viernes, 12 de junio de 2015

La brecha universidad-escuela

Escribe  José Blas García Pérez


Separada de la práctica, la teoría es puro verbalismo inoperante; desvinculada de la teoría, la práctica es activismo ciego. Es por esto mismo que no hay praxis auténtica fuera de la unidad dialéctica acción-reflexión, práctica-teoría»  (Freire)
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Parece claro que si la formación de los nuevos docentes no se articula, y vincula, mediante programas entre las Facultades de Educación  y los centros educativos, tanto en la actividad de investigación educativa como en las prácticas escolares…seguimos teniendo un problema: Una brecha que distancia la Universidad y la Escuela.

Son innumerables las ocasiones en las que unos y otros, profesores y alumnos universitarios, maestros y centros escolares, nos quejamos de esta desconexión. Dos son las brechas existentes: Por un lado la dicotomía teoría y práctica; por otro la inexistencia de centros de prácticas de las innovaciones escolares. Es la hora de establecer una vía directa entre las facultades de educación y las escuelas, que alimente una práctica de calidad y retroalimente la investigación educativa eficaz y eficiente.

La dicotomía teoría y práctica
Parece obvio que la investigación educativa no puede existir únicamente por y para la producción investigadora. ¿Podríamos dar sentido a la investigación científica y tecnológica sin una finalidad concreta de ser aplicada? En estas disciplinas, cada pequeña nueva evidencia de mejora, progreso o tendencia se incorpora inmediatamente al acervo cultural y profesional de cualquier profesional del ámbito de la salud o la tecnología: retroalimentación constante.

Las facultades de educación no pueden seguir caminado  de espaldas a la realidad de los centros educativos. Las escuelas no deben seguir viviendo sin un diálogo continuo con la Universidad en búsqueda de respuestas  ¿Pueden los prácticos enquistarse en una praxis reconocidamente obsoleta y no ser capaces de investigar sobre su propia actividad? ¿Los grados en educación infantil, primaria, pedagogía, educación social, y los másteres en educación secundaria, están proporcionando la formación de calidad que se presupone necesaria a los maestros y profesores del siglo XXI?: La transformación educativa comienza aquí.
Cerrando otra brecha
BRECHA-03-INED21

Si la investigación es clave para liderar la transformación educativa que necesita  la sociedad actual, me surge un  listado de interrogantes (que abren esa profunda brecha que separa Universidad y Escuela)  tan extenso que no cabría en este artículo.

¿Se pueden aprender metodologías horizontales explicadas desde didácticas instructivas y jerárquicas?¿Es coherente hablar de los alumnos como centro de la acción educativa  desde posiciones basadas en currículos determinados y cerrrados? ¿Es posible aprender sobre evaluación participativa cuando las guías docentes marcan desde el inicio las técnicas e instrumentos para evaluar y examinar? ¿Se pueden desarrollar competencias siendo las clases voluntarias y lo único obligatorio continué siendo el examen? ¿Podremos aprender cómo desarrollar la empatía y la inteligencia emocional en un aula, sin empatía hacia el alumnado y desde el habitual trato frío y distante en las aulas universitarias? 

Las escuelas y las Facultades de educación deben mirarse de frente… deben gustarse y encontrarse
Hay varios ejemplos, que a mi modo de ver, encierran algunos de los errores  que estamos intentando visibilizar.

Sinceramente, echo de menos un sistema articulado, como observo (mi labor docente de maestro se desarrolla en un hospital) que se hace en medicina, entre escuelas y universidad. Es impensable una Facultad de medicina sin un hospital de referencia universitaria. ¿Sería posible un colegio ( o una docena) de prácticas universitario, que sirviera tanto para poner en práctica real los resultados procedentes de la investigación educativa universitaria, como para potenciar las mejores metodologías aplicadas a contextos reales?

El proceso que se hace, observo que va justo al revés: recurrir mucho a la escuela para obtener datos que evidencien las mejoras educativas que alimenten investigaciones cuyo destino son artículos especializado en revistas especializadas de investigación educativa, pero utilizar poco la investigación para mejorar la práctica real en la escuela y, por añadidura, los aprendizajes de sus alumnos.

