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La evaluación se puede realizar con distintos objetivos: para conocer las condiciones de entrada (evaluación diagnóstica), para mejorar un proceso (evaluación formativa) y para conocer el logro alcanzado (evaluación sumativa)
Así pues, la evaluación del profesorado se podría utilizar para conocer el nivel docente de nuestro profesorado, para mejorar los resultados de aprendizaje del alumnado o bien para establecer quien es un buen profesor o un mal profesor. Evidentemente se utilizará una u otra en base al objetivo de una determinada política docente.
Lo lógico sería que se realizará una evaluación diagnóstica al inicio de la profesión docente (por ejemplo para acreditarse como profesor), una evaluación formativa para mejorar los resultados de aprendizaje y una evaluación sumativa para establecer el nivel profesional del profesorado.
Actualmente en países donde no existe evaluación del profesorado en ejercicio de la profesión hay un gran debate sobre cómo realizar esa evaluación: externa al centro, interna, estándar nacional, por el alumnado, etc. También hay controversia en los países que ya la tienen implantada, para unos es la bella y para otros la bestia.
Otro aspecto tremendamente importante en un proceso de evaluación son “las evidencias a evaluar”. A mi modo de ver, es la combinación del tipo de evaluación y las evidencias lo que define si es “bella o bestia”. Pongamos un ejemplo:
Equipo amarillo de cocineros: Se les evalúa mientras preparan la tortilla de patatas. El evaluador conocerá como cocinan, qué procesos deben mejorar, qué tecnologías introducir y, sobre todo, el resultado de la evaluación conseguirá que hagan mejores tortillas de patatas. En este caso se está haciendo una evaluación formativa en base a evidencias de proceso.Equipo verde de cocineros. La evaluación se hace fuera de la cocina. Se les pregunta por la historia de la patata, temperatura ideal de cocción, tecnología innovadora que tienen en su cocina y, además, se les pide que faciliten los resultados de un examen realizado a las personas que han probado su tortilla y que los propios cocineros han evaluado. En este caso se está haciendo una evaluación sumativa con evidencias de entrada y de salida.
Han pasado dos años desde que se ha iniciado el proceso de evaluación a los cocineros ¿Qué tortillas comería usted? ¿Las del equipo amarillo o las del verde?
Evidentemente en ambos equipos puede haber buenos y malos cocineros, y por tanto buenas y malas tortillas de patatas. Sin embargo el proceso evaluativo del equipo amarillo tiende a mejorar las tortillas de patatas mientras el proceso de evaluación del equipo verde tiende a que los cocineros tengan más estrellas.
Una evaluación es “bella” cuando se hace en la cocina, mientras se cocina y sobre el proceso de cocinar. Es “bestia” cuando se hace fuera de la cocina, sin tener en cuenta el proceso de cocinar y se centra sobre el cocinero.
Evidentemente, al final del proceso de evaluación, los cocineros tendrán más o menos estrellas. Pero como en el símil la tortilla de patatas es nuestro alumnado, prefiero que tenga más estrellas el profesorado que mejore la tortilla, perdón, que mejore el aprendizaje de nuestro alumnado.
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