Por Melissa Guerra Jáuregui tomado de EDUNEWS
Existe una percepción errónea en la cultura laboral sobre el estrés, agotamiento (burnout) y la salud mental, ya que muchos de estos padecimientos son normalizados y considerados como “gajes del oficio”. Además, suelen resonar dichos como el famoso: “Ponte la camiseta”, con el fin de persuadir sobre la existencia de un ambiente laboral sano, cuando en realidad suele ser todo lo contrario.
Aunque los problemas de salud mental pueden aparecer en cualquier momento de nuestra vida, existe un número alarmante de estadísticas que apuntan a la salud mental de aquellas personas que, por mejorar su empleabilidad y desarrollo personal y profesional, deciden comenzar estudios de posgrado y perseguir una carrera en la academia.
Antecedentes
Actualmente, estudios muestran que 50 % de las y los estudiantes que cursan posgrado experimentan síntomas de depresión, ansiedad o burnout, causando que muchos de estos decidan abandonar la academia. Otras investigaciones indican que la ansiedad en estudiantes de posgrado es seis veces mayor que la de la población general. A saber, los trastornos de ansiedad ocupan el sexto lugar mundial como el mayor contribuyente al deterioro de la salud no fatal.
En este contexto, la prevalencia de los trastornos de ansiedad y de salud mental se debe primordialmente, pero no exclusivamente, a la incertidumbre e inseguridad laboral, así como a la pérdida de balance entre la vida profesional y personal, debido a las fuertes y largas jornadas de trabajo (por el tiempo invertido en investigación, actividades laborales, eventos, etc.).
Algunos de los estresores más comunes del estudiantado de posgrado que tienen un impacto negativo en la salud mental son los siguientes:
Acoso, bullying y discriminación
Un estudio reveló que, en una encuesta realizada a 4,000 investigadores, el 60 % fue testigo de acoso o bullying en el lugar de trabajo; 50 % de esos incidentes fueron relacionados con el género, y entre el 20 y 30 % de ellos con la raza/etnia o nacionalidad de la persona. Otros estudios apuntan que estos incidentes también están vinculados con la edad (19 %), clase socioeconómica (16 %), orientación sexual (8 %), discapacidad (8 %) y religión (6 %). Una investigación sobre esta misma línea de estudio arrojó que 35 % de los encuestados sufrió algún tipo de discriminación, mientras que el 46 % lo había presenciado. Un 60 % de ese mismo estudio indicó que el entorno de trabajo estaba sesgado a favor de ciertos grupos.
Los comportamientos vinculados con el acoso y hostigamiento tienen un origen sistémico, en donde muchos de los líderes o encargados de área hacen caso omiso a estos incidentes. La mayoría de los sucesos (acoso o intimidación) fueron realizados por personas en posiciones de poder, siendo las más afectadas aquellas con discapacidad (62 %) y mujeres (49 %).
Por su parte, las mujeres se encuentran con desafíos antes, durante y después del embarazo. Maternidad limitada, estrés financiero y disparidades de género relacionadas con el trabajo/remuneración, etc., son algunos de los retos que las mujeres tienen que sobreponerse.
Además, existe un trato diferencial hacia estudiantes que provienen de contextos diversos (que no solo incluye su nacionalidad, sino su posición socioeconómica, etc.), puesto que son tratados y percibidos no como sus pares, sino diferente. Esto contribuye a que disminuya el sentido de pertenencia, aumentando el estrés y acentuando el síndrome del impostor. Todos estos aspectos suman a los problemas de salud mental, ya que estos entornos negativos provocan estrés y ansiedad.
Cultura laboral negativa
Debido a estos y muchos otros aspectos, la percepción de trabajo dentro de la cultura científica no es del todo positiva. Un estudio mostró que muchas de las palabras para describir la experiencia dentro de la cultura científica tienen connotación negativa, aunque de primera instancia puedan verse como algo positivo.
Explotación y presión por publicar
Solamente en el 2018 se publicaron más de 7,000 artículos por día, donde el 40 a 50 % de estos pertenecían al área biomédica. Esto no solo indica que existe un gran avance científico, sino que hay una gran sobreproducción y explotación de las personas que hacen este número de investigaciones posible. Además, el tiempo para publicar un primer artículo con autoría principal es cuatro veces mayor que en 1980.
Algunos de los aspectos que inducen a la explotación son los siguientes:
- Demanda de jornadas largas de trabajo.
- Realización de tareas difíciles o tediosas.
- Otorgamiento de crédito por ideas propias hacia los superiores u otros miembros del equipo.
- Ejecución de tareas que no están relacionadas con la investigación por parte de superiores.
