viernes, 7 de febrero de 2020

La biblioteca universitaria: el tercer lugar

Escribe Didac Martínez

“Nuestra mejor colección son las personas” Biblioteca de Delft 2019.
En 1989, el sociólogo Ray Oldenburg, profesor emérito de la Universidad West Florida, publicó el libro “The Great Good Place”, en dónde exponía el concepto de “tercer lugar”. Oldenburg defendía la necesidad de un “tercer lugar social” que complementase el familiar (primer lugar) y el laboral (segundo lugar). Era necesario, decía, construir un espacio social en donde las personas no tengan que desplazarse excesivamente del primero y del segundo lugar, y donde puedan fomentar relaciones duraderas con otras personas de su entorno más próximo. En las sociedades del siglo pasado, este tercer lugar estaba ocupado por organizaciones como iglesias, ateneos o instalaciones deportivas y comerciales, en donde los ciudadanos acudían para hacer alguna actividad pero no para comunicarse entre sí. La noción del “tercer lugar” conecta con una corriente de pensamiento urbanístico que postula una ciudad moderna mucho más compacta con espacios no solo públicos sino verdaderamente cívicos que permitan fomentar las relaciones humanas de sus habitantes.
El concepto de “tercer lugar” tiene que ver también con la noción de “tiempo” que las personas dedican a estos “lugares”. Es urgente recuperar un “tiempo” dedicado a la relación con nuestros semejantes, a parte del tiempo dedicado a la familia y al trabajo. Conseguir un “tiempo” añadido para este “tercer lugar” ayuda a tener una vida más saludable y culturalmente más rica. Se trata, en definitiva, de la importancia y necesidad de integrar a los “otros” en nuestras vidas y en nuestras sociedades, aunque sean de países y culturas diferentes (Todorov, ver aquí). El concepto de “tercer lugar” de Oldenburg está teniendo un importante recorrido en las nuevas construcciones de bibliotecas públicas modernas en todo el mundo (The Seattle Public Library, Helsinki Central Library Oodi, LocHal Public Library Tilburg), pero sobre todo ha tenido un éxito sin precedentes en las llamadas “redes sociales”, traídas por las TIC. Esa necesidad del “tercer lugar virtual” ha sido muy bien captada y explotada por los creadores y los modelos de negocio de las empresas tecnológicas como Facebook, Twitter, WhatsApp, Telegram, etc. como bien sabemos todos.
Pero las teorías de Oldenburg están entrando también en la educación superior. La pregunta que surge inmediatamente sería: ¿facilitan y promueven las universidades espacios para que los estudiantes adquieran una experiencia de aprendizaje integral o son, como se suele decir, academias expendedoras de títulos? ¿Las universidades, en su día a día, son verdaderas “comunidades de personas” o son sistemas sofisticados de obstáculos a superar durante una serie de años? ¿Qué “lugares” y “tiempos” usan y consumen realmente los estudiantes cuando van a los campus? ¿Las TIC van a imponer unos modelos educativos impersonales exentos de comunicación humana?, ¿Están trabajando las universidades por implicar a los estudiantes en la vida universitaria? (student engagement). ¿Cómo se recordará a la universidad en los próximos 50 años? ¿Cómo será reconocible?
En las universidades, tradicionalmente, el “primer lugar” ha sido siempre el aula.  El aula es el espacio en dónde el profesor se encuentra con los estudiantes para trasmitir de forma presencial los conocimientos a lo largo del curso. La evolución del “espacio-aula” ha sido muy lento y no ha cambiado excesivamente desde hace siglos. El aula continúa siendo un espacio cerrado, muy monacal y excesivamente sagrado, aunque está cambiando debido a las nuevas pedagogías y sobre todo a la irrupción de las TIC en la docencia. Los estudiantes que asisten hoy a clase llevan consigo potentes ordenadores portátiles y teléfonos conectados a internet. También los profesores empiezan a usar en las aulas todo tipo de tecnologías conectadas a la red de la universidad. En los próximos años, todas las aulas de las universidades se van a tener que redefinir, reorientar y reducir debido al avance de la docencia digital. También se deberá regular el “tiempo” que profesores y estudiantes dedican a las clases presenciales y online. Un ejemplo interesante del nuevo diseño de aulas es el proyecto Scale-Up que se ha extendido a muchas universidades. Se ha demostrado que redefinir el “lugar del aula” con las TIC y aplicar metodologías docentes centradas en el aprendizaje colaborativo de los estudiantes incrementa los niveles de rendimiento académico e implicación de los alumnos y profesores.
Respecto al “segundo lugar” docente, posiblemente todos estaríamos de acuerdo que son los campus digitales. La mayoría de las asignaturas “presenciales” se complementan en las plataformas virtuales, y profesores y estudiantes se encuentran de nuevo en la red al acabar las clases, intercambiando ficheros de todo tipo, mensajes, conversaciones, exámenes, trabajos, ejercicios y evaluaciones. Por cierto, el “tiempo” dedicado por el profesor y sobre todo por los estudiantes en estas plataformas no para de aumentar y está absorbiendo, de forma preocupante, toda la vida universitaria. Muchos profesores y estudiantes dicen que no tienen “tiempo” para nada más, porque tienen que preparar y asistir a las clases presenciales y realizar y entregar decenas de trabajos en los campus digitales.
Por último, el “tercer lugar” de la universidad es la biblioteca. Durante siglos, la universidad se construyó a partir de dos espacios que la configuraban: el aula y la biblioteca. Aula y biblioteca eran los dos “lugares de formación” por antonomasia en las primeras universidades europeas. Esta concepción también estuvo presente, por ejemplo, en la construcción de las nuevas universidades americanas de los años 30 y 50, cuyo concepto urbanístico se basaba en una gran avenida, flanqueada por facultades y aularios, que desembocaba en una gran plaza en dónde se ubicaba el edificio del rectorado y la biblioteca. La “university main library” tenía que construirse en el lugar central del campus, visible, de fácil acceso, próxima a todas las aulas, abierta durante muchas horas y lo suficientemente amplia para colocar una gran sala de lectura y estanterías para miles de libros. La biblioteca era considera como “el corazón de la universidad” (C. W. Eliot, Rector de la Universidad de Harvard).
Hoy en día las bibliotecas universitarias que se construyen continúan heredando el concepto de centralidad del campus, pero siguen otros patrones muy diferentes y no son los libros el objeto central que determina sus interiores y sus servicios. Ahora, las recientes construcciones de bibliotecas universitarias son diseñadas a partir de las necesidades de los estudiantes y profesores. Estos nuevos modelos constructivos, y también organizativos, se caracterizan por adaptarse y avanzarse a las nuevas necesidades y, sobre todo, a los cambios producidos por las TIC en relación con las publicaciones científicas digitales. La acelerada “inmaterialidad” de la documentación está provocando que no sean necesarias tantas estanterías para las colecciones libros y revistas, ya que al ser digitales no están en las bibliotecas sino en grandes servidores externos. Los espacios que ocupaban los libros se recuperan ahora para nuevos servicios innovadores para los usuarios, muchos de ellos ideados a partir del concepto del “tercer lugar” de OldenburgLos principales servicios, en esta nueva configuración, serían:

La biblioteca como un centro de recursos para el aprendizaje

El objetivo principal es crear un entorno rico de recursos, “learning commons”, en las instalaciones de las bibliotecas, con todos aquellos servicios que los estudiantes necesitan y consumen para su formación y aprendizaje a lo largo del curso. No solo se concentran los servicios bibliotecarios relacionados con el estudio, sino otros servicios que antes estaban dispersos en la universidad y algunas veces también duplicados: servicios de informática básica para los estudiantes, puntos de atención y orientación para estudiantes, información y comunicación de la universidad relacionada con algún tipo de gestiones y tramitaciones, servicios de orientación y acogida especialmente a profesores y estudiantes internacionales, servicios de aprendizaje de idiomas, búsqueda de trabajo, edición y publicación, así como servicios de reprografía y de todo tipo de “facilities”. La idea principal de este modelo de biblioteca es que los estudiantes encuentren y consuman los recursos y servicios que la universidad ofrece sin tener que desplazarse por el campus buscando a qué ventanilla acudir. Centralizar los servicios básicos relacionados con el aprendizaje en la biblioteca representa también un ahorro considerable en la gestión de los recursos disponibles.

La biblioteca como laboratorio

Se basa en una idea que pregona que la biblioteca “Lab” no solo debe asegurar el acceso a las ideas y el conocimiento, sino que también debe facilitar crearlas y realizarlas mediante proyectos. Los usuarios tienen con las TIC, por ejemplo, amplias posibilidades para programar soluciones. En este sentido, las bibliotecas ofrecen grandes espacios con todo tipo de herramientas “makers” para que los estudiantes puedan desarrollar de forma colaborativa y hagan realidad proyectos de toda clase. Los espacios, mobiliario y tecnología asociada son flexibles y adaptables. Tienen espacios de coworking, salas de reuniones, salas de trabajo en grupo que reservan con el teléfono móvil y donde pueden trabajar durante horas. La biblioteca como “Lab” va a ser muy importante en el futuro porque representa un soporte muy directo al aprendizaje que reciben los estudiantes en las clases, y a la vez porque desarrolla las habilidades y competencias de emprendimiento, tan demandadas hoy.

La biblioteca como centro cultural

Por último, el modelo de biblioteca como centro cultural de la universidad (social library), está cogiendo fuerza en los campus. Las nuevas construcciones de bibliotecas universitarias también dibujan una serie de espacios dedicados a exposiciones, conferencias y debates. Desarrollan programas de actividades en torno a temas académicos y culturales candentes. La biblioteca es un lugar de encuentro de la comunidad. Se promociona a escritores y sus obras, se organizan mesas redondas y debates en donde estudiantes y profesores intercambian opiniones. La biblioteca tiene como principal objetivo convertirse en un foco activo social y cívico de la universidad. Una educación cultural e integral de los estudiantes basada en información verídica es esencial, hoy más que nunca, porque refuerza la democracia, la libertad y el respeto frente a la funesta corriente de la desinformación alimentada por las “fake news”, la intolerancia y la postverdad.
¿Quiere decir que en estos modelos de bibliotecas universitarias desaparecerán los lugares de silencio y estudio? En absoluto: las nuevas bibliotecas que se están construyendo destinan justamente sus mejores espacios para la lectura y el estudio. Son espacios muy bien pensados con ambientes cómodos, integrando luz natural y artificial, con todo tipo de mobiliario ergonómico que invita al placer de leer y a la concentración en silencio.  Una de las funciones esenciales de las bibliotecas universitarias, en los próximos años, va a ser en elaborar e implementar planes de lectura y escritura que ayuden a los estudiantes a adquirir, mantener y perfeccionar los hábitos de lectura y escritura válidos para toda su vida.
Para terminar, solo recordar que gracias a los planes de inversiones de las universidades españolas de los años 80 y 90 se renovaron y construyeron prácticamente todas las bibliotecas del sistema universitario. Actualmente las universidades españolas tienen 673 bibliotecas universitarias y científicas que ocupan más de 1 millón de m2. Estas bibliotecas ofrecen cada día 198.028 puestos de lectura para los estudiantes que usan de forma masiva las bibliotecas, de 1 a 3 horas diarias. Pero el trabajo realizado hasta ahora no es suficiente porque los cambios venideros en la educación superior van a ser muy considerables. En los próximos años va a ser estratégico para las universidades construir nuevas bibliotecas universitarias más modernas, atractivas y tecnológicas, con nuevas funciones y servicios a partir de los modelos derivados del “tercer lugar”. Este es el nuevo camino para que la biblioteca sea de nuevo el corazón de la universidad.
Tomado del blog de Studia XXI con permiso de sus editores

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