lunes, 19 de diciembre de 2022

Educar la tecnología educativa

 Por Carlos Magro

“No hay ningún método que hoy pueda pretender dar con la solución óptima para todos los problemas de la educación y de la enseñanza… La pedagogía está aún por construir en muchos aspectos.”

Carta de Decroly a Freinet. 1931

La tecnología es parte de nuestras vidas, las ensancha y al mismo tiempo genera sus propias complejidades. Educar para la vida es la misión de “la escuela” y la que tenemos, nos guste más o menos, es una vida con tecnología, con sus luces y sombras. Ignorarla no es una opción, pero adoptarla sin espíritu crítico tampoco, dice mi amiga Tíscar Lara.

1584. Ortelius. Mapa de Creta

No son herramientas, son un ecosistema

Toda tecnología tiende a crear un nuevo mundo circundante para el hombre, escribió Marshall McLuhan hace ya 60 años en su muy citada Galaxia Gutenberg. Misma idea que sostenía Luciano Floridi, en 2014, al afirmar que las tecnologías digitales no son solo herramientas para interaccionar con el mundo y entre nosotros, sino que se han convertido en fuerzas ambientales, antropológicas, sociales e interpretativas que están creando y modelando nuestra realidad intelectual y física, cambiando nuestra comprensión de nosotros mismos, modificando cómo nos relacionamos entre nosotros y con nosotros mismos, y cómo interpretamos el mundo (Floridi, 2014).

Antes la vida estaba estructurada en distintos espacios, sostenía Guillermo López Linares en una entrevista con Mar Abad justo antes de la pademia: «En casa: atiendo a mi familia. Al salir por la puerta, la puerta física, pasabas al entorno público. Entrabas en la oficina: atiendo a mis compañeros. Ibas al bar: atiendo a mis amigos. Ahora todo es lo mismo. En el móvil todo está mezclado.»

Hace tiempo que «el territorio virtual es tan real como el presencial y cada día ocupa más tiempo…La tecnología digital se impone de manera irreversible en la vida cotidiana del ciudadano contemporáneo, condicionando sus modos de percibir, pensar, comunicar y actuar» (Pérez Gómez y Soto Gómez, 2021). No es posible pensar nuestra vida sin tecnología.

¿Cómo debe ser una pedagogía de la abundancia?

En este proceso, hemos pasado de un régimen de escasez de información a otro de abundancia. Las instituciones educativas formales (las escuelas, las instituciones de educación superior), construidas sobre el paradigma de la escasez de la información y el conocimiento, deben ahora redefinirse en un escenario de abundancia. «Hoy el estudiante no afronta la escasez, sino una avalancha informativa; no tiene acceso a un profesor por asignatura, sino a una legión de ellos en la red; no está restringido a una manera de aprender, sino que ha experimentado multitud de ellas», sostenía hace poco Mariano Fernández-Enguita. La primera pregunta que deberíamos hacernos es ¿cómo debe ser una pedagogía de la abundancia?¿cómo debe ser una escuela de la abundancia? (Weller, 2011)

National Museum of Singapore. Joy of Museums. Abraham Ortelius. Map of Southeast Asia

Las tecnologías digitales no son solo herramientas. Son el entorno en el que ya se desenvuelven la enseñanza y el aprendizaje. Están ampliando el concepto de alfabetización, modificando nuestra relación con los contenidos, demandando nuevas formas de enseñanza y aprendizaje y difuminando las fronteras entre lo formal y lo informal. Son “un entorno que debe ser dominado por alumnos y profesores” (Fernández-Enguita, 2018). Y nos plantea, al menos, tres grandes desafíos (Coll, 2013):

1. La puesta en valor de las trayectorias individuales de aprendizaje como vía de acceso al conocimiento.

2. La personalización del aprendizaje.

3. La ubicuidad del aprendizaje y la «porosidad» o falta de demarcación nítida entre los diferentes espacios físicos e institucionales en los que tiene lugar el aprendizaje. 

Tres desafíos que se añaden a tres aspiraciones pedagógicas que han caracterizado históricamente la mejora educativa (Pericacho Gómez, 2014):

1. Consecución de una educación activa en su metodología;

2. una educación democrática en sus estructuras;

3. y una educación abierta en su relación con el medio.

Desafíos y aspiraciones que cuestionan todos los parámetros del proceso educativo: dónde, cuándo, con quién y de quién, cómo, qué e incluso para qué se aprende. 

Mapa de Grecia. Abraham Ortelius. 1584

Tampoco es neutra. La tecnología educativa siempre es política

Como bien nos recuerda Ben Green (2018), intentar reivindicar la neutralidad de la tecnología es una posición “fundamentalmente conservadora” que indica un apoyo implícito para mantener el statu quo y, por tanto, los intereses de los grupos sociales dominantes y los valores políticos hegemónicos. La objetividad y la neutralidad no significan ausencia de valores, sino aceptación de los valores científicos, sociales y políticos dominantes (Green y Viljoen, 2020).

