Por Antonio Bolívar
Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Univ. de Granada. Editor de la Revista “Profesorado. Revista de Currículum y Formación del Profesorado”
En su momento, en un trabajo que abría un debate sobre la profesión docente, dada nuestra situación, con escasas perspectivas asentadas de cambio, lo titulé, “Reimaginar caminos para robustecer la profesión docente” (Bolívar, 2021a). Posteriormente, en una conferencia inicial sobre “Competencias de la profesión docente. Nuevos retos, nuevas oportunidades” (Bilbao, 14 de enero), la abrí con este título, recogiendo ya la disrupción que ha generado la situación postpandémica y el informe de la UNESCO (2021). Ahora, ante el compromiso de presentar en enero una propuesta normativa consensuada, por parte del Ministerio, sobre el acceso, formación y desarrollo profesional docente, y no contar con dicha propuesta unificada, se propone igualmente “reimaginar nuestros futuros”, acudiendo al referido informe internacional, dado que lo que se ofrece, son 24 puntos sobre los que habría dialogar y acordar en un futuro, sin plazos o condiciones de implementación. Por cierto, un tanto intemporalmente, en ningún momento en las Propuestas del MEC se hacen referencia a la pandemia ni a cuidar juntos de la sostenibilidad de nuestro planeta.
Esta situación de reafirmar que lo primero es contar con un profesorado de calidad, comprometido, a lo largo de su carrera; y, luego, relegarlo al último lugar, de la que nos hicimos cargo el año pasado en estas mismas páginas (Bolívar, 2021b). Ya sabemos que, cuando proliferan los discursos (retóricos), es signo manifiesto de pervivencia de prácticas. Por todo eso, quiero retrotraer la cuestión de la profesión docente al contexto en que nos ha situado la pandemia, en una escuela post-covid. “Reimaginar” no es tanto elucubrar (imaginar) sino, teniendo en cuenta lo que hay, transcender hacia lo que podría y debería haber. Una instancia que, sin abandonar desde donde hablamos, así como la historia de los imponderables e inercias que arrastramos, vaya más allá de ellos y logre convencer a los propios interesados (administración y sociedad) que ese sería el camino al que habría que tender, mas allá de la “gramática” básica sobre la que se ha construido la escolaridad (particularmente en Secundaria Obligatoria). También para mirar el docente que proponen los documentos, hemos de tener una posible imagen, distinta y atractiva, del ejercicio profesional y su desarrollo. Por eso, se requiere “reimaginar”, más allá de estar encallada en rémoras que pesan en las que no podemos salir, y pensar en otras maneras de su acceso, ejercicio y desarrollo ciegamente postergadas.
Así lo han visto Linda Darling-Hammond (2021) y, sobre todo, Fullan y otros (2020), con motivo de la crisis de la pandemia y la escuela postcovid. En efecto, la disrupción del Covid-19, con el cierre de nuestras escuelas y la enseñanza remota o híbrida, han convulsionado nuestros sistemas y políticas educativas. Identificados los aprendizajes y lecciones aprendidas, se inició en una segunda etapa de transición con la reapertura de escuelas. En Europa y particularmente en España, han sido de los países que menos tiempo han tenido las escuelas cerradas. En conjunto, estamos en una tercera fase, de reimaginación, dice Fullan, en la que se “crean nuevos sistemas educativos que recogen lo mejor del sistema tradicional y las prácticas innovadoras surgidas en pandemia, construyendo puentes hacia un sistema educativo reimaginado”. Por esto “mientras reiniciamos las escuelas, necesitamos reinventarlas” (p. 3).
