lunes, 1 de febrero de 2021

La transformación del aprendizaje universitario: el uso de vídeos informales y su evaluación

 Escribe María Antonia García Beanu

Todas las universidades, en la definición de sus objetivos estratégicos, contemplan medidas que permiten afrontar los retos de la docencia y las formas en las que se puede mejorar el aprendizaje de los estudiantes. Desde hace años, este proceso de aprendizaje combina modelos presenciales, semipresenciales y variantes en línea, siendo una realidad que muchas universidades llevan años insertando modelos de enseñanza cada vez más digitales (blended learning).

La inclusión de las tecnologías de la información y de la comunicación, la disponibilidad de plataformas online, vídeos, foros, wikis, blogs, chats, etc. ha transformado la docencia universitaria. Por ello, nuestras universidades responden a los retos que exigen los nuevos modelos educativos en la era digital, siendo conscientes de que su utilización presenta ventajas de flexibilidad y mejora el rendimiento de los estudiantes.

No obstante, las posturas de las universidades no son tan lineales como podría parecer ya que, cuando desean buscar una formación centrada en el desarrollo del aprendizaje de los estudiantes universitarios, subrayan la necesidad de encontrar un equilibrio entre habilidades y competencias digitales y no digitales.

La red permite incrementar las posibilidades de aprendizaje, al ofrecer acceso a mucha información, totalmente gratuita y en abierto. De hecho, hace años que ha quedado patente en las universidades que el uso de la metodología en línea ha llegado para quedarse; estamos ante una nueva ecología del aprendizaje, basada en impulsar “entornos personales de aprendizaje” (PLE, personal learning environment), para la construcción deliberada de escenarios de aprendizaje formales e informales (Dabbagh & Kitsantas, 2012). Sirva el cuadro 1 para mostrar algunos datos que ponen de relieve su importancia.

Fuente: Telefónica educación digital 10 octubre 2018

En este artículo queremos hacer algunas reflexiones sobre el impacto de los productos que están disponibles en Internet, concretamente nos centraremos en los vídeos no reglados, que constituyen una forma de educación informal, y su impacto en la formación de los estudiantes universitarios. Hasta ahora se han planteado estudios sobre el uso de determinadas plataformas en las universidades (puede consultarse, Jung & Lee, 2015), pero no se ha abordado convenientemente el efecto que sobre la educación tiene el uso de vídeos no reglados e informales.

Los vídeos disponibles en Internet suelen ser, entre otros, vídeos caseros, vídeos de autor o vídeos preparados por profesores; todos ellos, son una fuente a la que, en ocasiones, acuden nuestros estudiantes. Por ello, consideramos que sería interesante que las universidades seleccionen algunos de estos vídeos como formación complementaria. No obstante, uno de los problemas que subyace es la evaluación de dichos vídeos, por lo que deben establecerse mecanismos que permitan poder seleccionar aquellos vídeos que efectivamente mejoran el aprendizaje.

La base de nuestro razonamiento en este artículo parte de la consideración de los rasgos que definen actualmente a la mayoría de estudiantes universitarios en cuanto a su relación con Internet. Consideramos que dichos rasgos marcan una realidad a la que las universidades no han prestado toda la atención que requiere y son, en nuestra opinión, aquello que ha de considerarse a la hora de introducir cambios para mejorar el aprendizaje efectivo de los estudiantes universitarios.

Esta contribución aparece estructurada de la siguiente forma. Tras esta introducción que expone el objetivo perseguido, el siguiente apartado presenta algunos de los rasgos que definen a los estudiantes que actualmente tenemos en las universidades. A continuación, planteamos la creciente utilización de los vídeos en YouTube, para acabar planteando mecanismos para su evaluación y concluimos con unas ideas finales.

Generación actual de estudiantes universitarios

La necesidad de adaptar la metodología educativa al perfil de los estudiantes actuales es una de las claves de su éxito y una máxima pedagógica ampliamente reconocida. Por eso, queremos detenernos brevemente en conocer las características de la mayoría de estudiantes que actualmente están cursando estudios universitarios. Esto nos servirá para hacer propuestas que atiendan a sus características y que, en cierta medida, aseguren su implantación.

Los estudiantes que, en los momentos actuales, tenemos en las universidades en el grado y posgrado pertenecen fundamentalmente a las denominadas generación Millennials (nacidos entre 1979 y 1996) o a la generación Z (nacidos a partir de 1995), por lo que considero interesante conocer su forma de comportarse online para definir las mejores formas de mejorar el aprendizaje general. Sirva el cuadro 2 para sintetizar los principales rasgos de los estudiantes de generaciones Millenials y Z.

Fuente: Entre otras, puede consultarse https://www.mabelcajal.com/2014/12/millennialsgeneracion- x-baby-boomers-como-se-comportan-online.html/

El contenido del cuadro 2 señala que estamos ante generaciones muy visuales en las que los productos audiovisuales, la conectividad y la participación en las comunidades virtuales se sitúan a la cabecera de su consumo. De hecho, para estas generaciones, los vídeos y las redes sociales son plataformas que cumplen también una tendencia de convertir en reglados los contenidos de educación informal, además de cumplir sus necesidades de ocio.

