martes, 30 de abril de 2019

La necesidad y el valor de entender a los alumnos

Escribe Charo Sádaba

Hace unas semanas una universidad española me invitó a impartir una sesión en un curso de formación de jóvenes profesores. Me propusieron un título muy sugerente pero tuvieron a bien darme la libertad de enfocarlo como se adaptara mejor a mí. Así que elegí una perspectiva que me es muy familiar y que he venido trabajando en los últimos tiempos: si queremos ser capaces de llegar a los alumnos, de que nos vean y nos escuchen, es necesario comenzar por conocerles y entenderles.
Mi sorpresa fue enorme cuando, al acabar la sesión, los responsables del curso me reconocieron que era la primera vez que en este curso alguien abordaba este tema. Entiendo que la formación del profesorado tiene muchas posibles vertientes, todas ellas valiosas, pero me cuesta comprender que el alumno, el destinatario final de la mayor parte del trabajo de un profesor universitario y de todo el sistema en su conjunto, no sea una cuestión esencial no solo en la formación de los nuevos docentes, sino de todos aquellos que de un modo u otro trabajan con y para ellos.
Podría aducirse que toda la corriente de innovación docente en la que estamos inmersos busca, precisamente, dar respuesta a ese perfil de alumno cambiante. Y reconozco que es así en parte. Pero sigo pensando que la reflexión pausada sobre la claves sociológicas y su influencia en los más jóvenes, no es un tema que nos haya ocupado seriamente. Me atrevería a decir, incluso, que la excesiva burocratización del trabajo universitario está teniendo un efecto no deseado y perverso en el que el alumno ha dejado de formar parte de la ecuación como elemento clave de este trabajo y ha sido sustituido por agencias, pares, comités y procesos. En el mejor de los casos, ha sido reducido a su valoración en una encuesta de satisfacción, herramienta de la que ya son evidentes sus limitaciones. Y no hablo de la necesidad o no de querer a los alumnos, sino de mostrar interés por ellos para poder adaptar el discurso, el modo de enseñar, el tono, a sus condiciones y su entorno y ser capaces así de captar su atención y, por ende, de marcar una diferencia en su vida.
En mis casi veinte años como profesora universitaria he asistido, como todos mis colegas, a cambios sociológicos y culturales. Muchos de ellos menores (cómo visten, cómo hablan), y algunos pocos de gran calado que ponen de manifiesto que los cambios sociales afectan al modo en que las nuevas generaciones de alumnos universitarios se conciben a sí mismos, a su propio itinerario formativo y a la autoridad implícita en el sistema universitario. Una de las reacciones mas frecuentes entre el profesorado, de la que he sido parte en ocasiones, es la queja: “ya no son tan constantes como antes”, “no se toman en serio el trabajo”, “tiran la toalla ante el primer esfuerzo”, “es muy difícil captar su interés”, “no se esfuerzan”, “no dan importancia a los límites”. Pocas veces nos hemos tomado el tiempo y la molestia de entender cómo han crecido, cómo la sociedad ha ayudado a moldear algunos de esos hábitos de los que, sin querer, les hacemos plenamente responsables.
Me permito sugerir la lectura pausada de un artículo publicado en 2014 por la revista The Atlantic en el que se apuntaban algunas claves que pueden ayudarnos a descubrir las coordenadas desde las que los más jóvenes (Generación Z, millennials) entienden el mundo en que viven. En este texto se da cuenta del trabajo de Ellen Sandseter, de la Queen Maud University College, sobre las consecuencias que la transformación de los espacios de juego infantil podría tener sobre el desarrollo evolutivo. De acuerdo con su perspectiva como especialista en educación temprana, la sobreprotección aplicada al juego puede llevar consigo una actitud temerosa a la asunción de riesgos y una escasa capacidad para valorar las consecuencias de determinadas actitudes que pueden parecer “peligrosas”. Cuando estos niños y niñas crecen y llegan a la universidad es habitual encontrarse con jóvenes asustados de tomar una u otra decisión que necesariamente implica un riesgo como, por ejemplo, elegir una asignatura o una práctica profesional sobre otra; y al mismo tiempo les vemos llevar a cabo actitudes que claramente implican un riesgo, como su relación abusiva con el alcohol, por ejemplo. La relación de una infancia sobreprotegida y su incapacidad manifiesta de asumir la necesidad de tomar decisiones que implican y encierran riesgos emerge, entonces, con más claridad.
En The Coddling of the American Mind, Jonathan Haidt y Greg Lukianoff hacen un diagnóstico sociológico de la generación que hoy habita los campus norteamericanos. Tres son las máximas (ellos las denominan untruths) sobre las que, a juicio de estos autores, se articula la vida de estos jóvenes: confía siempre en tus sentimientos; lo que no te mata, te hace más débil; y la vida es una batalla entre gente mala y gente buena. El libro desgrana, con decenas de casos que nos interpelan directamente, las causas psicológicas y sociales que nos conducen a la situación actual.
Podría parecer que tras estos rasgos se esconde una realidad negativa que deberíamos conocer para protegernos de ella: jóvenes que no saben tomar riesgos, que asumen que en la vida no hay grises, y para los que prevalece la emoción sobre la objetividad en todos los casos. Sin embargo, cabe una reflexión más positiva que es la que quiero ofrecer: solo conociendo como son, solo acertando en el diagnóstico, seremos capaces de ayudarles. Y en el camino también entenderemos que a veces nuestras posiciones sobre las cosas, sobre todo aquellas en las que entramos en conflicto con los estudiantes, también son fruto de nuestro propio marco social e histórico y que, por tanto, pueden cambiar.
Innovación es una palabra clave estos días en todos los contextos, también en el sector educativo. Creo que la innovación más urgente es aquella que aplica al ser humano y que nos hace cambiar a través de la evolución o de la disrupción. Cuando eso afecta a la relación alumno-profesor, entonces toca un elemento clave en la vida universitaria que no puede no ser objeto de nuestra consideración. Aprenderemos mucho sobre ellos y, de paso, también sobre nosotros mismos.
Tomado del Blog de Studia XXI con permiso de sus ediores

