viernes, 17 de abril de 2020

Las actividades en formato digital, ¿e-actividades?

¿Actividades o e-actividades?


No tiene sentido alguno denominar a este tipo de tareas como e-actividades siempre que las mismas se llevan a cabo en sistemas de educación a distancia digitales. Sería lo mismo que denominar en estos entornos a los objetivos como e-objetivos, a los contenidos como e-contenidos, e-metodología, e-evaluación..., ¿e-learning?. Pues claro, si nos encontramos en entornos virtuales, ya el diseño, la planificación, contaba con ello. Ya el desarrollo de la Unidad didáctica o lección lo plasmábamos en red, con "e" de prefijo, ¿para qué denominar a las actividades como e-actividades? Y lo digo, porque existen contextos de educación a distancia en los que las nombran así.

Estará bien, será correcto, esta denominación de e-actividades en contextos de educación presencial, en los que podrán programarse actividades de corte presencial, y otras que, ahora sí, sean e-actividades. Pero en el ámbito que nos venimos moviendo en estas entradas, no me parece necesario realizar esta distinción. Más allá de que en los formatos digitales puedan/tengan que existir prácticas presenciales o algún trabajo en grupo, si se cuenta con sesiones presenciales de tutoría. Igualmente, podría ser correcto denominarlas así en los ambientes híbridos de blended-learning en los que convivirán los dos tipos de aprendizaje activo. Pero vayamos a lo nuestro.

Planteo las actividades como ejercicios o supuestos prácticos que obligan a que el estudiante no se limite a memorizar y aplique constantemente los conocimientos convirtiéndolos en algo operativo y dinámico que ayude al logro de competencias (García Aretio, 1994, 2001). Deberían ser la base, paradigma y motor del proceso educativo y de un aprendizaje activo y nunca meramente memorístico. Con las actividades se trata de construir nuevos conocimientos, reconducirlos, afianzar los ya adquiridos, experimentar, aplicar, resolver problemas, ubicar el aprendizaje en el centro del proceso. En definitiva, esta variable del currículo resulta el vehículo ideal para transitar desde una educación centrada en el docente o en los contenidos, o en las tecnologías, a otra más dinámica, flexible y activa, centrada en el estudiante, en lo que hace, en lo que aprende.

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