viernes, 9 de abril de 2021

No, no volverá la vieja normalidad en educación

 Escribe Lorenzo García Aretio

Cuando, finalmente, quede atrás esta terrible pandemia ¿alguien aún piensa que volveremos a la vieja normalidad en todas las facetas de nuestra vida?, ¿trabajaremos todos del mismo modo que lo hacíamos en 2019?, ¿será de nuevo eliminado el teletrabajo, o habrá un cómo y dónde trabajar diferentes?, ¿de la deslocalización, de nuevo al aquí y ahora?, ¿se volverá a los mismos atascos o retenciones de tráfico en horas punta como antes de la pandemia, una vez decrezcan las cautelas por usar el transporte público?, ¿el comercio electrónico volverá a la vieja normalidad?, ¿los viajes de negocio retomarán sus constantes?, ¿mantendremos hábitos de higiene similares a los de hace 18 meses?, ¿los que salieron de las grandes urbes y buscaron residencias en entornos rurales, volverán?, ¿abandonarán las tecnologías los que por primera vez se acercaron a ellas con motivo de la pandemia?, ¿visitaremos físicamente nuestra oficina bancaria con la frecuencia de antes?, ¿se recuperará el mundo del espectáculo presencial a cotas prepandemia?, los mayores como protagonistas en la pandemia, ¿volverán a ser olvidados?, ¿desaparecerán 100% las mascarillas?…

Y, probablemente, en todo aquello que afecte a la movilidad o al turismo, aeropuertos, estaciones de ferrocarril o autobuses, hoteles, zonas comunes de ocio, etc.,  se mantengan algunos hábitos de higiene, distancia y otras medidas de seguridad que se hicieron habituales durante estos meses. También se mantendrán algunas medidas probablemente en los hospitales y en las relaciones con los enfermos, ¿se mantendrán algunas comunicaciones en línea en las relaciones servicios de salud-pacientes?…

Quizás las relaciones sociales vuelvan a ser como antes, lo estamos deseando. Sin embargo, no porque durante la pandemia se hayan debilitado los lazos familiares, por ejemplo. Quizás, en algunos casos pudieron reforzarse. Pero, ¿y en la educación, volveremos a una vieja normalidad?, ¿será todo como en 2019? Categóricamente, de ninguna manera, de forma más especial en los estudios superiores.

En educación, ¿podemos soñar en alcanzar los mismos hábitos, costumbres, formas de trabajar y relacionarnos que hace 18 meses?, ¿no sería una vuelta atrás?, ¿no sería preferible en lugar de saltar hacia atrás hacerlo hacia adelante? ¿Diríase que no hemos aprendido nada nuevo y valioso en educación durante estos últimos meses?, ¿podría afirmarse que nada de lo asimilado será válido para aprovecharlo en tiempos de pospandemia?, ¿volveremos a una educación aquí y ahora, evitando o reduciendo la deslocalización y descentralización del aprendizaje? Categóricamente no, y más aún conforme el nivel de estudios es superior.

En todo caso, cualquier respuesta fundada a muchas de estas cuestiones tendrá su base en decisiones gubernamentales o institucionales, pero de manera fundamental, en la actitud de la persona que desea aprender. Y también, cómo no, del profesorado con respecto a la vuelta o no a aquella vieja normalidad o, en su lugar, dar un salto hacia adelante a una normalidad nueva, diferente, enriquecida, flexible…, adaptada a los nuevos tiempos.

Decía en un reciente artículo, con respecto a estas actitudes hacia lo digital por parte del profesorado en tiempos de confinamiento, estas cosas (García Aretio, 2021), generalmente referidas a niveles universitarios, aunque algo puede aprovecharse en otros aprendizajes, por su similitud:

a) Actitud de rechazo. Si nos trasladamos a las épocas más duras del confinamiento, hubo muchos docentes que abominaron, más que antes, de las pedagogías no presenciales, convenciéndose de que tenían razón cuando negaban posibilidades educativas dignas de consideración a esas modalidades digitales. Naturalmente, se trataba de docentes que a fuerza del mandato de las autoridades sanitarias tuvieron que virar 180º en sus formas de hacer educación. Probablemente se limitaron a replicar su acción pedagógica en formato digital, fuese síncrono o asíncrono. Y, casi seguro, no funcionó.

b) Los conversos. Pero con seguridad, en sentido frontalmente contrario, hubo docentes que se convirtieron de forma radical, al estilo de como lo hizo cayendo del caballo, San Pablo. Pero este santo parece que contó con el impulso divino que quizás no se prodigue en el tema que nos ocupa. Algunos de estos “conversos” han llegado a ser prolijos en “vender” modelos y metodologías maravillosas, alejadas de la relación presencial entre docente y estudiante. De ignorar, o incluso atacar, a las metodologías a distancia, sin estudio ni reflexión ni asesoramiento previos, escribían, argumentaban y defendían el reciente “hallazgo”.