Todos los que trabajamos en la interacción entre educación y tecnología debemos estar preparados para examinar, y hacer explícitos, los valores e ideologías subyacentes que impulsan los debates en torno a problemas digitales particulares. Lo que implica, entre otras cosas, reflexionar sobre el propio posicionamiento, así como rechazar cualquier afirmación de que la tecnología es apolítica y neutral (Selwyn, 2022).

La objetividad y la neutralidad no significan ausencia de valores, sino aceptación de los valores científicos, sociales y políticos dominantes.

Green y Viljoen, 2020

No es neutra porque no lo son ni la tecnología ni la educación. Toda tecnología incorpora un posicionamiento epistemológico, político o social (Postman, 1998). La educación es siempre un terreno de lucha (Saura, Cancela & Adell, 2022). «En sus peores formas, el poder se hace invisible, y la noción de que la educación es neutral es una forma de hacer que las personas que tienen el poder se vuelvan invisibles y que no podamos identificar la propaganda» (Giroux, 2019). Toda educación es política. «Es siempre un quehacer político…El educador es un político y un artista; lo que no puede ser es un técnico frío. Tiene que tener una cierta opción: la educación para qué, la educación en favor de quiénes, la educación contra qué«, sostuvo siempre Paulo Freire.

Superar el optimismo posibilista, la ingenuidad solucionista y el pesimismo ilustrado

La historia de la educación está llena de tecnología. La más exitosa de esas tecnologías es, sin duda, el libro de texto, pero ha habido muchas otras que han entrado y salido de las aulas a lo largo del tiempo. Es una historia que nunca ha sido ni sencilla, ni directa, sino más bien compleja y llena de aristas (el próximo informe GEM UNESCO 2023 será un monográfico sobre tecnología y educación. Ver documento de avance aquí).

Una historia llena de promesas incumplidas y de futuros que nunca han sido presentes, o no al cien por cien, o no como se nos prometía. Esta situación ha provocado que, con frecuencia, caigamos en posiciones simplistas y extremas. En el debate sobre tecnología educativa es habitual encontrarnos tanto posturas extremadamente tecnoutópicas, como posiciones totalmente opuestas y cercanas a lo que podríamos calificar como un ludismo tecnológico o neoludismo (una interesante defensa del neoludismo es la de Jathan Sadowski).

Evitar la polarización estéril (desgraciadamente demasiado habitual en el ámbito educativo general y no sólo en el campo de la tecnología educativa), pasa en primer lugar por hacer de la tecnología un objeto de indagación, problematizando tanto su aceptación y uso, como su rechazo e ignorancia (Postman, 1999). Como dice Linda Castañeda (2019), es hora de ir «más allá del optimismo posibilista, la ingenuidad solucionista o el pesimismo ilustrado«.

El paso de Barlovento desde Jamaica, entre el extremo este de Cuba y el extremo oeste de Hispaniola. 1672

Ser conscientes de este pasado, con sus luces y sombras, no nos debe llevar a ser pesimistas sobre el potencial transformador de la tecnología en educación ni, por supuesto, a abandonar la pretensión y la obligación de educar con y en tecnologías. Tratar de controlar la tecnología en las aulas mediante la prohibición o la desatención, además de una dejación de responsabilidades, sólo puede ampliar la crisis de sentido de la escuela. Obtener lo mejor de las tecnologías en educación pasa por estar preparados para pensar en lo peor (Selwyn, 2016), pero también por ser capaces de imaginar lo mejor.

Si educar es dar herramientas para comprender el mundo y poder actuar sobre él, entonces hace tiempo que deberíamos estar educando a niños, adolescentes y jóvenes (NNA) en tecnología.

Para Castañeda y Williamson debemos ser capaces de superar tanto las visiones esencialistas, cargadas determinismo tecnológico, como las miradas puramente instrumentalistas que ven la tecnología como un conjunto de herramientas neutras que las personas moldean y ponen al servicio de sus propósitos. La tecnología educativa debe entenderse de manera relacional como algo que siempre actúa en un contexto dado, y que interactúa con cuerpos y comportamientos; que se usa de manera diferente en entornos muy diversos; que tiene detrás los planes y objetivos comerciales de sus productores; que responde a agendas políticas (trans)nacionales; que requiere de una fuerte financiación e inversión; que se comercializa en mercados globales; que siempre está inspirada -de manera explícita o no- en determinadas teorías pedagógicas, o en maneras concretas de entender la educación y el aprendizaje; que está enredada en desafíos éticos profundos; y que saca a la luz profundas disputas sobre los propósitos y valores de la educación (Castañeda y Williamson, 2021).

