Escribe: Lorenzo García Aretio
Zigmunt Bauman, como bien se sabe, es el sociólogo y filósofo de origen polaco, autor del concepto de modernidad líquida, modernidad flexible y voluble que contrapone al tiempo sólido, estable, repetitivo y lleno de certezas al que estábamos habituados. Una modernidad líquida con marcos de referencia débiles o inexistentes que genera inseguridades. Cierto es que la información la tenemos ahora a golpe de clic, el problema es que ante una pregunta que realizamos, por ejemplo, a Google, no obtenemos una respuesta sino muchas. Y ante esas múltiples respuestas, cómo discernir entre lo importante y lo trivial, cómo atinar con lo cierto, lo sólido y lo seguro, frente a las dudas, vacilaciones e incertidumbres.
Nuestros intereses hoy son cambiantes, poco estables, todo es pasajero, ligero, escurridizo. ¿Cuánto duran los principios, los valores, las concepciones sostenidos en cimientos tan débiles sobre los que actualmente construimos?, ¿cuánto rastro real dejan algunos acontecimientos sociales, políticos, religiosos,… transcurrido cierto tiempo? Bauman lo tiene claro, para él, en la modernidad líquida, nada es estable, es eso, líquido, casi nada deja rastro, como el tren, dice él, que pasa sobre los raíles y no deja ninguna huella en la tierra.
En su obre Sobre la educación en un mundo líquido, Bauman señala que la promoción social a través de la educación se ha quebrado. En el presente quinquenio las aspiraciones de los jóvenes de superar a sus padres, de escalar estratos sociales, a través de la educación, hoy son una quimera. Los empleos, cuando se alcanzan, son muy inferiores a las expectativas generadas desde sus estudios universitarios. En este escenario, las tecnologías omnipresentes juegan, sin duda, su papel, aunque ambivalente. Nos mantienen permanentemente conectados con familiares, amigos y colegas, pero a la vez no podemos desengancharnos de nuestro trabajo, de nuestra oficina, empresa, ni de nuestros jefes y grupo laboral. Nos sentimos atados en la conexión permanente, por lo que se difuminan los límites entre el horario laboral y el tiempo personal.
Este mundo tan cambiante hace tambalear también los propios principios educativos que han venido sirviendo durante siglos o, al menos, durante muchas décadas. La pedagogía tradicional se pone en solfa, precisamente por la falta de solidez de esos principios, de los valores, creencias, certezas, etc. Los cambios imprevisibles a los que está sometida permanentemente la sociedad de hoy, generan un problema añadido a la educación, ¿educar para qué mundo, para qué sociedad, imprevisible y en permanente mutación?, ¿formar en qué actitudes, hábitos, en qué compromisos y valores, en qué costumbres, si nada es duradero y todo cambiante a gran velocidad? Gran dilema, sin duda para los educadores, para los pedagogos, para los centros educativos y universidades.
El aumento de la cantidad de información y su velocidad de transmisión dificultan la construcción de secuencias narrativas coherentes. En palabras de Bauman, la cultura líquida moderna ya no es una cultura de aprendizaje, es, más bien, una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido.
Critica Bauman a las redes sociales porque, aunque piensa que todo puede ser más fácil en el mundo virtual, se está perdiendo el arte de las relaciones sociales reales y de la amistad. Parece que el sociólogo continúa sustentando las relaciones de calidad en las comunidades de espacio y no valora tanto las otras, las virtuales basadas en intereses.
Dada la relevancia de Bauman, además de las breves consideraciones anteriores sobre alguna parte de su pensamiento, me voy a permitir transcribir literalmente su respuesta sobre las redes sociales a una pregunta realizada en el marco de una reciente entrevista de Ricardo de Querol, publicada en El País el pasado 9/1/2016.
Pregunta: Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
Respuesta de Bauman: La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.
Estoy seguro de que muchos lectores de este blog no concuerdan con algunas de las ideas de Bauman, al menos plenamente. Sobre todo en lo referente al papel de las tecnologías y de las redes sociales en el ámbito que nos ocupa, el de la educación. Sin embargo, sí que a todos, nos remueven sus reflexiones, sus conclusiones, sus demandas, sus críticas sociales. Lo líquido, lo inestable, lo permeable, lo imprevisible…, nos genera inseguridad. Por contra, lo sólido, lo estable, lo impermeable, lo previsible…, nos hace sentirnos seguro. Y esas seguridades a los educadores nos hacían fuertes ante las planificaciones y los diseños educativos, ¿y ahora?…
Algunas obras de Bauman:
- Modernidad líquida (2004)
- 44 cartas desde el mundo líquido (2011)
- Sobre la educación en un mundo líquido (2013)
- La cultura en el mundo de la modernidad líquida (2013)
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