Por Andrea Cristina Alvarez Pacheco Tomado de EDUNEWS
La inteligencia artificial generativa ha venido a revolucionar la forma en que los humanos creamos distintos tipos de contenido. Ya sea como apoyo para escribir un correo electrónico o para crear versiones animadas de nosotros mismos, se ha convertido en algo indispensable para miles de usuarios. Sin embargo, los debates sobre su uso y, en este caso, sobre la posibilidad de crear arte con inteligencia artificial generativa, siguen dando mucho de qué hablar.
Contenido creado con IA generativa
El avance de la inteligencia artificial generativa (IAGen) ha dado lugar a una nueva forma de creación de recursos: textos, imágenes, videos, música, códigos y otros materiales que no son realizados por personas, sino por máquinas; mejor conocido como “contenido generado por IA”.
Estas herramientas funcionan gracias a modelos entrenados con enormes cantidades de datos. A través del reconocimiento de patrones, las máquinas son capaces de generar respuestas coherentes ante preguntas, instrucciones o cualquier tipo de entrada o prompt que un usuario les proporcione.
Sin embargo, aunque pueda parecer innovador, los resultados que produce no lo son. Estos modelos “aprenden” a partir del trabajo humano ya existente. Situación que ha provocado diversos descontentos en los últimos años, los cuales apuntan al uso indebido de las voces y estilos característicos de artistas reconocidos para generar dicho contenido; todo esto sin contar con la autorización ni ofrecer ningún tipo de retribución a los autores.
La situación ha generado descontento dentro del gremio artístico, quienes manifiestan su desacuerdo con la realización de subastas de obras creadas mediante herramientas de IAGen, así como con la concesión de premios a dichas creaciones en concursos de arte. Muchos han argumentado que el uso de inteligencia artificial no puede considerarse arte auténtico y lo califican como una práctica poco ética y deshonesta.
Adicionalmente, algunos artistas han comenzado a incorporar medidas para “envenenar” sus obras con el fin de impedir que su trabajo sea utilizado con ciertos tipos de prompts por estas tecnologías. Esta práctica ha suscitado un debate en torno a los límites éticos y legales de las IA generativas, surgiendo así también la necesidad de proteger los derechos de autor en este nuevo contexto.
Derechos de autor y uso justo
Existe un debate muy extendido respecto a los derechos de autor y la IA, abordando factores complejos que no giran únicamente sobre el entorno legal, sino también lo ético. Esta polémica se enfoca en dos aspectos: 1) la posibilidad de registrar aquellos productos realizados con inteligencia artificial generativa y 2) el uso masivo de productos protegidos para alimentar estas herramientas.
Ellen Glover menciona el caso particular de la novela gráfica Zarya of the Dawn de Kristina Kashtanova, a la cual le fue otorgado el registro de propiedad intelectual, pero posteriormente fue anulado parcialmente debido a que la obra tenía “autoría no humana”. Si bien, el texto y la organización y disposición de los elementos escritos y visuales se mantuvieron protegidos, las imágenes no; esto debido a que fueron considerados como elementos sin suficiente intervención creativa humana.
Algo similar ocurre con la obra Théâtre d’Opéra Spatial, creada por Jason Allen utilizando la inteligencia artificial Midjourney. La cual, a pesar de haber ganado un concurso de arte en 2022, la Oficina de Derechos de Autor de EE. UU. se negó a registrarla, argumentando que carecía de autoría humana. Allen procedió a demandar a la oficina, alegando que su contribución creativa al proceso debe ser reconocida. No obstante, se establece que el término “autor” no se extiende a entidades no humanas.

Por otro lado, creadores y empresas han alzado la voz en defensa de sus productos y del uso de sus obras sin autorización. En contraste, las compañías de inteligencia artificial generativa justifican ciertos usos bajo la doctrina del “uso justo”.
