viernes, 12 de agosto de 2016

Contexto educativo mundial

Escribe José Blas García Pérez


Desde hace varias décadas, casi medio siglo, la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura —UNESCO— lleva preguntándose sobre la educación que necesitamos, sobre el papel de la educación en cada una de las décadas, sobre si los sistemas escolares son capaces de satisfacer la demanda mundial de educación, sobre si es posible darle a la educación los medios formidables que necesita, sobre cómo debería organizarse el aprendizaje, sobre si…
HASTA LOS VEINTE AÑOS SIGUIENTES
Recurrentemente, cada veintena de años, y por encargo o iniciativa del director o directora de turno de la Organización, un grupo de expertos en las materias que le competen, elabora un informe de enorme relevancia y trascendencia en el contexto educativo mundial.
Suele tratarse de extensos, pero interesantísimos informes, donde se recogen (por medio de complejos análisis de datos sociológicos y educativos recogidos de todo el mundo) y marcan las directrices y orientaciones de hacia dónde caminamos en educación. Estos informes llevan recomendaciones para los países miembros de en qué elementos es necesario poner el acento para el diseño de las políticas educativas nacionales.
Así, cada informe debería constituirse como el libro de cabecera para los responsables de las políticas educativas de cada estado. Recomendaciones que, tristemente, visto lo visto y leído lo leído, las meten en el cajón de los tristes, a que duerman hasta los 20 años siguientes, que vuelven a aparecer en el siguiente informe.
En esa ignominia de informes valiosos, guiada por vete a saber qué ideologías o intereses, las viejas naciones perpetúan anacronismos en sus sistemas educativos y las nuevas heredan los errores al imitar los modelos de aquellas.
Unos por otros,
como siempre, la casa sin barrer
El último de estos informes ha sido publicado recientemente, en 2015, lleva por título Replantear la Educación. ¿Hacia un bien común mundial? y ha sido coordinado e impulsado por Irina Bokova, Directora General de la UNESCO desde 2009.
Este informe es el heredero de dos informes anteriores. El más cercano en el tiempo (1994) y más conocido, es el titulado La educación encierra un tesoro (conocido popularmente por “Informe Delors”, en honor a su promotor , el presidente de la comisión encargada de su elaboración, Jaques Delors) y otro anterior, menos conocido pero, desde mi punto de vista, el más revolucionario, en tanto en cuanto que supuso el inicio de esta serie de reflexiones que han removido desde los cimientos la educación en sus conceptos clásicos: Aprender a ser. La educación del futuro (o también conocido como Informe Faure, en hornor a Edgar Faure, presidente de la comisión delegada de la UNESCO que se encargó de su elaboración).
Por la relevancia educativa, por sus orientaciones claras y meridianas sobre las necesidades educativas actuales, tengo la intención de reflexionar sobre los tres informes. Hoy comenzaremos por el más antiguo —insisto: y menos conocido—. Me continúa llamando la atención, seguramente porque  evidencia algo que ya empieza a ser recalcitrante: 
Las políticas educativas que desoyen sistemáticamente tanto los informes de los expertos técnicos como las peticiones de cambio de los docentes de “a pie”.
EL INFORME FAURE
Hace ya más de 40 años de este informe. Edgar Faure, por entonces presidente de la Comisión Internacional sobre el Desarrollo de la Educación, fue el encargado de elaborar para la UNESCO  el informe que tituló “Aprender a Ser, la educación del futuro”. Ya en 1972, este informe recopilaba un balance educativo crítico del momento, pero que fundamentalmente se atrevía a establecer las  prioridades futuras  que debían tenerse en cuenta en el campo educativo en los siguientes años. Como grandes visionarios, los responsables de la elaboración del informe son los padres (podríamos decir cariñosamente, los abuelos) de lo que se ha dado en llamar “la nueva educación”: poner el acento en aprender a ser.
Patéticamente, medio siglo después, muchos responsables, técnicos y prácticos, se empeñan en remar “contra” esa denominada “nueva educación”.
El informe era claro. Edgar Faure ya alertaba al Director General de la UNESCO de aquella época, René Maheu, de que
Para responder a una demanda de educación sin precedentes, frente a tareas inéditas y a funciones nuevas, las fórmulas tradicionales, las reformas parciales no bastan”.
En su carta, Faure advertía de que debíamos separarnos de:
Las falsas soluciones, tímidas y en realidad costosas por su misma ineficacia, y era necesario volvernos  hacia los hechos portadores de porvenir: las actuaciones intelectuales, los enfoques conceptuales recientes y los progresos de la tecnología, en la medida, bien entendido, en que eran implantados en una innovación global.