También la UNESCO (2021) en su excelente informe reimaginar juntos futuros compartidos, ante los graves riesgos a que nos enfrentamos para el futuro de la humanidad y la propia vida del planeta, plantea reinventar la educación con el fin de contribuir a afrontar los retos comunes. Este acto de reimaginar significa trabajar juntos para crear futuros que sean compartidos e interdependientes. El nuevo contrato social para la educación debiera unirnos en torno a los esfuerzos colectivos y aportar el conocimiento y la innovación necesarios para forjar futuros sostenibles y pacíficos para todos, basados en la justicia social, económica y ambiental. Son tres las preguntas esenciales que deben plantearse en materia de educación de cara a 2050, a saber, ¿qué deberíamos seguir haciendo?, ¿qué deberíamos dejar de hacer? y ¿qué debería reinventarse de forma creativa?
Entre lo que es y lo que debería ser, entre lo que hemos hecho y lo que se podría hacer, se apuntan algunos cambios necesarios para hacer más sostenible, tras la pandemia, la educación en esta sociedad y por lo que nos concierne en la Agenda 2030, el ODS-4 que, en su formulación general reza: “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover las oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. De acuerdo con esta Agenda 2030, hemos de revisar qué cambios precisa nuestro diseño de acceso y formación inicial, junto a otros factores paralelos, para contribuir al objetivo de mejorar la calidad de la educación y formación.
Fuente de la imagen: Pixabay
Precisamos, pues, reimaginar una visión colectiva de la profesión docente, para robustecer su imagen profesional. La “profesionalidad docente” así como su identidad, además de una dimensión subjetiva (vivencia individual y percepción social), en paralelo tiene una objetiva (roles y caracteres o estándares determinados objetivamente, al margen de su cumplimiento en los individuos). Este proceso de construcción identitaria se juega (Claude Dubar), como una transacción entre la identidad atribuida por los demás y la identidad para sí, que considera cada uno. No obstante, en tiempos actuales de individualización, una y otra se presentan vinculadas. En este marco, una formación para cambiar la imagen y robustecer la profesión docente, se entrecruzan tres problemas interrelacionados:
[1] Atraer a los mejores estudiantes, haciendo de la profesión docente una de las más atractivas.
[2] Mejorar la formación inicial y la calidad de las carreras que conducen a la enseñanza y,
[3] Unas políticas de formación continua orientadas al desarrollo profesional de los que se encuentran ejerciendo.
En su momento (LOGSE, 1990) todo el asunto se relegó a la formación permanente, dejando intocada la formación inicial. Desde entonces, tantos aplazamientos, planes e intentos irrealizados, oportunidades perdidas, pactos sin firmar o cumplir. En estas mismas páginas, hemos ido describiendo, al hilo de la actualidad (Bolívar, 2020, 2021b), algunos de los problemas que arrastramos, ya detectados, pero que un conjunto de rémoras e inercias han impedido resolverlos. Muchas interrogantes que deben estar consensuados o negociados con los implicados, por lo demás dispares. Ya lo sabemos, los mejores anhelos se han estrellado con la realidad, ya sea por falta de entendimiento o en términos de financiación entre el Gobierno central, Comunidades Autónomas y Universidades. Tocar una pieza, sin hacerlo con otras, que están relacionadas y sin las cuales no va a funcionar adecuadamente, sólo conduce a una ilusión del cambio. No basta, por ejemplo, una buena formación inicial si no cambia el acceso a la profesión, la organización de la carrera profesional y estructuras de apoyo. De otro lado, pensar en un “MIR docente” conllevaría reestructurar los Grados, la forma de acceso a la profesión, ajuste entre oferta y demanda, conjugar intereses entre Universidad y administraciones educativas.
Junto a lo anterior, el actual periodo de pandemia, cierre de las escuelas, semipresencialidad, ha puesto de manifiesto, nos debiera haber obligado a reimaginar discursos alternativos, que puedan conducir a lo que deba ser la escuela y al papel de los profesores dentro de ella en contextos complejos. Pues bien, cuando, en una escuela post-Covid, los Objetivos de Desarrollo Sostenible 20/30, y el propio Informe de la Presidencia del Gobierno España (2050) sobre el 2º Desafío (“Conquistar la vanguardia educativa”) hablan de los “déficit de profesionalización” y señalan, con un buen diagnóstico, las carencias que están limitando nuestra capacidad para tener a los mejores profesionales posibles en cada aula, el anhelado informe sobre la profesión docente, nos ha dejado, cuando menos decepcionados, como ha aparecido en diversos artículos y colaboraciones en la prensa.
