Escribe Manuel Valdés
En mi primera colaboración en el blog, reflexioné sobre el sistema de becas universitarias (ver aquí). Sostuve que el sistema había crecido en busca de mayores tasas de cobertura elevando el umbral de renta que daba acceso a las ayudas, haciendo así participe del mismo a clases sociales cuyo comportamiento educativo se ve menos afectado por la mayor disponibilidad económica a que da lugar la beca. Esa forma de proceder era consecuencia, dije, de la incapacidad de la Universidad para atraer a un mayor número de alumnos de clases humildes. A dicha infrarrepresentación dediqué mis dos siguientes entradas, explicando las razones que a mi parecer provocaban esa y otras desproporciones (ver aquí), y presentando las importantes diferencias en la expectativa de matriculación universitaria a los 15 años entre clases sociales (ver aquí). Les propongo ahora una entrada algo más técnica, tratando de retomar aquellas reflexiones sobre el sistema de becas para mostrar por qué es tan importante la existencia de un sistema de ayudas al estudio.
Ya dije entonces que el sistema de becas debe aspirar a que ningún alumno abandone, deje de matricularse o vea mermado su rendimiento académico en cualquier nivel del sistema educativo por motivos económicos. En la medida en que las ayudas al estudio cumplan dicha función, los alumnos de clases bajas deberían ver incrementada su probabilidad de finalizar estudios superiores y, de esta forma, encontrar menos dificultades a la hora de promocionar socialmente. Es conocido el papel mediador que el nivel educativo, y en concreto la titulación universitaria, juegan en la relación entre la posición social de origen y la de destino. Es de esperar, por tanto, que todas aquellas medidas que logren elevar el logro académico del alumnado de clases más humildes ayuden, en último término, a hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades. ¿Ocurre esto en España? ¿Logra el sistema de becas desencadenar procesos de movilidad social ascendente que no encontraríamos en su ausencia?
Para comprobarlo voy a mostrarles una tabla de movilidad social construida a partir de cinco oleadas de la encuesta Opinión Pública y Política Fiscal del Centro de Investigaciones Sociológicas realizadas entre los años 2013 y 2017. Escojo tales fechas porque se corresponden con las oleadas que han incluido las siguientes tres preguntas: ocupación desempeñada por el entrevistado (que nos ofrece la posición social de destino), ocupación desempeñada por cada uno de sus progenitores cuando el entrevistado tenía 16 años (que nos ofrece la posición social de origen) y haber recibido una ayuda al estudio a lo largo del recorrido escolar (que no necesariamente será una beca universitaria). Agrego todas las oleadas en lugar de elegir cualquiera de ellas para obtener un tamaño muestral suficiente entre los encuestados becarios.
Les resumo de forma muy breve las principales decisiones adoptadas en la construcción de la tabla. En primer lugar, se han incluido solo aquellas personas con edades comprendidas entre 30 y 65 años, en tanto que ocupaciones previas a los 30 pueden considerarse transitorias y no representativas de la posición social de destino. En relación con la posición social de origen, se ha optado por emplear la ocupación más elevada de ambos progenitores. Dado que sobre estos últimos solo disponemos de información ocupacional y no relativa a otro tipo de características de ese empleo desempeñado, he usado un esquema de clases que será una simple recodificación de la Clasificación Nacional de Ocupaciones (CNO-11): Clase I (Directores y gerentes), Clase II (Técnicos y profesionales científicos y de apoyo), Clase III (Empleados administrativos, del sector servicios y ocupaciones militares), Clase IV (Trabajadores cualificados del sector industrial y agrícola) y Clase V (Operadores y ocupaciones elementales).
Esperando no haberles aburrido demasiado, muestro ya el cruce de las tres variables consideradas. El panel superior de la Tabla 1 muestra el cruce entre la posición social de origen (filas) y la posición social de destino (columnas) para los encuestados becarios, mientras que el panel intermedio muestra lo mismo para los encuestados no becarios. He señalado con colores las distintas celdas de la tabla para que sea más sencillo seguir las explicaciones. Puede observarse, por ejemplo, que la diagonal principal de cada panel (señalada en azul) representa situaciones de mantenimiento social, en las que la posición social de origen y de destino son la misma. Si sumamos todas esas celdas en cada panel y dividimos el resultado por sus respectivos totales (señalados en gris oscuro), obtenemos el porcentaje de becarios y no becarios que ni mejoraron ni empeoraron socialmente. Las celdas de color amarillo, por debajo y a la izquierda de la diagonal principal, representan situaciones de movilidad social ascendente (recuérdese que la Clase I representa la clase social más alta y la Clase V, la más baja). Podemos proceder de igual forma sumando todas esas celdas y dividiendo el resultado entre ambos totales para obtener el porcentaje de becarios y no becarios que promocionaron socialmente. De forma análoga actuaríamos con las celdas de color verde que representan procesos de descenso social.
Tabla 1. Movilidad social desagregada por la condición de becario
El Gráfico 1 recoge esos cálculos. Como puede comprobarse, entre los encuestados que recibieron en algún momento de su recorrido escolar una ayuda económica al estudio, el 56,7% ascendió socialmente, mientras que entre los no becarios ese porcentaje es del 41,8%. A la vez, entre los no becarios el 24,4% descendió socialmente, mientras que entre los encuestados becarios el descenso social se redujo al 17,1%. Los resultados son elocuentes: la condición de becario protege contra la movilidad descendente e incrementa notablemente las probabilidades de ascender socialmente con respecto a quienes no recibieron una beca.
