miércoles, 19 de septiembre de 2018

Indagando en los ecosistemas de la lectura. ¿De dónde salen los falsos lectores?

Por Elisa Larrañaga y Santiago Yubero
Centro de Estudios de Promoción de la Lectura y la Literatura Infantil (CEPLI)
Universidad de Castilla-La Mancha
Desde la perspectiva neoconstructivista el comportamiento es inseparable de las circunstancias culturales en las que el sujeto está inmerso y del contexto donde se ubica (Kahyaoglu y Kirikats, 2014). De este modo, las actividades solo tienen significado si las ubicamos contextualmente dentro de un sistema de relaciones. Sin duda, la lectura es un proceso social porque tiene lugar en contextos sociales y culturalmente organizados; por ello, no podemos dudar que el contexto sociocultural marcará también la actitud hacia la lectura y la relación que estableceremos con ella. De ahí, que se pueda hablar de ecosistemas de la lectura. Al hacerlo, normalmente, hacemos referencia a un conjunto de seres y organismos, y a las relaciones que se establecen entre ellos.
Dentro de un ecosistema cada especie ocupa una posición determinada construyendo un hábitat específico. Este concepto, propio de la ecología, puede servirnos para hablar de la lectura y, en relación con esto, el concepto de ecosistema abre un camino que hace referencia a un contexto relacional, que puede ser institucional o no, y que pone las condiciones y construye las representaciones sociales y los anclajes que fijan las creencias sobre el papel que para nosotros tiene la lectura. La lectura y la escritura forman parte inseparable de nuestra socialización; en este sentido, los ecosistemas de la lectura harían referencia a la familia y a la escuela, pero también a otros contextos no institucionalizados, eminentemente sociales; porque no hay sujeto que no sea social y se moldee a través de las relaciones que establece con los demás.
Aprendemos conductas, pero también actitudes y valores sociales. Podemos aprender con el simple emparejamiento de estímulos o en función de las consecuencias que genere una conducta, tanto si la repercusión es positiva o negativa, física o social. También imitando la conducta de otros (reforzamiento vicario). De hecho, aprendemos mucho observando lo que hacen otras personas y las consecuencias que obtienen de su comportamiento. Aquí radica la importancia de los ecosistemas lectores que nos envuelven. El ambiente cultural, familiar y social son decisivos para poder entender los comportamientos de las personas y, desde luego, también el comportamiento lector. La lectura se insertará, o no, en nuestra vida en función del significado social que posea en nuestros entornos. Es imprescindible que los ecosistemas con los que interactúan los menores valoren el tiempo de lectura y, en gran medida, resulta determinante que los sujetos que forman parte de estos ecosistemas sean lectores para que puedan actuar como modelos de lectura.
En nuestra sociedad la lectura es conceptualizada como medio de integración social, y de promoción y acceso a los bienes culturales. Por ello, las políticas culturales han considerado la lectura como un objetivo estratégico de la educación. Desde hace años, todos los menores se han visto envueltos en planes de promoción de la lectura en las escuelas. Sin duda, en la sociedad y en la propia escuela se ha transmitido la creencia de la importancia de la lectura y la relevancia de ser lector en nuestro contexto cultural.
En la adolescencia entran con gran influencia social los iguales. Ellos serán importantes en la construcción social del hábito lector. Si nuestros amigos son lectores es muy probable que nosotros también lo seamos; pero si desprecian el tiempo dedicado a la lectura y se dedican a otros ocios, lo más normal es que el adolescente siga las mismas pautas.
Si nos referimos al contexto universitario como contexto social, todos los estudios de lectura indican que son el grupo social que más lee. Además, la lectura se vincula al conocimiento, lo que hace imprescindible que la imagen social del universitario vaya unida a ser sujeto lector. Sin duda, la lectura es una parte importante de la vida académica, como vía de acceso a la información, y como elemento imprescindible para la adquisición de competencias (Carlino, 2013; Cassany, 2008).
Muchos estudiantes universitarios se enfrentan a una contradicción entre su propio comportamiento lector y la valoración que se hace de la lectura en la Universidad. De tal manera, que tienen que mantener su imagen de lectores, aunque no lo sean. Se trata de estudiantes universitarios que no son lectores, pero que tienen que mostrar una imagen de sujeto lector para cumplir la representación social universitaria. En unos casos, los menos, se muestran abiertamente no lectores; en otros, distorsionan su imagen para cumplir las expectativas que les exige la sociedad. A estas personas las hemos denominado “falsos lectores” (Larrañaga y Yubero, 2005; Yubero y Larrañaga, 2015). El análisis del ecosistema lector nos ayudará a comprender su comportamiento.
Disponemos de la información sobre la frecuencia de la lectura voluntaria y el número de libros leídos en el último año. Designamos falsos lectores al grupo de estudiantes que presentan unos datos inconsistentes en la información de su comportamiento lector. Por ejemplo, informar ‘no leo nada’ en la frecuencia de lectura voluntaria y haber leído ‘de 15 a 20 libros’ en el último año; o leer ‘todos los días’ y haber leído ‘de 1 a 3 libros’, es una información contradictoria. En las investigaciones realizadas el porcentaje de falsos lectores se ha incrementado, de un 19% en 2005 (Larrañaga y Yubero, 2005), a un 23% en 2015 (Yubero y Larrañaga, 2015) y un 27% en 2018 (Elche, Sánchez-García y Yubero, 2018).
