El día 25 de junio pasado fui invitado a presentar una ponencia en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense con el título “MOOCs y el nuevo paradigma del aprendizaje en la Educación superior: Adaptación y personalización”, en el contexto de un evento, dedicado a los profesores con inquietudes en estos temas, titulado “V Reunión Científica sobre Innovación y Tecnología Educativa”.
Realmente la idea era exponer adaptada la parte dedicada a “Aprendizaje y pensamiento divergente y MOOCs” de la ponencia desarrollada unos días antes en otras jornadas de más alcance en la UNED (vídeo y presentación). La Vicedecana de Tecnología, una singular profesora por lo excepcional, así me lo pidió.
Era un desafío pues “enfrentarse” a un nutrido grupo de lo más granado de la creación y del estudio de la creación literaria en nuestro país. Y además hacerlo desde una perspectiva crítica de los MOOCs.
Afortunadamente me cupo el privilegio de ser el último, y dos intervinientes anteriores (Carmen Méndez y María Dolores Castrillo) pusieron al auditorio, con una claridad magistal, al tanto de lo que el fenómeno significaba, con la práctica de haber estudiado y analizado varios de ellos y haber organizado otro con un premio de calidad en los MOOCs.
Como siempre tras los agradecimientos de rigor, pero sentidos, dije que éste era un momento dentro de un proceso que empezaba antes: colgando la presentación en slideshare, y que terminaría después, de forma distinta para cada uno, con el acceso a la información y a mis trabajos enlazados en las direcciones que mostraba. En el supuesto de que en ese tiempo limitado no alcanzaría a decir más que lo más importante de lo que llevaba preparado. Esa es la ventaja del mundo tecnológico. Antes las conferencias nacían y morían en la misma escena, como sucedía desde las tragedias griegas.
Les hablé de lo que me había llevado hasta aquel punto: la crítica, desde la perspectiva de las teorías del aprendizaje, al conectivismo. Y por ser éste el fundamento pedagógico de los primeros MOOCs al análisis crítico de esta modalidad de cursos en línea.
Realmente la idea era exponer adaptada la parte dedicada a “Aprendizaje y pensamiento divergente y MOOCs” de la ponencia desarrollada unos días antes en otras jornadas de más alcance en la UNED (vídeo y presentación). La Vicedecana de Tecnología, una singular profesora por lo excepcional, así me lo pidió.
Era un desafío pues “enfrentarse” a un nutrido grupo de lo más granado de la creación y del estudio de la creación literaria en nuestro país. Y además hacerlo desde una perspectiva crítica de los MOOCs.
Afortunadamente me cupo el privilegio de ser el último, y dos intervinientes anteriores (Carmen Méndez y María Dolores Castrillo) pusieron al auditorio, con una claridad magistal, al tanto de lo que el fenómeno significaba, con la práctica de haber estudiado y analizado varios de ellos y haber organizado otro con un premio de calidad en los MOOCs.
Como siempre tras los agradecimientos de rigor, pero sentidos, dije que éste era un momento dentro de un proceso que empezaba antes: colgando la presentación en slideshare, y que terminaría después, de forma distinta para cada uno, con el acceso a la información y a mis trabajos enlazados en las direcciones que mostraba. En el supuesto de que en ese tiempo limitado no alcanzaría a decir más que lo más importante de lo que llevaba preparado. Esa es la ventaja del mundo tecnológico. Antes las conferencias nacían y morían en la misma escena, como sucedía desde las tragedias griegas.
Les hablé de lo que me había llevado hasta aquel punto: la crítica, desde la perspectiva de las teorías del aprendizaje, al conectivismo. Y por ser éste el fundamento pedagógico de los primeros MOOCs al análisis crítico de esta modalidad de cursos en línea.
Les hablé de que todo este tema avanza muy rápidamente, ya no eran lo que habían sido al principio los MOOCs. Coexisten dos líneas en el progreso de la educación apoyada en la tecnología: La masificación y la personalización, y de la convergencia que sin duda se produciría, tanto en la atención personalizada como en el diseño instruccional. De hecho Coursera ya habia adoptado un depurado estilo de diseño instruccional. De hecho Coursera ya habia adoptado un depurado estilo de diseño instruccional, manifiesto en sus excelentes guías, y de la práctica, eso si automatizada, sin interacción de tutores de Mastery Learning.
Por otra parte ya se había producido, en uno de los pocos casos de estudios reglados en modalidad MOOCs: los de la Universidad Estatal de San José en California, un rechazo (http://chronicle.com/article/Why-Professors-at-San-Jose/138941/). Un profesor de filosofía, Michael Sandel, que es muy bueno con metodologías expositivas también lo es con los MOOCs.
Ver la foto tan reproducida y el vídeo de una lección sobre Kant, que forma parte de una excelente serie:
Sin embargo las metodologías expositivas son, cuando el profesor es competente, eficaces sólo para determinados tipos de aprendizaje y desde luego no con variaciones interactivas. Las metodologías socráticas son igualmente clásicas y eficaces para otros contenidos y aseguran más la apropiación, y por tanto la retención significativa y la transferencia incluso en contenidos complejos, como este sobre conceptos kantianos. En este caso, el de la clase magistral no se asegura que haya elaboración ni dominio del aprendizaje.
Sin embargo los MOOCs tienen un impacto innegable y suponen un peligro claro para ciertas prácticas de los docentes y de las universidades que acogen de forma generalizada o laxa a estos docentes.
Lo explico con un ejemplo puesto de manifiesto en un dialogo de Facebook entre profesores:
Si un profesor se limita en clase a leer un texto, suyo o de otro autor, pero dictado por él. Y si por esta “enseñanza” se cobra además una matrícula, es fácil pensar que los alumnos entre eso y un texto o video de una celebridad, con acreditación de una universidad de prestigio y además gratis o con un costo reducido, no va a dudar mucho en elegir la segunda opción. Pensemos si la elección es un profesor que dicta su texto o Michael Sandel.
Ese es el riesgo de esos profesores y de esas universidades. Pero la fuerza de la Universidad y de los buenos docentes o de simplemente los docentes es la interacción individual, la evaluación personalizada y en conjunto todo lo que constituye la ayuda pedagógica. Esa es la fortaleza de la universidad y ahí es insustituible. Además ¿ya no recordamos que la masificación se ha considerado como un factor negativo de la educación?
Este post ha sido publicado originalmente en Redes Abiertas. Autorizada por el autor su publicación en este Blog CUED.
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