lunes, 29 de abril de 2019

Una herramienta para evaluar la divulgación científica

Escribe Ernesto López



A finales del pasado año CRUE y FECYT presentaron el resultado de un trabajo conjunto: una herramienta para evaluar la divulgación científica.
Tal como se recoge en la web de la CRUE, se trata de una guía que facilita la valoración de las actividades de divulgación de investigadores, investigadores en formación, profesorado… Iniciativa muy ligada al proyecto piloto de evaluación de la transferencia de conocimiento e innovación impulsado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, que pretende aportar indicadores específicos para evaluar la transferencia del conocimiento, lo novedoso es que estamos ante una herramienta que hasta ahora no disponía la comunidad científica.
Este proyecto surge a partir de la Carta Europea del investigador que impulsa también la divulgación y transferencia de los avances y escotados de sus investigaciones como una de sus funciones relevantes. La sociedad debe conocer lo que la comunidad científica está investigando. Y la comunidad científica , gracias a esta divulgación, no sólo acercan la ciencia a la sociedad, sino que, a la vez, pueden conocer los intereses de esta.

En cuanto al contenido de esta guía, destacamos los 17 tipos de actividades que se recogen. Desde acciones tradicionales (artículos de divulgación o conferencias), hasta las que nos facilita la tecnología 2.0 (blogs o Twitter).

En definitiva, con esta herramienta piloto de evaluación de la divulgación científica se pretende valorar si realmente la comunidad científica está logrando la difusión social del conocimiento. Además ayuda a impulsar estas actividades entre aquellos grupos, investigadores, etc. que todavía no se han planteado incluirla entre sus tareas de investigación.