Necesitamos pensar la relación entre pedagogía y tecnología teniendo en cuenta de manera simultánea y entrelazada los propósitos educativos, los valores, el contexto, las metodologías y la tecnología

Es más, si como estamos diciendo, entendemos la tecnología no como un conjunto neutro de herramientas, sino como el ecosistema en el que vivimos, enseñamos y aprendemos, entonces necesitamos pensar la relación entre pedagogía y tecnología teniendo en cuenta de manera simultánea y entrelazada los propósitos educativos, los valores, el contexto, las metodologías y la tecnología, superando la dicotomía entre pedagogía y tecnología.

Ni la pedagogía va primero (pedagogy first), ni es la tecnología la que resolverá los problemas educativos (technology first). Ambas posturas, separan a la pedagogía y a la tecnología y no nos ayudan a entender mejor la compleja relación entre pedagogía y tecnología hoy.

Necesitamos pensar en términos de lo que Tim Fawns (2022) ha denominado una pedagogía entrelazada. Una pedagogía que mire más allá de las ideas aisladas sobre tecnologías y metodologías, y busque combinaciones ‘situadas y enredadas’ de todos elementos involucrados en la actividad educativa. Reconocer el carácter relacional y situado de la tecnología educativa, asumir que la tecnología y la pedagogía están, inevitablemente, entrelazadas, nos abre posibilidades para abordar mejor los retos de la educación en un contexto tecnológico como el actual.

Mapa circular del Mundo. Rudimentum Novitorium. 1475

Reclamar «lo educativo» de la tecnología educativa

La tecnología ha venido para quedarse. No la podemos eliminar del contexto educativo. Ya no es posible pensar una educación sin tecnología y la cuestión ya no es si tecnología sí o tecnología no, sino qué tecnología, diseñada y producida por quién, cuánta tecnología, cuándo es pertinente, para qué queremos esa tecnología y cómo queremos utilizarla en educación. 

Uno de los mayores problemas con la tecnología en educación ha sido su incorporación y traslación directa a las aulas, desde otros contextos sin crítica, ni suficiente reflexión previa y con apenas marcos teóricos. «Demasiada tecnología que se ha infiltrado en las rutinas diarias de los educadores, las aulas y las escuelas se siente insatisfactoria, reduccionista y, a menudo, en desacuerdo con los valores y sensibilidades educativos fundamentales. La tecnología educativa en la década de 2020 está dominada por aplicaciones, software y sistemas que priorizan cuestiones de eficiencia y responsabilidad por encima de cuestiones de sustancia educativa genuina, como el diseño pedagógico, el conocimiento experto y la equidad» (Selwyn, 2021).

Necesitamos más investigación sobre tecnología educativa. También tener más en cuenta esa investigación en tecnología educativa a la hora de diseñar políticas y prácticas educativas. Necesitamos más tiempo y más pausa para tomar decisiones correctas. Algo que va a contracorriente de nuestra acelerada época y en contra también de las pretensiones compulsivas del mercado y la industria, de la mercantilización de la educación (Saura, 2021).

El ámbito de la tecnología educativa representa un claro ejemplo de lo que Gert Biesta (2016) ha denominado ‘la learnificación’ de la educación: la sustitución de un lenguaje educativo (escuela, enseñanza, estudio, maestro, y estudiante), por un nuevo lenguaje en torno al aprendizaje, en el que hablamos de las maestras como facilitadoras del aprendizaje, de enseñanza como la creación de oportunidades de aprendizaje, de escuelas como ambientes de aprendizaje, y de estudiantes como aprendices. Y en el que hablamos también de tecnologías del aprendizaje, entornos virtuales de aprendizaje, sistemas de gestión del aprendizaje, aprendizaje enriquecido con tecnología o analíticas de aprendizaje. 

No es que en educación no sea importante el aprendizaje. Es que no no es suficiente. 

Nadie puede negar que el aprendizaje es un objetivo y una preocupación educativa y de la educación formal en particular. No es que en educación no sea importante el aprendizaje. Es que no no es suficiente. 

El aprendizaje es, sin duda, una de las principales preocupaciones de la educación y por supuesto, es necesario promoverlo. El desplazamiento hacia el lenguaje del aprendizaje también nos ayuda a poner en el foco de lo que hacemos en quien debe aprender, y de alguna manera nos permite ser más atentos y cuidadosos con quienes aprenden y sus diferencias. Pero un lenguaje centrado exclusivamente en el aprendizaje hace que sea particularmente difícil lidiar con cuestiones de propósito (para qué aprendemos), con cuestiones de contenido y currículo (qué debemos aprender y cuál su sentido), y dificulta también pensar el tipo de relaciones queremos promover en educación y especifíciamente en la educación inicial. Y no debemos olvidar que la educación, a diferencia del aprendizaje, está siempre enmarcada por un telos, es decir, por un sentido de propósito. En educación, los medios y fines están interna e intrínsecamente conectados —lo cual es una forma de decir que los estudiantes no solo toman cosas de lo que decimos sino de cómo lo decimos y cómo lo hacemos. Educar no es solo aprender, sino aprender algo, aprender para un propósito, y aprender de alguien (Biesta, 2021).

