martes, 7 de noviembre de 2017

¿Repensamos la Educación?

Por  Mirian Martínez Juárez 
Editora de Sección de Revista de Investigación Educativa (RIE) 
Universidad de Murcia (UM)
El título de esta entrada refleja la invitación que Margarita Bartolomé hace desde su trabajo Diversidad educativa, ¿un potencial desconocido?, publicado en el segundo número de Revista de Investigación Educativa de este 2017 (vol. 35, nº 1, pp. 15-33).

En él, la autora llama la atención sobre la necesidad e importancia de un cambio tanto en la concepción de la educación como en su práctica; centra la atención en la inclusión, el respeto y la potenciación de las diferencias individuales, subrayando que el fomento y generación de relaciones interpersonales en el contexto educativo promueven, realmente, una formación personalizada y adaptada, y permiten el desarrollo efectivo del aprendizaje permanente.
Este trabajo es fruto de la reflexión suscitada a partir de su experiencia e inquietud “de que algo no marcha bien en educación y que deberíamos abordar nuevos enfoques que supongan un cambio efectivo no sólo en el sistema escolar, sino en la propia concepción de la educación” (p. 16). La justificación de ese cambio se evidencia en la propia estadística o indicadores que nos hacen pensar que desde la educación no se está proporcionando la respuesta que el alumnado necesita. Es alta la tasa de estudiantes que no alcanzan los objetivos establecidos y que no obtienen los beneficios pretendidos, produciéndose un abandono escolar prematuro bajo la concepción de un sistema educativo que no les prepara para desenvolverse en el mundo real, como muy bien señala Margarita Bartolomé. 
En este sentido, quizá siga primando, mucho más de lo que pensamos, la preocupación por el rendimiento académico en la práctica educativa. No podemos olvidar que la educación no se agota en los aprendizajes escolares, sino que pretende preparar para la vida, lo que implica alcanzar cotas cada vez mayores de autonomía y madurez que permitan al alumnado afrontar múltiples situaciones en su ciclo vital. Es por ello que el fin último de la educación debe ser el desarrollo armónico e integral de la persona.
Las declaraciones e informes de los organismos internacionales sobre educación, publicados a lo largo de 2015, resaltan la urgencia de seguir avanzando hacia una educación más inclusiva, “que no margine a grupos y personas que pueden quedar en las orillas del sistema” (p. 16). Ante esta situación se convierte en prioritario partir de las potencialidades (o aspectos prometedores) del alumnado y no tanto de sus limitaciones. Por esta razón, desde el artículo que nos ocupa, se plantea una serie de preguntas a las que su autora da respuesta a lo largo del mismo (p. 17):
1. ¿Qué nos aportan los avances científicos y tecnológicos al reconocimiento y desarrollo del potencial existente en la diversidad educativa?
2. ¿Cómo afectarían a las propuestas de educación inclusiva y a la práctica inclusiva de nuestras instituciones?
3. ¿Qué sugerencias se nos brindan a la investigación educativa desde la óptica transformadora?
En este sentido, se ponen de relieve las aportaciones emergentes realizadas desde diferentes ámbitos científicos y tecnológicos como es el caso de la neurociencia educativa, los estudios sobre las inteligencias múltiples, el aprendizaje adaptativo o la resiliencia. La intención es descubrir cómo plantear desde estos campos la diversidad educativa desde una perspectiva procesual, dinámica y positiva que ayude en el avance hacia planteamientos más inclusivos, ya que, “aunque muchos acepten las diferencias individuales, pocos las cuidan y desarrollan” (p. 21).
A partir de la incursión que realiza la autora a lo largo del trabajo en dichas aportaciones emergentes y concernientes a distintos ámbitos, se pueden establecer algunos puntos clave, básicos y comunes que reafirman la necesidad de continuar profundizando desde esos parámetros, generando prácticas que incidan en la concepción de una educación más inclusiva, desde el reconocimiento positivo de la diversidad y promoviendo así el cambio educativo. La Dra. Bartolomé, desde su dilatada experiencia, insiste en las diferencias individuales y personales, como uno de los puntos clave, y muestra, a lo largo de su trayectoria investigadora, múltiples vías a partir de las cuales proceder para posibilitar el desarrollo integral de la persona, sobre la base de las relaciones interpersonales y el reconocimiento, respeto y apoyo mutuos.
Cierra el articulo subrayando que “avanzar hacia una educación inclusiva a lo largo de la vida, que no margine a nadie” (p.29), será posible siempre y cuando se trabaje desde parámetros más amplios dentro de la política, la práctica y la investigación educativa. Para ello, esa labor debe estar supervisada por equipos interdisciplinares que trabajen de forma coordinada y colaborativa, en los que pueda integrarse cualquier agente educativo y/o social. La participación y el trabajo conjunto se convierten entonces en piezas clave de cambio, avance e inclusión.
Así pues, haciendo extensible la invitación de la autora, ¿repensamos juntos la educación desde una perspectiva que respete y parta de las diferencias individuales para posibilitar el desarrollo del potencial de nuestro alumnado? Como decía el gran pedagogo Paulo Freire, “aceptar y respetar la diferencia es una de esas virtudes sin las cuales la escucha no se puede dar”.
Cómo citar esta entrada:
Martínez-Juárez, M. (2017). ¿Repensamos la educación? Aula Magna 2.0. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/3157
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

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