Mas información, disponible aquí

Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

sábado, 27 de abril de 2019

Estar informado (semanal 27/4/2019)

CUED: Deshonestidad académica

CUED: 9 estrategias para hacer el aprendizaje visible en tu aula

CUED: Aprendizaje servicio: valores heterónomos vs. ideología de corte comunitarista | https://t.co/8mKh9Ms5yR

CUED: Rompiendo con la tiranía del influencer: conversaciones más saludables en twitter | https://t.co/SIIDNDRsXo

CUED: ¿Cómo saber qué método de innovación es el más adecuado para mis clases? | https://t.co/Z6vjw3Sqah

CUED: Research interest score: sobre su necesidad y sentido | https://t.co/sbkMfID9vg

CUED: Espacios

¿A qué se refiere exactamente el concepto de “pos(t)grado”? | https://t.co/8FExPZZh4C

Artificial Intelligence Enhances The Learning Process: How Is That Possible? | https://t.co/kyMDA82fyq

In professional development for online teachers, highlighting failure led the way to success  | https://t.co/xkHZeguHQ0

The Open University is 50 years old today | Tony Bates | https://t.co/rRINczd0cj

Uno de cada tres alumnos en España no finaliza la carrera universitaria que inició | Historias | https://t.co/Tvu59QLCWx

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Patrones temporales de participación en MOOC. Estudio de un MOOC de lenguas | del Peral Pérez | RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia | https://t.co/PB00GJiyWb

¿Qué es Blockchain y cómo se puede aplicar a la educación? — | https://t.co/dGcHXDzmAQ

5 Mobile Learning Barriers And How To Overcome Them With A Mobile-Friendly LMS | https://t.co/10ixnFwtdl

Elsevier agrees to first read-and-publish deal | https://t.co/oxIZcnmzcR

La integración efectiva del dispositivo móvil en la educación y en el aprendizaje | https://t.co/x5rRB0X2mL

A Practical Guide To Issuing Badges At Your Institution | https://t.co/WAzW2G9sAj

Visión de los MOOC desde una perspectiva práctica | https://t.co/oc7aopOaK9

Digital Transformation in Higher Education - Anadea | https://t.co/Y6R7lkv03H

6 Common Mistakes When Creating Online Learning | https://t.co/1nc1uKYMdz

Flipped Learning y Rutinas de pensamiento | https://t.co/lzm2SYQmOT

Experiential Learning Plus Online Learning Equals Enhanced Learner Engagement | https://t.co/xnng3X2ey1

Social learning is innate | https://t.co/v1ScWuqqU3

Donald Clark Plan B: Never driven a car in my life! Climate change and online learning | https://t.co/ZnZGWbxfEW

Hacia la universidad digital: ¿dónde estamos y a dónde vamos? | https://t.co/rZVw8eDmSB

La revolución del blended learning | https://t.co/5dGzawIUES

¿Es Portugal 'la nueva Finlandia' de la educación? | https://t.co/e0JZmSrM0u

Debates sobre Tecnología y Educación: Caminos contemporáneos y conversaciones pendientes | https://t.co/P7BddBVemq

Educación: El Dictamen, las Palabras y las Cosas | https://t.co/O8Me9hkMwQ

Los adolescentes con pantallas en el dormitorio estudian menos tiempo -  » | https://t.co/jS4o5WmAf9

The Technologies Of The Future At The Service Of Training | https://t.co/f2plekzkYg

Los datos creados solo en 2018 equivalen a 33 millones de cerebros humanos | https://t.co/t25XrScp4R

Universidad y empresa: ¿sinergias con sentido? | https://t.co/nM77KsAwkS

Mejorar la motivación con el ABP | https://t.co/QRKKG17J81

Estamos cada vez más cerca de fusionar nuestra mente con la nube | https://t.co/ZLInR1haLj

Principios metodológicos generales para realizar un recurso educativo abierto (REA) | Cedec | https://t.co/dHvnlCSkPX

