martes, 13 de mayo de 2025

Black Mirror en el aula

 Por Ramón Besonias



Pincha sobre la imagen para acceder al asistente


La irrupción de la IA en educación ha generado actitudes bipolares en los docentes. Por un lado, nos deja con la boca abierta y reconocemos que tarde o temprano impactará en el aula de forma radical. Por otro, sentimos que todo va muy rápido, sin tiempo a digerir, y que esa velocidad generará distopías indeseadas.

¿Puede esto mismo llevarse al aula, con tus estudiantes, o como reflexión entre docentes? Esa es la idea de este asistente, Aula Espejo Negro, pensado no tanto para dar respuestas, sino para incomodar y provocar preguntas.

Inspirado en el estilo narrativo de la serie Black Mirror, este asistente convierte la educación en un laboratorio de ficciones distópicas. No imita el futuro: lo exagera, lo caricaturiza, lo problematiza. Y al hacerlo, nos obliga a mirar con otros ojos lo que ya estamos normalizando. El asistente te propone crear historias futuristas en las que la IA se cuela de forma esperpéntica en las aulas, mezclando lo posible con lo increíble. Una IA sarcástica, teatral y algo molesta que te invita a imaginar relatos distópicos sobre educación. Historias que suceden casi en el presente. Con docentes artificiales, aulas vigiladas, algoritmos que deciden qué pensar… La imaginación es el límite.

Pero este asistente no te lo da todo hecho: te hace elegir, tomar decisiones, enfrentar contradicciones. Porque de eso va pensar: de exponerse, incluso desde la ficción.


¿Para qué sirve?

  • Para crear cuentos, guiones, microficciones, podcasts... sobre futuros educativos inquietantes.

  • Para pensar (y hacer pensar) sobre lo que ya está pasando.

  • Para diseñar clases que no se olvidan, porque nacen de una distopía… y terminan en un debate.

  • Para que el alumnado no solo use la IA, sino que la interrogue.


¿Qué hace?

Te recibe con nombres creativos. Te lanza provocaciones. Te propone modos de creación narrativa. Y luego te guía para construir paso a paso tu historia.



¿Para quién?

Para docentes que quieren reflexionar sobre el futuro de la IA en educación desde una mirada creativa, o que quieren abordar este asunto con sus estudiantes, diseñando retos educativos. Por ejemplo:

Crear situaciones de aprendizaje en las que el alumnado explore futuros posibles:

  • Relatos distópicos sobre evaluación automatizada.

  • Guiones sobre aulas sin docentes humanos.

  • Podcasts donde se denuncian algoritmos educativos desde dentro del sistema.

Ejemplo: Crear un diario sonoro desde el punto de vista de una IA que “aprende a enseñar”.

Provocar el pensamiento crítico:

  • Preguntas filosóficas sobre autonomía, libertad, control, etc.

  • Simulaciones narrativas que pongan al alumnado en el papel de una víctima, agente o testigo de un sistema educativo distorsionado.

  • Contrafactuales educativos: ¿y si el sistema estuviera diseñado para eliminar el error?

Ejemplo: Diseñar un juicio ficticio a una IA docente por “falta de empatía”.

Generar materiales de aula adaptados:

  • Relatos personalizados según el nivel educativo.

  • Fichas de trabajo con preguntas abiertas.

  • Plantillas para escritura colaborativa o dramatización.

Ejemplo: Un cuento interactivo donde cada grupo toma una decisión distinta que cambia el final.

Integrarlo en proyectos interdisciplinares:

  • Filosofía (ética, identidad, poder).

  • Lengua (producción escrita, análisis de relatos).

  • Tecnología (análisis de la IA, datos, algoritmos).

  • Educación Plástica o Música (visualización de distopías, bandas sonoras para historias).

Ejemplo: Proyecto final donde los alumnos montan un museo del futuro educativo.

Abrir conversaciones sobre la IA real:

  • ¿Qué parte de esto ya está ocurriendo?

  • ¿Qué relación tenemos con la tecnología en el aula?

  • ¿Qué educación queremos construir?

Ejemplo: Cierre con una asamblea socrática: “¿Y si fuésemos nosotros los algoritmos?”



Para estudiantes que quieran pensar sin bostezar en el intento, abriendo debates en su aula a través de historias no tan improbables, pero repletas de imaginación y mala leche. Este asistente los convierte en creadores, pensadores, guionistas, críticos y protagonistas de una simulación educativa cargada de preguntas y futuros posibles. Aquí van algunas de las cosas que pueden hacer:

Escribir relatos distópicos (y no tan ficticios):

Pueden crear cuentos breves, diarios falsos, microficciones, noticias del futuro… todo basado en un sistema educativo donde la IA lo controla (casi) todo.