De acuerdo con la abogada Mariana Medrano “El uso justo, (Fair use), es una doctrina legal que permite la utilización de una parte limitada de una obra, sin la necesidad de solicitarle autorización al creador”. Este concepto es sumamente beneficioso para el sector educativo, pues permite hacer uso de imágenes, textos u otros materiales audiovisuales sin el permiso del autor, pues su propósito no involucra la comercialización.
Sin embargo, creadores y empresas señalan que no es así con las IAGen, el cual es el caso de Getty Images, quienes, en una demanda realizada a Stability AI, señalan que se han copiado y procesado millones de imágenes protegidas por derechos de autor sin realizar el pago justo por las mismas.
A esta demanda se suma la de Kelly McKernan, quien comenta a Kyle Chayka de The New Yorker:
“En ese punto empezó a volverse raro. Comenzaba a verse bastante preciso, un poco como una infracción. […] Puedo ver mi estilo en estas cosas, ver cómo se analizó mi trabajo y se mezcló con el de otros para producir estas imágenes”. – Kelly McKernan
Chayka explica que McKernan, quien es reconocida por sus pinturas que representan figuras femeninas similares a ninfas, con un estilo vibrante que combina el Art Nouveau y la ciencia ficción, advirtió que su nombre comenzaba a emplearse cada vez más frecuentemente en programas de generación de imágenes mediante inteligencia artificial. Aunado a esto, un sitio web denominado Metaverse Post publicó una lista que recomendaba utilizar el nombre «Kelly McKernan» como término para alimentar un generador de imágenes de IA con el objetivo de crear arte inspirado en El Señor de los Anillos.
“Te permiten participar en algo similar al plagio, pero no sientes culpa porque ni siquiera tú tienes claro que estás copiando”. – Ted Chiang
Anteriormente, si los compradores querían poseer arte con el estilo de un artista determinado debían pagar por esas obras originales al autor mismo; ahora, con solo usar su nombre, estas herramientas pueden generar dichas imágenes, lo que representa una pérdida real de encargos para los artistas. Por lo que podríamos decir que además de usar sus obras de forma no autorizada, vulnerando la propiedad intelectual de los mismos, la IAGen está reemplazando a los artistas.
Según Butterick y Saveri, el uso que hacen los generadores de IA no se considera verdaderamente transformador, ya que no reinterpreta ni supera el contenido original. Este tipo de herramientas simplemente combina elementos de manera automática, enfatizando que el descontento que llevó al caso legal no se centra en las imágenes individuales, sino en cuestionar la metodología que utiliza la tecnología. Después de todo, entrenar a estos modelos requiere una inmensa cantidad de información, lo que involucra una gran inversión, grandes cantidades de energía, emisiones de carbono y trabajo humano. Añadiendo a la lista, además, el uso no autorizado de dicha información.
El acelerado desarrollo de esta tecnología ha superado la capacidad de los marcos legales para adaptarse con la misma rapidez, lo que ha generado vacíos normativos que algunas compañías han aprovechado para operar sin una regulación clara o suficiente.
La conversación sobre el arte y la IA generativa plantea la necesidad de establecer marcos regulatorios que protejan los derechos de los creadores, sin frenar la innovación ni el desarrollo artístico. Sin embargo, como señala Mael Vallejo, el verdadero trasfondo del debate en torno a los modelos extensos de lenguaje (LLM), como ChatGPT, Claude o Grok, es que su capacidad radica en generar lenguaje en diversas formas —texto, voz, imágenes—, pero no en producir conocimiento genuino.
Además de todas estas implicaciones, también es necesario tener en cuenta los riesgos a los que nos enfrentamos como usuarios al hacer uso de estas herramientas. El uso no autorizado de fotos con fines comerciales, suplantación de identidad mediante deepfakes y el acceso excesivo a datos personales son algunas de las amenazas a las que podemos exponernos, asimismo, pueden llegar a comprometer la seguridad del dispositivo al solicitar permisos sensibles. Aunado a todo esto, existen versiones falsas que podrían contener malware o servir para ataques de phishing.