Gráfico 1. Porcentajes de movilidad y mantenimiento social por condición de becario
No obstante, podríamos pensar que esos resultados son producto de efectos composicionales: como quienes pertenecen a clases más bajas tienen más margen para mejorar socialmente y son también quienes suelen recibir ayudas económicas al estudio, es normal que entre los becarios haya un mayor porcentaje de movilidad ascendente. Para comprobar esta posibilidad recurriremos a lo que llamamos odds ratio (cociente de probabilidades): calculamos el porcentaje de becarios de una clase social que ascendieron socialmente, calculamos el porcentaje de no becarios de esa misma social que también ascendieron, dividimos ambos porcentajes y el resultado expresa cuántas veces más probable es que un becario ascienda socialmente respecto de un no becario en una determinada clase social.
Tabla 2. Porcentaje de individuos que ascienden socialmente por clase social y condición de becario
Viendo los resultados de la Tabla 2, podemos decir lo siguiente: cuando un individuo pertenece en origen a la Clase V, es 1,28 veces más probable que mejore socialmente si recibió una beca; cuando un individuo pertenece en origen a la Clase IV, es 1,68 veces más probable que mejore socialmente si recibió una beca; cuando un individuo pertenece en origen a la Clase III, es 1,63 veces más probable que mejore socialmente si recibió una beca; y cuando un individuo pertenece a la Clase II, es 1,09 veces más probable que mejore socialmente si recibió una beca. No decimos nada de la Clase I porque, por definición, la Clase I no puede ascender más en la escala social. En media, el hecho de recibir una beca hace 1,45 veces más probable ascender socialmente, lo que da buena muestra del papel que el sistema de ayudas al estudio desempeña en nuestro país contribuyendo a la movilidad social de las clases medias y medias-bajas.
¿Por qué es tan importante un sistema de becas? Pues, a la luz de los anteriores resultados, porque efectivamente contribuye a igualar las oportunidades de acceso a las posiciones más deseadas de la escala social. Pero quien haya leído mi anterior entrada sobre el sistema de becas se dará cuenta de que allí dije que el sistema no había quedado configurado de la mejor manera posible a fin de cumplir tal objetivo. Sin embargo, aquí vemos que el sistema de becas sí contribuye a desencadenar procesos de movilidad social ascendente. Les diré que no hay contradicción. Lo único que ocurre es que, sencillamente, cualquier sistema de becas es mejor que ningún sistema de becas.
Distribuir ayudas al estudio, aún no de la forma más eficiente, contribuirá siempre a mejorar las oportunidades de aquellos a quienes van dirigidas. Pero la eficacia con que el sistema de becas cumplirá dicho objetivo dependerá de su configuración y dotación, y ahí aún tenemos margen de mejora. Permítanme que dirija su atención al odds ratio de la Clase V. ¿Por qué es más bajo que el que corresponde a las clases IV y III? ¿No deberían ser estos alumnos de clase baja quienes más se beneficiasen del sistema de becas? Debería ser así, pero no ocurre así. Y la razón es, de nuevo, la notable infrarrepresentación de las clases populares en la Universidad. Pensemos que no es la beca en sí misma la que produce movilidad social. La beca permite la matriculación y finalización exitosa de estudios superiores, que son quienes desencadenan la mejora social. Si el sistema de becas no logra atraer a la Universidad a las clases más bajas o su dotación no logra evitar que las restricciones económicas mermen el rendimiento académico o un ulterior abandono, la movilidad no se producirá aunque se haya recibido la ayuda en cualquier momento de la vida escolar.
La Tabla 3 muestra precisamente esa realidad, donde se presenta el porcentaje de titulados universitarios becarios y no becarios pertenecientes a cada clase social. Mientras que el 30% de los becarios con título universitario pertenecían en origen a la clase IV y el 20% a la clase III, en la clase V, la más desfavorecida y que debiera aglutinar al mayor número de ellos, es del 18%. Es más, ¡el 27% de los becarios que obtuvieron un título universitario pertenecían en origen a la clase II!
Tabla 3. Porcentaje de titulados universitarios, becarios y no becarios, por clase social
Es muy probable que haya abusado de su paciencia, haciéndole leer demasiados números y esmerarse en comprender demasiadas tablas. Pero creo que ahora nos hallamos en condiciones de afirmar con mayor rotundidad que el sistema de becas, siendo fundamental para aspirar a una igualdad de oportunidades efectiva, podría hacer más de haber sido configurado de otra forma. En mi anterior entrada planteé cuál sería, a mi juicio, ese mejor sistema de becas: unos umbrales más bajos, un menor número ayudas y una mayor cuantía por beneficiario de forma que las clases más humildes puedan hacerse plenamente cargo de los costes indirectos y de oportunidad asociados a la matriculación universitaria. Y como en mi ánimo no está el encarecer el acceso de las clases medias a la Universidad, propuse además un sistema de tasas universitarias progresivo en función de la renta y patrimonio del hogar que permita gestionar los costes directos de los estudios universitarios. Así podría el sistema de becas desarrollar todo su potencial para favorecer procesos de movilidad social ascendente, siendo a la vez capaz de vencer las resistencias de las clases más humildes para acceder a la Universidad. Reordenar el sistema de becas es condición indispensable no solo para una distribución más eficiente de las ayudas, dirigiéndolas allí donde sus efectos puedan ser mayores, sino especialmente para una distribución más justa.
Tomado de Studia XXI con permiso de sus editores
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