Dramatizar guiones de teatro o radio:

Pueden construir escenas teatrales o podcasts donde simulan vivir en esos sistemas distorsionados. La IA les ayuda a inventar los personajes, los conflictos y hasta el final.

Grabar podcasts o noticiarios del futuro:

El alumnado puede crear cuñas sonoras, entrevistas, cápsulas informativas de un instituto distópico, mensajes de resistencia…

Crear una antología de microficciones:

Historias de 100-200 palabras que resumen una distopía educativa. Algunas pueden ser absurdas, otras inquietantemente realistas.

Jugar con decisiones narrativas:

El asistente les propone mapas donde pueden tomar decisiones que cambian el rumbo de la historia. Aprenden sobre narrativa, consecuencias y perspectiva.

Reflexionar sobre lo que ya pasa:

  • ¿Esto que has escrito… ya está ocurriendo un poco?

  • ¿Quién decide lo que aprendes?

  • ¿Qué es más peligroso: una IA que enseña o una que evalúa?

Convertir sus ideas en arte:

Los relatos o escenas pueden convertirse en:

  • Cómics distópicos

  • Ilustraciones de IA

  • Carteles estilo protesta

  • Fanzines de aula




viernes, 9 de mayo de 2025

IA y educación: cómo hacer posible una verdadera revolución educativa

 Por   -  -  -  -  -  Tomado de Enfoque educación, blog del BID

Durante años, la tecnología ha llegado a las aulas de América Latina y el Caribe con promesas de revolución educativa. Muchos esfuerzos bien intencionados han tenido resultados mixtos. Sin embargo, la evidencia acumulada en las últimas décadas nos ha enseñado que lo que marca la diferencia no es la tecnología en sí, sino cómo se usa.  

Hoy, la inteligencia artificial (IA) irrumpe con un potencial aún mayor, pero también con nuevas preguntas. ¿Estamos listos para incorporar la IA con sentido, equidad y visión? ¿Podremos hacerlo a la luz de lo que ya aprendimos? 

Al igual que otras tecnologías en el pasado, la IA no es una bala mágica que resolverá automáticamente los problemas estructurales de nuestros sistemas educativos. Su impacto dependerá de cómo se integre en las prácticas pedagógicas, cómo se adapte a los contextos locales y qué tan equitativamente se distribuya su acceso. La verdadera transformación no vendrá solo de la innovación técnica, sino de decisiones conscientes sobre su uso.  

Nueva guía sobre IA y educación basada en evidencia 

Nuestra nueva publicación sobre la inteligencia artificial en la educación invita a mirar la IA con un lente crítico y realista. A partir de las lecciones dejadas por décadas de implementación tecnológica en la región, examinamos cómo la IA podría abordar tres desafíos clave: 

  • Maximizar el aprendizaje en el aula: la tecnología permite a los estudiantes aprender a su propio ritmo, incluso en contextos con amplios rangos de niveles de desempeño. Además, puede complementar la práctica de aula con contenido multimedia de alta calidad y programas pedagógicos estructurados.  
  • Ampliar el acceso y asegurar trayectorias de aprendizaje completas: la transformación digital amplía el acceso remoto a recursos educativos para docentes, estudiantes, administradores y familias. También fomenta el involucramiento parental y la participación activa de los estudiantes, reduciendo riesgos de deserción y promoviendo comportamientos positivos a través de iniciativas escalables y costo-efectivas.  
  • Mejorar la eficiencia en la prestación del servicio educativo: las herramientas digitales mejoran la calidad de los datos sobre resultados de aprendizaje y reducen los costos de programas educativos. Además, permiten monitorear indicadores de asistencia y uso efectivo de los recursos.  

Lejos de presentar soluciones automáticas, el verdadero valor de la IA en educación dependerá de cómo se implemente, con qué fines y en qué condiciones. Es importante pensar más allá de la novedad tecnológica, y enfocarse en su integración estratégica, pedagógica y equitativa.  

Cinco dimensiones y una brújula para navegar los nuevos desafíos  

Para poder navegar la transformación digital y lograr que la tecnología y la IA sean aliadas reales de la educación se necesita una brújula. Un marco que nos guíe. Que nos ayude a saber dónde estamos, qué viene después, y cómo medir el progreso. 

