miércoles, 10 de junio de 2020

De una enseñanza anclada en la presencialidad al uso inminente de la tecnología

Escribe Julio Barroso-Osuna. Miembro del Comité Científico de Pixel-Bit. Revista de Medios y Educación

Desde hace unos años, hemos venido asistiendo a grandes cambios que han ido afectando a todos los niveles de nuestra vida. Cambios que se han venido produciendo a una velocidad antes nunca conocida y que de una u otra forma vienen girando alrededor de una tecnología: Internet. Podemos decir sin temor a equivocarnos, que las repercusiones imaginadas de la red en la sociedad se han quedado cortas, y en la actualidad la red como paradigma tecnológico de esta sociedad, ha transformado todos los aspectos de nuestra vida: como nos divertimos, aprendemos, compramos… En definitiva, se ha hecho imprescindible en el momento de modernidad liquida en el que nos movemos, como nos apuntaba Bauman (2007), que todo parece que es inmediato y efímero.
 «Estamos ante un mundo volátil de la modernidad líquida, donde casi ninguna forma se mantiene inmutable y el tiempo ya no es suficiente para cuajar y garantizar una fiabilidad a largo plazo (al menos, nadie nos dice cuándo pueden cuajar, y hay escasas probabilidades de que alguna vez alcancen ese estado)» (Bauman, 2007, p. 44).
Esta situación, por sí sola, ya nos lleva a asumir que el futuro es más incierto e imprevisible de como lo era hace relativamente poco tiempo y a ello tenemos que añadir la incertidumbre que estamos viviendo en la actualidad, inmersos en una pandemia a nivel mundial. Momento en el que se ponen en entredicho las actuaciones que tradicionalmente hemos venido realizando en todos los ámbitos de nuestra vida y por supuesto en el terreno educativo.
En nuestro contexto, el periodo de confinamiento y cierre de centros educativos, nos cogió a caballo entre el segundo y último trimestre del curso, e implicó toda una avalancha de cambios tanto para docentes como para estudiantes. Ambos agentes vieron como su manera tradicional de enfrentarse al proceso de enseñanza-aprendizaje, cambió de manera drástica. Utilizando la frase que hizo popular el poeta uruguayo Mario Benedetti, “cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas”, puede resumirse a la perfección la incertidumbre de docentes y estudiantes durante esta situación.
De un día para otro hemos pasado de una enseñanza anclada en la  presencialidad, donde  el uso de tecnologías en muchos de los casos se realizaba de manera puntual, y con poca o ninguna integración curricular, a un proceso de enseñanza online, que como no puede ser de otra manera gira en torno a las tecnologías. Este proceso deja al descubierto carencias o brechas tecnológicas que, erróneamente, considerábamos superadas y que pone en entredicho uno de los mitos más generalizados sobre la aplicación de las TIC, como es la formación y el desarrollo de la competencia digital, acercándonos a un modelo democrático de educación que posibilita el acceso a la misma a todas las personas. Partiendo de la idea de que, con la disponibilidad de las tecnologías, especialmente con Internet, todas las personas pueden tener acceso a la información independientemente del lugar de residencia, facilitándose de esta forma una formación de calidad.
Igualmente se está poniendo de manifiesto que no todos tenemos las mismas posibilidades de acceso a la información por diversos motivos, uno los relativos a la geografía en la que vivimos habitualmente y otros por no tener recursos suficientes como para acceder a la tecnología necesaria. A esto tenemos que sumar la formación del profesorado para enfrentarse a procesos de teleformación de calidad y la de los alumnos para acceder a ellos. No cabe la menor duda de que una persona que no tenga las competencias tecnológicas necesaria para la utilización e interacción con las TIC, por muchas conexiones y equipos que tenga a su disposición no estará capacitado para obtener los supuestos beneficios que surgen de su utilización. Aspecto que se hace extensivo, como hemos comentado con anterioridad a los alumnos, aunque en momentos concretos hayan sido considerados como nativos digitales, presuponiendo una competencia innata (por el simple hecho de haber nacido en un momento concreto) en el uso y aprovechamiento de las tecnologías. Pero nos hemos venido dando cuenta que ni los nativos son tan nativos, ni los emigrantes tan emigrantes y que el uso que tradicionalmente hacen los jóvenes de las tecnologías se concentra más en el terreno del ocio, el entretenimiento y en las relaciones sociales.