El comportamiento lector de los falsos lectores se encuentra a medio camino entre los lectores y los no lectores. Son estudiantes que leen alguna vez, principalmente en vacaciones, pero que no tienen desarrollado el hábito lector. Justifican no leer más por falta de tiempo, pero la lectura no se encuentra entre sus opciones de ocio preferidas. Sus lecturas son principalmente instrumentales y obligatorias. Informan que les gusta leer y valoran la lectura, pero no tienen adquirido el hábito lector y su gusto por la lectura es escaso.
Cuando analizamos el ecosistema lector de los falsos lectores, la mayoría se encuentran ubicados en un contexto social similar al del no lector, en cuanto a la lectura de los amigos y la pareja, siendo no lectores las personas de su entorno. Diversas investigaciones han destacado un papel diferencial en la influencia parental de la socialización, según el sexo de los hijos (Piñero, Arense y Cerezo, 2013; Tur-Porcar et al., 2012). En general, los estudios indican que la influencia de la madre en los procesos de socialización es superior a la del padre (Rodrigo et al., 2004).
El ecosistema de la lectura cuenta ahora con un nuevo espacio, Internet, lo que permite y fomenta la lectura digital. Los falsos lectores no se muestran lectores digitales frecuentes, pero acceden con regularidad a los medios de comunicación. Para ellos Internet es relevante para comunicarse y como una opción de entretenimiento. Posiblemente, la opción de la lectura en pantalla pueda llevarlos a una falsa percepción de lectores. Quizás se encuentre aquí la explicación del incremento de falsos lectores en los últimos estudios.
Los datos que aportan los falsos lectores podrían explicarse por dos fenómenos psicológicos: la deseabilidad social y el autoengaño. Ambos procesos han sido analizados tradicionalmente cuando la información se obtiene por autoinforme. En la situación de deseabilidad social el sujeto intenta mostrar una actitud y comportamiento favorables ante los demás con respecto a su nivel lector; se trata de mostrar una impresión favorable falseando -en positivo- las respuestas, hasta acercarlas a lo deseable. En cuanto al autoengaño, es posible que los sujetos se nieguen a aceptar que tienen un déficit en lectura, ya que la lectura se considera importante socialmente en su entorno, y mucho más con respecto al rol de estudiante universitario.
Sin duda, el interés de la lectura es la ayuda que nos ofrece para conocer y comprender mejor el mundo que nos rodea y formarnos como personas. El objetivo de los planes de promoción de la lectura debe ser descubrir la lectura a los menores, facilitar la empatía con el texto, sus personajes, sus conflictos, … y, a partir de ello, potenciar la reflexión y el análisis crítico. La categoría de falsos lectores habla de unas personas a las que les cuesta leer, pero que valoran muy satisfactoriamente la lectura y el gusto por leer. No debe desaprovecharse la oportunidad de motivar y favorecer la lectura en estas personas, porque su alta valoración del comportamiento lector les puede conducir a construir su propio hábito lector.
Referencias bibliográficas:
Carlino, P. (2013). Alfabetización académica 10 años después. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 18(57), 355-381.
Cassany, D. (2008). Prácticas letradas contemporáneas. México: Ríos de Tinta.
Elche, M., Sánchez-García, S. y Yubero (2018). Lectura, ocio y rendimiento académico en estudiantes universitarios del área socioeducativa. Educación XX1, en prensa.
Kahyaoglu, M. y Kirikats, H. (2014). Effects of attitudes towards book Reading on Secondary and University students’ environmental responsable environmental behaviors. International Journal os Humanities and Social Science, 4(7), 209-217.
Larrañaga, E. y Yubero, S. (2005). El hábito lector como actitud. El origen de la categoría de falsos lectores. Ocnos, 1, 43-60.
Piñero, E., Arense, J. J. y Cerezo, F. (2013). Contexto familiar y conductas de agresión y victimización entre escolares de educación secundaria. Bordón, 65(3), 109-129.
Rodrigo, M. J., Máiquez, M. L., García, M., Mendoza, R., Rubio, A., Martínez, A. y Martín, J. C. (2004). Relaciones padres-hijos y estilos de vida en la adolescencia.Psicothema, 16, 203210.
Tur-Porcar, A., Mestre, V., Samper, P. y Malonda, E. (2012). Crianza y agresividad de los menores: ¿es diferente la influencia del padre y de la madre? Psicothema, 24, 284-288.
Yubero, S. y Larrañaga, E. (2015). Lectura y universidad: estudio de los hábitos lectores de los estudiantes universitarios de España y Portugal. El Profesional de la Información, 24(6), 713-719.
Cómo citar esta entrada:
Larrañaga, E. y Yubero, S. (2018). Indagando en los ecosistemas de la lectura. ¿De dónde salen los falsos lectores?. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de:https://cuedespyd.hypotheses.org/4015
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