Por eso, proponemos un marco para la transformación digital de la educación con cinco dimensiones clave: 

  1. Dispositivos adecuados para todos. 
  1. Conectividad significativa, que va más allá de estar en línea. 
  1. Plataformas y contenidos digitales alineados con los aprendizajes buscados. 
  1. Docentes con competencias digitales para integrar la tecnología en el aula. 
  1. Gobernanza que dé dirección y sostenibilidad a largo plazo. 

Para cada una de estas cinco dimensiones, construimos un camino de tres etapas: [1] acceso[2] uso e [3] integración, que permiten identificar el nivel de avance de cada sistema educativo y los pasos a seguir en su proceso de transformación digital.

¿Cómo impulsar la transformación digital en los sistemas educativos?

Ver infografía completa descargándo la publicación aquí.  

Hemos recorrido un largo camino, y las lecciones están sobre la mesa: la educación del presente —y del futuro— no se construye solo con algoritmos. Se diseña con intención, se fortalece con evidencia y se transforma con el compromiso de todos.  

Te invitamos a explorar el informe del BID y sumarte a esta conversación crucial. Porque el camino hacia una mejor educación lo seguimos construyendo juntos. 

Link a informe: AI and Education: Building the Future Through Digital Transformation

Si quieres leer otros blogs que hemos publicado sobre IA haz click acá. Estate atentos a esta serie de Enfoque EducAIción, a nuestras redes sociales y a nuestro boletín para mantenerse al tanto de esta conversación. Comparte con nosotros sus preguntas, comentarios e ideas sobre esta realidad en constante evolución.   


Tomado de Enfoque Educación

jueves, 8 de mayo de 2025

Te reconocen como líder: ¿Pero eres un estratega?

 Por José Ferrer

Desde que somos niños, nos enseñan que el éxito se mide en victorias y derrotas. En la escuela, hay exámenes que se aprueban o se fallan. En los deportes, hay equipos que ganan campeonatos y otros que se quedan en el camino. En los negocios, la prensa celebra a los líderes que alcanzan el éxito como si hubieran cruzado la meta definitiva. Pero aquí está la trampa: en la vida real y en los negocios, no hay una meta final. No hay un punto donde puedas declarar “he ganado” y retirarte. El juego sigue, sin importar cuántas veces hayas ganado o perdido. Y ahí es donde entra la verdadera mentalidad estratégica.

Qué significa tener mente de estratega

Tener una mente de estratega no significa simplemente pensar en términos de tácticas o movimientos ingeniosos. No es una cuestión de aprender trucos, técnicas o recetas. Un verdadero estratega ve más allá de las decisiones inmediatas y comprende que cada acción es parte de un sistema más grande.

Ser un estratega no se trata de saber jugar ajedrez. Aunque muchos comparan la estrategia con este juego clásico, hay una diferencia fundamental: el ajedrez es un juego finito. Tiene reglas claras, un número limitado de piezas y un objetivo final: el jaque mate. Todos los jugadores acuerdan las reglas y saben cuándo termina el juego.

Pero la vida y los negocios no funcionan así. Como explica Simon Sinek en su libro The Infinite Game, la vida y los negocios son juegos infinitos. No hay un final, no hay un punto en el que puedas decir “he ganado para siempre”. El único momento en que realmente pierdes es cuando decides rendirte.

El juego infinito: La clave del pensamiento estratégico

El verdadero estratega entiende que en un juego infinito, no se trata de vencer a los demás en el corto plazo, sino de permanecer en el juego el mayor tiempo posible. En los negocios, esto significa que el objetivo no es simplemente maximizar las ganancias del trimestre, sino construir algo que tenga valor a lo largo de décadas. En la vida, significa que el éxito no es una meta estática, sino un proceso continuo de crecimiento, aprendizaje y adaptación.

Los que juegan a corto plazo pueden parecer exitosos en el momento. Empresas que priorizan las ganancias rápidas pueden parecer fuertes, pero si no tienen una visión a largo plazo, tarde o temprano se desmoronan. Lo mismo ocurre con personas que buscan atajos para el éxito sin construir una base sólida. En contraste, los grandes estrategas piensan en años e incluso décadas. No les preocupa ganar la batalla si con ello ponen en riesgo la guerra.