No obstante, entre ambas generaciones existen algunas diferencias que interesa resaltar a efectos del tema que nos ocupa. Si bien los millennials son considerados como la primera generación global, la generación Z ha crecido entre tecnologías. Ello nos debería conducir a repensar los modelos educativos en clave tecnológica, con especial exigencia, además, si tenemos en cuenta que la mayoría de estudiantes de grado y posgrado pertenecen a la generación Z.

Por ello, y enlazando con el objetivo de este artículo, el vídeo se presenta como una herramienta interesante de aprendizaje, que complementa la labor del docente. No obstante, aunque los vídeos “reglados” son herramientas que se utilizan dentro de la enseñanza, nosotros vamos a centrarnos en aquellos vídeos que podemos denominar informales, ya que no forman parte de las herramientas previstas para la formación, sino que son vídeos a los que los estudiantes acuden de manera voluntaria.

Los videos informales

Si bien es cierto que no puede afirmarse que, masivamente, los estudiantes universitarios utilizan vídeos no reglados e informales debido a que no han sido incorporados como “materiales educativos” en su aprendizaje, cada vez es mayor el número de estudiantes que los emplean para completar su formación.

Aunque existen distintos lugares en Internet que ofrecen oportunidades para la formación universitaria (Big Think, Education for all, Academic Earth, EDpuzzle, entre otros), las grandes plataformas como YouTube suele ser una de las más utilizadas. Nos centraremos en ella.

YouTube se inicia en el 2005 siendo un servicio de almacenamiento, administración y difusión de vídeos gratuito. Sirva el cuadro 3 para mostrar el interés, cada vez más relevante de esta plataforma.

Fuente: Think with Google a partir de comScore (Marzo 2018).

Como puede observarse en el cuadro 3, en España, mensualmente, visitan YouTube 28 millones de personas. Y según los datos obtenidos de la fuente del cuadro 3, los que más tiempo dedican diariamente a su consumo son los hombres entre 18 y 24 años. En el ámbito internacional, en YouTube hay casi dos billones de usuarios activos en más de 90 países (datos referidos a julio de 2018). Estos datos convierten a YouTube en uno de los sitios más visitados en la Web.

Esta plataforma, vinculada al entretenimiento, está ganando terreno en la educación (puede consultarse SocialBlade para conocer estadísticas y métricas de YouTube). En 2009 se lanzó la página YouTube.EDU (Bates 2015) para atender la demanda de vídeos educativos y se convirtió, en 2010, en uno de los repositorios de vídeos educativos más importantes del mundo, donde se puede acceder a vídeos creados, entre otras, por universidades como las de Stanford, Berkeley y Yale.

No obstante, el impulso quizá más relevante en el terreno de la educación lo dio Sal Khan (fundador de Khan Academy), al demostrar que ofrecer lecciones gratuitas acumulaba millones de visitas. De hecho, Khan Academy cuenta, a fecha de 6 julio de 2019, con nada menos que 5 millones de suscriptores (también existen canales en español como Educatina, un canal de América Latina con más de 1 millón de suscriptores a 6 julio de 2019).

Dada esta situación, en la que desde YouTube se están generando vídeos educativos gratuitos y en abierto, es imprescindible evaluar su calidad y, por tanto, su efecto sobre el aprendizaje. Ahora bien, aunque su utilización aún no es masiva, en España las universidades no están prestando la debida atención al hecho de que los estudiantes recurren a estos vídeos, por lo que debemos tener presente que Youtube está jugando un papel en la educación universitaria cada vez más creciente y con características de “educación formal” (Ramírez-Ochoa, 2016).

Evaluación de la calidad de los videos

La utilización de vídeos de YouTube exige que nos planteemos algunas cuestiones: ¿cuál es la calidad de estos vídeos desde el punto de vista educativo? ¿Cómo se puede evaluar la calidad de estos vídeos para recomendar su utilización como formación reglada?

La evaluación se percibe como una forma de mejorar la calidad y su finalidad en la educación superior se considera un elemento clave para la formación del estudiante (y también como requisito para la acreditación de la calidad). Dentro de la metodología evaluativa tradicional en educación, ha prevalecido el modelo centrado en analizar la congruencia entre los objetivos y los resultados obtenidos por los estudiantes. Sin embargo, hablar de evaluación en vídeos, desde un sentido propiamente pedagógico, requiere ciertas matizaciones especiales.

Se puede hablar de evaluación básicamente desde dos perspectivas diferentes. Una de ellas es hablar de la evaluación considerando los resultados que provoca en el aprendizaje de los estudiantes y otra perspectiva es evaluar la calidad del vídeo y su diseño didáctico.