Mapa del Mundo de la hoja del trébol. 1581,.Heinrich Buenting

Educar ‘la tecnología educativa’

Mucha de la tecnología educativa que se ha incorporado en las aulas y en las escuelas está en desacuerdo con los propósitos, los valores y las formas educativas. Necesitamos desarrollar nuevos enfoques diferentes sobre cómo diseñar e implementar las tecnologías en la educación. En contraste con el derroche ubicuo de la tecnología digital en todos los aspectos de lo educativo, necesitamos cultivar enfoques más refinados, restringidos y personalizados (Selwyn, 2021). Necesitamos pensar más educativamente ‘la tecnología educativa’.

Necesitamos hablar sobre el futuro del uso de la tecnología en la educación en términos de calidad y no de cantidad; como un recurso limitado (en lugar de ilimitado) que debe aplicarse juiciosamente y con moderación. Debemos comenzar a preparar formas discretas de educación basada en tecnología que tengan un propósito, que sean planificadas y sostenibles en el tiempo. La transformación educativa que necesitamos no pasa por tecnificar la escuela sino por escolarizar las tecnologías, o mejor dicho, pasa  por ‘educar’ la tecnología educativa.

Educar la tecnología educativa sería hacer explícitas en el diseño e implementación de las tecnologías educativas las cuestiones relativas a los contenidos, los propósitos y las relaciones educativas. Educar la tecnología educativa es también asumir que ésta es inseparable del cuerpo humano socialmente integrado, de los procesos de aprendizaje internos o distribuidos, así como integrada realmente en contextos sociales, económicos, culturales, políticos y técnicos (Castañeda & Williamson, 2021).

Educar la tecnología educativa también tiene que ver con entender que la educación siempre implica un riesgo y que ese riesgo no se puede eliminar. Y que querer convertir la educación en algo medible, objetivo, garantizado, predecible, seguro y libre de riesgos (algo que ha sido habitual en muchos discursos tecnoeducativos) es no entender que en educación “lo normal es que la cosa no funcione: que el otro se resista, se esconda o se rebele” (Meirieu, 1998). Es no entender que son precisamente las dudas; la fragilidad; las dificultades que siempre experimentamos para interpretar lo que nos pasa; la incertidumbre sobre lo que nos ocurrirá durante el trayecto, lo que hace necesario la educación. La educación es un acontecimiento y entender la educación como acontecimiento es asumir que la fragilidad y la incertidumbre forman parte de todo acto educativo.

Educar la tecnología educativa tiene que ver también con hacer más humilde la propia tecnología educativa

Educar la tecnología educativa tiene que ver también con hacer más humilde la propia tecnología educativa, aceptando que en educación no todo puede salir como se programa y que la tecnología educativa puede tener efectos no esperados (tanto negativos como positivos) y, por tanto, debemos estar siempre atentos (y ser cuidadosos). Siempre pagamos un precio por la tecnología. Educar no es fabricar. No podemos convertir la educación en una maquinaria que siempre funciona. La educación no se puede estandarizar. El aprendizaje no es suficiente. La eficiencia no lo es todo. Educar no es programar. El riesgo y lo impredecible siempre están presentes. 

Repensar y desarrollar nuevas formas de relación entre tecnología y educación es uno de los desafíos más interesantes (y necesarios) de nuestro tiempo. Necesitamos ‘educar la tecnología’, pero también en cierta manera necesitamos ‘educar la propia educación’, ir más allá de la mirada reduccionista del aprendizaje, superar la mirada instrumentalista (metodológica). Necesitamos recuperar ’lo educativo’ (fines, propósito, objetivos, formas de hacer, fragilidad, riesgo, incertidumbre) en educación.

Parafraseando a Neil Postman, la tecnología educativa es demasiado importante como para dejarla completamente en manos del mercado o de las empresas de tecnología. En tiempos saturados de tecnología como los actuales, es más importante que nunca reclamar lo educativo de la tecnología educativaEducar la tecnología educativa.


Referencias:

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Weller, M. (2011). Revista española de pedagogía. Año LXIX, nº 249, mayo-agosto 2011 https://revistadepedagogia.org/wp-content/uploads/2011/05/249-02-1.pdf

*Las imagenes son de https://picryl.com/


Este texto es una versión de la conferencia «Educar la tecnología educativa» del pasado SIMO 2022 celebrado en diciembre de 2022. Os dejo la presentación que utilicé por si os interesa:

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