Las destrezas claves de un estratega

Para jugar bien en el juego infinito de la vida y los negocios, necesitas desarrollar ciertas habilidades. Aquí te comparto las más importantes:

1. Pensamiento a largo plazo

Los estrategas no se enfocan solo en lo que ocurre hoy o mañana. Ven cada acción como parte de un plan que se desarrollará a lo largo de los años. Se preguntan constantemente: ¿Cómo impactará esto dentro de cinco, diez o veinte años?

2. Adaptabilidad

En un juego sin final, las reglas cambian constantemente. Lo que funciona hoy puede volverse obsoleto mañana. Un estratega sabe cuándo mantener el rumbo y cuándo pivotar para adaptarse a nuevas circunstancias.

3. Resiliencia

Habrá derrotas. Eso es inevitable. Pero en un juego infinito, perder un punto no significa perder el juego. Los estrategas saben cómo levantarse después de cada caída, aprender de los fracasos y seguir adelante con más fuerza.

4. Capacidad de leer el contexto

No se trata solo de pensar en el futuro, sino de entender el presente con claridad. Un estratega es un observador agudo. Entiende los patrones, las tendencias y los cambios en el entorno. No actúa impulsivamente, sino con una comprensión profunda de las circunstancias.

5. Paciencia estratégica

No todas las batallas necesitan ser peleadas. Un estratega sabe cuándo esperar, cuándo ceder y cuándo moverse con decisión. No se deja arrastrar por la prisa o la presión del momento.

6. Creación de relaciones sólidas

En el juego infinito, las conexiones importan más que las transacciones. Un estratega sabe que las alianzas y la confianza construida con otros son clave para el éxito sostenible.

7. Mentalidad de aprendizaje constante

El juego no termina, y por lo tanto, el aprendizaje tampoco. Los estrategas nunca dejan de mejorar. Están en constante búsqueda de nuevas ideas, conocimientos y habilidades.

8. Liderazgo con propósito

No basta con ganar por ganar. Un verdadero estratega tiene una causa que lo guía. Sabe que jugar en el juego infinito requiere más que ambición; requiere un propósito que le dé dirección y significado a cada movimiento.

El verdadero éxito: Jugar para seguir jugando

La diferencia entre aquellos que fracasan y aquellos que triunfan a largo plazo no está en cuántas veces han ganado o perdido en el corto plazo. Está en su capacidad de seguir adelante cuando otros se detienen.

Si quieres ser un verdadero estratega, deja de buscar victorias inmediatas y empieza a pensar en el largo plazo. Recuerda que en el juego infinito de la vida y los negocios, solo pierde el que se rinde.


Tomado de José Ferrer

miércoles, 7 de mayo de 2025

De googlear con la IA al diálogo mediado

 Por Carlos Bravo Reyes y Mercedes Leticia Sánchez Ambriz

Generada en ChatGPT


En la mayoría de los entornos educativos actuales, el uso de la inteligencia artificial se limita a “googlear con IA”: buscar respuestas rápidas, copiar y pegar y obtener ideas superficiales. Esta práctica, aunque útil en ciertos contextos, desaprovecha el potencial formativo de estas herramientas.

Recientemente con estudiantes de la asignatura “Tecnología e innovación educativa” de Ciencias de la educación, propuse que dejemos de googlear con la IA. El tema de la clase fue la creación de una infografía, desde su fundamento pedagógico y sus posibilidades didácticas hasta el diseño y el programa para su creación.

La primera pregunta que realizamos, dirigida a comprender qué es una infografía, fue respondida de manera muy superficial. Cuando preguntamos por sus posibilidades didácticas, las respuestas fueron más pobres. En ese momento propuse que la clase debiéramos enfocarla de otra manera, donde ellos fueran los verdaderos constructores de su conocimiento.

La IA como mediador: posibilidades didácticas

Las aplicaciones actuales de IA permiten entablar diálogos con los estudiantes. Si bien la IA no posee conciencia ni intencionalidad pedagógica, su capacidad para generar respuestas puede ser aprovechada si el docente estructura las preguntas de forma estratégica. Así, el estudiante puede interactuar con la IA como parte de una secuencia guiada de preguntas y reflexiones, donde la meta no es solo responder, sino pensar sobre lo que se responde.

Para ello les pedí que accedieran a su bot de preferencia: ChatGPT, Gemini o Copilot y escribieran algo similar a esto: Quiero aprender sobre qué es una infografía, pero hazlo mediante preguntas.