Si invirtiéramos  el proceso, la acción investigadora universitaria se transformaría, no sólo en un  potente sistema de mejora de la calidad educativa de un país, de mejora social (cuando tanto se habla de RSC)  y de fuente reales  donde beber las políticas educativas, si no por añadidura, una mejora de la reputación  y del ranking de cada Facultad a base de aumentar publicaciones en revistas indexadas JCR y de impacto.


Los nuevos centros piloto
Sí,  hablamos de nuevos “centros piloto”, de nuevas “escuelas anejas”. Al desaparecer, hace una veintena de años, la figura de “Escuelas Anejas de las Normales de Magisterio” seguramente se esfumó  con ellas la posibilidad de llevar a cabo algo aproximado a la posibilidad de ese modelo del que hablamos y que no ha sido sustituido por ningún otro.

¿Es momento de repensarlo?

Las prácticas escolares (como una asignatura más)  no son suficientes porque no vinculan las prácticas a centros y tutores que desarrollan contrastadas experiencia de calidad educativa. Así, de los alumnos de prácticas que tutorizo, en sus evaluaciones finales, sólo 2 de cada 10 alumnos manifiestan que “de mayor” le gustaría ser un maestro/a como el  tutor/a que ha tenido. Si la Universidad selecciona a todos sus profesores en baremos de supuesta calidad, ¿por qué dejar una parte importante de la docencia de los alumnos universitarios de educación (los prácticum) al arbitrio del voluntarismo de centros, maestros  y maestras  sin selección previa?: Elegir a los mejores modelos reales también será un paso importante para mejorar el sistema educativo.

Modelos de aprendizaje de calidad
Es necesario elegir como modelos de aprendizaje a centros y docentes que desarrollen tanto  líneas metodológicas emergentes  como aplicaciones de calidad contrastada a la resolución de los problemas más acuciantes de la escuela (cultura, motivación, interés, gestión de conflictos, evaluación…) y que sirvan de modelo para los docentes nóveles y, de paso,  de desarrollo para los docentes añejos.

Sí, es cierto que la cantidad ingente de matriculados en las Facultades de Educación, no podrían ser  absorbidos sólo por centros seleccionados.  El dilema está servido: 

¿Cantidad o calidad?

En algún momento se debe producir la ruptura coherente del círculo vicioso. Coincido los que opinan que Finlandia no debe ser el espejo del cambio educativo, pues la sociedad española no es la sociedad finlandesa. Pero quizás sí su sistema de selección de los mejores alumnos de hoy para ser los mejores docentes del mañana: el prestigio de la profesión docente está exigiendo evidencias y medidas que persigan la calidad en la formación y selección del profesorado.

La Universidad debe promover y ser partícipe del cambio que el sistema educativo está pidiendo a gritos. Su impulso se me antoja decisivo en la situación de transición en la que nos encontramos: el cambio de paradigma de la enseñanza, en otros tiempos apoyada en el trío teoría-conocimiento-enseñanza, a un modelo soportado por el  triángulo práctica-creación-aprendizaje.

5 medidas para cerrar la brecha escuela – universidad
1
Crear programas articulados que vinculen las Facultades de Educación  y los Centros educativos.
2
Que la investigación educativa emane y se devuelva a las aulas como origen real y finalidad de mejora social.
3
Unir teoría y práctica universitaria como elemento imprescindible de coherencia pedagógica y desarrollo de competencias de la formación inicial de profesores y maestros.
4
Seleccionar a los centros de prácticas que desarrollen metodologías emergentes y a los tutores de calidad como modelos en formación del futuro docente.
5
Establecer medidas de equilibrio de la cantidad, calidad y necesidades con la admisión, formación y selección de nuevos docentes.

Mirarnos el ombligo constantemente no es bueno… ni saludable: produce tortícolis y visión reducida.



Tomado de INED 21 con permiso de su autor

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