Que la referida convergencia actual, a la que me refería en la entrada anterior, pueda llevar a lo que desde hace años se viene denominando como blended-learning, no quiere decir que este b-learning haya nacido ahora, en estos años de este siglo XXI en los que se tiende a converger y, menos aún, con motivo de la pandemia COVID-19. Con la denominación de blended-learning, parecería que nos encontráramos ante un sistema revolucionario, absolutamente nuevo, que fuera a solucionar todos los problemas educativos y de formación de la sociedad actual. La verdad es que leyendo alguna literatura al respecto así podría considerarse, dado que son numerosas las investigaciones que resaltan su eficacia frente a los modelos “limpios” de e-learning o totalmente presenciales (consultar referencias en artículo original -debajo-).
Con el blended-learning se trataría, por una parte, de superar los vicios y deficiencias que acumula la enseñanza presencial, y por otra, de solucionar el posible estancamiento del e-learning remediando, también, las debilidades propias de los sistemas virtuales plenos. Sería así una suerte de complementariedad.
En traducción literal, con blended learning nos estaríamos refiriendo al “aprendizaje mezclado” (to blend = mezclar, combinar), ¿diríamos aprendizaje combinado, mixto, híbrido, amalgamado, anexado, entreverado, entretejido, convergente, integrado, dual, bimodal, semipresencial…? (Ya me referí al «bosque» aquí y aquí). Ahora interesa resaltar el llamativo convencimiento de tantos articulistas o “prácticos” que asumen el e-learning desde hace algunos años, y el blended-learning más recientemente, como si de enfoques surgidos casi por generación espontánea se tratase. Es más, vienen a contraponerlos a la “denostada” educación a distancia, como si ésta hubiera que entenderla anclada exclusivamente en el material impreso, el correo postal y el teléfono.
Es evidente que el e-learning (enseñanza y aprendizaje digitales), supuso una variante de modernidad que vino a sustituir los materiales y vías de comunicación, propios de la educación a distancia de décadas pasadas, por soportes y redes digitales. Es decir, se trataba de ofrecer una educación a distancia de hoy que debe procurar una mayor calidad tanto en los contenidos y su presentación, como en las interacciones simétricas, asimétricas, síncronas y asíncronas que, a través de las tecnologías digitales, se pueden generar. Según mi conceptualización amplia de educación a distancia, el e-learning, es educación a distancia, al basarse en un diálogo didáctico mediado entre el profesor (institución) y el estudiante que, ubicado en espacio diferente al de aquél, aprende de forma independiente y también colaborativa.
Así, aprovechando los principios pedagógicos más sólidos, la educación a distancia ha venido construyendo desde décadas atrás modelos institucionales/organizativos, pedagógicos y tecnológicos que hoy pueden valer (que están valiendo) a las más serias propuestas (hay muchas que no son serias) de sistemas digitales de enseñanza y aprendizaje que se han venido presentando en todo el mundo y que ahora, con la pandemia, han proliferado a dimensiones insospechadas.
Cuando desde la educación a distancia se establecen sesiones presenciales generalizadas, de carácter más o menos obligatorio u optativo, combinadas con tiempos propios de aquella educación a distancia de antes o del e-learning de hoy, o cuando desde la educación presencial se van recortando los tiempos “cara a cara” sustituyéndolos por la relación y actividades en espacios virtuales, surge la educación/enseñanza/aprendizaje semipresenciales, híbridos, mixtos o combinados, el blended-learning. En estos casos se han querido recoger las ventajas de la buena educación a distancia, combinándolas con los probados beneficios de la buena formación presencial.
Las variantes de modelos con más o menos tiempos presenciales/distancia son infinitas, las posibilidades de combinación, inmensas. Pero ¿cuáles ofrecen mejores resultados? Mi experiencia y las numerosas investigaciones a las que me he aproximado dictan que los resultados, la eficacia de estos cursos, programas y carreras dependerían de esta serie de variables pedagógicas:
- docentes bien capacitados y comprometido que apoyan y tutelan;
- una planificación y diseño pedagógico coherente y ajustado;
- unos contenidos de calidad;
- recursos pertinentes y contrastados;
- metodologías activas (actividades) acomodada a la situación;
- un uso con sentido pedagógico de las tecnologías digitales;
- un sistema de evaluación formativa y continua…
si todo eso es así, los resultados positivos, la calidad, estarán garantizados, se ganará en eficacia y eficiencia.
Deseo poner un cierto énfasis en una variable que en estos tiempos «modernos» se viene infravalorando. Me refiero a los contenidos propios del curso o materia que han de ser de alta calidad, sean escritos, audio, vídeo, verbales, gráficos, etc. Ya sabemos, puede escribirse un excelente libro con pluma de ave y tinta y un desastroso texto utilizando la última generación de procesadores. Y los contenidos son necesarios, sea en formatos digitales 100%, en presencia o en propuestas híbridas. No se puede aprender desde la nada ni desde una realidad o conocimientos previos confusos o mal estructurados. Tecnologías sofisticadas de última generación jamás garantizarán resultados de aprendizaje de calidad. Sin tecnologías pueden generarse aprendizajes sólidos, sin contenidos, no. El problema es, a veces, la situación extrema, la de basar todo el proceso educativo exclusivamente en los contenidos que, además hoy, pueden encontrarse a golpe de clic, ¡craso error! Esa era la escuela de antes. Contenidos sí, por supuesto, pero con relevancia a los procesos, sin olvidar la adquisición por parte de los aprendices de las denominadas habilidades blandas o sociales, más allá de los contenidos científicos o académicos..
Pero sigamos con el propósito de esta entrada. Algunos modelos de educación a distancia, fueron evolucionando hacia el uso sistemático y planificado de sesiones presenciales que complementaban y podían mejorar la adquisición de nuevos aprendizaje. Y desde la formación presencial, se evolucionó desde hace años, utilizando recursos que venían siendo más propios de una educación a distancia tecnológicamente más avanzada. Se empezaron a introducir tecnologías, no sólo para complementar, sino para enriquecer, transformar, mejorar, facilitar las experiencias de aprendizaje.
Como puede verse, las propuestas de blended learning no son tan recientes, aunque la denominación sí lo sea. Existen modelos que han venido utilizando estas combinaciones de secuencias presenciales y a distancia desde hace muchos años. Han combinado adecuadamente diferentes recursos tecnológicos, más o menos convencionales, que han potenciado la relación presencial de los formatos clásicos pero, queremos pensar que, siempre de forma planificada y sistemática, no caprichosa ni espontánea, más allá de la flexibilidad propia que han de lucir estos sistemas.
Durante los tiempos de confinamiento se ha producido una suerte de blended, de hibridación o combinación, más que referido a la presencia-distancia, a la sincronía o asincronía de la relación. Es decir, los tiempos de «presencia» eran, naturalmente, en línea, en remoto, pero síncronos, y el resto de la actividad educativa, se venía realizando en formato asíncrono. el esquema del inicio, tendría esta mínima variante.
Citar así esta entrada:
García Aretio, L. (2018). Blended learning y la convergencia entre la educación presencial y a distancia. RIED. Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 21(1), 9-22. doi:https://doi.org/10.5944/ried.21.1.19683
Tomado de Contextos universitarios mediados con permiso de su autor
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