Las respuestas de los agentes fueron diferentes en cada uno y para cada estudiante, pero todas contenían un grupo de preguntas que, en la medida que se respondían, surgían otras nuevas. Es un diálogo guiado que la literatura pedagógica viene tratando desde más de un siglo. Autores como Vygotsky, Leontiev, Davídov y Galperin defendieron el papel del otro en el desarrollo del pensamiento. Para Vygotsky, el aprendizaje ocurre en la zona de desarrollo próximo (ZDP), mediante la mediación de un sujeto más capaz. Leontiev y Davídov propusieron que el conocimiento se construye a través de actividades con sentido, mientras que Galperin planteó que el pensamiento se forma por etapas, desde lo material hasta lo mental. Todos coincidieron en que el lenguaje y el diálogo guiado son esenciales en el proceso educativo.

Dialogar con la IA.

Durante la clase se produjo un diálogo con la IA seleccionada por cada uno, se generaron numerosas preguntas y respuestas desde comprender que es una infografía, sus posibilidades didácticas y el diseño. En esta asignatura los estudiantes crean un emprendimiento personal que alimentan con diversos medios y recursos, entre ellos una infografía.

Como los agentes de IA tienen “memoria” los estudiantes preguntaron que sugerencias le puede dar para crear una infografía sobre su emprendimiento personal. Este es un elemento importante, pues se vuelve a generar otro grupo de preguntas y se mantiene el diálogo guiado.

Generando la infografía.

Como la mayoría de los estudiantes emplean Canva, una estudiante accedió a explicar el proceso de creación de la infografía. Nuevamente, se volvió a los agentes de IA, para preguntarle qué paleta de color sugería, qué imágenes, el texto y todo lo que era útil para la infografía de su emprendimiento personal. En un método tradicional, los estudiantes se convierten en receptores pasivos y el profesor, frente al aula, sigue teniendo su rol protagónico. Todo lo contrario, sucede cuando insertamos la IA en una situación de aprendizaje.

Opiniones de los estudiantes.

Una vez finalizada la clase, se les pidió a los estudiantes que respondieran una encuesta compuesta por nueve preguntas, divididas en la comprensión del contenido, la metodología empleada y sus valoraciones abiertas de todo el proceso. Participaron los 35 estudiantes que pertenecen a la asignatura. Una de las preguntas indagó por su comprensión sobre el contenido de la clase mediante el método empleado. La totalidad respondió afirmativamente. En la pregunta de si ¿Te sentiste motivado a reflexionar más profundamente sobre el tema?, el 95% responde de manera afirmativa. Otra pregunta fue: ¿En qué medida la IA te ayudó a descubrir aspectos que no habías considerado? La mayoría de las respuestas fueron mucho y unos pocos indicaron que algo.

Otra de las preguntas cerradas fue: ¿Te resultó útil que la IA te hiciera preguntas paso a paso? Nuevamente, la mayoría responde que sí, un estudiante que no le gustó y 5 que algunas veces.

En las preguntas abiertas, los estudiantes destacaron la naturaleza participativa e innovadora de la propuesta, especialmente la posibilidad de mantener un diálogo con la IA que desafiaba sus ideas y los llevaba a formular nuevas preguntas. Algunos de los comentarios se muestran en las imágenes.


Capturas de pantalla de las respuestas







A la pregunta de qué mejoraría o modificaría de la clase las imágenes muestran algunas respuestas.

Capturas de pantalla

Otras respuestas de la valoración en general son las siguientes.

Captura de pantalla

En conclusión, la IA colabora con profesores y estudiantes en el cambio de paradigma: pasar del consumo pasivo de respuestas al uso activo y reflexivo mediante un diálogo mediado con IA. Esta propuesta no solo transforma la relación del estudiante con el conocimiento, sino que redefine el rol docente como mediador del pensamiento. 

Si quieres escuchar un pódcast sobre esta experiencia, lo puedes hacer desde este enlace

Tomado de 366 días

martes, 6 de mayo de 2025

Los cuatro errores más habituales al integrar la enseñanza online y presencial

 Por Ángel Fidalgo

Cada vez más se está integrando la enseñanza online con la presencial. En algunos casos son aspectos puntuales, como es el caso de la metodología de Aula Invertida; en otros se sigue la metodología del b-learning, aplicándolo a un mismo grupo de alumnos; y en otros —el más avanzado—, algunas universidades lo aplican a todo un grado: es el modelo de formación híbrido, donde una misma actividad de aprendizaje es seguida de forma simultánea por alumnado en presencial y en modalidad online.

En todos los casos hay una serie de errores tanto en la aplicación como en el planteamiento. En este post vamos a identificar los cuatro más importantes.