c) Los flexibles y abiertos. Otros fueron descubriendo una serie de valores, antes ignorados, de las tecnologías aplicadas a la educación. No como para abjurar de la enseñanza presencial que siempre hicieron bien, pero sí para valorar otras posibilidades que podrían enriquecer sus experiencias docentes futuras, a través de algunas propuestas combinadas o de incipiente hibridación metodológica. Posiblemente se pusieron a estudiar, a debatir, a asesorarse, etc.

d) Los convencidos. No faltó aquel profesorado que, aún desenvolviéndose en entornos básicamente presenciales, ya habían experimentado y descubierto las bondades de ciertas tecnologías aplicadas a determinadas acciones educativas, en coherencia con algunos objetivos y competencias establecidos y en función de las exigencias de las actividades de aprendizaje propuestas. Estos tuvieron mínimo problema ante el obligado cambio de contexto.

e) Los que ya trabajaban en esos sistemas. Naturalmente, ya estaban aquellos que se desenvolvían en contextos en línea, para quienes el confinamiento, a efectos educativos, no tuvo especiales dificultades.

f) Los que, además, estudiaban e investigaban. Y, finalmente, quienes, además de conocer la práctica educativa en estos entornos, se dedicaron desde años a estudiar, investigar, innovar y escribir sobre este fenómeno educativo que, manejado con rigor, vienen aportando soluciones de valor dentro del ámbito educativo.

Ubíquese cada cual en alguna de estas categorías. Pero, mejor, piensen en qué posición se encuentra buena parte del profesorado de nuestro entorno. Personalmente no me fío de las categorías a) y b). En ambos casos se detecta una falta de consistencia argumental, y la que se ofrece suele estar apoyada en la ignorancia o, en insistir en enfrentar las buenas prácticas presenciales, que ciertamente abundan, frente a las malas prácticas a distancia, que por desgracia también proliferan. Nunca contrastan en sentido contrario. Suelen ser actitudes escasamente sustentadas en argumentos científicos.

Personalmente, quisiera tener grandes esperanzas en las categorías c) y d) de aquel profesorado que en la antigua normalidad prepandémica laboraba en entornos presenciales. Fundamentalmente desde ellos se generará la nueva normalidad educativa, siempre apoyados por criterios aportados desde la categoría f), de la que algunos de ellos, con seguridad, también forman parte.

¿Que se recuperará la presencialidad en las instituciones y programas presenciales?, por supuesto, aunque seguro que no en todas, y mucho menos al 100%, ni en la forma que la conocíamos. Y, ¡atención!, se van a incrementar ineludiblemente los aprendizajes no formales, fuera del sistema educativo reglado. Y ello, pese a quien pese. Saltaremos hacia adelante y no volveremos atrás, seguro que con muchos errores, pero también con aciertos. Las tecnologías digitales, la inteligencia artificial, las conexiones, la flexibilidad, la combinación, la hibridación, la sincronía y asincronía, la integración de metodologías, recursos, modelos, sistemas, la oferta y la demanda, las competencias, etc., en suma, formarán parte del futuro de la educación, de esa nueva normalidad educativa que personalmente vislumbro.

                                       https://pixabay.com/es/photos/vuca-volatilidad-incertidumbre-5406169/

No olvidemos que en la escuela tradicional, y universidad, estudiantes y docentes nos vinimos moviendo en un entorno SCSC (Stability, Certainty, Simplicity, Clarity). Tras la pandemia, ¿volveremos al confort de esas claves? Ahí, probablemente, al menos bastantes docentes se sentirán más confortables y seguros. Y desde ahí ¿se podrá preparar a ciudadanos que, sin duda van a moverse en un entorno VUCA (Volatility, Uncertainty, Complexity, Ambiguity)? Será interesante reflexionar sobre estos conceptos.

En fin, como docentes, o nos preparamos, todos, para la nueva sociedad de estos nuevos tiempos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos, o nuestro trabajo será menos relevante y tendrá, probablemente, menor impacto social. A pesar de ello, no seré de los que nieguen la relevancia de la Stability de tantos principios, las Certainty y evidencias que nos muestra la ciencia (aunque el conocimiento sea más o menos provisional), la Simplicity de tantas cosas que nos hacen vivir y disfrutar, o la necesaria Clarity en la transmisión del saber, sea en presencia o en línea. Entender estas categorías y tratar de combinarlas o integrarlas con los tiempos que fluyen (VUCA) sería una buena estrategia para pensar la nueva educación. Mejor ahora, en tiempos de pospandemia, que nunca.

Referencia: García Aretio, L. (2021). COVID-19 y educación a distancia digital: preconfinamiento, confinamiento y posconfinamiento. RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 24(1), 09-32. doi:https://doi.org/10.5944/ried.24.1.28080

Tomado de Contextos universitarios mediados con permiso de su autor

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