El arte y la IA
Mientras algunos defienden la capacidad creativa de estas tecnologías, otros cuestionan su legitimidad, exponiendo que el arte requiere de una autoría humana y una conexión emocional que la IA no puede replicar.
La inteligencia artificial está transformando múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, con avances que resultan, en muchos casos, beneficiosos. Sin embargo, el hecho de que los LLM (Large Language Models) utilicen contenidos creativos, intelectuales y científicos humanos sin autorización, crédito o compensación, plantea serias implicaciones éticas y legales. Este tipo de prácticas corre el riesgo de perpetuar una cultura de imitaciones empobrecidas frente a obras auténticamente innovadoras.
Estos modelos pueden generar contenido que aparentan ser verídicos sin serlo. No están diseñados para comprender o poseer conocimiento, sino para producir resultados que parezcan verosímiles, lo cual puede inducir al error si no se distingue entre credibilidad superficial y veracidad.
Uno de los argumentos que se suelen dar a favor de las herramientas de imágenes de IA generativas es la idea de que no existe el arte original y que todo representa una recreación o copia de las obras ya existentes. Sin embargo, artistas han salido a rebatir esta idea, tal como lo describe Roberto Arturo Morales Cruz: “la IA Generativa es incapaz de crear nuevos estilos artísticos. Hoy en día, la IA termina imitando los estilos de arte usados para su entrenamiento. Es capaz de combinar colores, fusionar estilos, pero no es capaz de crear algo completamente nuevo […]”.
A lo que también es posible considerar la posición de Rob Biddulph, autor e ilustrador infantil británico, quien en entrevista con Sarah Shaffi expresa que “Un artista humano también incorpora emoción, matices y memoria al proceso, especialmente en lo que respecta a sus fallos”. Biddulph sostiene que el arte generado por inteligencia artificial disminuye el valor del trabajo de ilustradores profesionales. Según él, esto lleva a que algunas personas crean erróneamente que sus creaciones digitales tienen el mismo mérito que las obras realizadas por artistas con años de experiencia. Para ilustrarlo, compara esta idea con tomar una fotografía con un teléfono móvil: aunque el resultado sea estéticamente agradable, no equivale al trabajo de un fotógrafo consagrado como Irving Penn. Sin embargo, sí devalúa el trabajo de los artistas, uno que, además, ya estaba infravalorado.
Este argumento también ha sido usado por aquellos que defienden la inteligencia artificial, como es el caso de Craig Boehman, quien indica que, con anterioridad, se consideraba que la fotografía no era arte porque cualquier persona podía hacerla y representaba una amenaza para los pintores tradicionales; esta visión devaluaba el proceso creativo por considerarlo mecánico o sin alma. Boehman asegura que hoy pasa lo mismo con los productos generados por inteligencia artificial, siendo víctimas del rechazo con argumentos similares, diciendo que no puede ser arte porque no es creado de manera “tradicional”. Cuestionando así la resistencia a aceptar nuevas formas de arte.
Sin embargo, Ted Chiang señala esta comparación como falacia. Al inicio, la fotografía no fue considerada un arte porque parecía ser un proceso mecánico sin mucho margen de decisión: bastaba con apuntar la cámara y capturar la imagen. No obstante, con el tiempo se descubrió que el arte fotográfico está en las múltiples elecciones que realiza el fotógrafo, desde el encuadre hasta la iluminación, aunque estas decisiones no siempre sean fáciles de identificar o describir, la diferencia entre una imagen tomada por un aficionado y una por un profesional demuestra claramente el valor creativo del proceso; señalando que el arte no puede separarse del esfuerzo y de las decisiones detalladas que lo construyen.