The Next Generation of Edtech Entrepreneurs Hail from Europe | https://t.co/zaydY4JLV5

CUED: Espacios | @https://t.co/BxCDnArz1S

Self-organising peer review for preprints – A future paradigm for scholarly publishing | https://t.co/Cj1Vaa9j22

Escribir párrafos. Tres consejos útiles. | https://t.co/yQTWfY3wie

Integrar Moodle y Microsoft Teams para la comunicación docente-alumno | https://t.co/NdkvrSytuk

La generación Z se enfrenta a su futuro: ¿qué estudiar? | https://t.co/qeyiSQDEtr

Los estudios y las profesiones con más futuro | https://t.co/Dof9MS7Hv4

¿Somos víctimas de las redes sociales o es una servidumbre voluntaria? | https://t.co/bWxmDbxYQV

Estudiantes en contextos de educación a distancia. Variables vinculadas con el logro académico | Chiecher | RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia | https://t.co/1BPRd6JmN9

Innovar en Pedagogía 2019 | https://t.co/MFBPJdeTxo

Moody's: Competition, consolidation shape online education market | https://t.co/mKoF4bC8fN

Deshonestidad académica | https://t.co/nTXSAzs2ZF

The Impact Of Online Assessment On The Educational Sector | https://t.co/EjvQl0PtUb

“Los planes de estudio de las facultades de Magisterio tienen una formación en métodos de investigación y cultura científica un poco pobre” | https://t.co/hgRDhIayeb

Reading: A MOOC taxonomy based on classification schemes of MOOCs – Technology Enhanced Learning Blog | https://t.co/YKFlujmggL

Ranking de instituciones de investigacion Scimago | https://t.co/Z2zi8eDHJf

Working collaboratively and learning cooperatively | https://t.co/EYAG6vv3KI

Open access research publishing hurts academics in poor countries — | https://t.co/ELfb6RePzm

Exploring new possibilities in cloud-based education technology | https://t.co/NPvjUEIgs4

