no tenemos cultura contra el nepotismo y la endogamia. Harán falta muchos años para que, de forma natural, las instituciones contraten o promociones “a los mejores”, sean de dentro o de fuera. Y el hecho de que no se contrate sistemáticamente “al mejor”, es una tara para nuestra sociedad. Es por ello que, hasta que esa cultura se instale en la sociedad, hay o habría que actuar sobre las otras dos líneas de trabajo. La primera sería que, al menos en el sistema público, la financiación de una institución se vincule, siempre, a objetivos cumplidos. Si el dinero de las universidades públicas se repartiera por criterios de productividad, no haría falta ninguna política para luchar contra la endogamia. La segunda es que se legisle de forma proactiva, no en contra de la endogamia, sino a favor del mérito y la capacidad.
En la universidad española atravesamos un momento crítico. Existen bolsas enormes de precariedad con personas que tienen todo el derecho a esperar una estabilización. Por otro lado, existen miles de profesores españoles expatriados, con una experiencia docente e investigadora internacional de primer nivel, y que tienen prácticamente vetado su regreso al sistema público español (con los sistemas vigentes extendidos con los que funcionan los concursos de acceso). Y, por último, las universidades están necesitadas, en un mundo global, de competir con las mejores armas, y estas están inexorablemente ligadas al mejor talento del que puedan disponer.
Lo que es claro es que nuestro sistema universitario, si quiere ser algo en el escenario mundial, se tiene que mover hacia modos de trabajo internacionales, y eso pasa por un sistema de financiación por objetivos y por la atracción y retención de talento internacional. Es esto o morir de mediocridad. Si junto a un sistema de financiación por objetivos, empujamos con una mínima legislación que facilite “que los mejores consigan las plazas o la promoción”, que no necesariamente han de ser “de fuera”, estaremos ayudando a nuestro sistema universitario a mejorar. Con el sistema de gobernanza actual ningún Rector lo va a tener fácil en el caso de que quiera ir en esta dirección. Es por ello que las administraciones tienen que actuar incentivando que las cosas se muevan en la dirección correcta. Programas como el Serra Hunter (en Cataluña) o el Echegaray (en Madrid), pueden ayudar, pero serían necesarias modificaciones legislativas que hicieran imparables los cambios hacia las buenas prácticas internacionales. No nos podemos permitir derrochar talento.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores
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