En su blog, Matt Corrall hace una interesante reflexión sobre el uso de la IA en el arte. El diseñador señala que los modelos de inteligencia artificial no generan ideas originales; solo reorganizan datos existentes. Su aparente creatividad proviene de identificar patrones y replicar estilos con gran precisión, pero sin comprender, imaginar ni interpretar como un ser humano. Aunque estos modelos se promueven con promesas de transformar la sociedad, su funcionamiento sigue siendo limitado y defectuoso, muy por debajo del ideal que algunos discursos entusiastas intentan presentar.
“Como vienen advirtiendo numerosos especialistas, detrás del marketing sobre el potencial de la IA para reducir los tiempos de trabajo, colaborar en el combate contra el calentamiento global u otras promesas, se viene una historia repetida: las grandes corporaciones tecnológicas acaparando el conocimiento de millones de personas para continuar concentrando las ganancias en muy pocas manos […]”. – Esteban Magnani
Por otro lado, la adopción comercial de la IA para generar imágenes ha reemplazado a artistas, priorizando rapidez y bajo costo sobre calidad y creatividad, asegura Corrall, el arte es tratado como contenido desechable y las tareas se delegan a trabajadores menos cualificados, debilitando el valor del trabajo artístico humano.
El caso Ghibli
En los últimos meses, después de la actualización de OpenAI que permite crear imágenes, las redes sociales se vieron inundadas de ilustraciones de los usuarios en diferentes formatos, ya sea como muñecos de acción, al estilo Wallace y Gromit, de Sailor Moon o del amarillo característico de Los Simpsons. Los internautas compartían emocionados lo divertido, rápido y gratuito que resultaba convertir sus fotografías a estos distintivos estilos.
Aunque el auge incluyó cientos de estilos de diversos medios, hubo uno que acaparó la mirada de miles (si no es que millones) de usuarios en la red: ilustraciones con el característico estilo de Studio Ghibli.
¿Y cómo no? Si las películas de Studio Ghibli han marcado generaciones y los personajes de sus películas son adorados a lo largo y ancho del mundo. Sin embargo, es imposible ignorar que una de las reacciones más difundidas en torno a la inteligencia artificial en el ámbito artístico corresponde a la que tuvo el director Hayao Miyazaki de Studio Ghibli, a quien en 2016 le fue mostrada una animación generada con IA. Su respuesta, lejos de ser una simple crítica técnica, fue interpretada como una declaración sobre la esencia del arte, al calificar dicha creación como un “insulto a la vida misma”. Dicha postura ha sido ampliamente citada como un posicionamiento ético respecto al papel de la sensibilidad humana dentro de los procesos creativos.

Studio Ghibli se distingue a nivel técnico por su compromiso con la animación tradicional hecha a mano, un proceso minucioso que puede tomar varios años por película, reflejando tanto precisión artística como dedicación artesanal. Este enfoque se traduce en fondos ricamente ilustrados, movimientos fluidos y una estética visual coherente y distintiva que ha convertido al estudio en un referente mundial de la animación; contrario en su totalidad a la inmediatez que proporciona la IA.
“El arte generado por inteligencia artificial es vampírico: se alimenta de obras de generaciones pasadas mientras absorbe la esencia creativa de los artistas vivos. Con el tiempo, esto empobrecerá nuestra cultura visual. Los consumidores serán condicionados a aceptar esta «apariencia de arte», pero carecerá de ingenio, visión personal, sensibilidad individual y, en última instancia, de humanidad”. – Molly Crabapple y el Center for Artistic Inquiry and Reporting.
El arduo trabajo de Miyazaki para consolidar el estilo de Studio Ghibli podría verse opacado por la difusión masiva de imágenes generadas por inteligencia artificial que imitan su estética. Esto genera preocupación sobre la valoración del arte auténtico en favor de imitaciones superficiales, pues, como dice Jesse Hassenger, “sería una pena, entonces, que los niños conocieran el estilo de este estudio a través de la antimagia de las imágenes generadas por inteligencia artificial (IA)”.