En mi opinión, este informe supuso un antes y un después de la educación internacional. Fue la antesala de la visualización de la necesidad mundial de un modelo alternativo a la educación, que ya entonces llamaban tradicional, y que, desgraciadamente, ha evolucionado tan poco hasta nuestros días que continuamos adjetivándola con el mismo sustantivo.
Aunque es cierto que la crisis de la escuela tradicional es un fenómeno generalizado y recurrente durante el último siglo y que durante muchos años se siente la necesidad de efectuar transformaciones de fondo a la estructura educativa, lo verdaderamente paradigmático es que su movimiento sea tan lento, que nunca llega (si acaso tímidamente y desde movimientos aislados e independientes) a plasmarse en la realidad de las políticas educativas internacionales. ¿Quizás todos los gobiernos (todos los gobiernos) son conscientes de que “una educación para el ser” es una poderosa“arma de construcción masiva” de libertad individual y colectiva y, precisamente por ello, no quieren ponerla en manos de la ciudadanía?
ARMA DE CONSTRUCCIÓN MASIVA
Sirva este artículo como homenaje particular a Edgar Faure, pues con este informe comenzó el cambio de mirada hacia la “Otra Educación”. Con él se comenzó a hacer realidad el sueño de que “Otra Educación es Posible”. Una perspectiva que puso la importancia en “el individuo” que aprende, en la persona, en el ser integral…  y cuyo principal objetivo ya era —insisto—, hace 44 años, el desarrollo de procesos que facilitaran el acceso al conocimiento como idea clave para la creación de aprendizajes auténticos y duraderos. Es paradójico que este discurso todavía nos parezca novísimo. Y más curioso que haya quien esté “en contra” de unas evidencias que todos los expertos llevan 50 años reclamando.
Pero seamos positivos. Lo excelente y novedoso es que este informe impulsó la parición posterior de dos conceptos trascendentales para la educación del siglo XXI (a saber, “aprender a aprender” y “aprendizaje durante toda la vida”) como necesidad real de solventar una evidencia que ya era clarísima ya en 1972: la rápida obsolescencia de conocimientos. El reto estaba lanzado: ¿es posible desarrollar una educación integral para la persona (ser y saber) que prepare para el futuro?
Siempre me ha llamado la atención sobremanera que el informe Faure —“Aprender a ser”— ya indicaba innovaciones que hoy nos parecen todavía arriesgadas como estrategias necesarias para estimular el desarrollo de los procesos de pensamiento: entrenar la mente, despertar la curiosidad, activar la motivación a base de  retos que busquen soluciones a los problemas que plantea el entorno… eran los resortes que orientaban a políticos y educadores sobre cómo movilizar el aprendizaje:
Crear ya se convirtió con Faure en la clave del
nuevo aprender
ORIENTACIÓN DEL APRENDIZ
La realidad que se vivía con las emergentes, entonces, nuevas tecnologías, fueron la evidencia de que “aprender a aprender” debía suponer replantearse constantemente la percepción de la educación, donde la tecnología (ya fluida, ya cambiante, ya veloz…), debía integrarse en los sistemas educativos más como un medio que como fin en sí misma.
Esta percepción venía a cerciorarnos que debíamos alejarnos del reduccionismo pedagógico que supone dedicar los tiempos y los esfuerzos de aprendizaje en dominar técnicas o adquirir información, algo que —ya entonces— se venía venir como ineficaz, al comprender que eran procesos que los alumnos podían hacer por sí mismos. A cambio, la energía intelectual y el tiempo didáctico se puede orientar dentro de una estrategia metodológica cuyo norte sea la orientación del aprendiz hacia la creación, sistematización y análisis de procesos que le lleven a convertir la información (que busca, descubre o posee) en conocimiento.
El popular Informe Delors (“La educación encierra un tesoro”), que sucedería en 1989 al Informe Faure, recogió y replanteó la mayoría de las tesis de Edgar Faure.
14 
RETOS PARA LA ESCUELA
LA VIGENCIA DEL “INFORME FAURE”
14 retos para la escuela

NOTAS Y FUENTES
Faure“Aprender a ser”, cuarenta años después LINDA D´AMBROSIO. EL UNIVERSAL . Mayo de 2012.
Edgar Faure (18 de agosto de 1908 – 30 de marzo de 1988) fue un político, escritor y académico francés. Varias veces ministro y presidente de la Comisión Internacional sobre el Desarrollo de la Educación de la Unesco en 1972.
Carta del Presidente Edgar Faure al Sr. René Maheu, Director General de la Unesco, 18 mayo 1972.


Tomado de INED 21 con permiso de su autor

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