Maximizing the benefits of AI in Education | https://t.co/XD2NDKIbWr

viernes, 26 de abril de 2019

Deshonestidad académica

Escribe Óscar Barberá  Facultad de Magisterio de la Universidad de Valencia
 Estimo que se cuentan por millares los estudiantes involucrados en este tipo de asuntos; el problema es que desconocemos la escala, precisamente porque no los descubrimos haciendo trampas.
Thomas Lancaster, Staffordshire University (RU),
en Harry YorkeThe Telegraph, January 13, 2017
 No creo que de verdad se esté por promover la integridad académica. Los estudiantes engañan. Y no los pillan.
Queja recurrente de estudiantes recogida en encuestas
AMIS (Academic Motivation & Integrity Survey)
para la evaluación de la integridad académica
(The School for Ethical EducationSEE)
El objeto de este informe es proporcionar una apreciación del estado actual de la falta de probidad académica, especialmente en lo referido a los comportamientos fraudulentos respecto de la autoría y el plagio por parte de estudiantes universitarios, así como de las empresas y particulares que les ofrecen estas oportunidades de quebrar la integridad académica y, con ello, socavar la dignidad y el prestigio de la Universidad en general así como de sus integrantes, estudiantes, administradores y profesores.
No resulta sencillo cuantificar la dimensión del problema, pues los datos relativos a los expedientes sancionadores sólo representan una fracción por determinar de las faltas de probidad detectadas, que a su vez no son más que otra fracción igualmente desconocida del total de actuaciones académicamente deshonestas, la mayoría de ellas nunca reveladas. Esta presunción no debe confundirse con un prejuicio, pues hay indicadores indirectos de su realidad: sólo con teclear las siglas TFG[1], por ejemplo, en cualquiera de los buscadores de contenidos de Internet, aparecen páginas y más páginas de proveedores de servicios fraudulentos a los que pueden acudir nuestros estudiantes solicitando que terceras personas hagan por ellos tareas, informes y trabajos que les son exigidos en sus universidades para superar las distintas asignaturas y obtener los títulos académicos de manera dolosa. Es razonable inferir de la abundancia de estas empresas y particulares que el número de clientes que atienden sea copioso, así como que dicha copiosidad sea resultado de la satisfacción de sus clientes al ver sus objetivos deshonestos cumplidos. Que en el negocio de los servicios de detección del plagio una única herramienta informática haya alcanzado en su venta un precio superior a los 1.500 millones de euros también ayuda a comprender el volumen del problema[2].
Dicho esto, comencemos por evaluar el tamaño de la paja en ojo ajeno. En el mundo anglosajón hace tiempo que hay preocupación por el aspecto comercial que ha adquirido la deshonestidad académica, y en sus encuestas se revela que los estudiantes que voluntariamente admiten haber pagado para que terceros hagan por ellos algunas de sus tareas académicas han aumentado del 3,5% al 15,7% desde 1978[3]. Este porcentaje arroja la cifra de más de treinta millones de estudiantes potenciales utilizando los servicios de las essay mills (fábricas de ensayos), esas empresas que confeccionan trabajos a medida a solicitud de estudiantes deshonestos. La Quality Assurance Agency for Higher Education (QAA) del Reino Unido estimó recientemente en 17.000 sus estudiantes universitarios que anualmente son descubiertos entregando trabajos que han sido escritos por otras personas, mientras que otro estudio sacó a la luz 30.000 ejemplos de estudiantes que anualmente acuden a estas empresas a comprar algún trabajo[4]. Las veinticuatro universidades de excelencia que reúne el Russell Group, que incluye las de Oxford y Cambridge, en tan sólo dos cursos han visto aumentar un 40% sus casos de conducta académica inapropiada, alcanzando los 3.721 expedientes sancionadores en el curso 2016-17, lo que según la QAA supone una amenaza para la reputación de excelencia de la educación superior ofrecida por estas instituciones[5].
En Australia, el gobierno aumentó el presupuesto de la Tertiary Education Quality and Standards Agency (TEQSA) para luchar contra la deshonestidad académica tras el escándalo de 2014, en que cientos de estudiantes de dieciséis de sus universidades fueron expedientados por utilizar los servicios de MyMaster, una fábrica de ensayos proveedora de estos servicios fraudulentos. Parte de ese presupuesto ha servido para investigar las actitudes de 14.000 estudiantes y de más de mil profesores de universidades australianas[6], lo que ha permitido identificar tres variables asociadas a la inclinación a comportarse de forma académicamente deshonesta: (1) la falta de satisfacción con el entorno de enseñanza y aprendizaje universitario, (2) la percepción de las muchas oportunidades que hay para ejercer el fraude académico, y (3) no tener el inglés como lengua materna.