Peor aún, como señala Kyle Chayka en su columna Infinite Scroll, la IAGen ha sido utilizada para “Ghiblificar” situaciones cuestionables, algunas de las cuales también atentan con las creencias del director japonés: “un Donald Trump al estilo Ghibli levantando el puño desafiante tras un intento de asesinato; un avión Ghibli impactando contra las Torres Gemelas. El punto más absurdo de esta tendencia pudo haberse alcanzado el jueves, cuando la cuenta oficial de la Casa Blanca en X publicó una foto filtrada al estilo Ghibli de un presunto narcotraficante dominicano llorando mientras era arrestado”.

Aunque estos sistemas pueden imitar estilos artísticos, filosóficos o musicales, replicando ilustraciones de distintivos artistas o estudios, emulando teorías filosóficas o componiendo canciones al estilo de determinadas bandas, la IA carece de la capacidad de crear estilos o ideas realmente originales, ya que no poseen una facultad creativa autónoma.
El arte humano
El arte es una expresión profundamente humana que surge de nuestras emociones y experiencias. A través del proceso creativo, descubrimos lo que queremos expresar, a diferencia de una máquina que solo ensambla información sin vivencias ni sentimientos.
En un artículo para The New Yorker, Ted Chiang expone una crítica al uso de inteligencia artificial generativa en la creación artística y literaria. El afamado escritor sostiene que escribir ficción o crear arte implica tomar miles de decisiones conscientes, mientras que generar imágenes o textos mediante IA requiere muy pocas elecciones, limitándose a un prompt. Para él, esta diferencia resta valor al proceso creativo, que es donde reside gran parte de la expresión artística.
El autor también sostiene que quienes usan IA para crear sin dominar el medio confunden la inspiración con la creación real. Criticando así la automatización de tareas que deberían reflejar un mínimo de intención humana, como lo son cartas personales (como en la tan criticada publicidad de Gemini). Chiang señala que el valor del arte y del lenguaje no reside solo en la originalidad, sino en la autenticidad y conexión humana.
“Al permitir que una máquina piense por nosotros, nos estamos robando a nosotros mismos la alegría y la satisfacción que brinda el acto de crear”. – Matt Corrall
En este aspecto, comparto la visión de Chiang, no todo texto necesita ser una obra creativa o profunda; en ocasiones, su propósito es simplemente existir. Y aunque gran parte de lo que se escribe no es original, eso no le quita valor. En su palabras, la importancia de frases como «lo siento» o «me alegra verte» no está en su novedad, sino en la sinceridad y el momento en que se dicen. Su significado radica en la intención emocional detrás, algo que los modelos automáticos solamente pueden simular.
Si bien, la tecnología ha avanzado y las IAGen son revolucionarias, ¿por qué estoy yo haciendo las labores del hogar y la IA está haciendo arte?, ¿qué clase de futuro es este?, ¿no debería ser al revés? Y no estoy insinuando que yo sea una artista, a secas, porque no lo soy, pero después de todos estos debates he aprendido a disfrutar más las acuarelas que pinto y la poesía que de repente escribo, mi autoexigencia se ha relajado un poco. Nada de lo que hago es perfecto, pero he entendido que el arte, más allá del resultado final, es el proceso y los errores que cometemos en el camino. Pues, como dice Melissa Dawn Pisnak, la IA no siente, su “arte” no fue realizado por alguien que acaba de tener una crisis emocional por culpa de su gato.
Nota de autor
Quiero agradecer a Mariana Sofía Jiménez por la ilustración que acompaña esta nota. Su talento enriquece este texto de una forma que ninguna herramienta automatizada podría lograr, reafirmando el valor de la creatividad en tiempos de inteligencia artificial.
Tomado de EDUNEWS del Tec de Monterrey
No hay comentarios:
Publicar un comentario