1. No, no es mitad presencial y mitad online

Pensar que el modelo híbrido es dividir la clase por la mitad —unos en el aula, otros conectados online (bien en casa o en otro aula)— y ya está, no funciona.

Es como montar un partido político de centro poniendo la mitad de diputados de derechas y la otra mitad de izquierdas.
Spoiler: no gobernarían ni una comunidad de vecinos.

Evidentemente, los diputados de ese partido serían de centro, en teoría incorporando lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda.
Aplicado esto al modelo híbrido, se integraría lo mejor de la enseñanza online y lo mejor de la presencial.

2. No, no se trata de ver lo mismo, sino sentir lo mismo

Poner una cámara en clase y retransmitir la sesión no convierte esa clase en híbrida.

Podríamos utilizar una metáfora de bares, cervezas y un partido de fútbol
(nota: puede cambiarse por cafetería, té y un concierto)

  • Unas personas están en el bar, con ambiente, reacciones, bromas y emociones compartidas…
  • Y otras están en casa con una cerveza en la mano, pero solas.

¿Ven lo mismo? Sí.
¿Viven lo mismo? Ni de lejos.

En el modelo híbrido se trata de que vean y sientan lo mismo, independientemente de si están online o presencial.

3. No, no es confiar en que el alumnado online se comporte como el presencial

Si el alumnado está en su casa, es imposible que se comporte como un alumno presencial. Puede sucumbir a muchas tentaciones (la mía es la nevera).

Si el alumnado está en un aula “viendo la retransmisión”, posiblemente permanezca en ella físicamente, pero les aseguro que espiritualmente estará en otro sitio.

4. No, no es alternar sin integrar

“Hoy presencial, mañana online, pasado ya veremos…” Eso no es híbrido, es una agenda en crisis.

La igualdad no es repartir la situación (lo malo y lo bueno). Si no se plantea bien, los alumnos que están online tendrán menos posibilidades de aprendizaje que los que están presencial.
La solución más habitual no es que todos estén en el mismo sitio, sino que todos estén en igualdad de condiciones de aprendizaje.

La igualdad, en este contexto, se trata de que todos estén en las mismas condiciones independientemente de si están presencial o virtual. Con lo cual, daría igual la modalidad en la que estén.

A veces, para entender bien un modelo, no hace falta empezar por cómo funciona, sino por todo lo que no es.
Puede que no sea más eficaz… pero reconozcámoslo: es mucho más rápido 😄

Y sobre todo, es una buena forma de limpiar el terreno antes de construir.

Tomado de Investigación e Innovación educativa

lunes, 5 de mayo de 2025

La persistencia del mito de los estilos de aprendizaje en la educación

 Por Paulette Delgado de EDUNEWS

¿Qué tipo de aprendiz es usted? ¿Aprende mejor viendo o escuchando? Quizá recuerde mejor las cosas si las lee y hace notas al respecto o interactuando con los conceptos de manera física en un laboratorio. Por años, se ha escuchado hablar de los distintos estilos de aprendizaje; es un tema que incluso aquí, en el Observatorio, hemos discutido antes.

Para muchas personas, es algo fácil de imaginar: como cada persona es diferente, deben existir distintas maneras de aprender. Es imposible creer que cada estudiante aprende de la misma manera. Sin embargo, por más que los investigadores han intentado encontrar evidencia sólida que respalde estos puntos de vista, no han encontrado nada, es más, esta creencia se considera uno de los mayores mitos de la educación.

La teoría de los estilos de aprendizaje ha disfrutado de un éxito extraordinario en los últimos 50 años, dentro y fuera de las aulas. No sólo fue aceptada acríticamente en los cursos de formación de profesores durante muchos años y posteriormente en el salón de clases, sino que también fue ampliamente adoptada en los medios de comunicación tradicionales.

Según explica el artículo Learning styles don’t exist de Carl Hendrick, el término “estilos de aprendizaje” surgió por primera vez en la década de los cincuenta gracias a Herbert Thelen quien señaló que “el aprendizaje de los estudiantes se complica por el hecho de que los diferentes tipos de aprendizaje requieren diferentes roles y que la experiencia de aprendizaje es compleja, involucra pensamientos, sentimientos, acciones, emociones y deseos”. Sin embargo, no fue hasta 20 años después, en 1970 que el educador Walter Burke Barbe desarrolló el famoso modelo de aprendizaje VARK (Visual, Aural, Read/Write, Kinesthetic). El artículo explica que se le atribuye su creación al profesor Neil Fleming, porque fue quien popularizó la noción de que los estudiantes aprenden mejor cuando se les presentan apoyos según su estilo de aprendizaje. Por ejemplo, cuando a un estudiante que aprende de manera visual se le presentan más gráficos o imágenes, o a un estudiante kinestésico se le incluyen en actividades físicas o táctiles. Aunque pareciera algo bueno, esto solo ha provocado aumentar la carga de trabajo de los educadores. 