Esta misma agencia australiana, TEQSA, denunció el año pasado una derivación del comportamiento de estas empresas fraudulentas: ejercían el chantaje sobre quienes habían sido sus clientes, amenazándolos con desvelar a las autoridades universitarias el fraude académico cometido. TEQSA ha invertido este año casi dos millones de euros para ayudar a las universidades australianas a identificar y atajar el fraude académico, y también está presionando al ministerio de educación australiano para que legisle específicamente en pro de dificultar estas prácticas y de sancionarlas con mayor severidad[7].
Nueva Zelanda fue el primer país en enmendar su ley educativa para declarar en 2011 ilegal proveer o anunciar servicios para el fraude académico, y 17 de los estados de Estados Unidos de América tienen en vigor leyes similares; Irlanda ha sido el último país en convertir en delito no sólo proporcionar estos servicios dolosos, sino también anunciarlos e incluso facilitar su publicación (Qualifications and Quality Assurance, Education and Training, Amendment, Bill 2018[8]). Otros países como Australia o el Reino Unido[9] están en trámite de legislar en el mismo sentido, el primero espoleado por los chantajes recién comentados y el segundo preocupado por la imagen de su sistema universitario tras el escándalo producido tanto por la exhibición en 2017 de anuncios de estas empresas en el mismo metro de Londres, como por la denuncia de la British Broadcasting Corporation (BBC) a principios de 2018 de que cientos de estrellas de YouTube estaban siendo remuneradas por anunciar EduBirdie, una essay mill con sede en Ucrania[10].
Se calcula que el volumen de negocio de estas empresas supera los 120 millones de euros anuales, una cantidad lo suficientemente importante como para explicar el descaro con el que algunas de ellas actúan: los dueños de la essay millneozelandesa Assignments4u, un matrimonio, fueron multados con 1,3 millones de euros por el gobierno de Nueva Zelanda tras un proceso que duró cuatro años, lo que no ha impedido que siga en funcionamiento un portal denominado igualmente Assignments4u dedicado a los mismos menesteres; a finales de 2017, Jedidiah Evans, un profesor de universidad australiano, se hizo pasar por cliente de una de estas fábricas de ensayos para conocer su funcionamiento y escribir sobre ello; transcurridos unos meses tras el primer contacto, decidió desvelar su identidad a la empresa y anunciarle su intención de escribir un artículo académico sobre la transacción habida, recibiendo por respuesta el ofrecimiento de la empresa para escribir ese trabajo por él, garantizándole una completa originalidad, sin plagio alguno, y ofreciéndole un presupuesto personalizado dada su condición de cliente[11].
En lengua castellana la dimensión de este mercado es notablemente menor, lo que no ha resultado un óbice para que, además de en los portales corporativos propios, las fábricas de ensayos se anuncien mediante YouTubers hispanoparlantes, ni para que nuestras universidades vean exhibidos en sus propios tablones la publicidad de sus servicios dolosos, ni para que periódicos y revistas se hayan hecho eco del enojoso fenómeno[12]. Nuestra situación legislativa también es inferior, incluso insignificante, pues a la ausencia de normas que definan estos comportamientos dolosos como delito, hay que añadir la peculiar, por lamentable, situación del régimen disciplinario de los estudiantes universitarios en España, que sigue regulado por un Decreto de 8 de septiembre de 1954[13], con evidentes problemas de constitucionalidad que el Tribunal Supremo ha ido salvando en sucesivas sentencias de casos en los que se ponía en entredicho su legalidad. No se pretende analizar aquí esta situación desafortunada ni sus consecuencias[14]; sólo señalar que la necesaria regulación de los procedimientos administrativos sancionadores en el ámbito universitario no concita simpatía en los responsables académicos de las universidades, y ni el Gobierno central ni los de las comunidades autónomas han mostrado interés alguno en su desarrollo. Lo más cerca que hemos estado de una nueva regulación fue la aprobación en 2010 del Estatuto del Estudiante Universitario[15], que en su disposición adicional segunda dio al Gobierno el plazo de un año para presentar a las Cortes Generales un proyecto de ley reguladora de la potestad disciplinaria; el ministro Gabilondo, responsable del Estatuto del Estudiante Universitario, quien en su condición previa de presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) había reclamado vehementemente la perentoria necesidad de una nueva regulación, cesó en su cargo diez días antes del término de dicho plazo, lo que paralizó la acción legislativa que aun hoy sigue sin ser retomada.