Pensamos que estas transformaciones que hemos venido comentando, y concretamente las acaecidas en el terreno educativo, tenemos que verlas como retos para mejorar y no como algo puntual que ha servido para solucionar el problema que se nos ha venido encima, máxime cuando no sabemos cuánto tiempo tendremos que seguir funcionando de la misma manera, véase la noticia que nos ofrecía el 19 de mayo del 2020 la BBC (https://www.bbc.com/news/education-52732814), en la que se nos informaba de que la universidad de Cambridge no impartirá docencia presencial al menos hasta el verano del año 2021. Quizás pueda ser esta la lección a sacar en el terreno educativo intentando poner los cimientos para adaptarnos a las trasformaciones que estamos sufriendo. Como nos decía el profesor González Soto (2007), vivimos en un mundo en continua transformación, en el que no hay que ser más fuerte para sobrevivir, sino más capaz de adaptarse, de cambiar, de adecuarse a las nuevas circunstancias y a las nuevas formas de conocer y expresarse.
Para ello se tienen que promover cambios en los tres elementos implicados en el proceso educativo: instituciones, docentes y alumnos. Y con la ayuda de la tecnología, debemos tener en cuenta que nunca hemos dispuesto de tanta tecnología y con parámetros de amigabilidad más amplios, a disposición de las instituciones y por ende de los docentes para potenciar procesos educativos de calidad. Pero debemos tener presente que el acto educativo no debe girar en torno a la tecnología y sus bondades, sino en torno a la pedagogía: objetivos, competencias, estrategias de enseñanza, contenidos, características de nuestros estudiantes…
Por su parte, las instituciones educativas deben potenciar, más aún en estos tiempos, procesos de asesoramiento y de formación continua dirigidos al docente, garantizando el cambio de un escenario de docencia presencial a otro no presencial, adaptando las estrategias y metodologías de enseñanza-aprendizaje que tradicionalmente venía utilizando, ayudándole a superar uno de los errores más significativos que tradicionalmente se están produciendo con las tecnologías en los procesos de formación online, como es concebirlas como simples repositorios de información y/o documentación en texto plano o “e-copisterias”. Ese asesoramiento y formación se hace, desde nuestro punto de vista, imprescindible y necesario para los nuevos tiempos que se nos avecinan. Aspecto que no es nuevo, ya que en 2004 Bryndum y Jerónimo, postulaban que es necesario prestar distintos tipos de soporte tanto al docente (en la labor de diseño y tutorización del curso) como al aprendiz en su proceso de aprendizaje: conceptual, para facilitar sugerencias e indicaciones sobre el uso de herramientas, programas para contenidos específicos; metacognitivo, para orientar como abordar el proceso, utilización de estrategias; procedimental, para informar sobre la utilización y optimización de recursos, y estratégico, para facilitar alternativas metodológicas e informar sobre buenas prácticas.
Por último y no menos importante, no olvidarnos nunca de uno de los agentes más importantes en este proceso de enseñanza-aprendizaje, como es el alumno. Probablemente sea el participante más solitario en este proceso, donde esa soledad le puede hacer que abandone su propio aprendizaje. Se hace necesario potenciar espacios y procesos de motivación, de hacerles partícipes para que sean capaces de autodirigir su propio aprendizaje, y de realizar propuesta de trabajo colaborativo, debemos tener en cuenta que, el que el curso se desarrolle a distancia, no implica que el alumno tenga que desarrollar la totalidad de sus tareas en solitario. El docente, independientemente de intentar realizar unos materiales de calidad, debe realizar un trabajo proactivo con sus alumnos, animándolos en el proceso de aprendizaje y proporcionando los elementos para hacer que este sea lo más motivador posible.
Referencias bibliográficas:
Bauman, Z. (2010). 44 cartas desde el mundo líquido. Paidós.
Bryndum, S. & Jerónimo, J.A. (2004). La motivación en entornos telemáticos. RED. Revista de Educación a Distancia, 13, 1-24.
González Soto, A. (2007). Las tecnologías de la información y la comunicación y el Espacio Europeo de Educación Superior. En J. Cabero y J. Barroso (Coords.). Posibilidades de la teleformación en el Espacio Europeo de Educación Superior (pp. 5-20). Octaedro.
Cómo citar esta entrada:
Barroso-Osuna, J. (2020). De una enseñanza anclada en la  presencialidad al uso inminente de la tecnología. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/8234
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores

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