En el 2010, los psicólogos Cedar Riener y Daniel Willingham publicaron un artículo titulado The myths of the learning styles donde mencionan que “no hay evidencia creíble de que existan estilos de aprendizaje. Los estudiantes pueden tener preferencias sobre cómo aprender, pero ninguna evidencia sugiere que atender a esas preferencias conducirá a un mejor aprendizaje”. Y ellos no fueron los primeros en hablar del tema. Un estudio del 2006 se enfocó en analizar el aprendizaje usando multimedia y llegaron a una conclusión similar.

Además, en el 2009 se publicó un artículo titulado Learning Styles: Concepts and Evidence donde los autores concluyeron que “el contraste entre la enorme popularidad del enfoque de los estilos de aprendizaje en la educación y la falta de evidencia creíble de su utilidad es, en nuestra opinión, sorprendente y preocupante”, señalando que aún es necesario demostrar si esta clasificación tiene una aplicación práctica efectiva. “Queda por demostrar si la clasificación de los estilos de aprendizaje de los estudiantes tiene utilidad práctica”. Aun así, según una encuesta realizada en el 2019, entre el 80 y 95 % de los entrevistados creen en este mito.

Es importante aclarar que los investigadores coinciden en que enseñar tomando en cuenta las diferencias entre las y los estudiantes puede tener un impacto positivo, y reconocen que hay muchas distinciones individuales entre cada persona. Lo que cuestionan es la idea de que cada estudiante tiene un estilo de aprendizaje particular y que enseñar según el estilo de aprendizaje preferido de un estudiante mejorará sus resultados educativos.

Es cierto que distintas partes del cerebro procesan cierto tipo de información y que cada persona tiene diferentes capacidades y preferencias, sin embargo, no hay evidencia de que diseñar clases que atraigan a cierto tipo de aprendizaje haga que los estudiantes lo internalicen más rápidamente, la idea de los “estilos de aprendizaje” persiste y es muy popular.

Los educadores deben estar preparados con conocimientos precisos sobre el aprendizaje, en lugar de mitos o tendencias populares. Sin embargo, un estudio del 2016 descubrió que el 67 % de los programas de preparación para docentes exigían que estos incorporaran estilos de aprendizaje distintos en las tareas y en la planificación de las clases, mientras que el 59 % de los libros que utilizaban aconsejan tener estos métodos en cuenta. Aunque este estudio es de hace casi una década, demuestra que, pese a la evidencia científica, se les exige a las y los profesores  incluirlos en su trabajo, mandando mensajes mixtos sobre su credibilidad. Por ejemplo, en Estados Unidos, para la formación docente se utiliza con frecuencia el libro Educational Psychology: Theory and Practice donde Robert E. Slavin dice que “los exámenes de certificación de maestros pueden pedirle que diseñe una lección que se adapte a los diversos estilos de aprendizaje de los estudiantes”.

Entonces, ¿qué deben de creer los docentes? 

William Furey, director del Departamento de Educación de la Universidad de Manhattan, escribió un artículo hablando de este tema, de cómo la formación docente en Estados Unidos sigue insistiendo en enseñar el mito de los estilos de aprendizaje. En su investigación, descubrió que de los 50 estados y el Distrito de Columbia, 29 exigen exámenes de licencia para la certificación de la escuela primaria, que tienen materiales de estudio oficiales que hacen referencia a los estilos de aprendizaje. Furey pone como ejemplo las distintas pruebas de licencia Praxis donde piden a los aspirantes docentes que “describan algunas actividades que puedan ayudar a los estudiantes con diferentes estilos de aprendizaje a comprender mejor los conceptos clave”. Además, les piden que “den un ejemplo específico de su propia experiencia en el aula sobre los efectos de las diferencias en los estilos de aprendizaje, en cómo las personas entienden y expresan lo que saben”.