Falta de balance vida-trabajo
Dentro de este aspecto, también se engloba la falta de balance entre la vida y el trabajo, ya que se ha demostrado que las y los estudiantes de posgrado trabajan largas jornadas. El 76 % del estudiantado de posgrado trabajan más de 41 horas a la semana, mientras que el 25 % más de 61 horas. Otro estudio señala que el 48 % se sienten presionados por trabajar largas jornadas.
Estas cuestiones provocan que el balance vida-trabajo se vea afectado por el burnout, el cual es padecido por 50 % de los estudiantes en diferentes etapas de su posgrado. Por tanto, este factor es crucial en la salud mental de los estudiantes, ya que al no haber un equilibrio en sus vidas, estos padecimientos se agudizan, provocando deterioro.
Estrés e inseguridad laboral
Una encuesta de Nature del 2022, indicó que 85 % de los estudiantes de posgrado están preocupados por no tener suficientes ingresos para sus gastos de vida, 45 % de ellos creen que podrían abandonar sus estudios por no poder costear sus estudios y gastos personales.
Asimismo, algunos estudiantes deben tomar trabajos extras para sustentarse y financiar sus estudios de posgrado, lo cual suma al estrés financiero y sus preocupaciones económicas del futuro. Entonces, el gran costo de vida actual se agrega la incertidumbre de no poder acceder o desarrollar una carrera en la academia, ya sea por favoritismos, nepotismo, discriminación (y problemas derivados de esta) u otros.
Competitividad negativa entre pares
Este aspecto suele estar relacionado con el estrés financiero y la inseguridad laboral debido a que muchos de estudiantes tienen que competir por las becas, los apoyos financieros y los trabajos en las instituciones. Igualmente, gracias a la era de las redes sociales, se ha demostrado que el uso de estas incrementa la comparación entre pares, así como los sentimientos de envidia, lo cual refuerza los problemas de salud mental.
Mala calidad de mentoría
De acuerdo con un estudio realizado por Tuma et al. (2021), existen varias razones que promueven malas experiencias en la formación académica que reciben los estudiantes de posgrado:
- Filtros: se refuerza la idea de que solo aquellos con el talento o la disposición necesaria pueden triunfar, por lo que una mala tutoría es una manera de filtrar aquellos que tendrán éxito, de los que no.
- Estructuras de poder: jerarquías de poder están muy marcadas, por lo que los mentores ejercen todo el poder en la relación con sus aprendices, estos últimos no tienen poder de decisión. Del mismo modo, no existen incentivos para los mentores, de tal forma que puedan tener una motivación para impartir asesoría de calidad.
- Inaccesibilidad: debido a la vasta cantidad de actividades y/o de asesorados, el asesor se encuentra ausente de sus responsabilidades.
- Socavamiento social: cuando el asesor participa en conductas que no son profesionales, afectando el establecimiento de una relación sana con su asesorado. Por ejemplo, promover un ambiente de trabajo hostil.
- Apoyo profesional y psicosocial limitado: cuando no se recibe asesoría, networking, coaching, apoyo emocional, compromiso, entre otros. Por ejemplo, falta de interés en la investigación o en el desarrollo profesional.
Estamos en una era de sobreproducción, misma que se agrava con los avances de la IA generativa para gestionar y analizar millones de datos y variables en las investigaciones científicas. La rapidez con las que estas se exigen, la presión y otras cuestiones vistas con anterioridad no solo son un foco rojo para que las instituciones educativas tomen cartas en el asunto y dejen de normalizar algo que claramente no está bien.
La salud mental no es un juego, por lo que su prevalencia debe ser una alarma para cambiar las malas prácticas y los procesos dentro de la cultura científica. Se debe tomar en cuenta la inclusión, no solo en espacios y letras, sino verdadera inclusión, la cual pueda erradicar la discriminación sistemática y el hostigamiento por parte de superiores y líderes.
Las y los estudiantes de posgrado, así como investigadores recién graduados, necesitan poder expresar su voz sin temor a repercusiones, esto con el fin de mejorar la calidad profesional y personal en sus estudios, y su vida en la academia, lo cual podría ayudar a inspirar a otras personas a perseguir una carrera en ciencias.
Del mismo modo, los tomadores de decisiones, los hacedores de políticas públicas y las instituciones deben empezar a dialogar y encontrar soluciones para que las becas puedan y sean accesibles, así como programas de apoyo para quienes lo necesiten.
Cambiar la cultura organizacional es un proceso complicado, pero es necesario para que miles de investigadores y estudiantes de posgrado disfruten de programas de calidad educativa.
Tomado de EDUNEWS del Tec de Monterrey
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