miércoles, 10 de febrero de 2021

El lado oscuro de las pruebas en línea

 Escribe Sofía García-Bullé

Los problemas de violación a la privacidad de los estudiantes, así como los sesgos sobre la raza, género y accesibilidad son tan severos, que varias universidades dejarán de usar servicios de supervisión para pruebas en línea.

Exámens onitoreados. Imagen: Istock/ nadia_bormotova

En artículos anteriores hablamos del dilema ético que implicaba relajar los estándares de privacidad de los estudiantes con el propósito de asegurar la calidad de los exámenes y combatir la deshonestidad académica, pero este no es el único problema que enfrentan las pruebas en línea para ofrecer una experiencia justa y equitativa. Se habla también de sesgos sociales que afectan al alumnado perteneciente a minorías raciales, sociales, de género y capacidades diferentes.

Los exámenes a distancia tienen dos formas principales de autentificar la identidad y proceder ético de los estudiantes, a través de reconocimiento facial o de algoritmos. En papel se leería como un procedimiento lógico e inocuo, pero la manera en que se diseñan estos métodos es exclusoria; puede generar instancias de discriminación y violación de su privacidad.

Estas problemáticas han generado una protesta generalizada en las comunidades estudiantiles y de docentes, al punto que varias universidades han tomado la decisión de retirar los servicios de monitoreo de sus evaluaciones.

Sin algoritmos de diversidad social

Los parámetros de identificación racial han sido duramente criticados por sus limitaciones al momento de detectar y reconocer caras de etnicidad diferente a la caucásica. Shea Swauger, bibliotecario académico de la Universidad de Colorado en Denver, explica para MIT Review, el proceso por el cual un servicio de monitoreo para pruebas escolares confirma tu identidad.

“Cuando empiezas, ese software comienza a grabar desde la cámara y micrófono de tu computadora, registra los sitios que visitas, mide tu cuerpo y te vigila mientras presentas el examen, sigue tus movimientos para identificar conductas deshonestas”. Swauger agrega que si el software considera que incurres en un comportamiento sospechoso, el sistema alertará a un profesor para que vea la grabación y este asignará un valor (expresado en color) para designar la probabilidad de una conducta deshonesta.

Independientemente del potencial de violación a la privacidad que esta metodología pudiera representar, la conversación se complica cuando no cuenta con las herramientas correctas para ofrecer un trato neutro y justo a todos los estudiantes.

Diversas investigaciones han encontrado que los parámetros de identificación facial no tienen están calibrado para detectar correctamente caras con piel oscura. Tal fue la experiencia numerosos estudiantes de color, que tuvieron problemas para presentar sus exámenes porque el sistema sostenía que no tenían suficiente iluminación sobre sus caras.

De la misma forma, estudiantes transgénero e indocumentados son innecesariamente vulnerados por la forma en que se aplican estas políticas de autenticación. En Estados Unidos, por ejemplo, no todos los estados cuentan con documentación oficial que les permitan asumir su identidad como personas no heteronormadas, y las personas indocumentadas no cuentan con los documentos que les brinden protecciones legales en caso de detección y persecución por parte de autoridades migratorias.

Si solo la acción de identificar a un estudiante se vuelve tan complicada porque los algoritmos juegan en su contra, el monitoreo pone a los alumnos en una situación precaria y contraproducente, completamente ajena a los elementos que forman una experiencia educativa de calidad.

Mucho control, poco criterio

Las instancias de discriminación se tornan más severas cuando se habla del tema de vigilancia. Estas impactan desproporcionadamente a grupos como personas neurodiversas, padres y madres de familia, mujeres o tutores a cargo de menores de edad. Ara Austin, profesora asistente clínica y directora de programas en línea para la Escuela de Ciencias Moleculares en Arizona, pone de manifiesto que, más que la vigilancia, son los criterios de lo que se considera conducta potencialmente deshonesta en un examen lo que genera el problema. “Son demasiado estrictos al señalar a mis estudiantes. Es molesto, porque muchos de mis alumnos tienen niños pequeños. Muy frecuentemente, algún niño de tres años puede verse en pantalla mientras su mamá o su papá presentan el examen, es solo lo que hace un niño de tres años”.

La dureza y falta de criterio al desarrollar los protocolos de vigilancia ha generado casos más severos, como el de Brianna Hill, una estudiante de leyes que se vio obligada a continuar su examen con contracciones, porque sabía lo difícil que sería presentar una apelación después de que se moviera de su silla para recibir la atención médica necesaria.

La estudiante musulmana Shaima Dallali fue obligada a abandonar su examen por negarse a remover su hijab, ante la sospecha de que estuviera escondiendo herramientas para hacer trampa dentro de este. Varios alumnos reportaron tener que orinar en botellas, tinas o pañales por miedo a que el levantarse de sus asientos o registrar movimientos sospechosos les valiera una descalificación de su examen.

La preocupación por mantener un alto estándar de ética y calidad en las pruebas escolares es entendible, responde a una necesidad básica para la validación de una educación efectiva. Pero los criterios para este control de calidad deben ser amplios y abarcar más perfiles sociales que reflejen la diversidad del estudiantado a nivel mundial que se tienen actualmente. 

Millones de alumnos son de etnicidades y color de tez diferentes, son neurodiversos, son transgénero, son padres y madres de familia, tienen diferentes niveles socioeconómicos, entre otras cosas. Si la experiencia de enseñanza no es la misma para tantos grupos, ¿por qué asumimos que de presentar un examen si? ¿Por qué diseñamos los exámenes en línea y los protocolos de ética o seguridad con ese sesgo? ¿Qué opinión tienes al respecto de cómo se delinean los límites para autentificar la identidad de los estudiantes y asegurar la honestidad académica? Cuéntanos en los comentarios.


Tomado del Observatorio de Innovación educativa del Tec de Monterrey

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