Creímos, con la LOMLOE, que el asunto era complejo y -era comprensible- habría que darse de plazo un año, para presentar “consultadas las comunidades autónomas y los representantes del profesorado, una propuesta normativa que regule, entre otros aspectos, la formación inicial y permanente, el acceso y el desarrollo profesional docente”. Ahora no son “consultadas”, sino a consultar, ni es “una propuesta normativa”, sino 24 propuestas para hablar o discutir. En fin, no comprometerse o no querer tener problemas, mientras se gobierna. No merece entrar en cuantas cuestiones se dejan abiertas en ellas, sin compromisos algunos en tiempos ni -sobre todo- condiciones de su implementación, todo para un futuro Ministerio, que señalaba un colega (Trujillo, 2022).
Una propuesta coherente, entre otros, debiera haber entrado en una reestructuración de la Secundaria Obligatoria y su profesorado. Una estructura más integrada, más vinculada a la Educación básica. A su vez, no solo señalar que es preciso aprender en la práctica, sino integrar debidamente la formación teórica y la formación práctica, primando esta última como habilidades para enseñar en el contexto de trabajo. Por último, en lugar de un especialista de su disciplina (con todo lo que señala en el acceso al Master), dicha profesionalización debe conducir a la de un profesional del aprendizaje, en una escuela en que responsabilidad colectiva por los aprendizajes de todos los alumnos forme parte de su cultura, es decir de sus modos habituales de funcionar. Nada más alejado, en el documento a debate.
Referencias bibliográficas:
Bolívar, A. (2020). Entre los deseos y la realidad: La formación del profesorado y su acceso. Aula Magna 2.0. [Blog]. https://cuedespyd.hypotheses.org/7515
Bolívar, A. (2021a). Reimaginar caminos futuros para robustecer la profesión docente. Una identidad profesional para reconstruir. En B. Sáenz y L. Rayón (Eds.). Redes y desafíos de la formación pedagógica de las sociedades actuales. La figura del docente (pp. 7-30). Grao.
Bolívar, A. (2021b). A vueltas con la Formación del Profesorado, de nuevo relegada. Aula Magna 2.0. [Blog]. https://cuedespyd.hypotheses.org/9198
Darling-Hammond, L., Schachner, A., & Edgerton, A. K. (2021). Reiniciar y reinventar la escuela: El aprendizaje en los tiempos de COVID y más allá. Santiago de Chile: Learning Policy Institute – Tu clase tu país. https://educacion.udd.cl/files/2021/08/Libro-Reiniciar-y-reinventar-las-escuelas.pdf
Fullan, M., Quinn, J., Drummy, M., & Gardner, M. (2020). Educación reimaginada; El futuro del aprendizaje. Un documento de posición colaborativo entre New Pedagogies for Deep Learning y Microsoft Education. http://aka.ms/HybridLearningPaper
UNESCO (2021). Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación. Publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000379381_spa
Gobierno de España (2020), España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo. Desafío 2: Conquistar la vanguardia educativa. Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia (pp. 89-121 y 470-482). https://www.lamoncloa.gob.es/presidente/actividades/Documents/2021/200521-Estrategia_Espana_2050_2.pdf
Trujillo, F. (2022, 31/01/2022). El Ministerio para el Futuro: análisis de las propuestas para la mejora docente. El Diario de la Educación.
Cómo citar esta entrada:
Bolivar, A. (2022). Reimaginar la profesión docente. Aula Magna 2.0. [Blog]. https://cuedespyd.hypotheses.org/9963
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores
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