Al profesorado le suponen un reto doble estas faltas de honradez: por una parte, resulta difícil probar que un universitario que ha mejorado inesperadamente su rendimiento académico no lo haya hecho por méritos propios; por otra, acusar a un estudiante de falta de probidad no es plato de gusto para ningún profesor dada la gravedad moral de la acusación. Si a ello se añade el mucho tiempo que precisa acumular las pruebas que permitan sostener una acusación así de grave, parece lícito que los profesores de universidad se planteen seriamente que en su oficio no se trata tanto de pescar tramposos como de ayudar a quienes desean lograr una educación superior, muy especialmente en el caso español en el que la legislación no pone absolutamente nada de su parte.
Algunos profesores piensan que la solución a largo plazo a estas faltas de probidad por parte de algunos estudiantes no llegará nunca desde la técnica[16] –si bien los servicios de detección de plagio apuestan por el desarrollo del aprendizaje automatizado de la inteligencia artificial[17]–, sino que pasará necesariamente por un cambio en las formas de evaluar, bien doblando las rodillas y eliminando ensayos, proyectos y trabajos a cambio de más exámenes, bien rediseñando el seguimiento de tales ensayos, proyectos y trabajos poniendo más énfasis en el proceso de su elaboración por parte del estudiante que en el resultado final tras su entrega[18].
Un par de estudios recientes revelan una frustración creciente entre los académicos ante estos asuntos deshonestos[19], hasta el punto de mostrar que casi tres de cada cuatro de los encuestados se muestran favorables a criminalizar a los estudiantes que utilicen los servicios de las fábricas de ensayos para engañar a sus profesores, pues piensan que el peso moral de la ley hará que los estudiantes se lo piensen dos veces antes de contratar estos servicios fraudulentos. No obstante, también se levantan voces entre los mismos académicos que alertan y expresan dudas sobre cómo podrían afectar esos antecedentes penales a los estudiantes en su vida futura, así como que el aumento de la gravedad de la falta conllevaría una disminución drástica de los casos denunciados, lo que sin duda no ayudaría a erradicar la mala práctica.
Donde no muestran tantas reticencias los académicos es en solicitar la criminalización de las empresas que facilitan estas actuaciones académicamente deshonestas, de las que se prestan a anunciarlas y, muy especialmente, de quienes materializan desde el anonimato sus productos, que no pueden ser sino colegas y discípulos, lo que resulta en que el oprobio se perciba de manera aún más lacerante.
En cualquier caso, parece conveniente abordar urgentemente por parte de las universidades la tarea de vincular la honestidad académica a la integridad personal y profesional[20], y de conseguir que también así lo consideren sus estudiantes, pues de otra manera.
Cómo citar esta entrada:
Barberá, O. (2019). Deshonestidad académica. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/6186
[1] La última reforma de planes de estudios universitarios españoles incluyó obligatoriamente en todos los grados un Trabajo de Fin de Grado (TFG) como culminación académica del proceso de aprendizaje, que consiste en la realización, por parte del estudiante, bajo la dirección de un tutor, de un proyecto, memoria o estudio sobre un tema de trabajo que le será asignado, previa petición por parte del estudiante, y en el que deberá desarrollar y aplicar conocimientos, capacidades y competencias adquiridos en la titulación, demostrando así que se ha apropiado de ellos.
[2] Beth McMurtrie, Why a Plagiarism-Detection Company Is Now a Billion-Dollar Business, The Chronicle of Higher Education, March 6, 2019; Anna McKie, £1.3 billion Turnitin sale spotlights intellectual property fears, The Times Higher Education, March 11, 2019.
