martes, 30 de junio de 2020

Elogio de la Flipped Classroom

Por Javier de Navascués[i]
Universidad de Navarra
Aunque la denominación (Flipped Classroom) suene a cosa muy reciente, su empleo procede, al menos, de una época en el que no se había inventado ni siquiera el idioma inglés. Los antiguos griegos la llamaban mayéutica. Una relectura de los diálogos de Platón nos depararía múltiples secuencias en las que el discípulo va avanzando en el conocimiento fuera del aula, a través de preguntas y discusiones que, después de haberlas interiorizado de modo activo, los Alcibíades de turno formulaban al viejo Sócrates. Todo en la Atenas del siglo V era más pedestre que hoy (también porque los estudiantes caminaban por el ágora junto a sus maestros en lugar de conectarse por Internet). Pero el éxito de unos y otros dependía, en el fondo, de lo mismo. Solo un aprendizaje activo, más allá de los espacios físicos de las academias, incide profundamente en la mente del estudiante. Solo hay un verdadero conocimiento cuando el individuo es capaz de elaborar y cuestionar por sí solo una información en un contexto cotidiano, en medio de las rutinas de su vida diaria, antes de hacerse el café de la mañana o mientras pasea a solas delante de un río.
No solo aprende el estudiante, por cierto. Reconozcamos que a algún profesional de la enseñanza le puede resultar un poco incómoda esta sensación de falta de defensas. Para quienes tuercen el gesto con el método del aula invertida, el profesor sale con la cara descubierta, dispuesto a recibir a mansalva preguntas como balazos. Sin embargo, cuando se afronta el reto con el ánimo optimista, incluso deportivo, la clase se convierte en una experiencia siempre nueva, inesperada y sorprendente, sobre todo cuando se descubre en algunos interrogantes de nuestros interlocutores una aptitud para el sentido crítico que nunca habíamos imaginado.
Contrariamente a lo que se pudiera pensar, el aprendizaje inverso no refuta la autoridad del buen profesor, sino que la refuerza. Quien, delante de su auditorio, puede responder a una batería de cuestiones imprevistas, es porque tiene en su mano y en su voz el conocimiento suficiente de la materia, la facultad para adelantarse a los espacios en blanco. El educador no es quien tiene guardadas en un fichero todas las preguntas y respuestas, sino quien ha transitado antes por las mismas dudas que los otros que le siguen.
De ahí que el escenario global de una enseñanza online, ahora que la Historia nos empuja a ello, sea un desafío excelente para recordar que el proceso de aprendizaje nunca dependió de una asimilación pasiva de informaciones. En el fondo, la técnica viene en nuestro auxilio para dar una oportunidad a que unos, desde la barrera psicológica del chat, formulen con más libertad sus opiniones y reten al profesor con sus propias perplejidades. Algo así debió de pasar en la Atenas de Sócrates y Platón. Los discípulos caminaban a lado de sus maestros y seguramente miraban al frente, de la misma manera que nuestros estudiantes nos ven en la lejanía, desde sus pantallas. El escenario digital de hoy, igual que el de ayer, aliviaba del peso de la mirada solemne del maestro, del aula y de las miradas de los otros.
En resumen, la innovación docente es tan novedosa como (oh, paradoja) tradicional. El núcleo de la Flipped Classroom se concentra en potencialidades que están en el ser humano, más allá de las circunstancias de la civilización digital. El éxito no depende en exclusiva del número de aplicaciones que somos capaces de descargar en nuestro programa, sino de la pasión con la que transmitimos a nuestros estudiantes unas destrezas que ya se vivían en aquella Grecia de antaño: formación del espíritu crítico y del propio juicio, aptitud para la argumentación retórica, alimentación de la libertad.
Cómo citar esta entrada:
De Navascués, J. (2020). Elogio de la Flipped Classroom. Aula Magna 2.0. [Blog]. Recuperado de: https://cuedespyd.hypotheses.org/8273
Tomado de Aula Magna 2.0 con permiso de sus editores
[i] Catedrático de Literatura y Director del Departamento de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra. Es autor de una veintena de libros y un centenar de artículos de su especialidad, la Literatura Hispanoamericana

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