Con respecto a la primera de ellas, el rendimiento de los estudiantes, en el momento en el que los vídeos se integran en el proceso educativo, se trata de valorar los conceptos y las habilidades adquiridas. Habitualmente, una forma de ver el progreso es comparar la situación antes y después de la formación o establecer sistemas que permitan detectar si los objetivos perseguidos han sido alcanzados por los estudiantes como resultados de aprendizaje. Por tanto, los sistemas de evaluación sobre el aprendizaje de los estudiantes deben ser procesos similares a los comúnmente establecidos por las universidades para la enseñanza en línea (cuestionarios, rendimiento académico, etc.).

La segunda perspectiva desde la que debe entenderse la evaluación, la propia evaluación de los vídeos, nos parece más interesante a efectos de seguir un hilo conductor en este artículo. La evaluación de la calidad de los vídeos se realiza, en ocasiones, en función del número de visitas y de suscriptores, aunque también suele considerarse la opinión de las personas que los utilizan, especialmente si hablamos de vídeos educativos, con un carácter más en los que tiene que considerarse su aportación formativa. No obstante, a pesar de la validez de estos criterios, no parece que sean suficientes para valorar la calidad de los vídeos educativos (Sian, Osop, Hoe-Lian y Kelni, 2017).

Por ello, algunos estudios plantean modelos de valoración de vídeos educativos en Internet desde el punto de vista de su ayuda para mejorar el aprendizaje. Entre las distintas aportaciones realizadas por los autores, existe una propuesta de modelo de valoración para vídeos gratuitos como los de YouTube impulsada por Acuña y Liern (2018a, 2018b) para vídeos matemáticos y que pensamos que podría extrapolarse a otras disciplinas.

Su propuesta es valorarlos atendiendo a 5 puntos de vista, considerando una serie de criterios didácticos que se resumen en el cuadro 4. La propuesta plantea evaluar en una escala de 1 a 10 cada criterio por parte del evaluador, que debe ser una persona especialista en el tema y que proceda del ámbito universitario.

Fuente: Ajustada de Acuña, Liern y Pérez-Gladish (2018) pág. 14.

Como puede observarse en el cuadro 4, los elementos fundamentales que deben considerarse a la hora de evaluar un vídeo son: los aspectos de su diseño didáctico, la interacción con los usuarios, la calidad de la producción, la accesibilidad y la autoría.

Los criterios didácticos contenidos en el cuadro 4 y que se recogen en el cuadro 5 por ser los que afectan directamente al proceso de aprendizaje, ya han sido empleados en procesos de evaluación (Godino et al., 2007). Dichos criterios están clasificados en 6 idoneidades (epistémica, cognitiva, interaccional, mediacional, emocional y ecológica) y concretan elementos para conocer si las características del vídeo corresponden con un buen material formativo.

Fuente: Adaptado de Acuña y Liern (2018) pag. 4.

La consideración de estos aspectos constituye, en mi opinión, una manera correcta de tener una valoración del vídeo, ya que considera todos los elementos necesarios para que exista un adecuado aprendizaje: calidad del contenido y buenas habilidades del comunicador (medidas por su oratoria, su capacidad de comunicación y organización).

Ideas finales

Los estudiantes que llenan nuestras aulas en los estudios de grado y posgrado pertenecen a las denominadas generaciones Millenial y Z, que son generaciones que consumen productos audiovisuales y que participan activamente en el mundo digital. Por ello, estas generaciones acuden a los vídeos y a las redes sociales no solamente para actividades de ocio sino también como complemento formativo.

El acceso a vídeos no reglados e informales por parte de estudiantes universitarios buscando aclaraciones respecto a alguna de sus materias educativas, constituye una realidad. Por eso conviene reflexionar sobre la responsabilidad de las universidades en discernir el papel que dichos vídeos pueden jugar en los procesos formativos.

Es cierto que cualquier vídeo bien hecho, bien documentado y expuesto de manera clara y rigurosa realiza una aportación interesante a los estudiantes, pero también podemos encontrar materiales digitales en abierto que no reúnan esos requisitos y que ejerzan una influencia perjudicial en su formación. Por ello, a lo largo de estas páginas hemos querido mostrar que la revolución digital obliga a las universidades, con carácter de necesidad, a controlar los efectos que, sobre la educación, tiene el acceso a vídeos no reglados e informales.

No se trata de que las universidades controlen y valoren todos los vídeos existentes en la red, de que lo hagan con
aquellos vídeos que constituyen una formación complementaria, como por ejemplo alguna conferencia, experiencias profesionales exitosas, clases grabadas por profesores relevantes, etc. Por ello, hemos planteado un modelo de evaluación, propuesto por Acuña y Liern, como una de las posibles alternativas de evaluación, en el que se analizan la calidad de producción junto con la accesibilidad, la interacción con los usuarios y la autoría, pero que pone en un lugar muy relevante la importancia del diseño didáctico y el equilibrio inexcusable entre la sofisticación tecnológica y la calidad pedagógica.

Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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