[3] Newton, P. M., 2018, How Common Is Commercial Contract Cheating in Higher education and Is It Increasing? A Systematic Review, Frontiers in Education, August 2018, Volume 3, Article 57, 18 pages; Anna McKie, Study: millions of students guilty of contract cheating worlwide, The Times Higher Education, August 30, 2018.
[4] Anna McKie, Can universities beat contract cheating?, The Times Higher Education, September 13, 2018.
[5] Sarah Marsh, Institutions including Oxford and Cambridge under scrutiny as number of academic misconduct cases surges, The Guardian, Sunday 29 April 2018; Richard Adams, Essay writing services must be banned to stop cheating, say academics, The Guardian, Friday 31 August 2018; Harry Yorke, More than 20,000 university students buying essays and dissertations as Lords call for ban on ‘contract cheating’, The Telegraph, 13 January 2017.
[6] Bretag, T., Harper, R., Burton, M., Ellis, C., Newton, P., Rozenberg, P., Saddiqui, S., & van Haeringen, K., 2018, Contract cheating: a survey of Australian university students, Studies in Higher Education:https://doi.org/10.1080/03075079.2018.1462788; Harper, R., Bretag, T., Ellis, C., Newton, P., Rozenberg, P., Saddiqui, S., and van Haeringen, K., 2018, Contract cheating: a survey of Australian university staff, Studies in Higher Education:https://doi.org/10.1080/03075079.2018.1462789
[7] John Ross, Contract cheating websites ‘blackmailing whistle-blowers’, The Times Higher Education, December 7, 2018.
[9] Anna McKie, Irish law to clamp down on essay mills ‘could be model for UK’,The Times Higher Education, August 9, 2018.
[10] Anna McKie, Minister pressures PayPal to stop taking essay mill payments, The Times Higher Education, March 20, 2019.
[11] Véase nota 3.
[12] Mar Ferragut, Nuevas tendencias: las fábricas de ensayos, Diario de Mallorca, 16 de marzo de 2008; Javier Aranguren, Fábricas de ensayos: tesis y artículos a medida, Nueva Revista de política, cultura y arte, 20 de septiembre de 2016; Pablo González, El mercadeo de los trabajos de fin de máster, Levante-EMV, 14 de octubre de 2018.
[13] Reglamento de Disciplina Académica de los Centros Oficiales de Enseñanza Superior y de Enseñanza Técnica dependientes del Ministerio de Educación Nacional (BOE nº 285, de 12 de octubre de 1954, pp. 6863-6).
[14] Son muchos los análisis y estudios de este ordenamiento jurídico, de los que nombraré los del XIII Encuentro de defensores universitarios celebrado en Barcelona en 2010 (http://www.ub.edu/comint/og/sindic/docs/programa_2010.pdf) o el reciente trabajo de Anna Pallarés Serrano, Análisis del régimen disciplinario de los estudiantes universitarios. Especial referencia a los comportamientos fraudulentos y al plagio, en particular, Revista Catalana de Dret Públic56 (junio 2018), 159-176 (http://dx.doi.org/10.2436/rcdp.i56.2018.3098).
[15] Real Decreto 1791/2010, de 30 de diciembre, por el que se aprueba el Estatuto del Estudiante Universitario (BOE nº 318, 31 de diciembre de 2010, pp. 109353-80).
[16] Y de no pocos académicos: este mismo año han sido detectadas 38 de las contribuciones a la World Conference on Research Integrity por encima del nivel establecido del 30% de coincidencia textual, resultando 15 de ellas consideradas plagio tras la correspondiente investigación; véase Weber-Wulff, D., 2019. Plagiarism detectors are a crutch, and a problem, Nature 567, 435.
[17] Jack Grove, Caution over Turnitin’s role in fight against essay mills, The Times Higher Education, February 12, 2018; Dawson, P. & Sutherland-Smith, W., 2018. Can markers detect contract cheating? Results from a pilot study. Assessment & Evaluation in Higher Education 43(2), 286-293; Véase también nota 1.
[18] George Alderman, Make trouble for the essay mills, The Times Higher Education, September 1, 2018.
[19] Anna McKie, Many university staff back prosecuting students over essay mills, The Times Higher Education, March 7, 2019; Awdry, R. & Newton, P. M., 2019. Staff views on commercial contract cheating in higher education: a survey study in Australia and the UK, Higher Educationhttps://doi.org/10.1007/s10734-019-00360-0
[20] Tracey Ann Bretag (ed.), 2015. Handbook of Academic Integrity. Springer, Singapore: https://doi.org/10.1007/978-981-287-079-7; Ransome, J. & Newton, P. M., 2018. Are we educating educators about academic integrity? A study of UK higher education textbooks. Assessment & Evaluation in Higher Education 43(1), 126-137.
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores