Usar tecnologías como fórmula mágica para aprender; abusar de la interacción entre iguales como forma exclusiva de la construcción de saberes; basar las claves del éxito en unos excelentes materiales o, lo que sería bastante peor, ignorar al estudiante como centro del proceso, ubicando en ese "ombligo" al docente. Todos esos excesos, por desgracia, presentes en nuestras pedagogías presenciales, se han trasladado por inercia al mundo digital, a la educación a distancia, y a veces de forma grosera.
Habría más enfoques, pero me voy a limitar a resumir los que me parecen más presentes en los muchos años de observación y estudio sobre contextos educativos mediados. Parecería que educar a través de medios digitales es moderno porque eso podría suponer aplicar una pedagogía nueva. Y bien sabemos que no. Existen propuestas formativas a través de espacios virtuales que suponen una pedagogía tan reproductora como la más rancia que podría presentarse en un entorno presencial. Es decir, tanto en una modalidad educativa como en la otra, como en las que se presentan de forma mezclada o mixta (blended) se dan los tipos de situaciones que resumo en esta entrada (García Aretio, 2001 y 2014).
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