Lamentablemente, hay pocas señales de que la situación en la formación docente cambie. Una revisión sistemática realizada en el 2020 encontró que el 95.4 % de los educadores encuestados estaban de acuerdo con adaptar sus lecciones a los estilos de aprendizaje. Por eso, William Furey resalta que es fundamental que los docentes tomen decisiones instructivas basadas en la evidencia, no en mitos. Los programas de formación docente deberían asumir la responsabilidad de investigar y proporcionar a sus estudiantes con conocimiento actualizado. Además de esto, crear nuevas generaciones de docentes informados, también ayudará a enseñarles a informarse antes de dejarse llevar por tendencias que no están respaldadas por evidencia científica. A veces se pierde más tiempo tratando de acoplar las lecciones a este tipo de mitos o tendencias de lo que se podría dedicar a cosas más provechosas, como informarse.

El mito de los estilos de aprendizaje persiste a pesar de la falta de evidencia científica que lo respalde. Aunque la intención de personalizar la educación es valiosa, la enseñanza debe basarse en principios cognitivos sólidos y estrategias de eficacia comprobada. La formación docente debe actualizarse para reflejar estos hallazgos y garantizar que los estudiantes reciban la mejor educación posible. En un contexto donde millones de estudiantes enfrentan crisis de aprendizaje, es crucial que los docentes enfoquen sus esfuerzos en métodos respaldados por la investigación, en lugar de gastar tiempo y recursos en teorías desacreditadas.

Tomado de EDUNEWS del Tec de Monterrey

viernes, 2 de mayo de 2025

Cómo el negocio editorial compromete la integridad académica

 Tomado de Universo Abierto

Montgomery, Lucy, Emilia C. Bell, y Karl Huang. 2025. “Academic Publishing Is a Multibillion-Dollar Industry. It’s Not Always Good for Science.” The Conversation, March 20, 2025. https://theconversation.com/academic-publishing-is-a-multibillion-dollar-industry-its-not-always-good-for-science-250056

La publicación académica se ha convertido en una industria multimillonaria que, según algunos expertos, ya no sirve prioritariamente a los intereses de la ciencia, sino a los del mercado. Se examina críticamente cómo las prácticas comerciales de las grandes editoriales afectan a la calidad de la investigación, a la accesibilidad del conocimiento y a la integridad del proceso científico.

Uno de los casos recientes más notorios que ejemplifica esta problemática es el del comité editorial de la revista Journal of Human Evolution, cuyos miembros dimitieron en masa en diciembre de 2024 tras acusar a la editorial Elsevier de prácticas inadecuadas. Denunciaron ediciones pobres, el uso indebido de inteligencia artificial en procesos editoriales y tarifas excesivas para acceder a los artículos. Este caso no es aislado: episodios similares se han producido en revistas de otros campos, lo que evidencia un conflicto creciente entre editores académicos y las editoriales comerciales.

La industria editorial académica, que surgió como un esfuerzo comunitario tras la Segunda Guerra Mundial, está ahora dominada por un pequeño grupo de grandes corporaciones como Elsevier, Springer Nature y Wiley. Estas empresas controlan aproximadamente la mitad de todas las publicaciones científicas y obtienen márgenes de beneficio cercanos al 40%, superiores incluso a los de gigantes tecnológicos como Google o Apple. Esto es posible gracias a un modelo de negocio en el que los investigadores escriben y revisan artículos sin recibir remuneración, mientras las universidades y bibliotecas deben pagar cuantiosas sumas para acceder a los contenidos que ellas mismas ayudaron a producir.

Este sistema también impacta en la calidad y el propósito de la ciencia. La presión por publicar en revistas de alto impacto ha provocado una avalancha de estudios apresurados o de escasa relevancia. Además, han proliferado las llamadas “revistas depredadoras”, que aceptan artículos sin una revisión rigurosa a cambio de dinero, lo que debilita la confianza pública en la ciencia y complica la identificación de investigaciones serias.

Ante este panorama, algunos sectores académicos están promoviendo modelos alternativos de publicación científica. Uno de ellos es el modelo «publicar-revisar-curar», que propone publicar primero los artículos como preprints, someterlos después a una revisión abierta y generar finalmente informes de evaluación que puedan ser consultados públicamente. Este sistema busca agilizar el acceso al conocimiento, mejorar la transparencia del proceso y reducir el control monopolístico de las grandes editoriales.

Por otra parte, aunque el modelo de acceso abierto pretende democratizar el conocimiento, en la práctica muchas veces supone un traslado de costes: en lugar de pagar por leer, los investigadores deben pagar por publicar. Esto impone nuevas barreras económicas, especialmente en regiones o instituciones con menos recursos, y genera una desigualdad en la participación científica global.

Tomado de Universo Abierto